Comunicación en sesión
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Comunicación en sesión

Acerca de los aportes de David Liberman al psicoanálisis

Eduardo Issaharoff, Benzión Winograd

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Acerca de los aportes de David Liberman al psicoanálisis

Eduardo Issaharoff, Benzión Winograd

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Información del libro

Este libro, concebido como una expresión de homenaje y gratitud a un gran maestro del psicoanálisis, intenta formular una exégesis de los aportes de Liberman desde diferentes perspectivas psicoanalíticas, analizando sus implicancias metodológicas, teóricas, clínicas y técnicas. La integración que hizo Liberman de la teoría kleiniana con otras teorías psicoanalíticas y con la lingüística de de Saussure es un trabajo de síntesis notable, orientado por su hipótesis central: relacionar las evidencias psicológicas con las lingüísticas en un modelo abierto. Se examinan también algunas polémicas y su grado de consistencia, y se proponen conjeturas y reflexiones sobre el presente y el futuro del psicoanálisis. En una segunda parte se anexan algunos textos de autoría del propio Liberman, con los debates y discusiones que permitirán al lector un abordaje directo y personal.

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Información

Año
2020
ISBN
9789871678204
Segunda Parte
Cambios en la teoría y la práctica del psicoanálisis
David Liberman
Rev. de Psicoanálisis Nº 3, 1976
Para responder al desafío que me plantea el tema dividiré esta exposición en las partes siguientes:
a) Referencias de Freud acerca de las perspectivas futuras del psicoanálisis y su forma de concebir la actividad mental del paciente y del analista. El modelo del teléfono y el del juego de ajedrez.
b) La semiótica como disciplina auxiliar que nos conduce hacia nuevas formas de teorizar sobre el proceso psicoanalítico.
c) El paciente “cuasi-colega” como el constituyente de la mayor parte de los analizandos de la actualidad. Implicaciones técnicas y un ejemplo clínico.
d) Consideraciones técnicas referentes al análisis de pacientes con elementos psicóticos manifiestos y la importancia del punto de vista comunicacional en la trama familiar del paciente.
a) Freud, en su artículo titulado “El porvenir de la terapia psicoanalítica”, de 1910, sostuvo que las aportaciones de los psicoanalistas al tratamiento de las neurosis no habían concluido aún y que podríamos esperar progresos en nuestras intervenciones terapéuticas que ampliarían, en un futuro próximo, el campo de acción de los psicoanalistas. “Este incremento de nuestras posibilidades –dijo Freud textualmente– resultará de la acción conjunta de los tres factores siguientes: 1) progreso interno, 2) incremento de nuestra autoridad, y 3) efecto general de nuestra labor”.
En dicho artículo, es decir ya en 1910, afirmó que a su juicio las intervenciones del psicoanalista en sesión constituían un factor decisivo en la cura y que en el tratamiento, ambos, paciente y analista tenían una parte activa. Dos años después, en “Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico”, Freud utilizó un modelo para representar las transformaciones ocurridas en la mente del paciente y del analista durante la actividad que desarrollan ambos en la sesión psicoanalítica, modelo que en la actualidad resulta de mucho más valor aún si nos ubicamos en las maneras de pensar de nuestra época para representarnos de alguna manera lo que ocurre durante dicha sesión. Tomando en consideración la teoría de la comunicación, el psicoanálisis durante todo el proceso psicoanalítico debe ser considerado como un decodificador calificado de los mensajes que el analizando, en forma inadvertida para él, nos hace llegar. En esa ocasión, Freud afirmó: “Él [el analista] debe orientar hacia lo inconsciente emisor del sujeto su propio inconsciente, como órgano receptor, comportándose con respecto al analizando como el receptor del teléfono con respecto al micrófono. Como el receptor transforma de nuevo en ondas sonoras las oscilaciones eléctricas provocadas por las ondas sonoras emitidas, así también el psiquismo del médico está capacitado para reconstruir con los derivados de lo inconsciente que le son comunicados, este inconsciente mismo, que ha determinado las asociaciones libres del paciente.”
En otro de sus artículos técnicos, “La iniciación del tratamiento”, Freud consideró la posibilidad de teorizar sobre las intervenciones del analista en el proceso psicoanalítico sugiriendo imaginar cada tratamiento psicoanalítico efectuado como un caso particular, posible y diferente de las demás partidas de ajedrez que podrían desarrollar distintos contrincantes. Así afirma que en los tratamientos psicoanaIíticos, podríamos definir y sistematizar diferentes tipos de aperturas y finales, y que las infinitas posibilidades entre las aperturas y los finales podíamos observarlas comparándonos a los ajedrecistas que estudian las infinitas posibilidades de jugadas posibles estudiando las partidas desarrolladas entre los grandes “maestros de ajedrez”. Desde la década del ‘10, época en que fueron dichas todas estas cosas, hasta la actualidad, tenemos a nuestra disposición descripciones de múltiples procesos psicoanalíticos llevados a cabo por muchos y muy diferentes pacientes y analistas, siguiendo las mismas reglas, aunque todos estos análisis se desarrollaron en condiciones sociales y económicas de las más diversas características. Estas descripciones de tratamientos llevados a cabo constituyen toda una fuente de posibilidades para preguntarnos si han ocurrido cambios en la manera de teorizar, en las características de la técnica psicoanalítica empleada. En caso afirmativo, es decir que nuestras observaciones nos llevaran a la conclusión afirmativa, de que han ocurrido cambios en la teoría y en la práctica, todo ese conjunto de experiencias de procesos psicoanalíticos que nos llegan, tanto por vía escrita como hasta por tradición oral, pone a nuestra disposición un objeto de estudio que Freud en 1910 no podía tener a su disposición. Tampoco disponía Freud de los instrumentos que poseemos hoy en día para sistematizar las experiencias psicoanalíticas que Freud intuitivamente trató de efectuar.
b) Para superar las dificultades con las que los analistas nos enfrentamos para enriquecer con la experiencia de los muchos procesos psicoanalíticos, ya sean escritos y aun por la transmisión oral, así también como para la sistematización de las hipótesis que nos permitan enunciar lo que ocurrió entre las aperturas y los cierres de los procesos psicoanalíticos, disponemos hoy en día de nuevas ciencias, que considero que constituyen disciplinas auxiliares tanto para a práctica como para la teorización de los procesos psicoanalíticos; dentro el conjunto de estas disciplinas auxiliares quiero destacar la importancia de la semiótica, la que siguiendo a Cherry, Morris y Carnap, describo como la que constituye la teoría general de los signos y los lenguajes.
La semiótica comprende: I) el estudio de las estructuras sintácticas (incluyendo las disciplinas que investigan las estructuras sintácticas del “habla”, lo que abarca, para el caso del psicoanálisis, los aspectos fonológicos que constituyen los elementos paralingüísticos de la sintaxis del “habla”; II) la semántica (incluyendo la semántica clásica y la semántica estructural, la cual da prioridad a las relaciones de sentido sobre la relación de palabra y significado, a diferencia de lo que ocurre en la semántica clásica), y III) la pragmática, que en el caso del psicoanálisis comprende la teoría de la comunicación humana y que enfatiza las características que tiene la relación que establece una persona con los mensajes emitidos y los mensajes recibidos y la observación de cómo los mensajes intercambiados entre un emisor y un receptor afectan sus comportamientos.
I, Il y III constituyen la disciplina que produjo –y que producirá– cambios en la manera de teorizar sobre la práctica psicoanalítica. Estas tres áreas de la semiótica son independientes entre sí e inclusivas (la pragmática incluye a la semántica y esta a su vez a la sintaxis).
La evolución de la transferencia en el proceso psicoanalítico descansa en las variaciones que encontramos en estas tres áreas, las que, de una manera implícita o explícita, se encuentran presentes tanto en los desempeños del paciente como del analista a lo largo de todo el tratamiento.
El enfoque semiótico que se refiere a la sintaxis de la lengua hablada corresponde, con las reformulaciones que haré a continuación, al sistema preconsciente de la primera tópica; en este sistema preconsciente se encuentran las representaciones de palabra y se manifiesta su grado de organización por la capacidad de tener pensamiento y lenguaje verbal. En la segunda tópica, este sistema preconsciente, si bien aparece ahora reubicado en la parte del “ego” más cercana al sistema consciente y pasible de ser reprimida (lo inconsciente reprimido), persistió como representaciones de palabras, teniendo cada una de ellas un significado. La reformulación que propongo aquí es la siguiente, pasar de este enfoque semántico clásico que Freud utilizó al considerar que el preconsciente está formado por la inscripción de todas las reglas que pueden ser utilizadas en la “lengua” del hablante, que las infinitas combinaciones posibles de estas reglas sintácticas contienen, cada una de ellas infinitas posibilidades de estructuras semánticas. En la actualidad, siguiendo la concepción del lenguaje como la competencia posible de un hablante potencial que desarrolla estas capacidades como desempeños en el acto comunicativo, necesitamos redefinir el concepto de preconsciente, dejar de considerarlo como una mera inscripción de representación de palabra y concebirlo como aquella parte del “ego” que contiene la capacidad de organizar pensamiento y lenguaje verbal siguiendo las infinitas capacidades combinatorias de cualquier tipo de “habla” humana.
La semántica se ocupa del significado de los signos así como de las relaciones entre ellos y lo que estos designan. En nuestro caso, cuando tratamos de captar los sentidos y significados de lo que el paciente está tratando de transmitirnos, nosotros tratamos a la vez de captar esos significados y sentidos que el paciente inadvertidamente nos está haciendo saber. La correlación entre lo que el paciente manifiestamente nos dice y el contenido latente de sus asociaciones constituye una relación entre los signos verbales con lo que estos designan. En consecuencia, cuando tratamos de descubrir significados inconscientes en nuestra tarea psicoanalítica estamos ejerciendo una actividad semántica.
La pragmática es la relación existente entre el emisor y los mensajes que él emite, con el receptor por los mensajes que él recibe. Por ejemplo, cuando interpretamos a un paciente obsesivo que él está tratando de controlar nuestros pensamientos porque teme ser objeto de castigo por el analista, estamos efectuando una intervención tendiente a modificar el área pragmática, puesto que le hacemos saber al paciente cuál es la relación que él tiene con lo que nos está diciendo (emisor con mensaje que él envía) y qué es lo que teme de nosotros (por ejemplo, el silencio del analista como un mensaje atemorizante que debe controlar). En muchos casos la estructura sintáctica de la frase puede darnos la clave de todo esto; por lo tanto, la manera de accionar sobre el material clínico, según vemos, está situada en el área sintáctica.
Estas tres áreas, en términos muy generales, están implícitamente ubicadas en diferentes categorías en las que pueden ser agrupados los trabajos que componen el conjunto de la obra de Freud; así, por ejemplo, “Psicopatología de la vida cotidiana” está centrada predominantemente en el área sintáctica; “La interpretación de los sueños” en el área semántica, y los escritos sobre técnica psicoanalítica en el área pragmática.
Me referiré a los elementos mencionados hasta ahora con un poco más de detalle. Supongamos que tenemos ante nosotros un paciente obsesivo en sesión. Mientras el paciente nos adscriba el rol de un padre exigente y atemorizante que, desde la vertiente del paciente es considerado como alguien que exige “que cuente todo”, la verbalización del paciente tendrá las características de una narración centrada en secuencias temporales o espaciales. En estas condiciones la hostilidad despertada por este tipo de interacción comunicativa debe ser escindida y controlada dejándola fuera del vínculo transferencial, y el paciente organiza un tipo de discurso que al escucharlo nos impresiona como si nos estuviera dictando. Mientras la hostilidad y el temor, por una parte, y el deseo de complacer y apaciguar, por la otra, se vayan escindiendo más y más, el discurso del paciente será crecientemente “ordenado” y la tensión muscular irá también en grado creciente a medida que el discurso se desarrolle con la finalidad de mantener la coherencia.
De esta manera no he hecho otra cosa que describir y explicar lo que conocemos como un comportamiento transferencial donde está predominando lo que llamamos formación reactiva.
La formación reactiva, en términos metapsicológicos, ha sido enunciada como una hipótesis en la cual está bien caracterizado un tipo de comportamiento. El enunciado metapsicológico toma en cuenta en forma predominante una concepción monádica que excluye el contexto en la que dicha formación reactiva ocurre. Para este mecanismo de defensa, así como también para cualquier otro mecanismo de defensa, “la otra persona” se encuentra siempre explícita o implícitamente incluida, hecho que, según lo postulo yo, en esta manera de teorizar se transforma ahora también en otro estímulo motivador. Aplicando la teoría de la comunicación, el destinatario de una formación reactiva pasa a ser también su agente causal.
El paciente entonces promueve cierto tipo de respuestas en “el otro”, que tienden a reforzar las características de un padre “exigente que promueve formaciones reactivas”. La diferencia entre mi concepción diádica y la clásica concepción psicoanalítica monádica consiste en el hecho de que aquella permite enunciar una generalización empírica, en la que para las características del discurso podemos correlacionar que se están dando determinadas motivaciones inconscientes en conflicto con tales motivaciones adscriptas al rol que el analizando adjudica al terapeuta, y caracterizar que el vínculo transferencia presenta tales características y diferenciarlas de las muchas otras que dicho vínculo puede asumir.
El estilo narrativo deI paciente que ha establecido formaciones reactivas tiene ciertas características sintácticas: elección de modos y tiempos verbales determinados, articulación de pronombres, etcétera. Los temas que el paciente trata mediante este tipo determinado de discurso y los que omite son igualmente importantes, puesto que ello nos puede revelar (constituir un indicio) de lo que el paciente imagina (o supone, o “da por sentado”) que nosotros esperamos de él. Esta segunda parte, es decir aquella que se ocupa de los “temas” (tratados u omitidos) y de las significaciones que el paciente le adscribe al método psicoanalítico, constituye el universo semántico del paciente, puesto que se refiere a los significados y sentidos que el analizando adscribe al método y a su relación con el analista; en el caso del ejemplo de la formación reactiva que he explicado, define ciertas características de determinado tipo de ambivalencia (ambivalencia obsesiva). Ahora que he caracterizado los aspectos sintácticos y semánticos de la relación analítica, veamos los aspectos comunicacionales o pragmáticos de la misma. El control que el paciente ejerce sobre nosotros con ese tipo de discurso narrativo muestra la motivación y la meta: el miedo y la hostilidad d...

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