
- 489 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
El último juglar: Memorias de Juan José Arreola
Descripción del libro
Este libro es fruto de una larga y accidentada conversación con mi hijo Orso: a veces apasionada y dulce, otras triste y amarga, pero siempre regida por la verdad. Escribir lo que un padre le cuenta a su hijo es una de las formas más antiguas de hacer literatura, de transmitir la palabra. A lo largo de su vida, mi hijo me ha escuchado hablar, platicar, recitar y dar clases y conferencias, y también me ha visto escribir. Toda mi vida he recitado poesía en voz alta.Este libro es de Orso pero también es mío; lo hicimos entre los dos, pero él, al escribirlo y ordenarlo le dio vida. Sin su trabajo estas memorias no existirían y me da gusto que mi hijo haya vuelto sus ojos al pasado, a esa vida que ya no recordaba. En alguna ocasión dije, a propósito de Orso, que me atenía -y me sigo ateniendo- a unos versos de Rubén Darío que dicen: "…te he de ver en medio del triunfo que merezcas, renovando el fulgor de mi psique abolida".Las memorias de Juan José Arreola no pudieron haber sido mejor recopiladas y editadas sino por su hijo, Orso Arreola.
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Información
Éxodo familiar a Manzanillo
Los frenos del tren cortan el reposo. Los gritos de los vendedores en las estaciones colorean los finales de cada sueño. ¿Los sueños? En uno de ellos veía la oficina donde trabajé. La oficina estaba aislada como un islote poblado de escritorios y sillones. En mi sueño, el piso de la oficina perdía bruscamente su plano horizontal, se inclinaba como la cubierta en un barco yéndose a pique, sobre la cual el señor Galindo daba órdenes a una tripulación en desbandada.El inspector de boletos interrumpió mi sueño: “Su boleto caballero”. Me tuve que improvisar caballero por un instante. La masa inerte que estaba encogida en el asiento comenzó a despabilarse. Inconsciente y como un nadador fatigado, moví mis brazos como queriendo salir a flote. Logré incorporarme a medias y buscar en la cartera mi boleto para entregarlo con mi torpe mano al inspector.Al ver mi boleto me preguntó: ¿A dónde va usted? Yo en ese momento estaba tan lejos de la realidad que no supe qué responder. El inspector miró el boleto y dijo: “¿Manzanillo?”. En mi cabeza se abrió un agujero donde sonaba el mar. Volví a sumergirme en el reposo, pero cada vez que despertaba, veía si mi veliz seguía en su sitio, debajo del asiento, y pensaba en todos los libros que traía conmigo.Las estaciones se sucedían unas a otras en forma interminable. Durante el viaje nacieron y murieron varias generaciones de pasajeros. Yo era el único que había subido al tren en su punto de partida.Un vagón es un mundo aparte, tiene sus tablas de valores que son diferentes a las del mundo ordinario.Hay estaciones en las que suben los pasajeros, y hay otras en las que bajan. Cuando los veo descender, me angustio, siento que van a lo desconocido. A veces es tan cruel la impresión, que sufro por ellos. Los veo alejarse con sus maletas en las manos, en estaciones nocturnas e inciertas como limbos. Me duele más que se bajen las muchachas; cuando veo que abandonan el vagón en que viajaban, siento la tristeza de una ilusión perdida.Una vez abrí los ojos y mi ventanilla estaba clara y lívida como un espejo. Era Michoacán, tierra oscura de árboles en flor, con sus frutos verdes aún, cubiertos de un vaho plomizo y perlado. La aurora recorta la silueta de los árboles con sus tijeras azules. El ganado se despereza en el viento fresco de la mañana, mientras los pájaros ensayan sus alas ateridas.Un día en el tren resulta largo y fatigante. Pasé por Zapotlán con tristeza, nunca imaginé a mi familia fuera de él. Después de veinticinco horas de viaje, llegué a reunirme con mi familia. Me sentí feliz. Mi padre me dio una de las muestras más hondas de su afecto.Le presenté mis cuentas, pero él no las necesitaba, le bastaba con verme volver. Mi madre y mis hermanas ni siquiera me preguntaron por el contenido de mi veliz. Todos hicieron algo para que yo me sintiera contento. Estas son las cosas que a mí me hacen llorar.
Índice
- Índice
- Portada
- Créditos
- Palabras liminares
- Libro primero
- Libro segundo
- Libro tercero
- Libro cuarto
- Epílogo
- Bibliografía de Juan José Arreola
- Distinciones recibidas por Juan José Arreola
- Agradecimientos
- Colofón
- Sobre el autor