Capacitados para restaurar
eBook - ePub

Capacitados para restaurar

Consejería

Jay E. Adams

Compartir libro
  1. 168 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Capacitados para restaurar

Consejería

Jay E. Adams

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Un manual cristiano para aconsejar. Escrito para laicos con el propósito de ayudar a miles de cristianos que desean actuar como psicólogos con personas de su intimidad. El autor expone de forma directa quiénes son consejeros, cuáles son los objetivos o peligros, cuál es el proceso de aconsejar, los principios básicos, cómo desarrollarse como consejero y los problemas más frecuentes en esta labor. El libro está escrito en un lenguaje exento de tecnicismos y totalmente fundamentado en bases bíblicas.

Preguntas frecuentes

¿Cómo cancelo mi suscripción?
Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
¿Cómo descargo los libros?
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
¿En qué se diferencian los planes de precios?
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
¿Qué es Perlego?
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
¿Perlego ofrece la función de texto a voz?
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¿Es Capacitados para restaurar un PDF/ePUB en línea?
Sí, puedes acceder a Capacitados para restaurar de Jay E. Adams en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Theology & Religion y Christian Ministry. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2020
ISBN
9788482676579
Capítulo 1
¿QUIÉN DEBE ACONSEJAR?
¿Es el aconsejar cristiano la obra de un grupo de personas muy especializadas? ¿Pertenece sólo a los pastores y a los ancianos de las iglesias exclusivamente? ¿Qué pasa con el miembro regular de una iglesia cristiana, hombre o mujer: tienen ellos un ministerio de aconsejar al cual Dios los haya llamado como legos? Estas preguntas y otras similares me las han hecho muchas personas docenas de veces, casi cada semana del año.
La respuesta es simple, pero profunda: Dios llama a cada cristiano a aconsejar a otros, en algún punto, algún tiempo, sobre algo, pero no los llama a aconsejar a cada persona, bajo toda situación, en todo tiempo, sobre todo. Procuraré explicar esta afirmación en el resto de este capítulo. En Gálatas 6:1 leemos:
«Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.»
A este versículo puede añadirse Romanos 15:14:
«Pero estoy convencido de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, y capacitados también para amonestaros los unos a los otros.»
Y en Colosenses 3:16:
«La Palabra de Cristo habite ricamente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos, himnos y cánticos espirituales.»
Estos versículos, de modo claro, hacen entrar de pleno a todos los cristianos (todos los que «tienen el Espíritu») en la tarea del aconsejar.
La orden es clara: tenemos todos que «restaurar» a cualquier hermano o hermana a quien Dios haya colocado providencialmente en nuestro camino de cada día. Pero, al mismo tiempo, hay varias consideraciones importantes que hemos de mencionar. El fallar en hacerlo daría una impresión falsa de lo que Dios requiere.
Primero, notemos la palabra «restaurar». La palabra es importante. El original griego de la palabra (el Nuevo Testamento fue escrito en griego) era usado por los pescadores y los médicos cuando describían el reparar las redes o el reducir una fractura. Llamaban a esta tarea «restauración». Una red rasgada tiene muy poco valor, los peces se escapan por el agujero. Lo mismo un hueso roto es inútil, pues es imposible apoyarse en él. Pero cuando las redes son reparadas y los huesos reducidos, decimos que han sido restaurados a su uso propio.
Después de la restauración, la red o el brazo vuelven a funcionar como deben. Éste es precisamente el objetivo del aconsejar cristiano que se nos presenta delante en Gálatas 6:1. Al sobrellevar la carga del aconsejar a aquellos que están en necesidad ( y el aconsejar es una carga), uno procura restaurar al hermano o hermana que yerra a la utilidad en la Iglesia de Cristo, para su honor y para el beneficio de ellos (cfr. Gál. 6:2 con 6:5). El consejero no asume las responsabilidades del hermano (no es esto lo que dice el v. 2); lo que hace es llevar la carga de la necesidad de aconsejar, de modo que el hermano mismo sea capaz de llevar sus responsabilidades (v. 5). Esto es restaurar: restaurar a otro a un lugar de utilidad en la Iglesia del Señor.
En segundo lugar, notemos que es el mismo miembro de una iglesia cristiana que ha de hacer esta restauración. No ha de remitir al hermano que necesita ser aconsejado al pastor o a los ancianos de la iglesia. Más bien, la restauración es su propia obligación. Es de suponer que lo que Pablo dice es que el tener el Espíritu califica de modo básico al cristiano para ayudar a otro. El hecho de la presencia del Espíritu no sólo hace posible, sino apropiado, que uno inicie y entre en el proceso de restauración o de aconsejar. Esto no significa que uno que se queda atascado en algún punto, en el curso del aconsejar, no pueda buscar la ayuda de otro cristiano;1 naturalmente que puede. Pero significa que no puede remitirlo a otro como medio de esquivar sus propias responsabilidades en la materia. Ha de recordar que Dios colocó, providencialmente, al cristiano que yerra en su camino, para que él le ministre. A diferencia del sacerdote y el levita, no puede pasar de largo por el otro lado. Dios nos requiere en estas situaciones que seamos buenos samaritanos, derramando aceite sobre el alma a nuestra costa.
Si en algún punto se ve que es necesario remitir al hermano a un anciano o al pastor, es prudente que la referencia que hagas sea no sólo del aconsejado, sino de ti mismo. Al hacerlo, aprenderás lo que no sabías, de modo que en el futuro podrás resolver la misma clase de problema tú mismo. Además, puedes ofrecer al consejero información muy valiosa.
En tercer lugar, nota también que es a los que Dios ha colocado providencialmente en tu camino que se te manda restaurar. No se te llama a un ministerio en que busques casos potenciales para aconsejar (no hay necesidad de esto, en realidad; ¡el camino de Jericó está lleno de víctimas!). El miembro que vaya buscando problemas entre sus hermanos está pecando; se ha vuelto un entremetido (2.ª Tes. 3:11). Su tarea es hacer bien cuando aparece la oportunidad (Gál. 6:10); esto es, cuando Dios coloca a otro en su camino. Esta consideración importante significa que el miembro de la iglesia está llamado a un ministerio no oficial de aconsejar. El aconsejar sólo es una parte ocasional de la tarea de ser un cristiano. Por el hecho de tener el Espíritu, es capaz de hacer este aconsejar no oficial al que ha sido llamado en todo el curso de las actividades de su vida. Pero no es llamado a un ministerio en forma de aconsejar como una parte de su vocación en la vida. Esta tarea es designada para personas dotadas de modo especial, que han sido ordenadas (designadas) para la tarea como ancianos, dirigentes y administradores de los que se requiere que pastoreen la grey de Dios.
A estos consejeros oficiales de la iglesia, a los que Dios requiere que aconsejen como parte de su cargo (o trabajo), Dios les ha dado una carga más pesada y una autoridad más amplia para ejercerla. Como resultado, tienen que hacer lo que al lego se le prohíbe hacer; deben buscar los problemas entre los miembros de la iglesia, con miras a cortarlos de raíz. Como pastores, no se les requiere sólo que se hagan cargo de los problemas con los cuales tropiezan en su camino, sino que han de vigilar sobre las almas (vidas) de cada miembro:
«Obedeced a vuestros pastores, y someteos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso» (Heb. 13:17).
La palabra griega en que este versículo dice «velan» significa «están despiertos», «están alerta» de los problemas que puedan aparecer.
Además, el miembro de una iglesia puede aconsejar hasta el segundo nivel del proceso de reconciliación/disciplina (Mat. 18:16), pero no hasta el tercero (Mat. 18:17-20; aunque pueden ser testigos a este nivel si han participado de un proceso de aconsejar en el segundo nivel). En este tercer nivel, las personas con cargos, representando a toda la iglesia, perdonan o excomunican usando las llaves para atar o desatar (vv. 18-20). Este tercer nivel, de tipo disciplinario del aconsejar, pertenece a los «dos o tres» ancianos que son llamados a administrarlo.
Si bien el aconsejar del cristiano está limitado a este alcance y a este tipo, con todo, es de gran valor; en realidad es, quizá, la mayor parte del aconsejar que se hace en la iglesia. Gran parte del aconsejar al tercer nivel en el que los ancianos se han de ocupar no sería necesaria si los miembros instruidos hubieran hecho una buena labor al reconocer su obligación a aconsejar y cumplirla. Muchos de los pasajes que hablan de «el uno al otro» en el Nuevo Testamento pertenecen en alguna forma a nuestro tipo de aconsejar.2
Debido al hecho de que los miembros que toman de modo serio las órdenes bíblicas de aconsejar tienen una responsabilidad tan extensa e importante, deberían estudiar la forma en que pueden hacerlo del modo más efectivo. Después de todo, el aconsejar bien, puede ayudar a otro de modo inmenso; el consejo pobre puede ser perjudicial. Las vidas de los hermanos están en juego, así como el bienestar de la Iglesia de Cristo y el honor de su Nombre. Por tanto, la orden de restaurar no puede tomarse a la ligera.
Para ayudar a aconsejar mejor, en una forma más bíblica, en el próximo capítulo daremos cuenta de los objetivos y actitudes propias que Dios dice han de acompañar al aconsejar cristiano.
line
1.Y, naturalmente, si uno que necesita consejo se niega a recibirlo, el que quería dárselo puede verse obligado a llamar a los ancianos para que intervengan.
2.Sería una buena idea como asignación a la clase el localizar, estudiar e informar sobre estos pasajes.
Capítulo 2
OBJETIVOS, ACTITUDES Y PELIGROS
El aconsejar no es fácil ni simple. Pero los problemas relacionados con él se pueden reducir a un mínimo si se observan cuidadosamente las directrices bíblicas. Los que fallan en hacerlo se perjudican a sí mismos y reducen sus posibilidades de ayudar a otros.
Como el aconsejar implica el bienestar de otros, la forma en que se hace es de vital importancia. Algunos, dándose cuenta de los peligros, se abstienen del todo y desobedecen la orden de «restaurar» a otros. Dios no permite hacer esto; Él te ha llamado a este ministerio como creyente. Como no puedes esquivar la responsabilidad de aconsejar, debes aprender a establecer tus objetivos y metas apropiados, la forma de desarrollar las actitudes convenientes y el modo de evitar los muchos peligros inherentes en la situación de aconsejar. En un sentido, todo el libro trata de ayudarte a hacer estas cosas, pero en este capítulo mencionaré uno o dos factores básicos que te pondrán en el buen camino desde el principio.
El objetivo último tras toda actividad cristiana, incluido el aconsejar, es glorificar a Dios (Col. 3:23). Los cristianos nunca adoptan una posición humanística; todo lo que hacen implica para ellos la dimensión vertical. Sin embargo, en cada esfuerzo hay un objetivo general que uno procura alcanzar, a fin de glorificar a Dios. Preguntemos, pues: «¿Cuál es este objetivo general del aconsejar por los miembros?» Ya hemos notado en el capítulo anterior que Pablo nos llama a restaurar a los hermanos que yerran a su lugar de utilidad a Cristo en su iglesia (Gál. 6:1). La restauración a la utilidad, pues, es el objetivo del aconsejar cristiano. Siempre que aconsejes a otro debes preguntar: «¿Cómo ha sido disminuida esta utilidad a Cristo por su problema?» Y no has de descansar hasta que se recobre la utilidad.1
El objetivo de la restauración debería guiar todas las actividades y actitudes de uno. El consejero aconseja no para castigar, o para exponer los fallos de otros, o divertirse a su costa, etc.; le aconseja para restaurarle a la utilidad. Además, con este objetivo constantemente presente, el consejero hará lo que hace, no sólo para ayudar al aconsejado (aunque esto sea importante), sino también para lograr otros objetivos. Es perfectamente correcto interesarse por el aconsejado y procurar su bienestar; aparte de este interés del consejero, por el cual puede «llorar con los que lloran y gozarse con los que se gozan», no es posible lograr ni el objetivo último (la gloria de Dios) ni el objetivo general (restauración). Sin embargo, los consejeros cristianos, a diferencia de los demás consejeros, no están meramente orientados hacia el aconsejado: quieren honrar a Cristo, y, como Él, se interesan también en su Cuerpo, la Iglesia. El bienestar de todo el cuerpo es afectado de modo adverso por el fallo de alguna parte. El aconsejar, pues, no sólo es la interacción entre un consejero y una o más personas en la sala para aconsejar; afecta en varias formas a todo el rebaño y a todas sus actividades. Cada consejero debe ver claramente que todo lo que hace en el aconsejar no sólo lo hace para el aconsejado sino también para Cristo y para su Iglesia.
El aconsejar es una actividad que el cristiano emprende no como un individuo particular, sino como un miembro del cuerpo. Como actividad del tipo «uno al otro» (cfr. Col. 3:16), es llevada a cabo entre aquellos que tienen obligaciones mutuas como miembros de la iglesia, no una actividad personal.2 El aconsejar por los miembros, pues, si bien no es oficial (esto es, no es conducido en el nombre de la iglesia por personas con cargos), sin embargo, está sometido a la dirección de la iglesia.
Los consejeros legos —o sea, miembros de iglesia—, meramente han de estar dispuestos a recibir instrucción de la iglesia para aconsejar, del mismo modo que estarían dispuestos a recibir instrucción sobre evangelismo o vida familiar. Por otra parte, como Dios requiere aconsejar de los miembros, es un deber de las iglesias proporcionar esta instrucción. Si tu iglesia no proporciona esta instrucción, debes pedirla (en forma amable). Este libro ha sido diseñado como una herramienta tanto para las iglesias como para los miembros. Todo consejero lego debe estar también dispuesto a someter sus actividades en el aconsejar a la supervisión y órdenes de la iglesia. Nadie ha de pensar que puede poner una placa en la puerta de su casa y ponerse a aconsejar aparte de la iglesia. Todo este aconsejar ha de ser hecho como parte de las actividades de la iglesia a que uno pertenece y bajo su autoridad.
Para animar a los miembros a aconsejar como parte de su vida congregacional, las iglesias deberían tener habitaciones disponibles en el edificio de la iglesia que pudieran ser usadas por los miembros como un lugar tranquilo y privado en que poder aconsejar. Las iglesias deben rechazar y disuadir formas impropias de aconsejar por parte de los miembros, pero deben hacer todos los esfuerzos para estructurar y estimular la práctica apropiada.
La actitud esencial, aparte del interés en el aconsejado (ya mencionado), es el interés en el honor de Cristo en su iglesia, ya mencionado en Gálatas 6:1: «el espíritu o actitud de mansedumbre».
Será mejor que en vez de dar una definición de diccionario de lo que es mansedumbre intente describírtelo. Una persona orgullosa, arrogante, engreída, inclinada a imponer su voluntad en otros, es lo opuesto de una persona mansa. Esta última, por contraste, es humilde, amable, dulce, pero no débil. Hay más poder en esta forma de comportarse que si ejerciera alguna fuerza externa; la fuerza se halla en su carácter y su personalidad. Tiene fuerza interior y no necesita poder externo. En la práctica es lo opuesto de la persona que diría al aconsejado: «Bueno, veo que otra vez te has metido en problemas»; o «bien, ya te lo dije». Seguramente es más probable que oigamos que dice: «Estoy aquí para ayudarte porque lo necesitas y porque Cristo me ha enviado, no porque crea que soy mejor que tú.» En realidad, su actitud se expresa de modo claro y pleno cuando dice: «Te ayudo hoy a ti, pero quién sabe si mañana tendrás que ayu...

Índice