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El combate mental en el tenis. Lecciones de un maestro

Brad Gilbert, Steve Jamison

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  1. 256 páginas
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El combate mental en el tenis. Lecciones de un maestro

Brad Gilbert, Steve Jamison

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Información del libro

En ¡Ganar!, uno de los mejores libros de deportes de todos los tiempos, Brad Gilbert enseña a los tenistas aficionados a ganar sin cambiar sus golpes. La clave es convertirse en un jugador que piensa mejor, que reconoce, analiza y capitaliza.

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Información

Año
2020
ISBN
9789878322117
Edición
1
Categoría
Liderazgo

II El juego inteligente
Encontrar la manera de ganar

“Brad es muy ingenioso para descubrir a un rival. Acaso mejor que cualquier otro jugador”
Allan Fox, editor de divulgación, Tennis Magazine

7 La llave del triunfo

El New York Times decía que yo era genial para hacer que mis rivales jugaran mal. Arthur Ashe estaba de acuerdo: “Brad no tiene ningún golpe de los que recuerdes después del partido”. Tenían razón. Yo no subyugaba a la gente. No me metía a la multitud en el bolsillo. No tenía ningún tiro espectacular. Ganaba porque tenía la habilidad de implementar con éxito mi estrategia básica de juego: maximizar mis virtudes y minimizar mis errores. Eso significaba quedar con frecuencia en posición de pegar el tiro que me gustaba en vez del que no me gustaba.
Al mismo tiempo, quería maximizar las debilidades de mi oponente y minimizar sus puntos altos. Quería que pegaran tiros que no les gustaban desde posiciones que no querían. Si optaba por el mano a mano, perdía. Era bueno, en cambio, para trabajar mis virtudes ante las debilidades de mi rival.
El objetivo de mi plan de juego era volver el juego de mi rival en su contra. Pude lograrlo contra McEnroe aquella noche de 1987 en el Masters de Nueva York (hablaré más sobre este partido más adelante), ante Becker en el US Open en 1987 y contra muchos más en distintos lugares.
Más adelante están mis claves para sacar a un jugador de su plan A y hacer que trate de vencerte con su plan B, los consejos para correr a los rivales de sus golpes y estrategias y transformar la ventaja de ellos en una ventaja para ti.

¿Quién le hace qué a quién?

Para seguir con éxito un plan de juego es necesario entender qué ocurre en el partido, con tu juego, con el del rival y en la interacción entre los dos. Mi entrenador en Pepperdine, Allen Fox, solía decirme: “Durante un partido siempre hay que preguntarse quién le hace qué a quién”. Eso significa saber cómo y por qué se ganan y pierden los puntos. Eso es saber lo que pasa en la cancha.
¿Pierdes puntos porque tu rival ataca con éxito en la red o porque te come crudo en el segundo saque? ¿Tu adversario te supera desde el fondo? ¿Te destruye con el smash? ¿Tus drives quedan cortos? ¿Te pasa cuando subes a la red (de qué lado)? ¿Se invierte en vez de pegar el revés? ¿Es bueno desde el fondo hasta que lo presionas desde la red? ¿Cómo es su estilo de juego? ¿Pasador, voleador u otro?
En tenis, la respuesta correcta a cualquier situación durante un partido solo puede ser determinada sabiendo “qué le hace qué a quién”. Un jugador exitoso sabe la respuesta. Tal vez no sepa los números exactos y los porcentajes (por ejemplo, 62% de los primeros servicios buenos), pero tiene la sensación. Es una habilidad que se puede desarrollar con trabajo.
La mayoría de los jugadores aficionados no sabe quién le hace qué a quién durante un partido. No prestan atención. No observan ni analizan lo que ocurre. Créase o no, llegué a tener un jugador en mi centro de entrenamiento que no se había dado cuenta de que su rival era zurdo hasta la mitad del primer set. “Ahora me doy cuenta por qué los puntos que tiraba al lado de la ventaja volvían tan fuerte”. ¡Claro! Le estaba pegando al drive de su rival pensando que era el revés. Queda claro que no sabía lo que estaba ocurriendo en la cancha.

La combinación para la cerradura

Cada estilo de juego es como una cerradura con combinación. Sin la combinación es difícil abrirlo, pero una vez que se la consigue se torna mucho más fácil. Saber qué le hace qué a quién te da la combinación de la cerradura.
En mi caso me resultó fácil empezar a aplicarlo en mis primeros partidos como profesional. Cuando era un niño cerca de Oakland estaba loco por los deportes. Me encantaban los Raiders, los Warriors, los 49ers13, los Giants14 y los Athletics. Siempre trataba de darme cuenta de lo que ocurriría en los partidos, quién iba a hacer qué.
Uno de mis ídolos era Kenny Stabler, de los Raiders: la Serpiente. Lo miraba en su posición de quarterback y trataba de adivinar qué jugada iba a elegir. ¿Lanzaría para Casper o para Balitnikoff, con qué esquema? O, con los A’s, ¿lanzaría Catfish Hunter un knockdown pitch15 justo después de que alguien haya conseguido un home run en su turno? (Respuesta: sí). ¿O cómo serían las posiciones internas y externas para distintos bateadores en diferentes situaciones? ¿Cómo los Warriors le darían la pelota a Rick Barry a diez segundos del final del partido? Para mí, notar eso era automático. Me encantaba analizar lo que pasaba en el campo.
Tiempo después, cuando me integré al circuito de tenis, era lo mismo. Estudié un montón, no libros, sino jugadores. Cada vez que surgía uno nuevo lo iba a ver jugar y chequeaba su juego. Otro jugador me avisaba: “Boris Becker, de Alemania, en la cancha tres”. Y yo iba a verlo.

El gordo Fritz y mi pequeño libro negro

Al principio miraba más por curiosidad que por un objetivo determinado. No me tomaba el trabajo de usar esa información en los partidos, pero cambié en mi tercer mes en el circuito. Me tocó enfrentar a Fritz Buehning. Era un hombre grandote y con un saque poderoso. De hecho, era demasiado gordo para andar corriendo por la cancha, pero cuando el saque le funcionaba, no le hacía falta moverse demasiado. Parecía un juez de línea de la UCLA16, su alma mater. Imaginé que sería un monigote.
Como era típico de mis partidos en esos días, salí a la cancha sin preparación, con la sola expectativa de que, si jugaba bien, ganaba. No le había dedicado pensamiento a Fratz (así le decían) ni a su juego ni a cómo explotarlo. Perdí en sets corridos: 6-2, 6-2. El hecho que más me quemó la cabeza fue saber que si le hubiera dedicado un poco de pensamiento (antes y durante el partido), seguro le ganaba. ¿Un tipo grandote que no es rápido y al que le cuesta doblar las rodillas? Un manjar. Solo bastaba con moverlo de lado a lado y cuando viniera a la red jugarle bolas cortas y globos ocasionales. No pensé nunca en la táctica y por eso me dejó afuera.
Después de eso me tomé en serio la tarea de recolectar información acerca de mis adversarios y usarla en su contra. Después de eso comencé a escribir las cosas. Fue cuando empecé mi pequeño libro negro.
Hoy muchos jugadores tienen su propio librito, con nombres y números. Yannick Noah tenía tantos que incluso necesitaba ayuda para transportarlos. Pero mi pequeño libro negro era diferente. Tenía nombres, pero eran nombres de tenistas. Tenía números, pero eran números de errores no forzados, tiros ganadores y tiros forzados en determinados golpes. Contaba errores en voleas de revés, smashes, tiros de fondo de ambos lados. Seguía la cantidad de winners en esos tiros y veía lo que les gustaba hacer en situaciones específicas.
La mayoría de los jugadores aficionados miran los partidos como si estuviesen viendo a alguien jugando al Nintendo. Solo contemplan. Yo miraba un partido como si estudiase para un examen de Historia. En 1984, cuando vi por primera vez a Boris (en Filadelfia), detecté que al ser atacado al revés le encantaba jugar paralelo. Y que, si bien tenía un enorme drive, cuando empezaba a fallar, su juego podía sufrir. Como ya vieron, tiempo después usé esa información sobre él para ganarle algunas veces, incluido el US Open 1987.
Números, patrones y tendencias. Veía a Paul Annacone subir a la red en cada punto importante y anotaba: “McEnroe saca abierto en la zona de ventaja cuando necesita el punto”. Resalté que Connors tenía problemas ocasionales cuando los tiros llegaban bajos a su drive.

El detector de mentiras del tenis: la presión

Cuando observaba y estudiaba a un jugador durante una buena cantidad de sets, veía que caía en patrones predecibles. Sobre todo, bajo presión. La presión es el detector de mentiras definitivo. Ahí es cuando los golpes dicen la verdad. ¿Qué hace un jugador en un punto importante? Evita (o trata de evitar) el tiro con el que no se siente cómodo. Ahí es cuando los defectos se magnifican, cuando se puede ver el “verdadero”juego.
Así es como funciona la presión. Cuando un jugador con un revés cuestionable va ganando 4-2 en un set, puede usar bien ese revés. Sin presiones, ¿verdad? Está tranquilo y arriba en el marcador. Pero cuando pierde 2-4, los nervios pueden hacer vacilar ese revés. ¿Y en un set point? Olvídalo. La presión va derecho al meollo del asunto. Bajo presión, un jugador tratará de evitar, como sea, aplicar ese golpe en que no confía. Yo quería averiguar cuál era ese golpe para forzarlo a que lo use bajo presión.
Por ejemplo, si el revés de tu rival es sospechoso, sabes que en un punto importante hará todo lo posible para invertirse. Ahí era cuando intentaba prepararlo, tirándole primero abierto hacia el lado del drive. Una vez que lo tenía casi fuera de la cancha, le pegaba hacia su revés y ya no tendría tiempo para invertirse. Y si lo hiciera, le pegaría fuera sin equilibrio. Así es como se usa la información acerca del oponente en contra del oponente.

Agassi a primera vista

Descubrí a Andre Agassi en 1986 en Stratton Mountain. Ahí estaba ese chico pequeño y esquelético con el pelo revuelto, que cortaba la bola como nunca había visto. ¡Era increíble! Y había gente que me decía que no iba a llegar a grandes cosas porque no le había ido bien como junior. No compré esa versión.
En realidad, lo había visto por primera vez cuando estaba en el torneo Allan King Classic en Las Vegas, en 1981. Por casualidad lo vi entrenarse en una cancha detrás del hotel Caesar’s Palace. Incluso en ese momento su destreza y potencia para tomar la bola tan temprano me llamaron la atención. Tenía once años.
Me tomó un tiempo darme cuenta de que el chico con el pelo teñido en Stratton Mountain era el mismo que había visto en Las Vegas cinco años antes. Solo que su pelo era más brillante y sus golpes más impresionantes. En 1986, escribí en mi libro negro que sus golpes eran brutales. Sobre todo desde media cancha, donde tenía la gran habilidad de tomar la bola en pleno ascenso y “desestructurarla”. Irradiaba confianza. Le pegaba a la bola con un cañón y podía imaginar la presión que podía trasladar a un jugador. Ahí también anoté que su volea no parecía muy fuerte, pero el resto del juego era tan bueno que no importaba.
Cuando Andre perdió las finales de tres Grand Slams (dos Roland Garros y un US Open), pensé que quizá sus golpes eran demasiado grandes para un corazón pequeño. Hasta que en Wimbledon en 1992, demostró todo lo que tenía dentro. Era mucho. El corazón de Andre pesaba una tonelada.
Es gracioso. Muchas de mis primeras observaciones de mi pequeño libro negro aún hoy pueden probarse como ciertas. Pero algunas no. Vi a Mats Wilander por primera vez en Bangkok en 1981. Lo estudié mientras jugaba un partido y no vi nada especial: no tenía un gran servicio, potencia ni tiros extraordinarios. Supuse que era otro sólido jugador sueco. Tuve razón en el potencial de Andre y me equivoqué acerca de Mats. Siete meses después, Wilander ganó Roland Garros. Tuve que hacer algunos agregados en la sección “Wilander” de mi pequeño libro negro.
Observé que Stefan Edberg prefería jugar cruzadas sus voleas de drive. Escribí que su revés con una mano era uno de los mejores del ramo (el de Lendl era el otro). Pero también noté que su drive no era un arma, era demasiado débil para un jugador top. Su empuñadura era mala y el tiro no impresionaba tanto como el resto de su repertorio. Créanme, escribí eso porque había muy poco que pudiera escribir sobre él que fuera negativo.
Seguí apuntando las cosas que percibía. Después, cuando tenía un partido, chequeaba mi anotador y vería qué había ahí. Era casi como el reporte de los scouts17 en béisbol. Ayudar al pitcher para que sepa las tendencias de los bateadores y hacerle saber al bateador qué le gusta hacer al pitcher en determinadas situaciones. Me dio una buena idea de qué esperar y me ayudó a pensar acerca de lo que debía hacer para mantener a ese jugador fuera de los tiros con los que se sentía más cómodo.

Sé un buen scout

Haz tu propia práctica de scout. Cuando estés en el club, mirando a un jugador que esperas enfrentar en el futuro, presta atención. ¿Dónde comete los errores? ¿Qué tiro le gusta pegar? ¿Palpita el smash ...

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