Eres lo mejor que te ha pasado… ¡QUIÉRETE!
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Eres lo mejor que te ha pasado… ¡QUIÉRETE!

Mercè Brey

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Eres lo mejor que te ha pasado… ¡QUIÉRETE!

Mercè Brey

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Información del libro

Todos somos seres energéticos. Sin embargo, en ocasiones vivimos en profundo desequilibrio con nosotros mismos y con aquello que nos rodea. Y para recuperar la armonía es preciso que aprendamos a respetarnos y a amarnos primero a nosotros. Tienes en tus manos una guía para aprender a gestionar las energías que habitan en ti y así reencontrar el equilibrio. Estas páginas te ayudarán a abandonar de una vez por todas la incongruencia entre lo que realmente quieres y lo que haces, a plantearte objetivos y conseguirlos, y a descubrir cuáles son tus talentos con el fin de encaminarte hacia tu misión en esta vida. Este libro hará que mejores la forma en que te comunicas con los demás y que recuerdes que formas parte de un todo. Y así, paso a paso, con tus logros conseguirás crear un presente más flexible, tolerante e inclusivo, un espacio donde ser más felices y permitir que nuestra conciencia se expanda.

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Información

Editorial
Plataforma
Año
2016
ISBN
9788416620265

Quinta parte Es preciso que aprendamos
a comunicarnos

1. La necesidad de saber comunicar

La comunicación es la base del desarrollo de la humanidad.
Como sostiene la programación neurolingüística, no es posible no comunicar. Incluso estando en silencio comunicamos.
Hace años cogí por costumbre al asistir a cualquier reunión, conferencia o debate, anotar la impresión que me causaba el ponente. Prestaba especial atención en ver si su mensaje me aburría o bien captaba de inmediato mi interés. Empecé a fijarme en un buen número de detalles: la forma de presentarse, el tono de la voz, la expresión de su rostro, el mensaje que me llegaba a través de sus gestos, etcétera. Luego expandí la mirada y mi atención se centró en los escuchantes. Me interesaba cómo reaccionaban ante lo que el ponente trataba de comunicar. El paso siguiente fue recoger el feedback de varias personas que habían escuchado lo mismo que yo. Y constaté que conectar con las personas que te están escuchando y transmitirles un mensaje no es ni sencillo ni frecuente.
De hecho, si prestamos atención, podemos determinar que un número muy elevado de los problemas que nos acechan tienen como base una comunicación deficiente. Porque comunicar no es tan solo hablar o explicar, es conectar con la otra persona de forma que capte y entienda tu mensaje. En esencia, comunicar es intercambiar emociones.

2. La comunicación,
un intercambio de emociones

Para establecer una comunicación de calidad, el mensaje debe emitirse de forma auténtica y empática. Es necesario que la persona que hable esté en una actitud de «dar», que tenga interés sincero hacia la persona o personas que tenga delante.
Tiene que calibrar al escuchante para determinar su grado de receptividad y de este modo poder ir modulando el mensaje y asegurar la máxima comprensión.
Por tanto, se precisa empatía para calibrar y flexibilidad para modular el mensaje, ambas habilidades claramente vinculadas a la energía femenina.
En general y en los distintos ámbitos de nuestra vida, lo cierto es que nuestras habilidades comunicativas suelen ser mejorables. Si tienes pareja, piensa si alguna vez ha habido algún malentendido por falta de comunicación, por tomar decisiones a base de conjeturas y no después de un diálogo pausado. Y en el grupo de amigos o en el ámbito familiar, ¿alguna desavenencia o distanciamiento por no haber expresado algún sentimiento o por no haber sido lo suficientemente tolerantes para aceptar un punto de vista distinto al nuestro? Y ¿qué decir de los debates sordos entre políticos que nos muestra orgullosamente la televisión? Sitúate ahora en el entorno de trabajo y piensa qué responderías a la pregunta que sigue: ¿crees que el grado de compromiso por parte de la plantilla sería superior si se comunicara con claridad la finalidad de las directrices dadas en lugar de transmitir tan solo instrucciones?
En la década de 1990 el ejército estadounidense acuñó la expresión «entorno VUCA», que más tarde sería adoptada por las escuelas de negocio. El acrónimo VUCA –en inglés, volátil, incierto, complejo y ambiguo– describe perfectamente el entorno que nos rodea. Un escenario que cambia continuamente, donde los parámetros que nos servían hasta ahora para comprender y tomar decisiones ya no son válidos. Las estructuras que antaño fueron sólidas se resquebrajan y afloran nuevas normas que dificultan seguir el antiguo patrón.
En un escenario como el descrito, la comunicación debería ser tremendamente intensa para apaciguar el desconcierto y facilitar el tránsito hacia el nuevo paradigma. Me temo que en la mayoría de las ocasiones, desde la más particular a la más generalizada, acontece justo lo contrario: la comunicación es deficiente y contribuye de este modo a incrementar la incertidumbre.
Pero no es tan solo una cuestión de cantidad de información, sino también de calidad. Analizar cómo nos comunicamos y qué impacto tenemos en nuestros escuchantes es un factor indispensable para poder mejorar la comprensión en términos generales.

3. ¿Cómo es nuestra comunicación?

Para que exista una buena comunicación es preciso que esta tenga el contenido suficiente, la calidad necesaria y que, además, sea emitida de forma que conecte con los receptores. Te invito a que reflexiones sobre lo que viene a continuación.
¿Te ha ocurrido alguna vez que estando en una conversación te has desconectado completamente de la persona que estaba hablando? O ¿alguna vez te has quedado cautivado por algún conferenciante a pesar de que el tema no era de sumo interés? ¿Tienes dificultad para sintonizar con determinadas personas y te da la sensación de que habláis en distinto idioma? Quizás ocurra por lo que voy a contarte a continuación.
Según la PNL, los humanos utilizamos tres canales distintos para comunicarnos: el canal auditivo, el visual y el kinestésico.
El canal auditivo centra su atención en la escucha, mientras que el visual lo hace en lo que se ve y el kinestésico en lo que se siente, en el mundo de las emociones.
Todos y cada uno de nosotros utilizamos los tres canales, aunque con intensidad distinta. En torno al 70 % de las personas usan preferentemente el canal kinestésico y, en proporciones mucho más bajas, el canal auditivo o el canal visual son canales principales.
Para ejemplificarlo veamos una situación cotidiana narrada utilizando cada uno de los tres canales.

Canal auditivo

Una persona cuyo canal de comunicación principal fuera el auditivo, al llegar al trabajo y comentar con sus compañeros cómo se ha levantado hoy, diría algo como: «Esta mañana después de oír el despertador el silencio era absoluto, parecía que el edificio estuviera vacío».

Canal visual

En cambio, narrar la experiencia de ese mismo despertar para una persona cuyo canal de comunicación preferente es el visual sería algo distinto: «Esta mañana cuando me he levantado, todavía estaba oscuro, ni una sola luz en todo el edificio. He tenido que encender la lamparilla de noche para llegar hasta el baño».

Canal kinestésico

Y por último, veamos cómo lo explicaría una persona cuyo canal de comunicación preferencial fuese el kinestésico: «Esta mañana me ha costado mucho levantarme, ¡qué pereza! Me habría dado media vuelta otra vez en lugar de salir de la cama».
Y ¿cómo habría sido el despertar de la persona de nuestro ejemplo si lo hubiera narrado utilizando los tres canales de comunicación? Pues habría resultado algo así como: «Esta mañana, después de oír el despertador, el silencio era absoluto, todavía estaba oscuro, no se veía ni una sola luz en todo el edificio. ¡Qué pereza! ¡Me habría dado media vuelta otra vez en lugar de levantarme!».
Dicen que uno de los motivos por los que la trilogía de Stieg Larsson ha tenido tanto éxito es, precisamente, que el autor ponderó muy bien la utilización de los tres canales, asegurándose así que su historia llegara a conectar con una amplia mayoría de lectores.
SI HABLAS POR EL MISMO CANAL QUE TU INTERLOCUTOR, MEJORARÁS LA COMUNICACIÓN
Cuando quieras establecer una comunicación de calidad intenta primero calibrar cuál es el canal preferente de tu interlocutor. Escucha atentamente a la persona que tienes enfrente.
«Focalizar», «punto de vista» o «escena» son palabras utilizadas por las personas cuyo canal dominante es el visual.
«Preguntar», «soy todo oídos» o «me suena» serían ejemplos de vocablos pertenecientes al universo de las auditivas.
«No sé a qué me huele», «suave» o «inspirar» serían, por el contrario, palabras características de los individuos kinestésicos.

Presta atención al tipo de palabras que usa con más frecuencia para determinar cuál es su canal de comunicación preferente.
Cuando no alcances a discernirlo claramente o si te diriges a varias personas al mismo tiempo, entonces la mejor opción es intentar transmitir el mensaje utilizando equitativamente los tres canales descritos. De esta forma te asegurarás de que lo que quieres transmitir va a ser captado con más facilidad.

4. La comunicación más efectiva
es la que se dirige al inconsciente

Conocer el canal por el que se recibe el mensaje es esencial para establecer una buena comunicación. Pero hay otro elemento que hay que tener en cuenta para que el mensaje realmente contacte con el escuchante.
Esto es, formularlo de manera que traspase todas las barreras y llegue al nivel más profundo, al inconsciente del interlocutor o de los interlocutores.
Nuestro proceso de recepción se divide en dos partes claramente diferenciadas. Por un lado está la mente consciente, donde vive el ego. Esta parte es la que analiza, la que clasifica, la que emite juicios, recriminaciones, la que expresa el miedo o la desconfianza.
En otro nivel se sitúa nuestra parte inconsciente, la que graba los mensajes y las experiencias que le transmite la parte consciente. Por ejemplo, si nuestra parte consciente determina que estar a oscuras en una habitación da miedo, nuestro inconsciente graba esa experiencia y cada vez que entremos en un recinto oscuro nos abordará el miedo.
Cuando hablamos desde la lógica o la razón, sin incorporar emociones auténticas, es la parte consciente de nuestro interlocutor la que recibe el mensaje. Si nuestro interlocutor ha tenido experiencias previas o tiene alguna idea preconcebida sobre lo que le estamos contando, conectará con ese sentimiento y es muy posible que automáticamente se generen barreras que imposibiliten la comunicación.
Así, por ejemplo, si un turista llega en barco a Barcelona y lo primero que le ocurre al bajar es que un par de delincuentes le roban la maleta, cuando un amigo le cuente lo maravillosa y avanzada que es la Ciudad Condal seguramente recibirá el comentario con cierta reticencia, pues conectará con la experie...

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