Conversando con los maestros
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Conversando con los maestros

  1. 180 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Conversando con los maestros

Descripción del libro

Ricardo Avenburg comienza su libro con estas palabras: "Algunos fueron maestros míos a nivel personal. A los que no lo han sido no dudo en calificarlos de maestros del psicoanálisis. La pregunta que me hago es: ¿hay un psicoanálisis o cada uno tiene el suyo? No sé si esto tiene importancia, cada uno tiene su manera de encararlo y del diálogo con cada uno de ellos aún hoy se sigue aprendiendo. Por supuesto que el maestro original, que encuadra al resto, es con quien inicio el libro y con quien lo finalizo: "Análisis terminable e interminable" como comienzo y "El malestar en la cultura" como culminación".

Así se inicia una conversación con algunos maestros del psicoanálisis que tomaron, ya sea para desarrollarlas o cuestionarlas, algunas ideas presentes en la obra de Freud, o que se nutrieron de él para luego afirmarse en un pensamiento propio diferente, como por ejemplo Jung. En estos diálogos el autor discute con los maestros temas tales como el concepto de realidad, el simbolismo, el psiquismo infantil, algunas relaciones o discrepancias entre el pensamiento de Freud y la dialéctica marxista tal como la entendían algunos militantes revolucionarios, etcétera. La lectura de este libro será de ayuda para aquellos que buscan entender el psicoanálisis como desarrollo de sus conceptos, que cambian y permanecen como cuerpo vivo. Ricardo Avenburg es él mismo un maestro del psicoanálisis y de la vida.

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9789871678709

Conversando con
Sigmund Freud

El malestar en la cultura1

I.
A partir de “El porvenir de una ilusión”, Romain Rolland le escribe a Freud que lamentaba que no hubiera “concedido su justo valor a la fuente última de la religiosidad […] un sentimiento que le agradaría designar ‘sensación de eternidad’; un sentimiento como de algo sin límites ni barreras, en cierto modo ‘oceánico’.”
Freud dice que a lo que R. Rolland se refiere es un “sentimiento de indisoluble comunión, de inseparable pertenencia a la totalidad del mundo exterior”.
Para Freud,
“tiene más bien el carácter de una penetración intelectual, acompañada naturalmente de sobretonos afectivos que por lo demás tampoco faltan en otros actos cogitativos de análoga envergadura”.
El tema que va a encarar Freud es cómo se constituye el yo diferenciado del mundo objetal. Dice que
“[…] este sentido yoico del adulto no puede haber sido el mismo desde el principio, sino que debe haber sufrido una evolución, imposible de demostrar naturalmente, pero susceptible de ser reconstruida con cierto grado de probabilidad”.
Esa evolución, según Freud, partiendo de la primitiva indiferenciación yo-mundo, pasa por un yo real primitivo, que discrimina un adentro de un afuera a partir de la posibilidad de fuga (del objeto externo) y su imposibilidad (objeto interno), luego por el yo de placer purificado (el displacer se coloca en el afuera y lo placentero es interior) para llegar a una redistribución más adecuada a la realidad del placer y el displacer (ambos pueden ser internos o externos) en el yo de realidad definitivo.
“De esta manera, pues, el Yo se desliga del mundo exterior, aunque más correcto sería decir: originalmente el Yo lo incluye todo; luego, desprende de sí un mundo exterior. Nuestro actual sentido yoico no es, por consiguiente, más que el residuo atrofiado de un sentimiento más amplio, aun de envergadura universal, que correspondía a una comunión más íntima entre el yo y el mundo circundante. Si cabe aceptar que este sentido yoico primario subsiste –en mayor o menor grado– en la vida anímica de muchos seres humanos, debe considerárselo como una especie de contraparte del sentimiento yoico del adulto, cuyos límites son más precisos y restringidos. De esta suerte, los contenidos ideacionales que le corresponden serían precisamente los de ilimitud y de comunión con el todo, los mismos que mi amigo emplea para ejemplificar el sentimiento oceánico. Pero ¿acaso tenemos el derecho de admitir esta supervivencia de lo primitivo junto a lo ulterior, que de él se ha desarrollado?”
“Sin duda alguna”, se contesta Freud. Y yo contesto lo mismo. Agrego esta especificación: que lo posterior integra dentro de sí lo anterior, que todos los momentos de su integración están incididos por su historia, pero tampoco podemos decir que los momentos anteriores no están a su vez marcados por la historia que les siguió. La realidad es cambiante en todos los momentos de una constitución pero no de la misma manera. Todo está en el todo y al mismo tiempo nada está en la nada puesto que todo es devenir.
Continúa Freud:
“[…] en la vida psíquica nada de lo una vez formado puede desaparecer jamás; todo se conserva de alguna manera y puede volver a surgir en circunstancias favorables […]”.
Retoma Freud el tema del sentimiento oceánico:
“[…] un sentimiento sólo puede ser fuente de energía si a su vez es expresión de una necesidad (Bedürfnis) imperiosa”.
El término ‘necesidad’ es usado en general por Freud para referirse a tensiones somáticas que trascienden el ámbito del deseo.
“En cuanto a las necesidades religiosas, considero irrefutable su derivación del desamparo infantil y la nostalgia por el padre [y que es reanimado sin cesar por la] angustia ante la omnipotencia del destino”.
Que el sentimiento religioso apunta a
“[…] refutar el peligro que el yo reconoce amenazante en el mundo exterior”.
Pero en el sentimiento oceánico se desconoce la diferenciación exterior-interior. Yo lo referiría a ¿una defensa? o ¿un paso de elaboración? de la angustia traumática emergente del trauma del nacimiento: sería la alternativa entre el ser y el no ser del individuo (transición que se produce en el nacimiento, sin tener en cuenta que el ser se origina en el embrión).
Estoy de acuerdo con Freud en diferenciar el “sentimiento oceánico” de la religiosidad. En principio, como dijo antes, para Freud tiene más bien el carácter de una “penetración intelectual acompañada naturalmente de sobretonos afectivos”. Enfatiza su carácter intelectual y plantea de qué modo los más altos desarrollos intelectuales se interpenetran con las más elementales expresiones afectivas en el devenir de la humanidad.
Y vamos a Aristóteles, Metafísica, I, 3, 983 b:
“La mayoría de los que filosofaron por primera vez consideraron que los únicos principios de todas las cosas son de especie material. Aquello a partir de lo cual existen todas las cosas, lo primero a partir de lo cual se generan y el término en que se corrompen, permaneciendo la sustancia mientras cambian los accidentes, dicen que es el elemento y el principio de las cosas que existen; por esto consideran que nada se genera ni se corrompe, pues tal naturaleza se conserva siempre […] Debe de haber, pues, alguna naturaleza única o múltiple a partir de la cual se generan las demás cosas, conservándose ella. No todos dicen lo mismo sobre el número y la especie de tal principio, sino que Tales, quien inició semejante filosofía, sostiene que es el agua (y por ello también manifestó que la tierra está sobre el agua). Tal vez llegó a esta concepción tras observar que todas las cosas tienen un alimento húmedo y que el calor se produce y se mantiene en la humedad (ya que aquello a partir de lo cual se generan las cosas es el principio de todas ellas). Por eso llegó a esta concepción y también porque todas las simientes son de naturaleza húmeda y el agua es el principio natural de las cosas húmedas. Pero hay quienes consideran que los más antiguos, muy anteriores a la generación actual y primeros en reflexionar sobre las cosas, pensaron así sobre la naturaleza e hicieron a Océano y Tetis padres de la generación”.2
Aparecen aquí dos niveles de pensamiento: animismo (referencia a Océano y Tetis), primeros niveles de abstracción y fundamento del pensamiento filosófico y el pensamiento filosófico propiamente dicho (Tales). ¿Cuál es el fundamento de verdad de la “vivencia oceánica”? En principio una percepción inconsciente de nuestra unidad con el cosmos, del cual somos parte y no es, en principio, un sentimiento religioso que, según Freud, estaría más ligado al totemismo (anhelo del padre).
Pasando a Thalassa de Ferenczi: la vida se originó en el agua y se desarrolló en ella. Supone que la tierra sufrió grandes sequías, por las cuales muchas especies vivas sucumbieron. Algunas de ellas, tal vez mejor situadas, o con mayores posibilidades, fueron hallando lugares con agua, o tal vez con humedad, que les permitieron realizar las acciones específicas necesarias para satisfacer sus necesidades más elementales y sobrevivieron, desarrollándose la vida también fuera del mar (o el océano) que en última instancia estaría cumpliendo una función maternal.
Dice Ferenczi que cuando en los sueños interpretamos al mar como símbolo materno, en realidad deberíamos tomar a la madre como símbolo del mar. En este caso la vivencia oceánica, su potencia afectiva, expresaría una necesidad de volver al océano, el vientre materno de todo lo viviente, y en tanto tendencia a volver a la unidad de lo viviente estaría expresando la tensión de Eros, su anhelo original de satisfacción.
Vivencia oceánica: ¿anhelo de unidad de toda la naturaleza (el cosmos), siguiendo a Tales, o anhelo de unidad de todo lo vivo, Eros? Dejo planteado el tema, me inclino, por lo menos en un primer nivel, por Eros. De todos modos, en ambos casos, este anhelo, como dice Freud, sería anterior a la formación del yo.
II.
Objetivos de la vida del ser humano: la búsqueda de la felicidad; depende de la satisfacción del principio del placer con su doble versión: búsqueda del placer y evitación del displacer.
¿Podría este principio del placer ser exclusivo del ser humano? ¿No será aplicable a los animales superiores? ¿Y a los inferiores? ¿Y a los vegetales? Es difícil identificarse con estos para saber si sienten placer y displacer, pero no cabe duda de que todo ser vivo tiene que satisfacer sus necesidades, ante todo para vivir. ¿Y para conservar la especie? La especie, ¿no tiene también sus necesidades equiparables a las de los individuos?
Dice Freud:
“El sufrimiento nos amenaza por tres lados”
1) Se refiere al propio cuerpo que
“[…] condenado a la decadencia y a la aniquilación, ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia”.
No sé cómo viven las otras especies vivientes su envejecimiento: ¿lo vivirán con angustia, o por lo menos con displacer, o lo vivirán de un modo natural, específico para cada especie (como su nombre lo indica)?
2) Proveniente
“del mundo exterior, capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables”.
Esto correspondería a todas las especies vivas. Y este mundo exterior destructor pueden ser especies vivas que se alimentan de otras.
3) Proveniente de las relaciones con otros seres humanos.
Me parece que entre las otras especies vivas, la relación con los otros individuos de la misma especie no es una fuente importante de malestar como lo es en el ser humano.
Hace luego Freud una enumeración de “los métodos con que el hombre se esfuerza por conquistar la felicidad y alejar el sufrimiento”. El objetivo es el del principio del placer: la búsqueda del placer y la evitación del displacer. Para ello se centra en la economía libidinal, o sea la satisfacción de los instintos sexuales.
Pero el principio del placer está también ligado a los instintos del yo o de autoconservación; lo señalo porque Freud parece haberse olvidado de ellos a partir del tema del narcisismo y de la segunda teoría instintiva. Pero la conservación del individuo mantiene su importancia junto a la conservación de la especie; la diferencia es que la libido es más desplazable y acomodable en relación con las exigencias de la realidad, dejar de comer, respirar, defecar, etcétera, no podemos. Pero la cultura humana nos cambia a veces las condiciones del respirar (las contaminaciones ambientales, el fumar) de la alimentación y la bebida (el alcohol, por ejemplo) y el orinar y el defecar no pueden hacerse públicamente o sea que también la autoconservación es afectada por la cultura; y también en el sentido positivo, por ejemplo el desarrollo de la medicina y la prolongación de la vida humana.
Retomando el tema libidinal (no tengo mucho que agregar a lo descripto por Freud) no cabe duda de que la cultura ha permitido desplegar áreas libidinales como el arte, el deporte y demás. Pero creo que, en última instancia, el área libidinal es la más afectada por la cultura y pienso que es como consecuencia del sistema totémico inherente a la cultura humana. Pero de esto va a hablar luego Freud.
III.
Freud define cultura:
“[…] la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí”.
El término ‘cultura’ viene del latín cultura, referido al verbo colo: se refiere 1) a la cultura de la viña, 2) la agricultura y 3) cultura del espíritu, del alma.3
Desarrolla al principio el tema de
“el bienestar en la cultura: lo que esta nos aporta como beneficios materiales y más allá de estos la belleza, el orden y la limpieza; luego las producciones intelectuales, científicas y artísticas”.
Quiero destacar sus referencias a la conquista del fuego, como ejemplo del lugar que ocuparía la inhibición libidinal (el placer de apagar el fuego con la propia orina, expresión de un acto homosexual) en el logro cultural: en este caso creo que no correspondería a una represión sino a una inhibición temporaria del impulso. A su vez la satisfacción homosexual, según “Totem y tabú”, sería un momento de la superación de la hostilidad entre los hermanos de la horda (lo que les permitiría aliarse contra el proto-padre). También un logro cultural (social).
Sigue Freud:
“Pero no creemos poder caracterizar a la cultura mejor que a través de su valoración y culto de las actividades psíquicas superiores, de las producciones intelectuales, científicas y artísticas, o por la función directriz de la vida humana que concede a las ideas”.
Se refiere a los sistemas religiosos, especulaciones filosóficas y construcciones ideales. El objetivo es el logro del “provecho y el placer”.
“[…] Tampoco hemos de dejarnos inducir a engaño por nuestros juicios de valor sobre algunos de estos ideales y sistemas religiosos o filosóficos, pues ya se vea en ellos la creación máxima del espíritu humano, ya se los menosprecie como aberraciones, es preciso reconocer que su existencia y particularmente su hegemonía, indican un elevado nivel de cultura […]. Como último, mas por cierto no menos importante rasgo característico de una cultura, debemos considerar la forma en que son reguladas las relaciones de los hombres entre sí […]”.
Quiero aclarar que Freud usa la palabra Mensch, que incluye a mujeres y hombres. Sigo la traducción de Rosenthal, que cuando dice “hombres” es claro que se refiere a ambos sexos.
“La vida humana...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Prólogo
  5. Conversando con Sigmund Freud
  6. Conversando con Carl G. Jung
  7. Conversando con Sándor Ferenczi
  8. Conversando con Melanie Klein
  9. Conversando con Heinz Hartmann, Ernst Kris y Rudolph Loewenstein
  10. Conversando con Marie Langer
  11. Conversando con Ángel Garma
  12. Conversando con Enrique Pichon Rivière
  13. Conversando con Arnaldo Rascovsky
  14. Conversando con Mauricio Abadi
  15. Conversando con Sigmund Freud
  16. Sobre el autor
  17. Sobre este libro