El dolor de espalda y las emociones
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El dolor de espalda y las emociones

David Ponce

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El dolor de espalda y las emociones

David Ponce

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¿Dolor de espalda y emociones? ¿Acaso ese dolor que le atormenta desde hace tiempo tiene que ver con la tristeza, con el miedo, con la insatisfacción o con el estrés...? Así es, y en gran medida. Como dijo sir William Osler, considerado el padre de la medicina moderna: "Los órganos lloran las lágrimas que los ojos se niegan a derramar". ¿Padece lumbalgia desde hace tiempo y nadie ha podido darle una solución? Ya le avanzo que no existen fórmulas mágicas ni las encontrará en este libro. Sin embargo, conocer la interrelación que existe entre el esqueleto, el sistema muscular y el cerebro proporciona valiosas pistas que pueden aliviar o incluso solucionar ese dolor. Como apunta el periodista Víctor-M. Amela en su prólogo, El dolor de espalda y las emociones pretende aportar "discernimiento para mimar la salud integral". Hasta que no interioricemos el hecho de que el cuerpo humano es una unidad, y que en el dolor pueden influir tanto una mala postura como un revés emocional o una alimentación inadecuada, no seremos capaces de vivir cómodamente ante las exigencias de la sociedad actual.

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Información

Editorial
Plataforma
Año
2013
ISBN
9788415577997
I
Conoce tu cuerpo,
conoce tu dolor
1. En la consulta, antes
de empezar con la teoría
«La enfermedad no sólo es el resultado de nuestros actos, sino también de nuestros pensamientos.»
ANDRÉ MAUROIS
Miguel es vendedor en una empresa de artes gráficas; tiene 54 años, un ligero sobrepeso y, desde hace una década, presenta lumbalgias ocasionales. Trata de solucionar este dolor con algún día de baja laboral y una tanda de antiinflamatorios que invariablemente le acaban produciendo gastritis. Vino a la consulta recomendado por algún amigo, después de haberse pasado los últimos dos meses con un dolor casi constante que no mejoraba de ninguna manera. En la última visita a su médico habitual, le habló de dos hernias de disco y le sugirió que se operase cuanto antes.
Miguel me explica sus antecedentes, me cuenta que vive con su esposa y dos hijas adolescentes, y me comenta que dada la actual situación de crisis en el sector, cada día que no puede trabajar a pleno rendimiento, son oportunidades que pierde; incluso le preocupa que su puesto peligre y, a su edad, no puede permitirse ni imaginar quedarse en el paro. Eso, dice, es lo que más le preocupa.
Cuando le exploro, identifico una zona claramente bloqueada en la parte baja de su columna, algunos desajustes corporales estructurales y funcionales, y en la primera visita le desbloqueo. Además, le doy algunas pautas para mejorar su dieta y unos ejercicios sencillos para estirar y reforzar la musculatura.
Después de 20 años de experiencia en la consulta viendo a centenares de pacientes con su dolor de espalda, he visto gran infinidad de patologías no resueltas por no darles un enfoque integral, holístico, y por no tener en cuenta la dimensión global del paciente.
He visto a muchos pacientes que entran en un quirófano sin necesidad, con la buena intención de intentar arreglarles de manera mecanicista sus patologías, como si se tratara simplemente de materia inerte; el éxito, en estos casos, ha sido relativo o puntual en el tiempo. Un gran porcentaje de mis pacientes vienen a consultarme por sus hernias discales; muchos de ellos nunca se operarán; otros, inevitablemente y por su bien, estarán obligados a hacerlo. Del mismo modo, he visitado a pacientes que habían estado en manos de algunos mal llamados profesionales de la medicina alternativa, que no les dieron un buen enfoque profesional a su dolencia y sólo les generaron falsas expectativas de mejora, sin llegar a obtener buenos resultados y, en algún caso, provocarles males irreversibles. Radiólogos expertos opinan que si a un gran número de personas les hiciéramos una resonancia magnética de su columna vertebral, un porcentaje muy alto mostraría protusiones o hernias que, en muchos de casos, serían asintomáticas, por lo que dicha prueba debería siempre ser complementaria y nunca definitiva.
El valor de las patologías debe medirse por su clínica (síntomas), no por su apariencia.
Ante estas experiencias, empecé a plantearme la necesidad de escribir un libro basado en la realidad de la experiencia de los pacientes que, a lo largo de estas dos décadas, me han confirmado que el enfoque simplemente mecanicista de mi profesión es un error. Mi práctica profesional de la osteopatía, la fisioterapia y la homeopatía me han mostrado algo esencial: que la espalda sufre por motivos muy diversos, pero que en todos los casos la mente y las emociones participan de manera activa, directa y, casi siempre, única en la instauración del dolor y en la manera en que cada paciente lo vive.
Hoy día los científicos más prestigiosos en neurología afirman que cada uno de nosotros experimentamos y vivimos nuestras emociones de una manera distinta y única, y que la manera como las racionalizamos marcará y determinará cómo afectan a nuestro organismo.
Miguel me llamó al día siguiente muy contento para explicarme que se encontraba mucho mejor y que había podido ir a trabajar con normalidad. Quedamos en que acudiría de nuevo a la consulta 15 días después.
Cuando le vi entrar por la puerta, percibí enseguida que algo no funcionaba. Efectivamente, el dolor había aparecido de nuevo en la misma zona lumbar y, al explorarlo, encontré de nuevo un bloqueo importante y grandes restricciones de movilidad en partes distantes de su espalda.
En esta segunda visita, volví a preguntarle si estaba más estresado de lo normal; le pregunté por su trabajo, su vida familiar, la convivencia con su esposa y si sus hijas adolescentes le preocupaban en exceso por algún motivo. Miguel me explicó entonces que desde hacía un tiempo experimentaba algunos problemas en las relaciones sexuales con su esposa y me comentó hasta qué punto esto le preocupaba y hacía temer que afectara seriamente su relación.
Volví a desbloquearle la zona lumbar y reequilibré su columna de nuevo; insistí en la dieta equilibrada para lograr una buena eliminación de toxinas y un peso más adecuado; le recomendé que hiciera los estiramientos y ejercicios tonificantes de manera regular y, además, empezamos a orientar el problema que realmente le preocupaba.
Miguel y su esposa visitaron a un compañero psicólogo terapeuta sexual que les aconsejé y que solucionó fácilmente los problemas de erección relacionados con el estrés. Sin ese temor, la vida sexual de Miguel mejoró notablemente y, con ello, su dolor de espalda desapareció sin necesidad de tomar más antiinflamatorios y, sobre todo, sin necesidad de operarse.
Es evidente que mi manera de trabajar ha evolucionado con los años; lógicamente, cualquier profesional de la salud va modificando su enfoque, en parte debido a los avances del conocimiento, pero también al aprendizaje del día a día, a las enseñanzas que aporta tratar a pacientes intentando lograr una curación objetiva, yendo al fondo de sus dolencias y teniendo en cuenta una aproximación holística.
En este proceso, no puedo dejar de lado la gran experiencia que me ha proporcionado el hecho de ser profesor universitario, durante 15 años, de varias promociones de alumnos que, con sus preguntas, dudas y planteamientos, han acrecentado mis ganas de profundizar en el conocimiento del cuerpo humano. Siempre he tratado de poner mucho énfasis en algo que me parece esencial: a mis alumnos universitarios les digo que sus futuros pacientes no son una simple vértebra bloqueada, un hígado en disfunción o un sistema inmunológico deprimido, sino que son personas con pensamientos, miedos y caracteres que condicionan su organismo de manera especial y única.
Sin esta visión, ningún profesional sanitario podrá llegar a ser un buen profesional, simplemente porque olvida la parte más importante de sus pacientes: su ser.
Jueces, empresarios, abogados, paletas, administrativos, maestros, peluqueras, políticos, ejecutivas, amas de casa, médicos, azafatas y, en definitiva, cualquier profesional, cada uno en su contexto particular, con sus hábitos propios de trabajo más o menos saludables, comparten un denominador común: son personas que, en sus contextos, viven, sufren, han sufrido y, en algún caso, seguirán sufriendo dolor de espalda simplemente por el hecho de no cambiar nada en su vida, por no dar un golpe de timón a sus hábitos.
Su dolor no cambiará si nada cambia en su vida
No podemos dejar de lado el hecho de que la mayoría de los pacientes padecen –como usted, como yo– las adversidades del mundo moderno: estrés, ruido, contaminación ambiental, desajustes horarios, contaminación alimentaria… y son víctimas de prisas, hipotecas, presión, tráfico, radiaciones y un sinfín de situaciones estresantes que sólo acentúan y retroalimentan el dolor y, en muchos casos, lo producen.
Si a todo ello le sumamos un pasado que no se solucionó de la manera apropiada, un problema familiar que quedó sin cerrarse, la muerte de un ser querido, un matrimonio fracasado o en vías de serlo, una sexualidad más o menos reprimida, miedo al futuro, problemas económicos y un largo etcétera, así como falta de ejercicio físico, desajustes alimentarios y falta de un descanso reparador, ya tenemos los ingredientes del cóctel perfecto, el terreno abonado para que a corto, medio o largo plazo, usted forme parte de ese 90% de la población mundial que padece dolor de es...

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