La distinción entre hechos y valores en el pensamiento de Norberto Bobbio

Ghezzi Morris Lorenzo, Morris Lorenzo Ghezzi

• Editorial: Universidad Externado
• Año: 2006
• ISBN del libro electrónico: 9789587109818
• Categoría: Política y relaciones internacionales
• Categoría: Derechos humanos

La distinción entre juicios de hecho y juicios de valor tiene en el pensamiento occidental raíces muy profundas, que se hunden muy atrás en el tiempo. Sin embargo, hoy en día estas raíces adquieren, a la luz del reavivarse de antiguos conflictos culturales, además de políticos, una importancia tan renovada como amplia. Esta importancia gira especialmente alrededor de la conexión entre la distinción indicada y el valor de la tolerancia liberal subyacente en ella. En efecto, en un mundo como el actual, en el que se proponen nuevamente valores religiosos absolutos, modelos de gobierno teocráticos, intolerancia violenta y una creciente restricción a la libertad de pensamiento y de expresión, la distinción en examen, en cuanto inspiradora de relativismo de los valores, de laicismo social y de democratismo institucional, de tolerancia ética, gnoseológica y comportamental, así como de libertad ideológica y expresiva, no puede no presentarse como materia-eje alrededor de la cual hacer crecer nuevas reflexiones capaces de enfrentar la deriva arcaica, irracional y violenta que actualmente amenaza el mundo moderno y postmoderno.

TERCERA PARTE

TENTATIVA DE IDENTIFICAR EN LA TOLERANCIA

EL VALOR SUBYACENTE A LA DISTINCIÓN ENTRE JUICIOS

DE HECHO Y JUICIOS DE VALOR DE NORBERTO BOBBIO

CAPÍTULO PRIMERO

ACERCA DEL CONCEPTO DE TOLERANCIA

Dos diversos tipos de tolerancia. No hay un único valor en la base de la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor. Definición del concepto de tolerancia. Pluralismo de las verdades y tolerancia liberal. Escepticismo, multiplicidad de las verdades y unicidad de la verdad.

La tarea que nos proponemos llevar a cabo en esta última parte consiste en intentar la identificación del valor subyacente en la distinción metodológica entre juicios de hecho y juicios de valor propia de BOBBIO. Ciertamente no se pretende individualizar en un solo valor el presupuesto único y necesario de la distinción. Evidentemente ello sería equivocado, al menos por dos razones. Primera razón: no es algo descontado que una elección esté condicionada por un solo valor sino que, muy probablemente, será el encuentro, la coordinación, el equilibrio recíproco de un número importante de valores lo que guiará la elección humana. Raramente nos encontramos ante un único fin por realizar, por obtener a cualquier costo; con mayor frecuencia se persiguen muchos objetivos que se han de alcanzar de forma simultánea, y la realización total de uno de ellos excluiría la realización de los otros. De ello se deriva la necesidad de identificar ese punto de encuentro de los valores objetivos que permita la máxima realización posible de cada uno de ellos. Resulta claro, de esta forma, que en la mayor parte de los casos una cierta metodología no es fruto de un solo valor, sino del encuentro de un número plural de valores.

Segunda razón: aun admitiendo, pese a que, como se acaba de ver, es muy improbable que un solo valor inspire una metodología, surgiría igualmente el problema de identificar cuál es la metodología que mejor aplica este valor. Tal vez se podría pensar hipotéticamente que al tener cada valor muchos aspectos, muchas caras, no existe una sola metodología, sino diferentes metodologías que realizan ese mismo valor, privilegiando cada una determinado aspecto, una cara. En cualquier caso, no es necesario tomar en consideración esta hipótesis para poder afirmar tranquilamente que dado un valor, existen muchas metodologías que tienen buenas probabilidades de resultar, para quien las observa, capaces de realizar ese valor. En efecto, basta considerar las dificultades que a menudo se encuentran a la hora de ponerse de acuerdo acerca de los hechos que, no obstante, como hemos visto, son menos subjetivos que los valores; pero sobre todo, basta pensar en la multiplicidad e irreductibilidad recíproca de los hechos, que difícilmente se prestan para finalizaciones unívocas, para percatarse de las profundas divergencias de opiniones normalmente existentes entre los hombres respecto de la idoneidad de cierto método para alcanzar un fin preestablecido, y por ende para llegar a las mismas conclusiones antes previstas como hipótesis.

Así, pues, es preciso decir que no sólo una metodología a menudo no es fruto del triunfo de un único valor, sino también que un único valor no siempre encuentra aplicación en una única metodología. Lo dicho servirá para aclarar por qué no se tratará de identificar de modo unívoco un cierto valor como el valor que ha determinado la elección de BOBBIO acerca de los juicios de hecho y los juicios de valor, sino que se formulará simplemente la hipótesis de que cierto valor, que se considera puede ser la tolerancia, tiene de alguna manera cierta relación con la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor acogida por BOBBIO . Lo que se quiere sostener es que, de un lado, la tolerancia se ve de algún modo favorecida por la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor y que, del otro, el valor de la tolerancia no sólo no es ajeno a la obra de BOBBIO , sino que, más aún, es decididamente sostenido en ella.

Hasta este punto hemos hablado de tolerancia; ahora resulta preciso proporcionar una definición suficientemente precisa de ésta:

La tolerancia y la intolerancia son dos actitudes prácticas diferentes, que a mi juicio pueden ser adoptadas tanto por el escéptico como por quien cree en la verdad, se entienda ésta en sentido monista o en sentido pluralista. Pero a estas dos formas diferentes de entender la verdad corresponden dos formas diferentes de entender la tolerancia. Quien cree que posee la verdad absoluta y exclusiva cuando adopta la actitud del tolerante, no puede ir más allá de cierto límite y transformar su propia actitud en la del liberal, pues una cosa es tolerar a quien piensa de modo diferente de nosotros, y quien por este solo hecho se encuentra en el error, y otra cosa es manifestar por quien piensa de modo diferente de nosotros esos sentimientos de respeto, de apertura y de comprensión que todo liberal debe sentir por el pensamiento ajeno. Estos sentimientos, a mi juicio, pueden ser demostrados tan sólo por quien no pretende tener el monopolio de la verdad, y aún más, afirmando el pluralismo de las verdades relativas y comunicantes, debe admitir necesariamente que el pensamiento ajeno, así sea diferente del propio, puede estar en lo cierto, así como lo está el propio, y acaso aún más que este"{36}.

De las palabras que se acaban de citar emergen al menos dos tipos diferentes de tolerancia: la de quien, abrazando celosamente su propia fe, soporta con benevolencia a aquellos que considera inmersos en el error, y aquella, en cambio, propia de quien desea abrirse a los demás e intenta comprenderlos, para poder construir con ellos, día tras día, sus propias convicciones.

De un lado se tiene la actitud de quien no buscar ninguna verdad, porque ya la ha encontrado y no está dispuesto a discutirla. Del otro lado se tiene, en cambio, la actitud de quien busca continuamente, discute de nuevo a cada paso lo que ha encontrado, no se declara nunca satisfecho de aquello que ha alcanzado, no acepta nunca nada de modo definitivo. Esta última actitud es la que BOBBIO considera debe ser propia del hombre de cultura. El hombre de cultura, sostiene BOBBIO ,

no puede decidirse sino por los derechos de la duda contra las pretensiones del dogmatismo, por los deberes de la crítica contra las reducciones de la infatuación, por el desarrollo de la razón contra el imperio de la fe ciega, por la veridicidad de la ciencia contra el engaño de la propaganda{37}.

De los dos tipos de tolerancia antes descritos, el primero resulta ligado a la verdad única, universal, indiscutible; el segundo, por el contrario, a las verdades plurales, relativas, nacidas de la libre confrontación de diferentes ideas. El segundo tipo de tolerancia, para distinguirlo mejor del primero, se identificará en las páginas que siguen con la expresión "tolerancia liberal"{38}. La tolerancia que se considera subyacente a la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor de BOBBIO ciertamente no es la primera, sino la segunda: esto es, la tolerancia liberal.

Se acaba de ver, y se verá mejor a continuación, que la tolerancia liberal está indisolublemente ligada al pluralismo de la verdad. Ante la convicción de que las verdades son plurales, relativas, comunicantes, la tolerancia adquiere una función fundamental: "es una condición necesaria para la vida y el desarrollo del pensamiento filosófico"{39}. Si las verdades son múltiples, mudables en el tiempo y en el espacio, y han de buscarse fragmentos, partículas de ellas en todas las doctrinas, la tolerancia liberal será el único medio idóneo para aproximarse a estas verdades. Sólo explicando y poniendo en discusión las propias opiniones, escuchando y discutiendo las opiniones ajenas, será posible conocer este tipo de verdad. Ellas nacen y se desarrollan precisamente a través de la tolerancia liberal, y no serían siquiera concebibles sin la tolerancia liberal. De otra parte, también la tolerancia liberal, sin la creencia en la multiplicidad de las verdades, estaría confiada sobre todo a la buena voluntad de los individuos, a la valoración s...

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