Comentario al Nuevo Testamento Vol. 16
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Comentario al Nuevo Testamento Vol. 16

Apocalipsis I

  1. 208 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Comentario al Nuevo Testamento Vol. 16

Apocalipsis I

Descripción del libro

William Barclay fue pastor de la Iglesia de Escocia y profesor de N.T. en la Universidad de Glasgow. Es conocido y apreciado internacionalmente como maestro en el arte de la exposición bíblica. Entre sus más de sesenta obras la que ha alcanzado mayor difusión y reconocimiento en muchos países y lenguas es, sin duda, el Comentario al Nuevo Testamento, que presentamos en esta nueva edición española actualizada. Los 17 volúmenes que componen este comentario han sido libro de texto obligado para los estudiantes de la mayoría de seminarios en numerosos países durante años.

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Información

Año
2012
ISBN del libro electrónico
9788482677255
LOS TÍTULOS DEL SEÑOR RESUCITADO (1)
Apocalipsis 1:14-18 (continuación)
Consideremos brevemente cada uno de los títulos que corresponden al Señor Resucitado.
Tenía la cabeza y el pelo blancos, tan blancos como la lana, o más, como la nieve.
Esto, tomado de la descripción del Anciano de Días de Daniel 7:9, representa dos cosas. (a) Representa una gran edad; y nos habla de la existencia eterna de Jesucristo. (b) Nos habla de Su pureza divina. La nieve y la lana blanca son los emblemas de la pureza inmaculada. «Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana» (Isaías 1:18). Aquí tenemos los símbolos de la preexistencia y la impecabilidad de Cristo.
Tenía los ojos como fuego llameante.
Juan tiene siempre en mente a Daniel, y esta es parte de la descripción de la figura divina que le trajo la visión a Daniel. «Sus ojos antorchas de fuego» (Daniel 10:6). Cuando leemos la historia evangélica sacamos la impresión de que el que había visto una vez los ojos de Jesús ya no los podía olvidar. Una y otra vez se nos describen recorriendo un círculo de personas (Marcos 3:34; 10:23; 11:11); a veces, llameando de ira (Marcos 3:5); a veces, fijándose con amor en alguien (Marcos 10:21); y a veces inundados de dolor por las heridas que Le habían infligido en lo más íntimo Sus amigos (Lucas 22:61).
Tenía los pies, como bronce pulido refinado a fuego en un crisol.
La palabra que traducimos por bronce pulido es jalkolíbanon. No se sabe a ciencia cierta qué metal era. Tal vez se trataba del fabuloso compuesto llamado electrum, que los antiguos creían que era una aleación de oro y plata, y más preciosa que cualquiera de los dos. Aquí de nuevo es el Antiguo Testamento el origen de la visión de Juan. En Daniel se nos dice del mensajero divino que eran «sus pies —¿o piernas?— como de color de bronce bruñido» (Daniel 10:6); en Ezequiel se dice de los seres angélicos que les centelleaban los pies a manera de bronce muy bruñido (Ezequiel 1:7). Puede ser que debamos ver dos cosas en esta figura. El bronce representa la fuerza, la estabilidad de Dios; y los rayos resplandecientes, la velocidad, la prontitud de Dios para venir en ayuda de los Suyos o para castigar el pecado.
Su voz era como el estruendo de muchas aguas.
Esta descripción corresponde a la voz de Dios en Ezequiel 43:2. Pero puede ser que podamos captar un eco de la isleta de Patmos. Como dice H. B. Swete: «El rugido del Egeo estaba en los oídos del vidente.» Y añade a continuación que la voz de Dios no se reduce a una sola nota. Aquí es como el rugido del mar, pero también puede ser como «el silbo apacible y delicado» (1 Reyes 19:12), o, como lo interpretó la versión griega del Antiguo Testamento, como una brisa benigna. Puede tronar una reprensión; o musitar consuelo tranquilizador como una nana materna a un bebé inquieto.
Tenía en Su diestra siete estrellas.
De nuevo tenemos aquí algo que es prerrogativa exclusiva de Dios. Pero es también algo precioso. Cuando el vidente cayó de temor reverente ante la visión, el Cristo Resucitado le tendió Su diestra y la puso suavemente sobre él diciéndole que no tuviera miedo. La mano de Cristo es suficientemente poderosa para sostener los cielos, y suficientemente benigna para enjugar nuestras lágrimas.
LOS TÍTULOS DEL SEÑOR RESUCITADO (2)
Apocalipsis 1:14-18 (conclusión)
Le salía de la boca una espada aguda de doble filo.
La espada a la que se hace referencia no era larga y estrecha como la de un esgrimidor, sino corta, con la forma de la lengua, que se usaba en el combate cuerpo a cuerpo. De nuevo vemos que el vidente ha acudido aquí y allá al Antiguo Testamento para encontrar la figura. Isaías decía de Dios: «Herirá la tierra con la vara de Su boca» (Isaías 11:4); y de Su Siervo: «Puso mi boca como espada afilada» (Isaías 49:2). Este símbolo nos habla de la cualidad penetrante de la Palabra de Dios. Si la escuchamos, no habrá escudo de autodecepción que la pueda resistir; desnuda nuestros propios engaños y nuestros pecados, y nos conduce al perdón. «La Palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que ninguna espada de doble filo: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a Quien tenemos que dar cuenta» (Hebreos 4:12s).
Su rostro era como el Sol cuando está en la plenitud de su resplandor.
En Jueces tenemos un cuadro imponente que bien puede ser que Juan tuviera en mente aquí. Los enemigos de Dios han de perecer, «pero Tus amigos serán como el sol cuando sale en su esplendor» (Jueces 5:31). Si eso es verdad de los que aman a Dios, ¡cuánto más lo será del amado Hijo de Dios! Swete ve aquí algo todavía más hermoso, nada menos que un recuerdo de la Transfiguración. En aquella ocasión, Jesús se transfiguró en presencia de Pedro, Santiago y Juan, «y resplandeció Su rostro como el sol» (Mateo 17:2). Nadie que Le hubiera contemplado entonces podría olvidar Su resplandor; y, si el autor de este libro es el mismo Juan, tal vez vio otra vez en el rostro del Cristo Resucitado la gloria que había intuido en el Monte de la Transfiguración.
Cuando Le vi, caí como muerto a Sus pies.
Esta fue también la experiencia de Ezequiel cuando Dios le habló (Ezequiel 1:28; 3:23; 43:3). Pero también podemos recordar otra historia evangélica de la que puede ser reflejo. Aquel día en Galilea cuando pescaron tantos peces y Pedro intuyó Quién era Jesús, cayó de rodillas ante Él abrumado por el sentimiento de que él no era más que un pecador (Lucas 5:1-11). Hasta el fin de nuestro camino no podemos sentir más que reverencia en la presencia de la santidad y la gloria del Cristo Resucitado.
—Deja de tener miedo.
Sin duda aquí nos encontramos también con reminiscencias de la historia evangélica, porque estas fueron palabras que los discípulos oyeron más de una vez de los labios de Jesús. Fueron las que les dirigió cuando se dirigió a ellos por el agua (Mateo 14:27; Marcos 6:50); y sobre todo fueron las que les habló en el Monte de la Transfiguración, cuando estaban aterrados por haber escuchado la voz divina (Mateo 17:7). Hasta en el Cielo, cuando lleguemos cerca de la gloria inaccesible, Jesús nos dirá: «Estoy aquí, no tengáis miedo.»
Yo soy el Primero y el Último.
En el Antiguo Testamento esta no es sino la descripción que hace Dios de Sí mismo (Isaías 44:6; 48:12). Jesús nos promete que Él está al principio y al final, en el momento del nacimiento y en el de la muerte, cuando iniciamos nuestro camino cristiano y cuando terminamos la carrera.
Soy el Viviente, aunque estuve muerto; y he aquí que estoy vivo para siempre jamás.
Aquí hay tanto la credencial como la promesa de Cristo, la credencial del Que ha conquistado la muerte y la promesa del Que está vivo para siempre para estar con Su pueblo.
Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
La muerte tiene sus puertas (Salmo 9:13; 107:18; Isaías 38:10); y Cristo tiene las llaves de esas puertas. Ha habido algunos, y todavía los hay, que han tomado estas palabras como una referencia al descendimiento a los infiernos (1 Pedro 3:18-20). La Iglesia antigua tenía la idea de que, cuando Jesús descendió al Hades, abrió sus puertas y sacó de allí a Abraham y a todos los fieles de Dios que habían vivido y muerto en generaciones pasadas; pero nosotros lo tomamos en el sentido aún más amplio de que Jesucristo ha abolido la muerte y sacado a luz la inmortalidad por el Evangelio (2 Timoteo 1:10); de que porque Él vive, nosotros también viviremos (Juan 14:19), y de que, por tanto, para los que Le amamos ya ha pasado para siempre la amargura de la muerte.
LAS IGLESIAS Y SUS ÁNGELES
Apocalipsis 1:20
—Aquí está el sentido secreto de las siete estrellas que has visto en Mi diestra y de los siete candelabros de oro. Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros son las siete iglesias.
Este pasaje empieza con una palabra que se usa en todo el Nuevo Testamento con un sentido específico. La versión Reina-Valera, y otras muchas, habla del misterio de las siete estrellas y de los siete candelabros de oro. La palabra griega mystêrion no quiere decir misterio en el sentido que le damos corrientemente, sino algo que no tiene sentido para el que está fuera, pero sí lo tiene, y mucho, para el que está iniciado y tiene la clave. Así es que aquí el Cristo Resucitado pasa a dar el sentido íntimo de las siete estrellas y de los siete candelabros de oro.
Los siete candelabros son las siete estrellas. Uno de los grandes títulos del cristiano es la luz del mundo (Mateo 5:14; Filipenses 2:15). Pero uno de los antiguos comentadores griegos ofrece una interpretación aguda en este punto. Dice que las iglesias son llamadas a ser, no la luz misma, sino la palmatoria en la que se coloca la luz. No son las mismas iglesias las que producen la luz; el Que da la luz es Jesucristo, y las iglesias no son más que las vasijas en las que brilla la luz. La luz cristiana es siempre una luz prestada.
Uno de los grandes problemas del Apocalipsis es decidir lo que Juan quiere decir con los ángeles de las iglesias. Se han propuesto varias explicaciones.
(i) La palabra ánguelos tiene dos sentidos. Puede querer decir ángel; pero mucho más frecuentemente quiere decir mensajero. Se ha sugerido que los mensajeros de todas las iglesias se habían reunido para recibir un mensaje de Juan y transmitírselo a sus congregaciones. Si es así, cada carta empezaba: «Al mensajero de la Iglesia de...» Por lo que se refiere al original esto es perfectamente posible; y hace buen sentido; pero la dificultad está en que ánguelos se usa en Apocalipsis unas cincuenta veces aparte de aquí y en las cartas a las siete iglesias, y siempre quiere decir ángel.
(ii) Se ha sugerido que ánguelos quiere decir ...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADA INTERIOR
  3. CRÉDITOS
  4. ÍNDICE
  5. PRESENTACIÓN
  6. INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS DE JUAN
  7. LA REVELACIÓN DE DIOS A LOS HOMBRES
  8. EL MENSAJE Y SUS DESTINATARIOS
  9. LO QUE HIZO JESÚS POR LA HUMANIDAD
  10. POR LA TRIBULACIÓN AL REINO
  11. LOS TÍTULOS DEL SEÑOR RESUCITADO (1)
  12. ÉFESO, CRISTO Y SU IGLESIA
  13. ESMIRNA, LA CORONA DE ASIA
  14. LA CARTA A PÉRGAMO
  15. TIATIRA EL PELIGRO DE LA COMPONENDA
  16. SARDES, MUERTE EN VIDA
  17. ¡SARDES, ALERTA!
  18. LA CARTA A LAODICEA
  19. LOS VEINTICUATRO ANCIANOS