Educar en el vínculo
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Educar en el vínculo

Rafa Guerrero

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Rafa Guerrero

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Información del libro

Vivimos en una sociedad caracterizada por la rapidez, las exigencias y el poco tiempo para disfrutar de nuestros hijos. Disponemos de menos tiempo del que quisiéramos para estar con ellos. Tenemos un mundo cada vez más conectado tecnológicamente, pero menos conectado emocional y socialmente. Los estudios científicos han demostrado que para desarrollar vínculos de seguridad en nuestros hijos y fomentar su autonomía, empatía y autoestima se necesita tiempo de calidad. El ser humano supera la dependencia de los primeros años de vida gracias a los buenos tratos que recibe de sus figuras de apego a lo largo de su infancia y adolescencia. En este libro encontrarás explicaciones claras y prácticas sobre la importancia de la conexión y la vinculación con nuestros hijos, así como un desarrollo profundo de los diferentes estilos de apego, cómo diferenciar una necesidad de un deseo y las características que deben reunir los padres para ejercer de figuras de apego seguras. Aquí se describe cómo el sueño, la alimentación, el juego y el abuso de los dispositivos electrónicos influyen en los vínculos que establecemos con nuestros hijos. Rafa Guerrero, psicólogo y doctor en Educación, explica de manera sencilla y práctica las claves para fomentar relaciones seguras con nuestros hijos con el fin de conseguir que tengan una buena autoestima, capacidad de resolución de conflictos y que sean empáticos y resilientes.

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Información

Editorial
Plataforma
Año
2020
ISBN
9788417886745

PARTE VII Estrategias de intervención

26. De la heterorregulación a la autorregulación

«Te amo porque quiero amarte, porque te he elegido y me gusta estar a tu lado; no porque seas indispensable para mi felicidad.»
WALTER RISO

Ejercer de corteza prefrontal

Ya hemos comentado que el bebé viene a este mundo con todas las neuronas que necesita, es más, nace con el doble de las neuronas de las necesarias. Sin embargo, que tengamos desde el nacimiento todas las neuronas no quiere decir que ya estén conectadas y activas, ya que eso es un trabajo de estimulación que debemos hacer los padres y los profesores. Es como si con la experiencia y con el aprendizaje se fueran creando una especie de «carreteras neuronales» en nuestro cerebro. Nuestra función es crearlas y reforzarlas.
Es por eso que suelo decir que los padres y los profesores ejercemos de corteza prefrontal de nuestros hijos, ya que ellos no la tienen lo suficientemente madura como para hacerlo por ellos mismos. Si queremos que el día de mañana, nuestros hijos sean capaces de regularse por sí mismos (autorregulación), deberán pasar previamente por una fase en la que nosotros ejerzamos de su corteza prefrontal, es decir, los ayudemos a regular sus emociones (heterorregulación). Los bebés no saben autorregularse, motivo por el cual tienen que ser heterorregulados por sus figuras de apego. Para llegar a una correcta autorregulación hay que pasar por que nuestros padres nos ayuden a regular nuestras emociones (heterorregulación).
Nuestros hijos son capaces de percibir muchísima información del ambiente que los rodea, pero interpretan, sacan conclusiones y razonan mal. Por este motivo debemos ayudarlos en todas estas acciones que tienen que ver con la corteza prefrontal, y a esto me refiero con ejercer de corteza prefrontal de nuestros hijos. Los niños necesitan decodificadores o «lectores de vida» para entender y asimilar lo que están experimentando en el plano interno y lo que ven en el mundo.

Primeras estrategias de autorregulación emocional

Los niños pequeños apenas tienen estrategias de autorregulación, puesto que la localización de la regulación emocional está en la corteza prefrontal y dicha zona es muy inmadura en los niños.
Recuerda…
que el cerebro se desarrolla de atrás hacia delante, por lo que la corteza prefrontal es de las últimas partes en desarrollarse.
La mayoría de las estrategias de autorregulación que tienen los bebés y los niños pequeños tienen que ver con succionar el pezón de la madre, un chupete, un muñeco al que le tienen apego, etcétera. Como decíamos, es una autorregulación muy rudimentaria, puesto que para que el niño se calme por sí solo necesita que el pezón de mamá o el chupete estén disponibles.
Recuerda…
que los niños pequeños no saben regular sus emociones ni actuar de manera autosuficiente, por lo que somos los padres los encargados de ayudarlos en esta tarea de regulación.
Un niño de aproximadamente 1 año no tiene la capacidad de regularse solo, sino que lo hace gracias a sus figuras de apego: te calmo, te doy lo que necesitas y te regulo emocionalmente. Una de las mejores cosas que podemos hacer los padres con nuestros hijos es «apuntarlos» al gimnasio emocional. Estoy utilizando una metáfora, por supuesto. Me refiero a que la regulación emocional es algo que, en primer lugar, se aprende y, en segundo lugar, requiere de práctica. Y, por supuesto, los padres somos los monitores de ese gimnasio emocional.
Una de las maneras más eficaces que tienen los niños de gestionar las amenazas y los peligros en los primeros años de vida consiste en apegarse a su figura de referencia. El vínculo de apego, como ya hemos visto, aumenta significativamente las probabilidades de supervivencia.
¿Sabías que…
la investigación ha demostrado que los niños utilizan la base segura como mecanismo para regular sus emociones cuando están explorando el mundo que los rodea?

¿Cómo superar la dependencia?

El bebé depende de sus figuras de apego o cuidadores, ya que son limitadas las cosas que puede hacer por sí mismo (respirar y poco más). Necesita de sus cuidadores para que lo alimenten, lo abriguen cuando hace frío y lo protejan de posibles peligros. El estado de dependencia que tienen todos los bebés y los niños pequeños solo se «supera» o resuelve con los buenos tratos por parte de los padres. El único vehículo o medio que nos permite alcanzar la autonomía, desarrollarnos como personas y tener un etapa adulta suficientemente feliz y tranquila son los buenos tratos que recibimos de nuestros padres en la infancia y la adolescencia. Para ello, los padres deben encontrar en la educación de sus hijos el equilibrio entre la protección y la autonomía, es decir, entre dejarse ayudar y favorecer su curiosidad y ganas de hacer las cosas por ellos mismos. Todo lo que implique no recibir unos cuidados adecuados supondrá, en algún grado, dependencia.
El hecho de que un niño no sea calmado por sus padres cuando siente miedo o está enfadado va a suponer, muy probablemente, una dificultad tanto en el presente como en el futuro. Una de las dificultades que va a tener es que no será capaz de autorregularse y alcanzar el equilibrio por sí mismo. Es probable que tenga que recurrir a otras personas o cosas para poder tranquilizarse (adicciones). Por lo tanto, para poder llegar a desenvolvernos de manera autónoma debemos pasar por el gimnasio emocional del que hablábamos antes. La mala capacidad de gestión emocional va a suponer, muy probablemente, somatizaciones, falta de concentración, ansiedad, problemas de insomnio, dificultades en las relaciones con los demás, etcétera.
¿Sabías que…
la dependencia no es mala en los primeros años de vida? Todo lo contrario. Es importante que partamos de esa dependencia para aprender de nuestros cuidadores. La dependencia es tremendamente negativa en los adultos, pues no nos permite desarrollarnos de una manera autónoma y libre.

El camino a la autonomía

Las bases de la regulación emocional se desarrollan en los dos primeros años de vida como consecuencia de la integración vertical y la integración horizontal que ya describimos en su momento. Si somos capaces como padres y educadores de desarrollar correctamente estas dos direcciones de desarrollo cerebral, entonces tendremos muchas probabilidades de que nuestros hijos sean capaces de autorregularse emocionalmente suficientemente bien.
Recuerda…
que la estructura del cerebro que se encarga de regular las emociones es la corteza prefrontal. Dicha zona es la última que se desarrolla, y alcanza su nivel óptimo a partir de la segunda década de vida.
Para alcanzar la autonomía, es importante que los padres seamos capaces de darle sentido a la experiencia de nuestros hijos, que los escuchemos y atendamos cómo se sienten, qué notan en el cuerpo y qué piensan en relación con las diferentes cosas y situaciones en las que se encuentran en el día a día. Además, si aumentamos su locus de control interno, tendrán más probabilidades de hacerse cargo de sus vidas. Si reforzamos sus decisiones y confiamos en ellos, estaremos potenciando su locus de control interno. En cambio, la dependencia genera un locus de control externo, puesto que dependemos de los demás para alcanzar nuestros objetivos. Es mucho más inmaduro e infantil que el locus de control interno. Es importante que reforcemos valores como la perseverancia, el esfuerzo, la tolerancia a la frustración, la constancia y la lucha para desarrollar un locus de control interno en nuestros hijos.
Al objetivo de la autonomía también se llega cuando los padres sintonizamos con las emociones de nuestros hijos y las etiquetamos. Somos los responsables de identificar qué emociones están experimentando nuestros hijos. Frases como «estás muy enfadado con tu hermana porque no quiere jugar contigo» o «sientes miedo por si alguien entra en casa a robar» son imprescindibles para calmarlos y para alcanzar la capacidad de autorregulación emocional. Si no hacemos esto, es muy probable que estemos fracasando en nuestro proceso de heterorregular sus emociones. Siempre comento que una de las grandes catástrofes de la vida es que no enseñemos a nuestros hijos a identificar y regular sus emociones (heterorregulación) y, por lo tanto, los hayamos obligado a hacerlo ellos solos. Y la pregunta es: ¿cómo se autorregulan nuestros hijos pequeños sin nuestra ayuda? Como buenamente pueden. ¿Y cómo suelen hacerlo? Generalmente mal porque no tienen un referente de cómo se regulan las emociones. Por eso es imprescindible que enseñemos a nuestros hijos a gestionar sus emoc...

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