El Tercer País
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El Tercer País

San Diego y Tijuana Dos países, Dos ciudades, Una Comunidad

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El Tercer País

San Diego y Tijuana Dos países, Dos ciudades, Una Comunidad

Descripción del libro

"Una fascinante mirada a la historia y el futuro de esta mega región que une a México y Estados Unidos". —Earl Anthony Wayne, Embajador de Estados Unidos en México (2011–2015)

Dos de las ciudades más importantes de Norteamérica están tan cerca físicamente que se tocarían si no estuvieran separadas por un muro en la frontera entre Estados Unidos y México. Esa frontera ha sido un punto de confl icto durante siglos. Sin embargo, la realidad no contada en San Diego y Tijuana es que decenas de miles de personas cruzan ese muro en ambas direcciones—legalmente—cada día, para trabajar, ir a la escuela, socializar y visitar "el otro lado". Si bien continúan las luchas por la inmigración indocumentada y el narcotráfi co en sus respectivos países, los ciudadanos de estas dos ciudades han construido una paz independiente sin igual en cualquier otro lugar del mundo.

El Tercer País cuenta por primera vez la historia de Tijuana y San Diego—una historia inolvidable de guerra y cooperación pacífi ca, dependencia y destino compartido, explotación y amistad. Sobre todo, cuenta las historias de individuos de ambos lados de la frontera que han acercado a las dos ciudades para su benefi cio mutuo. Esta fascinante narrativa nos da la esperanza de una solución universal a uno de los desafíos más apremiantes de este siglo y ofrece valiosas lecciones a las naciones de todo el mundo sobre la creación de alianzas binacionales transfronterizas..

"Ojalá El Tercer País: San Diego y Tijuana hubiera estado disponible para mí cuando llegué a Tijuana por primera vez como oficial del servicio exterior—hubiera sido un tremendo recurso. Lo recomiendo como lectura obligatoria para todos los nuevos oficiales del gobierno asignados a la frontera México/Estados Unidos. Cualquiera que tenga curiosidad por los movimientos transfronterizos de personas y carga encontrará en este libro un recurso inestimable para entender cómo funcionan las fronteras modernas". —Andrew Erickson, Cónsul General de Estados Unidos en Tijuana

"Después de haber pasado 8 años en el área de Tijuana-San Diego, sé que ambas ciudades, a pesar de sus diferencias, han forjado conexiones extensas, mutuas y gratificantes. El Tercer País captura de manera brillante el alcance y la escala de estos lazos, rastrea su origen y evolución y apunta a un futuro prometedor. Descubriendo esta comunidad transfronteriza binacional puede constituir una sorprendente revelación para más de un lector". —Remedios Gómez Arnau, Cónsul General de México en San Diego

"Con una clara comprensión de lo que San Diego y Tijuana son individualmente, El Tercer País: San Diego y Tijuana, ofrece una sorprendente e interesante fotografía instantánea del personaje principal de la historia: la región fronteriza México / Estados Unidos en el Océano Pacífico, encarnada por estas dos ciudades. Las acciones de un elenco binacional diverso de actores individuales e institucionales resaltan el valor del "poder blando" en la reinvención de la dinámica regional. El libro arroja una luz importante sobre cómo la cooperación en una zona fronteriza compartida permite a ambas ciudades enfrentar desafíos comunes y aprovechar muchas oportunidades". —Carlos González Gutierrez, Cónsul General de México en San Diego

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Información

Año
2020
ISBN de la versión impresa
9781733959155

Capítulo nueve

Haciéndolo personal—
El surgimiento de la comunidad transfronteriza más dinámica del mundo

Una de las características más importantes de la garita de San Ysidro son los cruces peatonales en los lados oeste y este de los carriles de automóviles, una empresa masiva de 741 millones de dólares terminada en 2019. Gracias en gran parte a Jason Wells, director general de la San Ysidro Chamber of Commerce (Cámara de Comercio de San Ysidro), los carriles peatonales cuentan con su propio programa SENTRI/Global Entry para viajeros de confianza que cruzan la frontera a pie. Esto ha demostrado ser excepcionalmente útil para los compradores de Tijuana, que cruzan la frontera por miles cada día para aprovechar las numerosas tiendas minoristas que han abierto en las cercanías para atenderlos. El resultado es una mezcla singular de las dos culturas que solo puede existir en la región fronteriza.
Iris y José están casados y viven en Tijuana. Han venido a Las Americas Premium Outlets para comprar unos pantalones de Aéropostale. De color azul oscuro. ¡Ah! y hemos ido a la Gap y a la Old Navy. “Venimos a comprar para la familia”, dice Iris en español. Iris es una contadora pública certificada; José, un ingeniero. Estiman que hoy han gastado 200 dólares.
Los automóviles hacen fila en el cruce fronterizo terrestre más concurrido del mundo.
¿Por qué vinieron a este centro comercial en particular, en lugar de manejar más al norte? “Está más cerca de nosotros, y por la calidad y los precios. También estamos registrados en las tiendas de aquí, así que recibimos cupones de descuentos por correo en Tijuana. Como un 20 por ciento de descuento en un artículo o incluso en toda la compra. A veces venimos aquí cada semana; y en otras épocas del año, una vez al mes”.
La pareja dice que tienden a comprar el mismo tipo de artículos en ambos lados de la frontera, pero normalmente cruzan a San Diego para comprar aquí. “Por ejemplo, si voy a Nike en Tijuana, el precio es el doble por los mismos zapatos que aquí. Y ambas tiendas están a la misma distancia de donde vivimos: a unos 3 kilómetros”. Sin embargo, admiten que hacer el cruce añade otros cuarenta minutos; pero, por ahora, vale la pena. También vale la pena venir a San Diego, incluso para los imprevistos del hogar. Y efectivamente lo necesitan, ya que Iris y José tienen 5 hijos: de 13 años a 6 meses.
Estefanía Gonzáles, de 22 años, y su hija Ximena, de 4 años, son de Rosarito, la vecina costera de Tijuana. Estefanía lleva una chamarra de esquí de Tommy Hilfiger; Ximena, lleva una sudadera rosada de Old Navy con un moño en el pelo que le combina. Estefanía es estudiante de negocios en la Universidad de Mexicali y trabaja para el gobierno.
“Hoy estoy aquí para comprar regalos de Navidad para un intercambio de regalos”, dice Estefanía en español. “También vine a comprar algo de ropa para Navidad”. El montón de bolsas al lado de la carriola de Ximena confirma que ha comprado en Burlington, Ross, Marshalls, Gap y Old Navy. Estefanía estima que hasta el momento ha gastado 500 dólares el día de hoy.
“Vengo a comprar aquí regularmente, porque está justo al otro lado de la frontera y también es el centro comercial más cercano. Vine en carro, pero se queda al otro lado porque es más fácil cruzar a pie. Vengo más o menos cada mes. En estas fechas vendré más seguido, por la temporada”. En este viaje, dice que ha comprado, sobre todo, calcetines, suéteres y otras prendas de invierno.
Estefanía dice que en otros viajes de compras a EEUU también compra juguetes, zapatos e incluso comida. ¿Por qué, cuando los mismos artículos se pueden comprar en Tijuana? “Creo que la calidad es mucho mejor aquí. Y los precios son mejores, también. Por ejemplo, puedo comprar dos artículos aquí por el precio de uno allá. En Rosarito casi siempre compro comida”.
Curioseando por el centro comercial, hablando en otro idioma, e interactuando con una cultura diferente, ¿será que en ocasiones Estefanía no se siente bienvenida?
Riéndose, ella dice, “En realidad es más cómodo aquí. En México te tratan como un delincuente cuando estás de compras. [Los encargados de seguridad] te siguen constantemente y vigilan cada movimiento. Ir de compras en México es muy incómodo, especialmente cuando te quieres probar ropa. Entiendo que la tasa de criminalidad es un poco más alta allá, pero no tanto. Es mejor comprar aquí”.
Pero después, considera un ángulo diferente: “uno se siente más seguro en México que en San Diego cuando está de compras”. ¿Cómo es eso? Bueno, dice, porque, aunque los encargados de seguridad de las tiendas en México la fastidian, se siente nerviosa en San Diego donde hay menos oficiales de la ley visibles. “Creo que los estadounidenses no creen que la gente se vaya a robar cosas” Se ve entretenida por la aparente contradicción de lo que acaba de decir.
Se encoge de hombros, agregando que los vendedores mexicanos son más agradables, mientras que los estadounidenses son más serios y profesionales. “Los mexicanos tratamos de ser alegres en todo momento, y siempre saludamos a los demás con alegría”.

Una inundación de bienvenida

Con el desarrollo de nuevos programas públicos y privados a comienzos del siglo XX, cruzar la frontera entre San Diego y Tijuana se hizo mucho más fácil. De hecho, para los residentes de ambos lados de la frontera, la ciudad opuesta se convirtió en “el otro lado”, el otro lado de la ciudad. Los sandieguinos, al igual que los tijuanenses, comenzaron a tratar el cruce, alguna vez una odisea sin fin, como poco más que otro tramo de congestión vial.
En un comienzo, esta experiencia binacional estaba reservada principalmente para personas acomodadas que se desplazaban entre sus residencias principales y sus casas vacacionales, sobre todo los fines de semana, o entre la casa y la escuela durante la semana. Pero en pocos años, el cruce fronterizo se incorporó al estilo de vida de la gente común, e incluso del personal militar de EEUU, que vive a un lado de la frontera y trabaja en el otro. En el lado de Tijuana, las mayores atracciones para los ciudadanos mexicanos (y cada vez más, para los estadounidenses) eran los precios altamente competitivos de bienes raíces, muy cerca de los trabajos profesionales mejor pagados al norte, en San Diego. En el lado de San Diego (donde un número creciente de mexicanos cada vez más prósperos también tenían sus casas), el atractivo equivalente era una mayor seguridad y la atracción de una infraestructura superior y productos, precios y servicios de primera calidad.
El resultado era una mezcla cotidiana de habitantes y culturas que nunca antes se había experimentado en las dos ciudades, incluso en los días en que cruzar la frontera era casi ilimitado. Ahora, ni siquiera el imponente muro que proyecta su sombra sobre la frontera podría detener esta creciente interpenetración de las dos sociedades.
Por supuesto, esta mezcla produjo algunos fenómenos poco probables. Por ejemplo, el gobernador de Baja California tenía su casa en Chula Vista. Mientras tanto, todos los días, los médicos de California hacían el viaje a Tijuana a sus oficinas y clínicas, donde a menudo les brindaban atención médica a pacientes de Estados Unidos. Los estudiantes que vivían en apartamentos en un lado de la frontera cruzaban cada día para asistir a las universidades del otro lado. En ambos lados de la frontera la gente escuchaba programas de radio que emanaban del otro lado. Lo que San Diego Dialogue descubrió en la década de 1990 es que el número de habitantes, particularmente aquellos que constituyen la gran mayoría de los que cruzan la frontera, ha crecido más allá incluso de las predicciones más descabelladas de los pronosticadores: cada día, casi setenta mil autos pasan por la garita de San Ysidro y 32 millones de peatones hacen el cruce cada uno año.
Una fracción considerable de este extraordinario número tampoco viaja lejos. Las zonas colindantes con la frontera, en ambos lados, han experimentado el mayor crecimiento desde el año 2000, de tal manera que casi medio millón de personas, en 150,000 hogares, viven ahora a menos de 16 kilómetros de la garita de San Ysidro. Al igual que las familias que compran en Las Americas Premium Outlets, limitan gran parte de sus compras a tiendas cercanas, dejando una derrama económica de 5,000 millones de dólares al año. En un giro revelador, la cantidad de compras de los tijuanenses en las tiendas de San Diego ahora supera por mucho a la de los sandieguinos en Tijuana. Alan Bersin:
Una vez que fuimos al meollo del asunto y creamos un medio seguro y eficiente y, en su mayoría, un tiempo predecible de cruzar la frontera en los puertos de entrada, se hizo posible el potencial de “una comunidad en dos países”. Después de todo, es difícil manejar las relaciones y calendarios profesionales o personales, al igual que sociales, si se pierden reuniones debido a las demoras de varias horas en el cruce fronterizo. Hacer la frontera predecible alteró totalmente el cálculo en este respecto para cientos de miles de personas que respondieron en consecuencia. Al controlar los corredores fronterizos, y al mejorar la seguridad en ellos, se tuvo la posibilidad de crear barrios en lo que antes era “tierra de nadie”. Se construyeron casas, escuelas y centros comerciales, y la gente vino.
Del esfuerzo por abrir las ciudades entre sí, dice C. Samuel Marasco, presidente de LandGrant Development y desarrollador de La Plaza de las Américas: “Estamos convirtiendo dos puertas traseras en dos puertas delanteras dignas para celebrarse”.
A pesar de todos estos avances, la situación transfronteriza sigue siendo frágil. Aunque es poco probable que se regrese a los difíciles días de las dos ciudades mirándose con cautela a través de su frontera común, el auge actual seguirá siendo vulnerable a algunas de las mismas fuerzas que han amenazado la amistad entre las dos ciudades en el pasado: el crimen en México, las recesiones económicas en Estados Unidos, y quizás sobre todo, el persistente problema de las enormes fluctuaciones en los tipos de cambio que han perturbado por siempre a los dos países, así como las fortunas empresariales, profundamente afectadas por esas fluctuaciones.
Incluso cuando Tijuana y San Diego empiecen a parecerse cada vez más a una sola metrópoli, y el idioma se convierta, lentamente, en menos barrera, el hecho de que se sigan operando sistemas monetarios separados representará un riesgo gigante. Sin embargo, incluso eso está empezando a cambiar, ya que Tijuana se está “dolarizando”, con algunas instituciones financieras, minoristas (como José B. Fimbres en Calimax) y propietarios (como Lorenzo Berho, promotor de los parques industriales Vesta) que aceptan el pago en ambas monedas, incluso otros tantos que todavía comercian (y, cuando es apropiado, ofrecen acciones) en pesos.

Mr. San Diego

Malin Burnham puede ser el ciudadano privado más importante en la historia de una sola gran ciudad estadounidense del siglo pasado. Es imposible entender San Diego—y su relación con Tijuana—sin apreciar su papel en las dos ciudades en los últimos 40 años. A los 92 años, sigue tan activo como siempre.
Burnham nació en San Diego, y le ha dedicado sus tres vidas a hacer grande la ciudad. En su primera vida, a pesar de tener un título en ingeniería industrial de la Universidad de Stanford, trabajó para su padre como desarrollador en bienes raíces, prestamista hipotecario y banquero. Trabajó laboriosamente en su puesto hasta que su padre, abruptamente, a los 56 años de edad, anunció su retiro y el nombramiento de Malin, con solo 32 años de edad, como el nuevo director general de la empresa. 3 años después, el padre de Malin, que había ascendido a presidente, se retiró por completo del mundo de los negocios para pasar el resto de su vida navegando un barco con la madre de Malin.
Malin estaba aturdido: “su retiro fue una sorpresa para la compañía e incluso para mí. Nunca creímos que lo haría. Pero siempre había sido un hombre de palabra, y esta vez no fue diferente”.
Ahora, con solo 35 años edad, Malin Burnham se encontró dirigiendo una empresa multimillonaria, uno de los financieros más jóvenes de la región. Dicha experiencia lo llevó a la primera de sus famosos aforismos: comienza temprano.
De hecho, Burnham ya había vivido ese lema durante mucho tiempo. Cuando Malin era un niño de 10 años, su madre solía llevarlo a él y a su hermano a la playa en la bahía de San Diego. Malin se sentaba durante horas, fascinado por la vista de los veleros “junior” de 4.9 metros que pasaban de ida y vuelta. Entonces, en un día inolvidable, uno de esos veleros se acercó a la orilla, y el joven piloto gritó: “Oye, ¿quieres ir a navegar?”
“Salí como rayo subirme al barco”, recuerda Malin. “Mis padres, benditos sean, vieron mi entusiasmo y sacaron una membresía familiar en el San Diego Yacht Club (Club de Yates de San Diego)”.
En poco tiempo, el pequeño Malin pasaba cada momento libre navegando un velero. Rápidamente se obsesionó:
Cuando estás navegando, y estás lejos de la orilla y en mar abierto, no hay garantía de que regreses. No tienes motor, y volver al muelle depende de tu habilidad con la vela y el timón. Una vez que tienes éxito en esa tarea veinte o treinta veces, siempre tendrás plena confianza de poder navegar a casa. Eso es algo muy importante para un chico de 13 años. Es una creencia en [tus] propias habilidades que llevas a lo largo de tu vida.
Con esta nueva confianza, el joven Malin comenzó a participar en las regatas de veleros con sus compañeros, y pronto los estaba venciendo a todos. A los 15 años, se le promovió a la categoría Estrella, de veleros de 6.9 metros de largo, y comenzó a vencer a los adultos. En poco tiempo, incluso San Diego se había vuelto demasiado pequeño para su talento como navegante. Así que, en agosto de 1945, el joven de 17 años de edad, graduado de la preparatoria, junto con su tripulante de 15 años de edad, se dirigieron en tren a Stamford, Connecticut, para el Campeonato Mundial de la categoría Estrella.
Malin regresó como el campeón mundial más joven de esa categoría. Es un récord que aún mantiene.
A su regreso a San Diego, Burnham había planeado ingresar a la Marina. Pero en el viaje de regreso a casa, el tren de repente se detuvo en un lugar solitario en medio del estado de Kansas, y la tripulación y los pasajeros saltaron fuera del tren y celebraron. La noticia había llegado del Día de la Victoria sobre Japón, anunciando que la Segunda Guerra Mundial había terminado. Cuando Malin llegó a la Union Statio...

Índice

  1. Elogio para El Tercer País
  2. Pagina del titulo
  3. Derechos de autor
  4. Dedicación
  5. Contenido
  6. Agradecimientos
  7. Prólogo de Janet Napolitano y José Antonio Meade
  8. Capítulo uno: Puente sobre una línea imaginaria
  9. Capítulo dos: Tijuana—Tan lejos de Ciudad de México, tan cerca de San Diego
  10. Capítulo tres: San Diego—Espléndido aislamiento
  11. Capítulo cuatro: Tijuana—Aquí empieza la patria/The homeland starts here
  12. Capítulo cinco: San Diego—Ciudad en movimiento
  13. Capítulo seis: La conversación de cincuenta años
  14. Capítulo siete: Líneas y flujos—Asegurando la frontera y haciendo que funcione
  15. Capítulo ocho: El meollo del asunto—El traslado de personas y cargas a través de la frontera de manera eficiente
  16. Capítulo nueve: Haciéndolo personal—El surgimiento de la comunidad transfronteriza más dinámica del mundo
  17. Capítulo diez: De la oscuridad a la luz
  18. Epílogo
  19. Post epílogo de Martha Bárcena Coqui y Andrew Selee
  20. Bibliografía seleccionada
  21. Créditos fotográficos
  22. Sobre el autor