La visión teológica de Óscar Romero
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La visión teológica de Óscar Romero

Liberación y transfiguración de los pobres

  1. 600 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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La visión teológica de Óscar Romero

Liberación y transfiguración de los pobres

Descripción del libro

La visión teológica de Mons. Oscar RomeroAutor: Edgardo Colón ÉmericEl 24 de marzo del año 2020 se cumplieron 40 años del asesinato de Óscar Arnulfo Romero, arzobispo en El Salvador, a los 62 años de edad. Mons. Óscar fue canonizado el 14 de octubre del 2018 por el Papa Francisco. Disponemos de mucha información de San Óscar Romero y tenemos acceso a muchos de sus escritos, entre los cuales encontramos las Homilías y podemos escuchar su voz y mensaje transmitidos a través de audios. Estando vivo y más aún luego de su asesinato, la vida de Óscar Romero se hizo patente por su testimonio de vida y por el compromiso en la defensa de la vida, junto al pueblo salvadoreño, tristemente golpeado por la violencia y la pobreza. Al valioso conjunto de escritos, biografías, testimonios, … que ya existen de San Óscar Romero, se une ahora el libro que escribió Edgardo Colón – Émeric titulado "La visión teológica de Óscar Romero – Liberación y transfiguración de los pobres". Este libro fue originalmente publicado en inglés, en el año 2018 por la Universidad de Notre Dame. La traducción al español a la presente edición castellana fue realizada por Pablo Rubén Andiñach y está prologada por Guillermo Cuéllar-Barandiarán.Desde el inicio hasta el final del libro podemos apreciar un texto escrito desde la hondura espiritual del autor, el conocimiento biográfico y testamento teológico, espiritual y ministerial de Óscar Romero, erudición compartida a lo largo de todo el libro y en muchas notas explicativas que favorecen la comprensión de los diversos temas que se van abordando. En los seis capítulos que tiene en libro, además de encontrar una clara presentación de la vida y obra de Óscar Romero, conocemos la historia del pueblo salvadoreño y su realidad en los años 80; nos acercamos a la vida eclesial de esos años, iglesia testimonial a través de muchos mártires junto a Óscar Romero, percibiendo una cristología tejida desde la Transfiguración y el Martirio de Jesús de Nazaret.

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9789505008032

Capítulo 1
Introducción a un escándalo

Durante su estadía en Roma, mientras llevaba a cabo sus estudios de teología, Óscar Romero frecuentaba las calles de los alrededores de la Basílica de San Pedro; allí solía encontrar personas pobres. Luego de una de esas caminatas, en la víspera de la navidad de 1941, Romero escribió en su diario: “Los pobres son la encarnación de Cristo. A través de sus trapos… el alma caritativa descubre y adora a Cristo.”28 Pero no todos pueden ver esta imagen. Privilegios, ideologías y prejuicios se han convertido en algo así como una segunda naturaleza: un velo grueso que impide que veamos la luz de Cristo que ilumina la vida de los marginados. San Pablo tiene razón al decir “...los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les cegó el entendimiento…” (2 Cor 4, 4) pero habría que agregar a sus palabras, y también a los creyentes. La humanidad necesita aprender de nuevo a ver, y por esta razón, cree Romero, el mundo necesita de la iglesia.
Es en el monte que es la iglesia donde es eliminado el velo de la vergüenza que envuelve a los pueblos en la oscuridad.29 Pero una iglesia ciega no sirve para un mundo ciego. La iglesia también necesita aprender a ver de nuevo. Necesita aprender a ver la gloria de Cristo en las “rostros de campesinos sin tierra, ultrajados y asesinados por la fuerza y el poder; rostros de obreros despedidos sin causa, sin paga suficiente para sostener sus hogares; rostros de ancianos; rostros de marginados; rostros de habitantes de los tugurios; rostros de niños pobres que, ya desde su infancia, comienzan a sentir la mordida cruel de la injusticia social” (Homilías, 6:346, 2/3/1980).30 Para Monseñor Romero, un lugar privilegiado de encuentro con la gloria de Cristo es en el monte que en la tradición se conoce como Tabor, el monte de la transfiguración. La luz de Cristo transfigurado tiene el poder de transformar la carne de los pobres en un ícono de gloria y de abrir los ojos de los ciegos para contemplar esta gloria y ser cambiados.
Ver la gloria de Dios en el rostro de los pobres de Jesucristo puede ser costoso. En su última homilía dominical el 23 de marzo de 1980, Romero ofreció a su congregación una narración de los eventos más notables en la vida de la arquidiócesis. No había nada inusual en esto. Era su costumbre entretejer los anuncios de la iglesia con la proclamación del Evangelio. Ese domingo en particular, les dio un anticipo de un himno recientemente compuesto por Guillermo Cuéllar en honor al Divino Salvador del Mundo, el patrono de El Salvador (Homilías 6:445, 23/3/1980). El himno sería luego el Gloria de la Misa Salvadoreña.
“Vibran los cantos explosivos de alegría,
Voy a reunirme con mi pueblo en catedral.
Miles de voces nos unimos este día
Para cantar en nuestra fiesta patrona”.
La letra describe al pueblo de Dios que se reúne en San Salvador para celebrar el 6 de agosto la Fiesta de la Transfiguración. Romero dice que le gusta especialmente la estrofa final:
“Pero los dioses del poder y del dinero
Se oponen a que haya transfiguración.
Por eso ahora vos, Señor, sos el primero
En levantar tu brazo contra la opresión”.
La tarde siguiente, los sirvientes de los dioses nombrados por Cuéllar asesinaron al arzobispo. ¿Por qué? Al predicar la muerte de otros mártires, el propio Romero ofreció una explicación: “¿Por qué se mata? Se mata porque estorba” (Homilías 5:354, 23/9/1979). Lo matan porque se interpuso en el camino de aquellos que veían a El Salvador como su propiedad y actuaban de manera de mantener a sus ciudadanos como sus peones. Dicho de otra manera, el mensaje de Romero fue un escándalo. La palabra griega skandalon refiere a un obstáculo, algo que se interpone en el camino. Uno puede estar escandalizado al ver caer a alguien o al tropezar uno mismo. La reacción a la caída puede ser infantil, farisaica o justa.31 El término escándalo puede usarse para nombrar, no solo el acto de ser ofendido sino también el acto de ofender, la causa del tropiezo. El escándalo puede provenir de una persona que pone trampas para impedir el progreso de otra persona. La pobreza es un escándalo en este sentido. La pobreza es el obstáculo en el camino de la vida para la mayoría de las personas en El Salvador. Desde la conquista en el siglo XVI hasta los genocidios del siglo XX, la pobreza ha sido una de las marcas distintivas de El Salvador. Años bajo el mando de oligarquías poderosas que se veían a sí mismas como las dueñas del país llevaron a una distribución tremendamente desigual e injusta de tierras y bienes.
En la época de Romero el 60 por ciento de la población rural no poseía tierra y el 90 por ciento carecía de los medios para el sustento diario. El “hambre de tierra” y el hambre de alimento fueron la realidad del pueblo salvadoreño.32 El escándalo de la pobreza dio lugar al escándalo de la violencia cuando la oligarquía se unió al gobierno para bloquear todos los intentos de reforma agraria. En la infame matanza de 1932, el gobierno ordenó a los militares reprimir un movimiento insurreccional que exigía una reforma agraria en la parte occidental del país. El resultado fue la matanza de aproximadamente el 2 por ciento de la población. Dado que la mayoría de los muertos eran de ascendencia indígena la matanza fue un acto de genocidio. Es debido a esta matanza que El Salvador carece de una población indígena significativa en la actualidad. Siempre parecen estar apareciendo nuevos obstáculos para el progreso del pueblo de salvadoreño. Al igual que la mítica Hidra de Lerna, el enemigo que puso estos obstáculos tiene muchas cabezas (la oligarquía, el ejército estadounidense, las multinacionales, los poderes y los principados, etc.) pero ha causado un solo escandaloso resultado: la muerte de los salvadoreños.
El escándalo puede también provenir de Dios, cuyas marcas en el camino a la salvación pueden hacer tropezar a los que siguen el camino que lleva a la perdición. Pero los medios que Dios emplea para convertir a la humanidad de la muerte a la vida pueden ser en ocasiones ofensivos; como Pablo, Romero sabe que la cruz ha de provocar una crisis (Homilías, 3:215, 20/8/1978). La transfiguración es un escándalo en este sentido y el monte Tabor sorprende la sensibilidad del caminante. Allí se presenta una visión de la gloria que solo se puede lograr a través de la pasión. A medida que avanza hacia la cruz, la visión de Jesús transfigurado emite un imperativo para todos los seres humanos: No se conformen con este mundo. No se conformen con las mediocridades. Sean transformados.
La transfiguración es un escándalo para los pusilánimes que subestiman sus promesas y también es un escándalo para el fariseo. El monte Tabor amenaza con alterar un orden en el que muchos tienen intereses creados ya que el escándalo de la transfiguración tiene también dimensiones políticas.33 Arroja luz sobre un mundo diferente, donde la gloria proviene de la humildad y no del poder y el privilegio. Desde las alturas del monte Tabor, la gloria de Dios brilla más en la carne cubierta de llagas de Lázaro que del suntuoso estilo de vida del hombre rico. En resumen, el escándalo de la transfiguración se expresa en el apostolado de Romero, Gloria Dei, vivens pauper, la gloria de Dios es el pobre que vive.

Óscar Romero, padre de la iglesia latinoamericana

¿Quién fue Óscar Romero? Se han escrito muchas biografías excelentes sobre él.34 De hecho puede parecer que las narraciones sobre su vida, especialmente de su época como arzobispo, es todo lo que se ha escrito sobre él. En cierto modo esto es comprensible. Los años 70 y 80 marcaron un momento dramático para el pueblo en América Central. La gran desigualdad de ingresos, los intentos fallidos de reforma agraria y los rumores de una revolución al estilo cubano contribuyeron a cambiar el panorama social. Algunos esperaban que la iglesia sirviera como bastión de la estabilidad nacional, mientras que otros soñaban con un movimiento guerrillero cristiano. En este contexto, la elección de Romero para el principal cargo eclesial del país fue recibida con consternación por algunos y alivio por otros. Sin embargo, ambas reacciones leyeron mal al hombre y al momento. Días después de su nombramiento, el 12 de marzo de 1977, su amigo el padre Rutilio Grande y dos compañeros (Manuel Solórzano y Nelson Lemus) fueron asesinados mientras conducían hacia El Paisnal.
Algunos de los biógrafos de Romero se refieren a este momento como su conversión. El camino a El Paisnal fue el camino de Romero a Damasco. Ver esos tres cadáveres convirtió al obispo conservador, tímido y ratón de biblioteca en un profeta en llamas. El propio Romero prefirió hablar de la transformación causada por la visión de estos cuerpos no como una conversión sino como una conciencia creciente de lo que el Señor requería de un arzobispo en ese contexto.35 Sea como fuere, la muerte de Rutilio Grande dejó una profunda impresión en el ministerio de Romero como arzobispo. Situó el servicio de Romero como arzobispo bajo el signo del martirio. Ahora no había ninguna duda al respecto: él era el pastor de una iglesia perseguida. Al asesinato de Grande le siguieron los asesinatos de Alfonso Navarro (11 de mayo de 1977), Ernesto Barrera (28 de noviembre de 1977), Octavio Ortiz (20 de enero de 1979), Rafael Palacios (20 de julio de 1979) y Alirio Macías (4 de agosto de 1979), solo por nombrar a los sacerdotes.
Este libro no es otra biografía de Romero. En su lugar ofrezco aquí una reflexión sobre los títulos que la tradición ha perpetuado de su memoria. A esta tradición se la llama romerismo. La placa que cuelga en la pared de la casa donde vivió durante su época como arzobispo presenta los títulos de “profeta”, “mártir” y “santo”; pero la tradición de Romero también ha incluido otros títulos menos conocidos como “hijo de la iglesia” y “padre de la iglesia”.36 Antes de examinar esto, puede ser útil decir algunas palabras acerca de cómo creció la tradición de Romero.
El romerismo comenzó durante los años en que Romero sirvió como arzobispo.37 Sus fuentes principales fueron el púlpito, el camino y la oficina. La mayoría de las personas encontraron a Romero a través de sus homilías. La multitud desbordante en la catedral y la audiencia de radio sin precedentes proyectaron su voz mucho más allá de la del sacerdote típico o incluso del arzobispo. La tradición de Romero creció no solo a partir de la memoria de su palabra, sino también de los encuentros personales que muchos tuvieron con él. Romero visitó los cantones y las comunidades pobres de su arquidiócesis con mayor frecuencia de lo que era canónicamente requerido. Allí Romero experimentó de primera mano las condiciones de vida de su gente y la gente vio a su arzobispo caminando entre ellos. El arzobispado también contribuyó al desarrollo del romerismo. Durante su permanencia en San Salvador las puertas de las oficinas de la arquidiócesis recibieron a personas que buscaban ayuda para encontrar a familiares que habían desaparecido o en busca de justicia para alguien que había sido abusado o asesinado. Ellos encontraron en Romero un pastor compasivo y un fuerte defensor de su rebaño. Esto muestra que incluso antes de ser asesinado la gente tenía una rica colección de recuerdos y experiencias de Romero. Inmediatamente después de su muerte, las piezas del romerismo comenzaron a ensamblarse como en un mosaico. En la homilía de su misa fúnebre del 25 de marzo de 1980, Ricardo Urioste, vicario general del arzobispo, se lamentó: “Nos asesinaron a nuestro “padre”, nos asesinaron a nuestro “pastor”, nos asesinaron a nuestro “profeta” y nos asesinaron a nuestro “guía.”38 Urioste continuó hablando de Romero como “hombre de una profunda fe, de una profunda oración, de una constante comunicación con Dios”.39 Podría haber sido “acusado de blasfemo, un perturbador del orden público, un agitador de las masas”, y ridiculizado como “Marxnulfo Romero” (Arnulfo era su segundo nombre), pero para el clero y los religiosos de su arquidiócesis, su martirio fue la culminación de “una vida de profeta, de un pastor, de padre de todos los salvadoreños, especialmente de los más necesitados”.40 Un pequeño artículo biográfico publicado una semana después de su muerte lo describe de la siguiente manera: “Fue realmente un pastor, un profeta, un amigo, un hermano, un padre de todo el pueblo salvadoreño, especialmente de los más pobres, débiles, y marginados. Fue la voz de los sin voz… Era un hombre de oración, sólo así se comprende su fortaleza ante tanta dificultad. Hombre de gran calidad humana, sabía acoger a las personas, descubrirles sus valores”.41 La rica herencia que se vislumbra en estas descripciones fue ocultada en su entierro.42 Durante los tres años siguientes tras su muerte la jerarquía de la iglesia guardó silencio sobre su líder martirizado. Los aniversarios de su muerte en el Hospitalito, el centro de cuidados paliativos para el cáncer donde vivió y murió, fueron actos de bajo perfil. El nombre de Romero no era pronunciado en público. Su memoria sobrevivió en hogares de familia y organizaciones clandestinas. Pero las cosas comenzaron a cambiar en 1983 con la visita de Juan Pablo II a El Salvador. La imagen del pontífice polaco arrodillado ante la tumba del prelado salvadoreño fijó los ojos del mundo y de El Salvador en una tradición que había sido reprimida pero no quebrada. Las placas que adornaban la tumba dieron testimonio de la continua devoción de la gente y su gratitud por su intercesión en favor de sus vidas, en la muerte y por la vida más allá de la muerte. La visita no programada del Papa a la catedral donde Romero fue enterrado alentó al romerismo a abandonar las catacumbas y hacerse público. El periódico arquidiocesano Orientación comenzó a publicar extractos de sus homilías. La Universidad de América Central “José Simeón Cañas” (más conocido como UCA) construyó una capilla en honor a su memoria y remeras fueron impresas con su rostro. Durante la mayor parte de los años 80 quienes difundieron más enérgicamente el romerismo fueron las organizaciones políticas de izquierda. Naturalmente, el Romero que transmitían estaba pintado de colores populistas y revolucionarios. De hecho, uno de los principales obstáculos para su canonización fue la explotación por los sectores de izquierda de su martirio y memoria.
Una nueva etapa en el romerismo se inauguró con la firma de los acuerdos de paz en 1992. El colapso de la Unión Soviética y el fin de la guerra civil abrieron las puertas a una mayor difusión de su memoria. Se organizaron celebraciones masivas para los 15 de agosto, el aniversario de su nacimiento, y los 24 de marzo, el de su muerte. Estas fechas se convirtieron en días santos en el calendario del romerismo. Curiosamente la Fiesta de la Transfiguración (la fiesta nacional en que Romero publicaba sus cartas pastorales) nunca se ha incluido en este calendario. La creciente aceptación pública de estas celebraciones contribuyó a la consolidación de una geografía del romerismo. El Hospitalito y la catedral (y en menor m...

Índice

  1. Siglas y Abreviaturas
  2. Agradecimientos
  3. Agradecimientos para la edición castellana
  4. Introducción. La canción latinoamericana y la teología de la transfiguración
  5. Capítulo 1. Introducción a un escándalo
  6. Capítulo 2. Micrófonos de Cristo
  7. Capítulo 3. La transfiguración de El Salvador
  8. Capítulo 4. El rostro del Divino Salvador
  9. Capítulo 5. El pueblo transfigurado de Dios
  10. Capítulo 6. La visión de Dios
  11. Bibliografía