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UNA ALTERNATIVA
PÚBLICA EN FAVOR DEL
EMPLEO DE CALIDAD
Tras la Crisis Financiera Global, se tardó 11 años en devolver la tasa de desempleo de los EE.UU. a un nivel del 3,5%, el más bajo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, seguía habiendo millones de personas que no podían encontrar un trabajo remunerado. La cifra oficial en febrero de 2020 fue de 5,8 millones de personas, pero si se contabilizaran de manera correcta esa cifra sería más del doble1.
La pérdida del empleo no es un problema que afecte a todo el mundo por igual. Afecta desproporcionadamente a los jóvenes, a los pobres, a los discapacitados, a las personas de color, a los veteranos de guerra y a los expresidiarios.
Se nos dice que el crecimiento nos beneficiará a todos, pero la norma durante el último medio siglo han sido recuperaciones en las que se dieron largos periodos de desempleo masivo. Además, la remuneración de los empleos es cada vez peor.
Al tomar en consideración la pregunta “cuando la economía crece, ¿quién se beneficia?” la respuesta es perturbadora. En el periodo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, a medida que las economías se expandían después de cada recesión, la inmensa mayoría de los beneficios iba a parar al 90% de las familias con menos ingresos. Exactamente lo contrario ha ocurrido durante los últimos cuatro periodos expansivos (figura 1)2.
Figura 1 Distribución del crecimiento medio de los ingresos durante periodos expansivos
Fuente: Pavlina R. Tcherneva, “Reorienting Fiscal Policy: A Bottom-up Approach,” Journal of Post Keynesian Economics, 37(1), 2014: 43–66.
Desde la década de 1980, el crecimiento económico ha hecho aumentar sobre todo los ingresos del 10% de familias más ricas. Y lo que es peor, durante la recuperación de la Gran Recesión, los ingresos reales medios del 90% de familias más pobres cayeron durante los tres primeros años del periodo expansivo.
A día de hoy, millones de personas no pueden encontrar un trabajo remunerado, y muchos millones más necesitan un trabajo remunerado que les permita elevarse por encima del nivel de la pobreza. Los salarios llevan décadas estancados. Los ingresos medios reales del 90% de familias más pobres fueron de 34.580 dólares en 2017, un 2,2% menos que 20 años antes. Sin embargo, los ingresos medios reales del 0,01% de familias más ricas crecieron un 60,5% durante el mismo periodo (tabla 1), y fueron casi 556 veces más altos que los del 90% más pobre (o 1000 veces más altos si incluimos las ganancias de capital3).
Detrás de las cifras de desempleados y de desigualdad se esconden millones de caras, experiencias, circunstancias y retos de personas que se las tienen que ver con el paro y la injusticia salarial.
Tabla 1 El aumento descontrolado de la desigualdad
Fuente: tabulaciones de la autora en base a T. Piketty y E. Saez, “Income Inequality in the United States, 1913–1998,” Quarterly Journal of Economics, 118(1), 2019 [2003]: 1–39.
Quizá sea usted una de esas personas o conozca a alguien que lo sea. Quizá perdió su empleo en la Gran Recesión y ahora tenga dos empleos a tiempo parcial que a duras penas le permiten pagar las facturas. Quizá acabó la educación secundaria, no puede pagar el coste de ir a la universidad y esté intentando ahorrar un poco para conseguirlo. Quizá sus hijos ya se hayan independizado y a usted, que no tiene experiencia laboral, le gustaría encontrar un trabajo remunerado, pero hace décadas que no tiene uno y no sabe por dónde empezar. Quizá ya haya mandado 215 currículos4, pero incluso en esta “robusta situación económica” no logre encontrar un trabajo estable bien pagado. Quizá el problema sea su edad, su género, el color de su piel o sus antecedentes penales. Quizá usted sea un discapacitado que desearía trabajar, pero conseguir el tipo de trabajo que podría realizar parezca imposible y, si por fin lo consiguiera, la ley actual le permitiría a su empleador pagarle hasta un dólar por hora5. O quizá la empresa encontró a un candidato “mejor”. Quizá no hace más que llamar a una puerta detrás de otra o no hace más que enviar correos electrónicos a empleadores, pero nunca le llaman.
En ese caso, la oficina de desempleo está ahí para ayudarlo, ya que le ofrece clases complementarias, asear su currículo y practicar sus habilidades en las entrevistas de trabajo. Lo hace lo mejor que puede, pero siempre le rechazan. O quizá esté empleado, pero en un trabajo mal pagado y sin derechos laborales. Apenas llega a fin de mes y los largos desplazamientos y los turnos impredecibles hacen que llegar a casa a cenar o hacer los deberes con sus hijos sean verdaderos retos.
Está dispuesto a trabajar duro, pero el trabajo no se corresponde con su esfuerzo. En momentos como este, puede considerarse afortunado ¿Recuerda las avalanchas de gente en las oficinas de desempleo de 2009 y los numerosos anuncios online que decían: “absténganse los desempleados6”?
Pero a lo mejor su caso no es ninguno de los anteriores. Quizá tenga un empleo que esté bien, por lo menos comparado con el de sus amigos. A lo mejor, el sueldo no es maravilloso pero la empresa promete posibilidades de ascenso, puede atender las necesidades de su familia y, tras unos meses más, se ganará por fin el derecho a dos semanas de vacaciones al año. El único problema es que su jefe le acosa sin piedad. Pero usted logra aguantarlo ¿Podría usted renunciar a este trabajo “estable”? Y lo tiene tan cerca. Casi puede oler el océano.
Quizá viva en Puerto Rico y su tienda fue arrasada por el huracán María. Mucha gente murió, muchos otros escaparon, y un año y medio después una de cada doce personas en la isla seguía buscando empleo. O quizá escapó de los incendios de California, pero perdió su trabajo y el dinero de la FEMA* por el incendio de su casa se le está acabando. Usted y muchos otros en zonas arrasadas por las inundaciones y los tornados siguen teniendo que pagar facturas, y las comunidades locales siguen necesitando ser reconstruidas.
¿Cuántas de estas historias se le vienen a la cabeza? En los EE.UU. se cuentan por millones; en todo el planeta son cientos de millones. La pérdida del trabajo y del medio de vida no es solo la consecuencia de circunstancias inusuales o “actos de Dios”. Es algo que pasa regularmente. El sonido del tambor de la economía, que se expande en las bonanzas y se contrae en las crisis, junto con las externalizaciones y el cambio tecnológico, crean pérdidas de empleos constantemente.
Aunque también se crean nuevas oportunidades laborales, nunca son suficientes para todos los que buscan trabajo, incluso en el punto álgido de las fases expansionistas. Mientras tanto, muchos trabajadores siguen teniendo empleos inestables y mal pagados. En 2018 hubo 6,9 millones de trabajadores que no ganaron lo suficiente como para superar el umbral de la pobreza7. Para millones de americanos, un empleo no es suficiente.
¿Qué pasaría si cambiáramos todo eso y nos marcáramos como objetivo económico y social que no hubiera ningún peticionario de empleo que no recibiera (como mínimo) un empleo remunerado decentemente? ¿Cuál sería el impacto sobre las vidas de las personas, sobre las comunidades y sobre la economía?
Imagínese que vuelve a la oficina de desempleo pero esta vez, además del resto de recursos, le ofrecen también una lista con empleos públicos locales, cada uno de los cuales ofrece un salario base de, por ejemplo, 15 dólares por hora, seguro médico y cuidado de niños de buena calidad. Usted puede elegir entre trabajos a tiempo completo o parcial. Además, al igual que ahora, la oficina sigue ofreciendo servicios adicionales como formación, comprobación de credenciales, posibilidad de sacarse el graduado escolar, gestión de asuntos familiares, ayudas para el transporte, orientación, referencias, etc.
Se trata de oportunidades laborales dentro del municipio o en empresas sin ánimo de lucro locales (lo que por fin le permite acortar los desplazamientos), pero financiadas por el gobierno federal (aunque eso no le importe, al fin y al cabo, un salario es un salario). El club de pesca urbana va a inaugurar un programa STEM* junto con colegios locales. La sociedad histórica está digitalizando sus mapas y registros. El Green New Deal ha lanzado un exhaustivo programa de climatización, así como abundantes proyectos en infraestructuras ecológicas. Uno de los proyectos está contratando para sustituir esa tubería de agua que lleva abandonada durante años, y la limpieza del solar detrás del parque municipal necesita de mano de obra. Colectivos locales están poniendo en práctica programas de ayuda a veteranos, vagabundos, jóvenes en situación de riesgo y expresidiarios, y los centros de salud comunitarios están ofreciendo programas de aprendizaje y formación. Un teatro comunitario está organizando actividades extraescolares para niños y clases nocturnas para adultos.
Todos estos empleos, o bien no existían o eran proyectos sumamente faltos de personal antes de que el trabajo garantizado entrara en vigor. Además, si su comunidad ha sido castigada por desastres meteorológicos o medioambientales, el programa contribuirá a la contratación de personal para la limpieza y reconstrucción y para revitalizar los programas de prevención de incendios e inundaciones de la región. Y todo este menú de opciones se organiza y se equipa por cortesía del trabajo garantizado. Se trata de un programa en el que se coopera con los gobiernos locales y municipales, así como con las empresas sin ánimo de lucro, para garantizar que ningún demandante de empleo sea rechazado.
La oficina de trabajo garantizado existe para ayudar a que las personas pasen a disfrutar de oportunidades laborales mejor pagadas tanto en el sector privado como en el público. La economía crece y nuevos anuncios de empleo prometen oportunidades de ascensos, horarios flexibles y teletrabajo. Gracias a su experiencia y formación adicionales, consigue algunas entrevistas de trabajo. Se despide del trabajo garantizado y empieza a trabajar en otra oportunidad laboral.
Por otra parte, quizá no necesite el trabajo garantizado en absoluto. Después de todo, usted es un individuo altamente cualificado con una experiencia laboral totalmente diferente, su ascenso profesional está asegurado, tiene muchos contactos y es capaz de saltar con facilidad desde una oportunidad laboral a otra. Gana un buen salario, atiende las necesidades de su familia y nunca se plantearía (ni seguramente necesitaría) recurrir al trabajo garantizado. No obstante, el programa ha contribuido a rehabilitar su vecindario, construir jardines comunitarios en el colegio de sus hijos, organizar nuevos programas y eventos comunitarios en la biblioteca local y a restaurar las rutas cercanas para hacer senderismo, así como las playas públicas.
¿Se puede convertir esto en un escenario realista? ¿Podemos poner en práctica un programa que proporcione una red de seguridad de empleos básicos para aquellos que lo necesiten, a la vez que cree parte del trabajo comunitario que tanto necesitamos y que beneficie a todos los habitantes de todos los estados y todos los condados, sin importar lo pequeños o remotos que sean? Los capítulos siguientes sostendrán que la respuesta es sí, y que ya sabemos mucho sobre la manera de conseguirlo. Un programa así proporcionaría beneficios inmensos, tant...