
- 176 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Jesucristo falta a clase
Descripción del libro
El título de este libro quiere decir tres cosas: la primera, que Jesucristo debe ser un personaje de la escuela española y no lo es. La segunda es que "resulta inaceptable que en el año 2000 haya todavía más de 113 millones de niños sin acceso a la enseñanza primaria y 880 millones de adultos analfabetos" (Foro Mundial sobre la Educación, Dakar, Senegal, 26-28 de abril de 2000). Y la tercera es que muchas religiosas y religiosos, ¡y laicos! -mediante sus escuelas católicas-, han llevado a Jesucristo y su Evangelio "por todo el mundo" (Mc 16, 15). Pero seguirle no es fácil.
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Información
ISBN del libro electrónico
9788428826617Categoría
Teologia e religioneCategoría
Ministro del culto cristianoIII
LA CLASE DE RELIGIÓN COMO SERVICIO A TODOS
Este capítulo da cuenta de uno de los mayores fracasos de mi vida. En 1975 inicié mis clases como profesor de Religión en la Escuela universitaria de Magisterio, en la Universidad de Salamanca («la civil», como allí se dice para diferenciarla de «la Ponti»). Estuve catorce años, hasta 1989. Durante los primeros años era una materia obligatoria para todos y tuve muchísimos alumnos. Era otro régimen. Pero disfruté mucho y, como pasa casi siempre, hice buenísimos amigos y muchos de ellos todavía me recuerdan con agrado (seguro que tantos otros no). Más tarde, ya en Madrid, he dado clase de Teología (como allí llamaban al estudio del Hecho religioso y cristiano) en la Facultad de Informática, ahora sí, de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid, desde 1990 a 2005; quince años. Era una materia obligatoria para todos. Algunas veces vi traer sillas de otras aulas cuando yo iniciaba la clase, y recordarlo siempre anima mucho. (Seguro que más de un alumno no asistía a gusto a las clases o faltaba a ellas.) También estos alumnos (unos 200 cada curso) me saludan con agrado y yo a ellos. Pues bien, durante esos veintinueve años jamás me he encontrado con una alumna o alumno que rechazara la asignatura o pidiera su dispensa. Así que, evidentemente, este no es el fracaso de mi vida al que me refería, sino una gratísima experiencia y puede que un modesto éxito profesional. Lamento mucho haber tenido que dejar ese tipo de clases, que todavía echo de menos, al quedarme exclusivamente en la Facultad de Teología.
El fracaso consiste en la ineficacia de mis aportaciones para disminuir mi permanente desacuerdo con la teoría oficial sobre la clase de Religión en España. Teoría que procede de los Acuerdos de la Iglesia y el Estado español de 1979 y de su interpretación posterior, tanto por los gobiernos socialistas y del Partido Popular (¡durante ocho años!) como por los sucesivos obispos españoles de la Comisión de Enseñanza y Catequesis y de la Conferencia, en general. Solo me alegraron mucho sus Orientaciones pastorales sobre la Enseñanza Religiosa Escolar (ERE), de junio de 1979, poco después de aprobarse la Constitución española y firmar los Acuerdos con la Santa Sede. Los obispos diferenciaron con nitidez en esas Orientaciones la ERE de la catequesis escolar (no ya parroquial); aunque algún otro punto me pareció enseguida que era ambiguo y que daría problemas. Pero ellos mismos solicitaban ayuda para mejorar su reflexión y su enseñanza (n. 56).
Durante estos casi treinta años me he sentido fracasado cada vez que los obispos pleiteaban ante los tribunales con los gobiernos; o los profesores de Religión con los obispos o con el Ministerio de Educación; o también cada vez que las estadísticas y las anécdotas de los colegios señalan un descenso en el número de alumnos que estudian Religión; o casi siempre que cojo un libro de texto entre mis manos; y, sobre todo, cada vez que constato la enorme ignorancia de la juventud española actual sobre el cristianismo, como pude comprobar año tras año en la universidad. (Las quejas de los profesores de historia del arte ya son proverbiales.)
Nunca he logrado unir mi alegre experiencia personal en las clases de Religión con la normativa oficial todavía vigente y, a mi juicio, responsable de un fracaso mayor aún que el mío personal: el deterioro progresivo de la presencia de Jesucristo en la escuela española. Por desgracia no consigo acumular toda la culpa sobre los enemigos de la Iglesia y de la religión, que sin duda los hay. Se ve que me falta experiencia. O que me sobra.
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EL DEBATE CRÓNICO PEOR CURADO
Este fue el texto de la ponencia-marco con que se abrió el Simposio del mismo título celebrado en el centro cultural del Conde-Duque de Madrid, durante los díasl 16 y 17 de abril de 1999, y con el que se cerró un largo seminario de expertos convocado por el Instituto Fe y Secularidad en febrero de 1998 y dirigido personalmente hasta el simposio por el P. José Gómez Caffarena. Dicho instituto invitaba frecuentemente a estudiosos y expertos, creyentes o no, para reflexionar sobre asuntos de nuestro mundo, con máximo respeto por la autonomía de lo secular (Vaticano II, GS 36), aun tratándose –como era el caso– de cuestiones con alguna y clara dimensión religiosa.
Los ponentes de las distintas sesiones del seminario fueron: Antonio Salas Ximelis, Alfredo Fierro, José Juanco, Flavio Pajer, José Gómez Caffarena, Rafael Artacho, Agustín Domingo Moratalla, María Rosa de la Cierva, Francesc Riu, Luis Gómez Llorente y yo mismo. Después de la ponencia marco fueron ponentes del simposio: Amando de Miguel, Rafael Artacho y Herman Lombaerts. Los participantes en la primera mesa redonda sobre el papel de la religión en la formación humana: L. Gómez Llorente, Victoria Camps y Miguel Herrero de Miñón, moderados por Julio Trebolle; en la segunda, sobre el hecho religioso en la universidad, Adela Cortina, Manuel Maceiras, Raúl Vázquez y Javier Fernández Vallina. El director de la Fundación Encuentro, José María Martín Patino, moderó un panel adicional en el que participaron representantes de varios organismos y sindicatos: Francesc Riu, Rafael Villanueva, Adolfo Torrecilla, José Pérez, José Luis García Garrido y José Luis Sánchez. Del simposio pueden verse abundantes noticias en Religión y Escuela 128, 129 y 130 (1999), y no muchas referencias de prensa.
(He preferido no modificar el texto ni las notas, aun a sabiendas de que algunas cuestiones, laborales del profesorado por ejemplo, y por lo demás muy conocidas, hayan sufrido alteraciones y, ¡ojalá!, mejoras.)
Sabemos bien los creyentes que la armonía entre la fe y la razón nos permite hablar desde la fe con el lenguaje universal de todos los hombres y argumentar con él en la plaza pública, en la que tanto aprendemos nosotros mismos diariamente (GS 44). Más aún, sabemos que podemos estudiar la religión no solo desde la perspectiva de la propia fe (que es la teología), sino desde otras disciplinas convergentes, como la sociología, la historia, la psicología, la filología, la estética o la filosofía y fenomenología de la religión. Así que, aunque profesor de una Facultad de Teología, no pretendía en aquella ocasión (ni ahora) representar únicamente las posturas y razones internas a la comunidad cristiana en España, sino dialogar sobre la educación de los españoles con cuantos tienen interés por ella. Este diálogo, en que –a modo de circunferencias secantes– se encuentran (y no se enfrentan) los distintos planteamientos acerca del hecho religioso en nuestro sistema educativo, fue la tónica del seminario, cuya síntesis yo mismo elaboré. Un viaje a Toledo de aquella época me brindó la imagen con que representar la situación de la clase de religión en España: un coche encajado en una callejuela toledana sin que pudiera ya bajarse su despistado conductor ni lograra dar marcha atrás ni adelante.
EL HECHO RELIGIOSO EN EL SISTEMA EDUCATIVO ESPAÑOL 65
Esta ponencia-marco es deficitaria en alusiones a las religiones no cristianas e incluso no católicas. La gran mayoría católica de España arrastra sin querer la reflexión y los planteamientos hacia un referente único, la Iglesia católica, cuando no a su exclusiva jerarquía. Pero no debiera ser así. Si bien es verdad que la religión no se da nunca en una forma abstracta o genérica, sublimación o síntesis de todas las concretas o posibles religiones y, en ese sentido, es bien justo que los dialogantes sean los españoles concretos que pertenecen a esta o aquella religión, durante toda la ponencia están explícita o tácitamente incluidas las demás religiones, tengan o no presencia en la escuela española (de acuerdo con la normativa promulgada para ellas en 1992). Debemos tenerlo en cuenta, porque este mismo déficit de la ponencia suele repetirse en nuestro modo habitual de razonar, tanto de los partidarios de la religión en la escuela como de sus opositores: si nos descuidamos, pensamos solo en religión católica sí o no.
Por lo demás, nos situamos en el marco de la Constitución española y, en...
Índice
- Portadilla
- Presentación
- I. La escuela es un arma. Posturas cristianas
- II. Atender a la educación y a la fe
- III. La clase de religión como servicio a todos
- Notas
- Contenido
- Créditos