Diálogos con Göran Therborn, Philippe Van Parijs y Nicolas Duvoux
Más allá del neoliberalismo
Diálogo con Göran Therborn
Potsdam, Alemania. 20 de mayo de 2016
Göran Therborn es profesor emérito de sociología de la Universidad de Cambridge. Su obra aborda temas como el presente de las clases sociales, donde discute la conformación de la estructura social durante los siglos XX y XXI, y el concepto de ideología desde una perspectiva postmarxista. Asimismo, sus trabajos se han abocado al estudio de las desigualdades sociales y las formas del Estado Social en Europa y distintas regiones del mundo, liderando algunos de los más importantes textos teóricos de actualidad sobre estas temáticas.
La vida intelectual de Göran Therborn se cruza con la de un activo militante que ha apoyado diversas causas antiimperialistas y movimientos sociales que promueven los derechos sociales. Centrado en estas temáticas, su trabajo se instala en un diálogo permanente entre la teoría y la experiencia política y social, lo que ha dado lugar a la publicación de libros y artículos en múltiples revistas que han sido traducidos en más de veinticuatro idiomas.
Nos reunimos con Göran Therborn para conversar sobre el presente y los desafíos del Estado Social en las dependencias de la organización sindical VER.DI en Potsdam, una de las federaciones sindicales más importantes de Alemania. Göran Therborn accedió a darnos esta entrevista en medio de una conferencia en la que participó junto a un grupo de intelectuales de distintos países, con los que se encuentra elaborando un diccionario de conceptos afines al marxismo.
Antes de hablar sobre el Estado Social pensamos que sería importante abordar las tendencias actuales de la desigualdad a nivel global. Sirve para situar la entrevista y su experiencia investigando ambos temas, y también porque parece imposible no preguntarse sobre el influjo de las desigualdades sociales en las configuraciones de un Estado Social.
Usted viene estudiando el comportamiento de las desigualdades sociales desde hace décadas, pero pareciera ser que, a nivel general, la desigualdad es un problema social más reciente. Incluso podemos decir que la desigualdad no estaba en el centro de la agenda pública. Sin embargo, de un tiempo a esta parte vemos que es un tema que está presente en múltiples foros y que cruza todo el debate en torno a la construcción de políticas públicas. ¿Por qué la desigualdad se tomó la agenda pública?
Yo creo que la desigualdad se convirtió en un debate central después de la crisis financiera del año 2008. Esa fue una de las grandes razones por la cual tanta gente, especialmente en los Estados Unidos, se dio cuenta que la desigualdad se había disparado de manera extraordinaria en las últimas tres décadas. Y esto generó que personas de distintas áreas de estudio, incluidos algunos individuos con cierta autoridad como Joseph Stiglitz, ganador de un Premio Nobel de Economía, hicieran un paralelo con la crisis económica de 1929. El impacto de dicha crisis irradió el mundo entero y estuvo precedida por un crecimiento de la desigualdad similar al que vemos ahora. Entonces este argumento se tomó el debate público y puso en la discusión que una de las causas de la crisis financiera había sido el incremento de la desigualdad. Quedó la idea que el aumento de la desigualdad es una causa de la inestabilidad económica y esto influyó en que la crisis se haya expandido.
Posteriormente vemos que, creo que en el año 2010 o 2011, el Foro Económico Mundial de Davos, donde se reúne la elite económica mundial, se focalizó en la desigualdad. Eso sucedió no porque la elite estuviera infeliz con los ingresos de la población mundial o con la pobreza que experimenta un grupo importante de personas, sino por la inestabilidad que la desigualdad estaba generando en todo el sistema económico alrededor del mundo. Entonces, la crisis de 2008 puso el tema de la desigualdad en la agenda y ahí se fue quedando, porque, además, la cobertura que se le dio a este asunto por los grandes medios de comunicación mostró que la desigualdad continuó creciendo. Hoy en día para nadie es un misterio que los ingresos que perciben los ejecutivos de las grandes corporaciones crecen de manera excesiva.
Ahora bien, esta mediatización del tema es paradójica, pues la tendencia que destaca un crecimiento de la desigualdad en el discurso público, donde podemos situar los aportes del libro de Thomas Piketty, va acompañada al mismo tiempo de una inmovilidad. A pesar de que estamos más conscientes de las desigualdades sociales, en ningún lugar del mundo se han tomado medidas serias contra ellas. Por ejemplo, los programas políticos que tuvieron un impacto sobre la desigualdad en Latinoamérica fueron establecidos con anterioridad a la crisis financiera, de modo que ningún país, ningún gobierno, ha propuesto alguna medida para reducir la desigualdad económica después de 2008. En ninguna parte, inclusive en Europa del oeste o el área norte-atlántica.
El discurso igualitario que se levantó en las elecciones españolas y portuguesas algo ayudó a cambiar el panorama, como la campaña de Bernie Sanders, pero el balance es negativo. Incluso en los países donde los sindicatos son bastante fuertes aún, como Bélgica, Finlandia, Suecia, los países escandinavos en general, no se ven cambios sustantivos y parece que en alguna medida también han claudicado. No veo planes para combatir la desigualdad, y por eso la desigualdad continúa aumentando, porque la estructura de condiciones que subyace a ella no ha cambiado.
¿Usted cree que es posible caracterizar esa estructura de condiciones que determina la desigualdad?
Sí, y yo lo haría subrayando tres grandes tendencias. La primera es la financiarización del capital en los Estados Unidos y en la Europa del oeste, lo que es muy importante por dos razones. Primero, porque la financiarización es una causa generadora de desigualdades en sí misma y esto conecta con lo segundo: que las capas más ricas de la sociedad capitalista se han vuelto muy poco dependientes del trabajo y, por lo tanto, de la gente común y corriente en general. La riqueza de las finanzas es producida en el intercambio entre diferentes agentes financieros al interior de un grupo selecto, lo que ha conllevado progresivamente a que este tipo de elite se aísle social y políticamente del resto de la sociedad.
Esto para mí explica en gran medida por qué los miembros de estos grupos pueden acumular una riqueza desproporcionada sin muchas protestas sociales de por medio. Este grupo existe desde siempre y, por supuesto, ya era bastante poderoso durante la crisis de 2008, pero si miramos lo que pasó desde ese entonces, uno observa una acumulación extraordinaria de riqueza privada. Se detuvo por uno o dos años, pero luego continuó y esa es una tendencia que se asocia de forma clara con la clausura de este grupo de agentes.
En relación, pero no incluido en el punto anterior, aparece una segunda tendencia que podemos llamar la segmentación de la sociedad. Este fenómeno se observa en diversas partes del mundo, pero en algunas es más patente por los quiebres que supone en los logros alcanzados en el bienestar de su población. Por ejemplo, la segmentación de la sociedad es particularmente notable en Europa, en contraste con los Estados Unidos, porque las sociedades de Europa del oeste estuvieron anteriormente bien integradas, especialmente los países escandinavos. Sin embargo, hoy en día, incluso en este tipo de países, se aprecia una segmentación de lo social. Es decir, una sociedad que se divide en capas que casi no se tocan. Una capa de individuos muy enriquecida, aislada del resto. Luego, una suerte de clase media alta que lo está haciendo razonablemente bien, que es estable y posee salarios bastante buenos. Por supuesto, no al nivel del 1% o 0,1% más rico, pero de todas maneras bien posicionada. Le sigue una clase media popular que no muestra avances considerables y que incluso está experimentando una declinación relativa, por ejemplo en los Estados Unidos, pero que todavía no es tan visible en los países de Europa occidental. Debajo de esta clase tenemos una clase trabajadora estable, que está disminuyendo en tamaño pero que continúa existiendo y que podemos ver, por ejemplo, ahora en París y las luchas que se dan en contra de las nuevas leyes laborales que se están proponiendo. Y, finalmente, tenemos un sector de rápido crecimiento que podemos llamar precariado y un sector que siempre ha existido en Estados Unidos pero que está ganando cada vez mayor presencia, sobre todo en Europa occidental, y que lo podemos entender como una subclase o clase marginal de individuos, que son mayoritariamente desempleados, con empleos temporales o personas que se ubican fuera del mercado laboral. Una clase marginal que está fuertemente racializada o asociada a ciertas etnias.
Y en tercer lugar existe un cambio geográfico en el capitalismo mundial que ha afectado fuertemente las desigualdades. Por supuesto, este cambio tiene a China como un factor crucial y de manera más general a los países del sur, al sur global. Por ejemplo, el crecimiento de China ha sido muy importante por sus implicancias en la estructura del trabajo en Latinoamérica y África, y estos cambios conllevan a su vez otros en la economía nacional de estos países. Para mí, estos elementos resumen las tres mayores tendencias en el escenario actual.
De acuerdo con estas tendencias descritas, vemos que se producen transformaciones a nivel económico y en lo social. ¿Cómo se expresa esto en lo político? ¿Cuál es la relación entre capitalismo y democracia?
Siempre ha existido una distancia y una tensión entre capitalismo y democracia, porque los capitalistas siempre han sido una minoría. A lo largo de la historia se han construido puentes a modo de compromisos, donde se han protegido los derechos de propiedad a cambio de derechos sociales, pero en este nuevo escenario todo eso se está erosionando.
Pienso que una de las cosas más sorprendentes que ha pasado en esta relación entre capitalismo y democracia ha sido el abandono de las clases populares por parte de las elites políticas, incluyendo a la socialdemocracia y el social-liberalismo. Uno puede ver esto muy fuertemente, por ejemplo, en lo que está pasando ahora en Francia o lo que pasó con el Partido Laborista inglés durante todo el periodo de Tony Blair. También es visible en las socialdemocracias escandinavas y, ciertamente, en la socialdemocracia alemana donde las políticas económicas introducidas por el gobierno de Schroeder hace diez años afectaron a toda la clase obrera. Hablo de las reformas políticas que han hecho la vida más difícil, especialmente para los sectores más precarios. Se debe admitir que esas políticas contribuyen a que el desempleo se mantenga relativamente bajo, por ejemplo más bajo en Alemania que en Francia. No obstante, que las personas puedan mantener su empleo no implica que esto no tenga costos asociados, como los bajos salarios que se instauraron en Alemania.
Tenemos entonces, por un lado, a las elites que miran a los Estados sociales desde la perspectiv...