
- 302 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
¡La inversión y el cambio es visible en Chimalhuacán! Calles pavimentadas, auditorios, instalaciones deportivas, servicios médicos, universidades, parques públicos, museos, programas sociales y un planetario, tienen su explicación en el aumento espectacular de la inversión pública. Sólo en dos años (2016-2017) se invirtió 20 veces más que en 30 años: de 1970 a 2000. Ese aumento no fue automático, es el reflejo de una visión de servicio distinta, la visión del Proyecto Nuevo Chimalhuacán.
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Información

Capítulo IV
La transformación del municipio
El proyecto cultural
Con 47 años de edad, licenciado en Derecho, Norberto Ibarra Rodríguez es originario de Chimalhuacán y ha vivido toda su vida en el municipio, por lo que es uno de los testigos de su transformación. No sólo de la época de oscurantismo y de terror de “la Loba” sino también el crecimiento del proyecto nuevo Chimalhuacán. Él también vivió el cambio del municipio rural al urbano sin planeación, sin criterios de orden para el desarrollo. A Norberto, como a muchos otros habitantes originarios, le tocó atestiguar cómo un pueblo precolombino de nadadores con lago, iglesias, chinampas, poca población, mucha agua y totalmente verde, era convertido por la migración, los intereses económicos y la falta de visión de sus autoridades, en un cinturón de miseria que lo llevarían a ser una ciudad perdida.
En la década de los setenta principalmente, pero también en parte de los años ochenta, Chimalhuacán como otros municipios de la zona oriente del Estado de México, se pobló con muchas personas provenientes de otras partes del país que migraban hacia el entonces Distrito Federal. Expulsados del campo por las crisis sexenales y el desmoronamiento de la política social en materia agraria, con la idea de que en la capital había trabajo, millones de mexicanos se desplazaron hacia la Ciudad de México. Efectivamente, había trabajo pero no había lugares donde vivir porque aunque el dinero era más que en el campo sumido en la miseria, no era suficiente para rentar una vivienda, comer y mantener una familia. Esa población encontró en los suburbios, cada vez más lejanos y abandonados, un pedazo de tierra que rentar, comprar o simplemente ocupar aunque fuera ilegalmente, dónde levantar al menos un cuarto con paredes de cartón o madera y techo de lámina en el mejor de los casos. Así se poblaron, y así se “urbanizaron” Chimalhuacán y otros muchos municipios que no tuvieron la fortuna de recibir ni siquiera una pequeña dosis de planeación.
El primer contraste que Norberto recuerda de su juventud es con Nezahualcóyotl, un municipio que, al igual que Chimalhuacán, vivió el mismo proceso de población acelerada por migración, pero un poco antes y en mayores dimensiones. Ocupado, casi tomado por asalto por una gigantesca migración de Oaxaca, Neza acabó convertido en el falso modelo de la planeación urbana. En Neza se vivió lo mismo que se estaba viviendo en Texcoco, en Chalco y en Chimalhuacán: el caos por la migración hacia la Ciudad de México, y en Neza, con una enorme inversión que se concentró casi exclusivamente en ese municipio dejando en el olvido a los demás, los gobiernos federal y estatal se lavaron la cara ante su falta de previsión del fenómeno demográfico y también de un fenómeno migratorio que los tomó por sorpresa hace 40 años y que iba mucho más allá de Nezahualcóyotl con todos los oaxaqueños que llegaron a habitarlo en conjunto.
Recuerdo que fue en 1992, cuando yo salí al entonces Distrito Federal. En ese momento Ciudad Nezahualcóyotl mostraba una transformación muy rápida. Nezahualcóyotl se pavimentó y urbanizó muy rápido a diferencia de Chimalhuacán, donde las avenidas principales como Las Torres y Avenida del Peñón eran de terracería. Eso se mantuvo así a pesar de que en Chimalhuacán ya vivía mucha gente que había llegado al municipio de otras partes del país, justo como ocurrió con Nezahualcóyotl que se pobló con personas provenientes de otros estados. En ese momento hubo un gran contraste entre Nezahualcóyotl y Chimalhuacán. A pesar de que nosotros éramos el municipio original, porque Neza nació de Chimalhuacán, Nezahualcóyotl se urbanizó y se pavimentó a mucho mayor velocidad y mucho antes. En contraste, Chimalhuacán quedó muy atrasado. El Chimalhuacán de los años noventa ya no era el pueblo rural de mi niñez, había cambiado radicalmente. Estaba muy poblado, había crecido mucho, era una zona totalmente urbana pero con un rezago evidente que contrastaba con la urbanización de Nezahualcóyotl, el municipio que había nacido en territorios que antes eran de Chimalhuacán. De hecho, la de Chimalhuacán en ese momento era una situación deprimente, se había convertido en un basurero con calles de tierra y lleno de perros callejeros. Su referente, más que nunca, era el Nezahualcóyotl, popular pero completamente pavimentado.
Esas son las palabras con que Norberto evoca sus primeros recuerdos en aquellos años de la “metamorfosis” de su pueblo de comunidad rural a una urbana.
La transformación
Si algo distinguía a Chimalhuacán hasta el año 2000 era su condición de marginación y pobreza urbanas. Ese rostro se materializaba, de manera primordial y generalizada, en sus calles polvorientas o enlodadas, según la época del año. Tierra, basura y lodo eran lo más característico de su paisaje urbano. Las calles sin pavimento era lo más visible y distintivo de la comunidad.
En los años 2000 y 2001, cuando arrancó la transformación con el proyecto encabezado por Jesús Tolentino Román Bojórquez, empezó una etapa de mucha obra pública. En realidad, el cambio había iniciado un año antes con la disputa por el poder y el enfrentamiento con el cacicazgo de “la Loba”, pero fue justo en esas calles de tierra y lodo, ya con Tolentino Román al frente del municipio, donde inició la etapa que representa el cambio de rostro de Chimalhuacán. La pavimentación de calles era la obra más notoria porque cambió la fisonomía del municipio, pero no fue la única y quizá tampoco la más compleja. Estaban las obras hidráulicas, la infraestructura para la salud y la seguridad, los complejos deportivos y, de manera muy especial, las obras para hacer posible el acceso a la educación y la promoción de la cultura. En la transformación, además de la inversión en infraestructura para diferentes fines, también se cuentan importantes acciones para rescatar las tradiciones, entre otras, de manera especial, el carnaval.
El rezago en Chimalhuacán era tan grande y los recursos para enfrentarlo tan limitados, que la voluntad, la racionalidad y la transparencia en el ejercicio del gasto no eran suficientes. Había que establecer prioridades y así se hizo. A pesar de que lo primero fue atacar la falta de pavimentación y extender la red hidráulica para llevar agua a los domicilios, otra de las cosas que se le reconoce a Jesús Tolentino Román Bojórquez es que desde su primera gestión como alcalde, encontró la forma de hacer algo a favor de las tradiciones, de la educación y de la promoción de la cultura. Aunque los presupuestos más importantes de los primeros años fueron para la infraestructura de comunicaciones, hidráulica y sanitaria, desde el arranque se hizo sentir que el cambio no era sólo material, que había interés genuino en lo espiritual.
La escultura como vocación
Uno de los muchos ejemplos de ese interés por rescatar tradiciones e identidad de los chimalhuacanos está en el Museo Canto del Cincel, en la Escuela Taller del Cantero. Con la nueva administración, ahí llegó un apoyo que nunca antes se tuvo para su transformación. Por empeño del nuevo presidente municipal, dejó de ser solamente un lugar de reunión y trabajo para los canteros, y fue convertido propiamente en una escuela donde los artistas de la talla en piedra se pudieran preparar y obtener una certificación, un documento oficial que validara sus habilidades. Ese documento oficial les permitiría obtener un reconocimiento superior que se concede a quienes practican el oficio aprendido de los padres y los abuelos, pero que carece de validez académica, aunque tengan talento de sobra.
Lo que se hizo fue establecer una certificación de pericia que tiene un valor profesional, no sólo personal, para los canteros. Lograr la transformación de lo que era un taller comunitario a una escuela no fue sencillo. Se trabajó para tener un espacio físico adecuado para la actividad que se desarrollaba ahí, se sistematizó la enseñanza de la talla en piedra y con ello se pudo certificar el talento técnico y artístico que ahí se difunde y se aprende. Físicamente se construyeron cuatro aulas, un área administrativa, sanitarios y una cisterna; es decir, de ser solamente un taller se transformó en un auténtico taller-escuela donde la talla en piedra, que para algunos es un oficio, se reconociera como el arte de la escultura en piedra de cantera, se institucionalizara, se perfeccionara y se impartiera como conocimiento sistematizadamente, para luego certificarla. Estos esfuerzos, que iniciaron con la transformación del municipio del año 2000, se fueron materializando gradualmente, a través del trabajo y apoyo constantes, pero estuvieron completos hasta el año 2011.
Antes de 2000, cuando empezó la transformación de Chimalhuacán, las expresiones culturales con apoyo institucional en el municipio estaban concentradas en la Casa de la Cultura. No es que no hubiera otras, pero eran las únicas que tenían un espacio institucional; las demás eran auténticamente populares y dependían de la autogestión de las personas y la buena voluntad de los funcionarios en turno, por lo que su continuidad siempre estaba en riesgo, además de que ninguna se extendía tanto como ocurre ahora, con una política pública en materia de cultura, en toda la línea.
Ejemplo concreto de esa política cultural institucionalizada y que se entrelaza con la política educativa también robustecida y ensanchada, es la Escuela Superior de Bellas Artes de Chimalhuacán. Ahí se prepara y certifica a nivel de licenciatura a quienes se matriculan y cubren un plan de estudios, pues se trata de una institución de educación superior. Hoy su fama trasciende fronteras, pues tiene alumnos de otros municipios que asisten a sus cursos en Chimalhuacán. El solo hecho de que el municipio sea sede de un centro de estudios superiores demandado por personas de otros municipios de la misma zona oriente del Estado de México era algo sencillamente impensable hace dos décadas.
La creación de una escuela de Bellas Artes, reconocida y por lo tanto que certifica estudios de licenciatura, permitió otras posibilidades. En époc...
Índice
- PORTADA
- LEGAL
- Prólogo
- Capítulo I
- Capítulo II
- Capítulo III
- Capítulo IV
- Capítulo V
- Capítulo VI
- Capítulo VII
- Capítulo VIII
- Capítulo IX
- Capítulo X
- Índice onomástico