Epístolas generales
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Agustus B. Rudd

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Epístolas generales

Agustus B. Rudd

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La demanda de comentarios a las porciones más importantes y expresivas del Nuevo Testamento es una necesidad constante de todos los predicadores del Evangelio, y esta necesidad se multiplica en nuestros días, porque no sólo son los que han obtenido títulos en alguna facultad teológica y tienen acceso a los púlpitos de grandes catedrales o iglesias quienes sienten el deseo que alentaba a los apóstoles y primeros cristianos de anunciar a otros el mensaje de Dios, sino cualquiera que ha recibido a Jesucristo como su Salvador personal y posee alguna facilidad de palabra, y así se forman cada día nuevos grupos de creyentes, que invitan a otras personas a los lugares sencillos donde se predica el Evangelio, atendiendo a la promesa del Divino Salvador: "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mateo 18: 20). Muchos predicadores no tienen medios materiales para adquirir voluminosos comentarios, pero desean algún libro que les ayude a sacar enseñanzas de cada versículo de las antes referidas porciones de la Biblia.He aquí una obrita ideal, breve y económica, que puede adquirir con provecho, porque está basada en las más breves pero no menos sustanciosas epístolas del Nuevo Testamento llamadas "Epístolas Generales", de Santiago, San Pedro, San Juan, y la más breve de todas, la carta de Judas, no el traidor, sino el fiel apóstol de Jesucristo; comentadas, todas ellas, versículo por versículo; teniendo el comentario a la vista para mayor facilidad y exacta comprensión por parte del lector.Las observaciones históricas que preceden a cada libro son no menos útiles que el comentario del texto, y ofrecen al estudiante y al predicador interesantísimas ideas.

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Información

Año
1987
ISBN
9788482677682
PRIMERA EPISTOLA DEL APOSTOL PEDRO
OBSERVACIONES PRELIMINARES
I.El Autor.
Esta epístola, como las del apóstol Pablo, empieza con el nombre del autor: “Pedro, Apóstol de Jesucristo;” y en esto los apóstoles siguieron la costumbre de aquellos tiempos. Su nombre propio fue Simón, pero cuando Andrés, su hermano, le presentó a Jesús (Jn. 1:42), éste le dio el nombre de Pedro (Piedra), y después llevaba los dos—Simón Pedro. Era hijo de Jonás, de la ciudad de Betsaida, casado, pescador de oficio, y de consiguiente, hombre “sin letras,” es decir, no había sido educado en las mejores escuelas del día como el apóstol Pablo; pero sin duda, había recibido la instrucción que correspondía a los de su clase social. Durante el ministerio público de Jesús, Pedro tenía su residencia en Capernaum (Mat. 8:5, 14), ciudad comercial, en la cual Jesús fijó su residencia también al principio de su largo ministerio en Galilea (Mat. 4:13). Como se ha indicado ya, por conducto de su hermano Andrés llegó él a relacionarse con Jesús luego después del bautismo de éste (Jn. 1:40-42), y más tarde, fue llamado a dejar su red en el mar de Galilea y a hacerse “pescador de hombres” (Mat. 4:18-22; Mar. 1:16-20; Lu. 5:1-11). Después fue llamado a ser uno de los doce apóstoles (Mar. 3:13-19; Lu. 6:12-16), y en este sagrado circulo alcanzó el honor de entrar en el pequeño grupo de los tres que parecían estar más cerca del Maestro, compartiendo con Juan y Santiago este honroso puesto. En las cuatro listas de los nombres de los Doce (Mat. 10, Mar. 3, Lu. 6, Hch. 1), el de Pedro principia cada una aun cuando hay variación considerable en el orden de los demás, lo cual parece indicar que poseía cierta prominencia en este grupo. No obstante, no hay nada que indique una prominencia oficial; por su edad—era probablemente el mayor de todos—y por sus dotes personales, llegaría a ejercer una influencia superior a la de sus compañeros. Era de temperamento impulsivo—por no decir explosivo—dispuesto siempre a decir y hacer lo primero que se le venía a la mente. Esta debilidad fue, por cierto, un defecto bien serio en su carácter, y le causó no pocas lágrimas; pero después de la resurrección de Jesús se nota en Pedro un cambio muy notable; ya no era el Pedro de antes.
Haciendo caso omiso, por falta de espacio, de mucho de su historia subsecuente, basta recordar su servicio el día de Pentecostés, su heroísmo bajo las persecuciones narradas en los primeros captítulos de Los Hechos, sus milagros, su obra en abrir la puerta al Evangelio entre los gentiles en Cesarea, su prominencia en el concilio de Jerusalem, para convencemos de que nuestro autor, “el apóstol de la circuncisión,” merece un puesto alto entre los fundadores del cristianismo; y de que su experiencia le había capacitado para escribir las dos cartas que llevan su nombre. Según la tradición, sufrió el martirio en Roma como por el año 67 a 68. Que él haya fundado la iglesia de Roma, o que haya sido el primer papa de esta iglesia, no hay ni sombra de prueba. Su referencia a “Marcos, mi hijo,” en 5:13 cotejada con Hch. 12:12, ha dado origen a la teoría de que Marcos le sirvió de amanuense al escribir esta carta; y también está generalmente aceptada la idea de que Pedro cooperó con Marcos en la producción del Evangelio que lleva el nombre de éste.
II.El Propósito Especial de la Epístola.
En 5:12 el escritor afirma lo siguiente: “... os he escrito brevemente, amonestándoos, y testificándoos que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis.” Un examen del contenido de la carta confirma esta aserción; el autor trata de exhortar a sus lectores en cuanto a la vida cristiana y de asegurarles que no se han equivocado al aceptar la fe cristiana. Sus exhortaciones tienden a prepararlos para sufrir con paciencia las persecuciones de sus enemigos y demostrar en su conducta el espíritu cristiano.
III.Rasgos Característicos de la Epístola.
Aunque la epístola es intensamente práctica, se ve que el autor está al tanto de las doctrinas fundamentales del cristianismo. Pocos versículos del Nuevo Testamento están más repletos de doctrina que el segundo del primer capítulo: la Trinidad (mención de las tres Personas), la presencia de Dios, la santificación del Espíritu, la salvación mediante la sangre de Cristo; y todo esto introducido con una referencia a la doctrina de la elección. Como la carta de Santiago, ésta también se relaciona íntimamente con el Antiguo Testamento, en lo que se asemeja al Evangelio de Mateo. Muchos han llamado la atención también a la similaridad entre varias expresiones de Pedro y de Pablo, mayormente en las cartas a los Romanos y a los Efesios. Los siguientes ejemplos son tomados de The New Century Bible, editada por el Dr. W. H. Bennett: 1 Ped. 1:14 y Rom. 12:2; I Ped. 1:22 y Rom. 12:10; I Ped. 2:5 y Rom. 12:1; I Ped. 3:8, 9 y Rom. 12:14-17; I Ped. 1:20 y Efes. 1:4, 5; I Ped. 3:21, 22 y Efes. 1:21, 22; I Ped. 3:18, 19 y Efes. 4:9. También entre Pedro y Santiago hay abundante paralelismo, tanto en el fondo como en la forma. En todas estas citas es obvio que los escritores perseguían el doble fin de amonestar a sus lectores y de confirmarlos en la fe.
IV.Tiempo y Lugar de su Composición.
Las evidencias internas favorecen una fecha posterior en la vida de Pedro—probablemente por el año 66. La cuestión del lugar es muy dudosa. La mención de Babilonia en 5:13 no determina el sitio, pues había cuatro Babilonias en aquel tiempo; dos en Asirla, una en Egipto y otra en Italia (Roma, figuradamente así llamada). Dado que Pedro probablemente pasara sus últimos años en Roma, y que la referencia a Babilonia en Apoc. 17:5 es, sin duda, a la ciudad de Roma, parece más acertada la opinión de que Pedro emplee el nombre en el mismo sentido refiriéndose a la capital del imperio romano.
V.Autenticidad de la Epístola.
Es reconocida su autenticidad por la gran mayoría de los escritores eclesiásticos de los primeros siglos, por las primeras versiones, y hasta por un hereje—Basílides—que pertenecía a los años tempranos del segundo siglo. Dice The International Critical Commentary: “Su vocabulario se caracteriza por cierta dignidad y elevación,” y esto, unido al hecho de que la carta contiene 62 palabras griegas que no se encuentran en otro libro del Nuevo Testamento, ha levantado alguna duda en cuanto a la paternidad literaria petrina; sin embargo, tan abundante es la prueba de su autenticidad, que dice el mismo comentador: “No hay ningún otro libro en el Nuevo Testamento que presente evidencia más temprana, ni mejor, ni más convincente.”
VI.Análisis.
Salutación introductoria, 1:1-2.
1.La sublime suerte de los hijos de Dios, 1:3-12.
2.Exhortaciones a la santidad personal, 1:13-2:12.
3.Relación del cristianismo con el gobierno civil, 2:13-17.
4.Exhortaciones a los miembros de la familia, 2:18-3:7.
5.Exhortaciones a todos, 3:8-12.
6.Sufrir por hacer el bien, 3:13-22.
7.Los resultados lógicos del sufrir por hacer el bien, 4:1-6.
8.Varias recomendaciones en cuanto a la nueva vida en Cristo, 4:7-11.
9.La debida actitud del cristiano frente a la persecución, 4:12-19.
10.Recomendaciones concluyentes, 5:1-14.
(1)A ancianos y jóvenes, Vrs. 1-5.
(2)A todos en cuanto a la humildad y la vigilancia, Vrs. 6-11.
(3)Cariñosa despedida, Vrs. 12-14.
LA PRIMERA EPISTOLA UNIVERSAL DEL APOSTOL PEDRO
CAPITULO I
1Pedro, apóstol de Jesucristo, a los extranjeros esparcidos en Ponto, en Galacia, en Capadocia, en Asia, y en Bithinia,
2Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sea multiplicada.
3Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos ha regenerado en esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
4Para una herencia incorruptible, y que no puede contaminarse, ni marchitarse, reservada en los cielos
5Para nosotros que somos guardados en la virtud de Dios por fe, para alcanzar la salud que está aparejada para ser manifestada en el postrimero tiempo.
6En lo cual vosotros os alegráis, estando al presente un poco de tiempo afligidos en diversas tentaciones, si es necesario,
7Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuere manifestado:
8Al cual, no habiendo visto, le amáis; en el cual creyendo, aunque al presente no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorificado;
9Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salud de vuestras almas.
10De la cual salud los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado.
11Escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual pronunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas.
12A los cuales fue revelado, que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas de los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; en las cuales desean mirar los ángeles.
13Por lo cual, teniendo los lomos de vuestro entendimiento ceñidos, con templanza, esperad perfectamente en la gracia que os es presentada cuando Jesucristo os es manifestado:
14Como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;
15Sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación:
16Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
17Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación:
18Sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata;
19Sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación:
20Ya ordenado de antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postrimeros tiempos por amor de vosotros,
21Que por él creéis a Dios, el cual le resucitó de los muertos, y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sea en Dios.
22Habiendo purificado vuestras almas en la obediencia de la verdad, por el Espíritu, en caridad hermanable sin fingimiento, amaos unos a otros entrañablemente de corazón puro:
23Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, que vive y permanece para siempre.
24Porque
Toda carne es como la hierba,
Y toda la gloria del hombre
como la flor de la hierba:
Secóse la hierba, y la flor se cayó;
25Mas la palabra del Señor permanece perpetuamente. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
Salutación Introductoria, 1:1, 2.
Vs. 1. Pedro; era de esperarse que el autor empleara, al empezar su epístola, el nombre que Jesús le dio (Juan 1:41), más bien que su propio nombre Simón, puesto que fue así conocido mayormente por sus compañeros. El significado del nombre (piedra) es otra explicación de la preferencia por este nombre. Es de notarse que en Mateo 6:18, después de la confesión de Simón: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente,” Cristo emplea el nombre de Pedro; pero en Lu. 22:31, al amonestarle en cuanto a la tentación a que había de sujetarse, repite dos veces el nombre de Simón. Apóstol de Jesucristo; no sólo era apóstol, sino, como se ha dicho en las “Observaciones Preliminares,” ocupó una posición de superior influencia en este grupo. En 5:1 Pedro se presenta como “anciano,” y en su segunda carta (1:1) como “siervo y apóstol de Jesucristo.” A los extranjeros esparcidos en Ponto. . . etc.; la palabra extranjeros parece referirse en primer término a los judíos que vivían en los lugares aquí mencionados, pues la Palestina fue considerada la patria de ellos, y los que vivían en otros países se consideraban como extranjeros o forasteros. Algunos opinan que hemos de entender esta palabra en sentido figurado, refiriéndose a todos los cristianos como extranjeros en la tierra, siendo ellos ciudadanos del cielo. Aunque esto es cierto, es dudoso que Pedro aludiera a esta verdad al escribir estas palabras. Es de notarse que tres de los cinco países aquí mencionados constan en la lista de países representados en Jerusalem el día de Pentecostés (Ponto, Capadocia, Asia), de modo que es probable que muchos de los lectores escucharan el sermón de Pedro en dicha ocasión. Estos cinco países abarcan la mayor parte del territorio que más tarde se denominó Asia Menor, y que había sido evangelizado en gran parte por Pablo, o por sus conversos. “Así es que la carta está dirigida a iglesias esparcidas sobre un territorio que tenía dos o cuatro veces el tamaño de las Islas Británicas, incluyendo algunas de las ciudades más ricas y más cultas del imperio, ocupadas por varias razas distintas, entre las cuales eran la...

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