
- 192 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
La educación (com)partida
Descripción del libro
Un relato educativo que ofrece experiencias, reflexiones y saberes del autor a lo largo de su trayectoria como profesor. Un magnífico libro-regalo dedicado especialmente a los maestros y profesores, así como a los que actualmente se están formando para ello.
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Información
1
PROPUESTA
En 1935 se publicó en lengua española la primera edición de la obra El sentido de la vida (Der Sinn des Lebens), de Alfred Adler, un texto lamentablemente olvidado de este discípulo heterodoxo de Sigmund Freud, en el que se encuentran frases tan interpelantes como esta: «¿Qué ha pasado con aquellos hombres que no han contribuido en nada al bienestar de la generalidad de los mortales?»1. La pregunta por el sentido de la vida está latente en el ser humano y, en el momento menos pensado, irrumpe con énfasis. No disponemos de respuestas científicas a tal interrogación. Tampoco de un algoritmo, de una fórmula matemática o de un código universal. Disponemos de relatos y testimonios de personas que han tratado de dar sentido a sus vidas. No podemos ser ajenos a tales indagaciones, no podemos excluir esos relatos.
Al elaborar y ofrecer este relato educativo soy consciente de que en cierto modo narro mi vida, o más exactamente la lectura de mi vida. Como también soy consciente de proponer, a través del relato, una invitación a la búsqueda del sentido de la educación y, a través de ella, un sentido para la vida. No lo hago, obviamente, con afán doctrinal, mucho menos ejemplarizante, pero sí desde lo más sincero de mí mismo. Es, pues, un relato subjetivo, como todos los relatos, que se ofrece con el deseo de que pueda servir a otros. En todo caso, para compartirlo con quienes aman la educación y se preocupan por ella. Por eso es inevitable que, en el transcurso de la exposición, aparezcan mezcladas las reflexiones con las vivencias. Por eso mismo también la narración es en primera persona. Creo que es un deber de honradez intelectual advertirlo previamente, como creo también estar seguro de que así el relato será más vivo y cercano. Mi relato educativo es, pues, en buena medida mi relato de vida. En la educación, entendida en su más amplio sentido y en sus muchas dimensiones, he encontrado un sentido para mi vida. Como le ha ocurrido y ocurre a tantos profesores y maestros a lo largo del tiempo.
Las páginas que siguen constituyen un conjunto de ensayos y reflexiones sobre la educación y se nutren de lo que, en diversos momentos de mi trayectoria profesional, en libros, artículos, conferencias en diversos foros y ante distintos auditorios, participaciones en congresos nacionales e internacionales de carácter científico, he aportado y también aprendido. Algunas partes de este relato han sido publicadas previamente en otros formatos2. Ahora todo aparece aquí reunido y resumido, bajo un mismo título y tratando de que tenga una unidad, por el contenido mismo del relato y la manera de narrarlo.
2
EL PARADIGMA NARRATIVO. LA VIDA COMO LECTURA Y LA LECTURA COMO BÚSQUEDA DE SENTIDO
Al concebir este libro con el carácter de relato educativo, y, además, como de forma transversal hay una llamada en él hacia la búsqueda de sentido para la vida, parece obligado hacer unas consideraciones previas sobre lo que estos conceptos encierran y lo que personalmente pretendo transmitir al referirlos. Son consideraciones expresadas, en parte, en el discurso al que aludo más adelante, en el capítulo 6.
En la tradición universitaria de algunos países persiste la denominación del profesor como lector. Esto me ha llevado a pensar, en muchas ocasiones, que el oficio del profesor, del maestro en general, es enseñar a leer. Cuando el niño se acerca a la escuela, a leer las primeras letras. Y, conforme va creciendo, a leer, a interpretar la vida. Porque toda lectura es interpretación, y leer es interpretar; lector es, pues, equivalente a intérprete, e interpretar es dar sentido a algo, transformar signos en significados.
Vivimos no ya en una sociedad líquida3, sino en una sociedad frágil y difusa, en la que todo amenaza con romperse de la forma más inesperada, con la sensación de ser impelidos por fuerzas no controlables que inciden sobre la economía, la política, la educación, las relaciones interpersonales y los valores, y en la que, en consecuencia, se impone una tarea continua de recomposición, como el que trata de pegar los fragmentos de un hermoso jarrón hecho pedazos, para restablecer su unidad, su orden y su belleza.
Como contrapartida, tal vez esté surgiendo un nuevo paradigma: el paradigma de la persona, en un mundo en el que la comunicación yo-tú pueda cobrar un papel relevante, una nueva época marcada por lo emocional y el humanitarismo, tal vez hastiados todos por perseguir la satisfacción en la acumulación de objetos y apariencias. ¡El paradigma de la persona!, todo un lema, todo un programa.
La interpretación de la vida que a lo largo de estas páginas sugiero, se basa en una hermenéutica crítica, entendida como auto-reflexión4, dentro de los contextos en los que vivimos. La palabra «hermenéutica» puede entenderse también, en un sentido amplio, como lectura; su raíz griega significa expresión de un pensamiento y, desde ahí, explicarse, interpretarse.
En la novela de U. Eco La misteriosa llama de la reina Loana, un hombre se despierta de pronto en la cama de un hospital y es incapaz de reconocer a su mujer y a sus hijos. No reconoce a nadie ni nada, abre los ojos y mira desconcertado a su alrededor. Esa es la tremenda realidad del protagonista, que ha perdido la memoria. Para ayudarle en el proceso de recuperación, su esposa organiza pasar una temporada en el pueblo donde nació. En el desván de la casa encuentran libros, tebeos, discos, recortes de periódicos, carteles de películas, objetos que le acompañaron en los primeros años de su vida. Nuestro hombre inicia entonces una labor detectivesca para volver a dibujar el pasado y entenderlo. Descifrando, leyendo todos esos signos, termina por entenderlo todo, por recuperar la memoria y, en definitiva, el sentido de sí mismo.
Otra novela, de Tobías Wolf, se titula Vieja escuela, pero podría haberse titulado Adiós a las aulas, ya que evoca de manera subliminal el Adiós a las armas de E. Hemingway. Vieja escuela5 empieza con la vida de los alumnos de un colegio, en el que todos sueñan con ser escritores, y termina cuando el autor es considerado uno, famoso y respetado. Wolf trata de comunicar que un rasgo esencial de la literatura es hacernos imaginar lo que significa ser otra persona distinta de nosotros mismos. Leyendo a autores como Chejov, dice él, uno aprende a juzgar a los demás con compasión y tolerancia. Eso nos aportan los libros y sus autores, la literatura, pero también algo más, porque la literatura nos transporta al alma misma del lenguaje. Algo parecido dice Cervantes cuando afirma por boca del Quijote que la pluma es el lenguaje del alma. Leer, pues, nos acerca al alma de los otros y a nuestra propia alma.
Siguiendo el método escolástico, conviene aclarar previamente los términos a la hora de abordar un tema. El de la vida y la lectura reflejan, a mi entender, mejor que otros el significado del paso por una institución como la universidad o la escuela, mi paso, mis experiencias educativas, en paralelo a las de otros muchos dedicados a la misma tarea. Hablamos de lecciones de la memoria, o de algo tan tópico pero tan cierto como que el mejor libro es la vida, cuya dificultad para descifrarlo está en dar con las claves y los códigos adecuados. De unas y otros me ocupo a continuación.
El concepto de vida tiene un largo recorrido en la historia de la filosofía y del pensamiento. Desde Aristóteles, que la sitúa en el ámbito de la psicología, sacando su estudio de campos como la física o la historia natural6, pasando por otros muchos pensadores y filósofos, hasta llegar a Ortega y Gasset7, filósofo vitalista por excelencia. Para él, vivir es encontrarse en el mundo, hallarse envuelto y aprisionado por las cosas en cuanto circunstancias, pero sobre todo la vida es saberse viviendo. Vivir es un verse vivir. La vida humana es filosofar en ese camino emprendido para llegar a ser sí mismo.
Y, si hablamos de lectura, podríamos recordar, en los orígenes del saber universitario, a Hugo de San Víctor8, quien decía que dos son las cosas que posibilitan la adquisición de la ciencia: una es la lectio y otra la meditatio, la lectura y la meditación, la segunda como ampliación de la primera. Esta meditatio requiere interiorización, reflexión, discusión, contraste, argumentación, en el interior de uno mismo y en la intercomunicación personal. Lectura como interpretación, meditación como reflexión.
El concepto de sentido, por su parte, puede contemplarse también desde diversas perspectivas: semántica, finalista, estructural, lógica y motivadora, entre otras. Heidegger indicaba que el problema capital de la filosofía es el del sentido del ser, y Hartmann afirmaba que todo sentido es un sentido «para nosotros». El concepto de sentido es un concepto límite, pero mi posi...
Índice
- Portadilla
- Dedicatoria
- Prólogo
- 1. Propuesta
- 2. El paradigma narrativo. La vida como lectura y la lectura como búsqueda de sentido
- 3. Una entrevista-resumen
- 4. De la educación partida
- 5. ... a la educación (com)partida
- 6. La educación como ayuda en la búsqueda personal de sentido para la vida
- 7. Mi relato educativo en perspectiva universitaria
- 8. Contextos y aprendizajes
- 9. Los alumnos
- 10. ¿Qué pasa con los profesores?
- 11. ¿... y con la familia?
- 12. Las expectativas de los padres y las expectativas de los profesores frente a frente
- 13. La tutoría, espacio privilegiado para el encuentro educativo y ayuda a la búsqueda de sentido
- 14. Encarnar los valores
- 15. Discurso pedagógico contra el fanatismo y la intolerancia
- 16. Somos distintos y somos iguales. Discurso sobre la diversidad
- 17. Las tecnologías, ¿oportunidad o problema?
- 18. Desde los cimientos: el valor de la Educación Infantil
- 19. La música, aliada de la buena educación
- 20. De Atapuerca a Google. El desarrollo del ciclo vital y los cambios sociales
- 21. Epílogo con autorretrato agradecido de fondo
- Bibliografía
- Notas
- Contenido
- Créditos