Tres preguntas clave sobre Jesús
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Tres preguntas clave sobre Jesús

  1. 104 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Tres preguntas clave sobre Jesús

Descripción del libro

Existió realmente Jesús? ¿Es Dios? ¿Resucitó de los muertos? Jesús es uno de los personajes más cuestionados y debatidos de la historia. Este libro se adentra en las referencias históricas y bíblicas que prueban que la fe cristiana es auténtica, no un invento ni una locura.

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Información

Año
2016
ISBN del libro electrónico
9788482677996
¿Existió Jesús?
La Historia está llena de engaños: algunos cómicos, otros malignos; unos insignificantes, otros altamente peligrosos. Uno de los engaños más humorísticos y más extendidos de esta generación tiene que ver con dos pintores británicos, David Chorley y Douglas Bower. Durante un período de trece años (1978-91) vagaron furtivamente por las plantaciones de cereales del sur de Inglaterra, convirtiendo cada temporada entre veinticinco y treinta campos de cultivo en campos repletos de círculos misteriosos. Lo hacían usando una bovina de cuerda, unas tablas de madera y una barra de béisbol con una mirilla. Este engaño provocó una avalancha de explicaciones. Algunos creyeron que las formas circulares se debían al aterrizaje de unos ovnis. Otros, que los causantes habían sido unos relámpagos circulares creados por unas minúsculas ondas atmosféricas. ¡A raíz de todo esto surgió una nueva ciencia llamada “cereología” y una nueva academia llamada “The Circles Effect Research Unit”!1
Éste fue un engaño cómico. Pero, ¿qué ocurriría si tuviéramos que enfrentarnos a un engaño peligroso? Por ejemplo, ¿qué haríamos si se descubriera que el cristianismo está basado en un engaño? ¿Qué pasaría si saliera a la luz que Jesús no existió? Después de todo, ya han pasado dos mil años desde el supuesto nacimiento de Jesús. ¿Cómo podemos estar seguros de que ese suceso tan remoto ocurrió en realidad? ¿Qué ocurriría si millones de cristianos a lo largo de los siglos hubieran sido engañados al creer que Jesús de Nazaret fue una figura histórica?
En este capítulo quiero responder a todas estas preguntas. Podríamos empezar dirigiéndonos al Nuevo Testamento y examinando las evidencias que aparecen en los cuatro evangelios. Pero algunos podrían decir: “Esos documentos fueron obra de los primeros cristianos, a quienes les interesaba sostener que su fundador había sido un personaje real que había vivido en la Palestina del siglo primero. Por eso, no creeré que el cristianismo tiene una base fiable hasta que no me muestres un testimonio independiente: escritores contemporáneos que no eran cristianos, que no tenían ningún interés personal y que, no obstante, sabían que Jesús había existido”. Es una afirmación muy comprensible. Acepto el reto. Llamo a declarar a cuatro no cristianos, a un escritor de nacionalidad desconocida que estaba en Grecia, y a tres escritores romanos.2
Talus
Uno de los hechos frustrantes de la Historia es que la mayoría de los libros escritos en la Antigüedad no han sobrevivido. Por ejemplo, no se ha encontrado ninguno de los treinta y siete libros escritos por el emperador romano Claudio. Sabemos que existieron porque otros libros los mencionan o contienen citas de esos libros perdidos. Ese es también el caso del historiador Talus.3
Julio Africano, que vivió aproximadamente entre 160-240, era un cronógrafo cristiano que elaboró en cinco volúmenes una Cronografía hasta el 217 dC. De esta obra solo se conservan fragmentos, pero en uno de ellos se describe el terremoto y las tres horas de oscuridad que siguieron a la crucifixión de Jesús. Dice así:
En el tercer libro de su historia Talus llama a estas tinieblas un eclipse de sol, lo cual es, en mi opinión, un error.4
Según Eusebio, historiador de la iglesia primitiva, Talus escribió (en griego) una historia del mundo en tres volúmenes. No podemos estar seguros del momento en que Talus escribió sus Crónicas, pero lo más probable es que fuera a mitad del primer siglo de nuestra era.5
¿Qué podemos concluir de este fragmento de Julio Africano sobre el contenido de la afirmación de Talus? Está claro que Talus no escribió aquello simplemente para registrar que durante el reinado de Tiberio hubo un eclipse del sol, como G. A. Wells cree.6 Lo que estaba haciendo era describir “estas tinieblas”, las extraordinarias “tinieblas” que cubrieron la Tierra cuando Jesús murió (cf. Lc. 23:44-45), las cuales, de paso, define como un eclipse solar. Si Africano solo estuviera cuestionando la exactitud de los detalles que Talus ofrece (que un eclipse había tenido lugar en un momento concreto), no habría rechazado esa información con una expresión como “es, en mi opinión, un error”. Lo que Africano estaba rechazando era la explicación naturalista que Talus intenta dar, no el eclipse solar en sí. Asegura que la explicación de Talus no es satisfactoria porque los eclipses solares no pueden darse en época de luna llena. (Jesús fue crucificado durante la Pascua, que coincide con la luna llena). Está claro que tanto Talus como Africano dan por sentado que cuando crucificaron a Jesús hubo unas tinieblas fuera de lo normal.
Por tanto, Talus conocía algo la tradición cristiana de la Pasión de Jesús, y en sus Crónicas menciona las tinieblas preternaturales, que él aceptó como un hecho, aunque las veía como un fenómeno que podía explicarse sin recurrir a lo sobrenatural, como hacían los cristianos. Obviamente, un historiador que hace alusión y que acepta como fiable la tradición de que la muerte de Cristo estuvo acompañada de unas tinieblas fuera de lo común, también acepta la existencia de Cristo. Así, que sepamos, Talus es el primer escritor no cristiano que hace referencia a la figura de Jesús.
Plinio el Joven
Pasamos al siguiente testigo. Ahora sí que podemos recurrir directamente a su obra, y podremos analizar un pasaje mucho más largo que el del autor anterior.
Plinio el Joven (61-112 dC. aprox.) se formó en Roma en la abogacía, trabajó en los tribunales civiles y ocupó una serie de cargos administrativos (entre otras cosas, fue pretor y cónsul). En el año 110 el emperador Trajano le encargó que restaurara el orden en la desorganizada provincia de Ponto y Bitinia. Entre el 100 y el 109 Plinio publicó nueve compilaciones de cartas, entre las cuales había desde notas personales hasta breves ensayos. El décimo libro de sus cartas, que cubre el periodo entre el 110 y el 112, contiene su correspondencia oficial con el Emperador referente a varios problemas administrativos que surgieron en la región de Ponto y Bitinia.
En la carta 96 del libro 10, escrita alrededor del año 111, Plinio informa a Trajano de que el cristianismo se está extendiendo tan rápidamente en su provincia, tanto en la ciudad como en las zonas rurales, que los templos están “siendo abandonados” y que las ventas de forraje para los animales de los sacrificios han bajado en picado. Ya hacía algún tiempo que se presentaban acusaciones formales contra los cristianos y, probablemente, por parte de los comerciantes, y Plinio había presidido los juicios. Como el número de acusaciones estaba creciendo de una forma desmesurada, consulta a Trajano sobre las siguientes cuestiones: ¿debo discriminar en función de la edad?; ¿renunciar al cristianismo se premia con la indulgencia?; ¿debo castigar a todos los que profesen ser cristianos, o solo cuando realicen las “escandalosas prácticas” que les caracterizan?7
Mientras revisa los primeros procesos en los que juzgó acusaciones anónimas, Plinio informa a Trajano de que algunas personas, a quienes parece ser que se les ha acusado falsamente de ser cristianas, invocaron a los dioses del Estado cuando se les ordenó, adoraron la imagen del Emperador con incienso y vino, y también “maldijeron a Cristo”. Otros, que decían que habían renunciado a la fe cristiana que antes profesaban, también adoraron la imagen del Emperador y las estatuas de los dioses y “maldijeron a Cristo”. Plinio continúa:
Pero sostenían que su única culpa o error consistía en lo siguiente: tener la costumbre de reunirse un día concreto antes del amanecer y cantar un himno antifonal a Cristo como si cantaran a un dios. (Epístolas 10:96:7)
Así, vemos que esta carta contiene tres referencias a “Cristo” (en latín, Christus). Algunos han sugerido que aquí el término se usa como un título (“Mesías”), y no como un nombre propio que hace referencia a una persona (“Cristo”)8 . Pero esta es una afirmación sin fundamento. ¿Qué sentido tendría pedir a alguien, judío o no judío, que para probar su retractación maldijera a una figura que no era más que un objeto de esperanza? ¿Y por qué iban a cantar los cristianos un himno de alabanza a un Mesías que solo era una esperanza, y no un personaje histórico? No hay evidencias de la existencia de una secta mesiánica cristiana o judía cuyo objeto de adoración fuera una figura de leyenda o un mito. No, el “Cristo” que algunos creyentes de Ponto tenían que maldecir no era otro que Jesucristo de Nazaret.
Plinio afirma que estos cristianos tenían la costumbre de cantar un himno Christo quasi deo. Tuviera el significado que tuviera esta expresión latina para aquellos que un día habían sido cristianos, y que ahora declaraban ante Plinio, no creo que Plinio entendiera “a Cristo como si cantaran a un dios”9. Si Plinio hubiera considerado a Jesús como a un dios comparable con Asclepio o Osiris, habría escrito Christo deo o deo Christo (“a Cristo el dios” o “al dios Cristo”). La palabra quasi (“como si” o “casi”) evidencia la peculiaridad de Jesús en relación con los otros dioses. ¿En qué consistía esa peculiaridad? En que, a diferencia de otros dioses a los que se rendía adoración, Cristo era una persona que había vivido en la Tierra.
En ocasiones, se dice que esta referencia a la adoración de Cristo no es una “evidencia independiente” puesto que Plinio solo se está haciendo eco de la creencia cristiana10. Sin embargo, esta información sobre la adoración a Cristo venía de personas que ya habían abandonado la fe cristiana cuando declararon ante Plinio (es decir, la evidencia de la que estamos hablando)11; por lo que es casi imposible que crearan evidencias que pudieran usarse en su contra, pues aún les podían acusar de adorar a una figura no reconocida como un dios del Estado. Más aún, las dos referencias anteriores a “maldecir a Cristo” que aparecen en esta carta son de la pluma de Plinio, quien había descrito la acción de maldecir a Cristo como una de las tres maneras en las que los cristianos podían probar que habían renegado de su lealtad a Cristo.
Por tanto, Plinio nos ofrece un testimonio suficientemente claro de que Jesús fue una figura histórica cuya influencia aún era palpable en la provincia romana de Ponto y Bitinia unos ochenta años después de su muerte.
Tácito
El siguiente testigo secular que aporta evidencias que demuestran la existencia de Jesús puede describirse como el historiador más distinguido de la Antigüedad.
Cornelio Tácito nació aproximadamente en el año 56 dC. y es posible que viviera hasta el reinado de Adriano (117-138). Sirvió como consul suffectus en el año 97 bajo el poder de Nerva y como procónsul de Asia entre el 112 y el 113. Compuso dos grandes obras: Anales, que cubre los reinados de Tiberio, Gayo, Claudio y Nerón (14-68) en dieciocho volúmenes, de los cuales aún se conservan la mitad, e Historias, que abarca desde el 69 al 96 dC., en doce volúmenes, de los que solo tenemos del 1 al 4 y una sección del 5.
En los Anales, escritos alrededor del año 115, cuando en el libro 15 está describiendo los sucesos del año 64, Tácito explica de forma muy viva cómo diez de los catorce distritos de Roma fueron arrasados por incendios que duraron más de seis días y que superaron todas las estratagemas (15:38-40). Como la gente creía que Nerón tenía el afán de fundar una nueva capital y llamarla con su nombre (15:40), enseguida empezó a propagarse el rumor de que Nerón mismo había provocado el incendio. Según Tácito, el Emperador intentó eliminar aquel rumor echando la culpa de aquel desastre a los cristianos. Empezaron a arrestar a cristianos y con la información que algunos de ellos dieron (probablemente bajo tortura), siguieron arrestando a muchos más. Todos fueron castigados “con los instrumentos de crueldad más refinados” (15:44).
En cuanto a este grupo de gente a los que «popularmente se llamaba ‘cristianos’», Tácito observa lo siguiente:
Su nombre proviene de Cristo, a quien el procurador Poncio Pilato condenó a la pena capital durante el reinado de Tiberio (15:44).
No hay evidencias que respalden a aquellos que dicen que este pasaje no es auténtico. El estilo en el que está redactado este fragmento es claramente de Tácito. Además, las referencias a los cristianos y a Cristo que aparecen en el episodio del gran incendio concuerdan con el contexto. Tácito relata la estratagema final de Nerón para ahogar el escándalo y recuperar la aprobación popular. Después de destinar las riquezas del Imperio a la reconstrucción, de formular rigurosas normas de construcción y precauciones contra los incendios, y de intentar aplacar a los dioses, acabó “fabricando cabezas de turco”. Tácito también sugiere que los cristianos se merecían el mismo destino que el fundador de su movimiento, la ejecución. Finalmente, en su afán por encontrar en la Historia relaciones de causa-efecto y, en particular, por descubrir el origen de sucesos importantes en incidentes aparentemente insignificantes, Tácito revela el origen de esa secta religiosa odiosa que en el año 64 se ganó la atención del mismo Emperador. Esa “superstición perniciosa” había sobrevivido al “revés temporal” de la crucifixión de su fundador en Judea en los años 30 “para, a partir de ahí, empezar a extenderse, no solo en Judea, de donde vino el mal, sino también en la capital” (15:44) en los 60. Y, para Tácito, los sucesos que afectaban en Roma a su Emperador eran de importancia universal, ya que Roma era el centro del mundo y el Emperador, el centro de Roma.
Así, es casi imposible que un cristiano falso se inventara una historia que incluyera a cristianos soplones cuya traición convenciera a una “vasta multitud” de cristianos. También es muy poco probable que un impostor ejerciera una influencia tan grande sobre el mayor historiador romano hasta lograr que éste hablara del cristianismo de forma tan despreciativa. La...

Índice

  1. Cubierta
  2. Página del título
  3. Derechos de autor
  4. Índice
  5. Presentación de la Colección Teológica Contemporánea
  6. Prefacio
  7. Agradecimientos
  8. 1. ¿Existió Jesús?
  9. 2. ¿Resucitó Jesús de entre los muertos?
  10. 3. ¿Es Jesús Dios?
  11. Epílogo
  12. Apéndice: Una propuesta de armonización de los pasajes de la Resurrección
  13. Bibliografía