
- 304 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Diccionario Manual Teológico
Descripción del libro
Puesta al día de los conceptos claves de la teología, movimientos, corrientes, ideas y doctrinas.
La obra se articula en torno:
-Palabras de uso exclusivo de la teología
-Palabras que se emplean en teología con sentidos diferentes a los del uso común
-Palabras de importancia secundaria en teología pero que aparecen en las obras teológicas, cuyo significado y uso es preciso conocer
-Palabras de uso relativamente común, pero de importancia primaria en las labores teológicas, como "Dios" y "teología"
La obra se articula en torno:
-Palabras de uso exclusivo de la teología
-Palabras que se emplean en teología con sentidos diferentes a los del uso común
-Palabras de importancia secundaria en teología pero que aparecen en las obras teológicas, cuyo significado y uso es preciso conocer
-Palabras de uso relativamente común, pero de importancia primaria en las labores teológicas, como "Dios" y "teología"
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Diccionario Manual Teológico de Justo González en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Teología y religión y Referencia bíblica. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
Categoría
Teología y religiónCategoría
Referencia bíblicaA
Absolución. La acción de absolver o dejar libre. En contextos teológicos se refiere al perdón del pecador. Desde fecha muy temprana, se acostumbraba que la iglesia orase por la absolución de los pecadores que confesaban sus pecados—que Dios les perdonase, les dejase libres. En los siglos octavo y noveno se hizo costumbre, en lugar de orar por la absolución del pecador, que el sacerdote le declarase libre. Así vino a ser parte del sacramento de la →penitencia, cuando el sacerdote declara: “Te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Accidente. Aparte de su sentido común, con referencia a lo que sucede por azar o sin propósito premeditado, en el discurso filosófico y teológico un accidente es una →propiedad de una sustancia, cuando tal propiedad no es esencial a la naturaleza de la sustancia misma. La redondez de una bola no es un accidente, sino una propiedad sustancial de la bola misma. Por otra parte, su color sí es un accidente o una propiedad accidental, puesto que una bola de otro color puede existir. En el campo de la teología este término se encuentra con mayor frecuencia en dos contextos: primero, en la aserción de que no hay accidentes en Dios, puesto que los accidentes son por definición →contingentes, y en la naturaleza divina no hay contingencia. En segundo lugar, el término se usa frecuentemente en discusiones acerca de la presencia del cuerpo y sangre de Cristo en la →eucaristía, particularmente en explicaciones sobre la doctrina de la →transubstanciación.
Acomodación. Vocablo con dos sentidos muy diferentes, según su contexto. En tratados sobre la revelación se refiere a la necesidad de que la revelación de Dios se adapte (se acomode) a la capacidad humana de comprensión y recepción. Así, por ejemplo, al discutir la autoridad de las Escrituras, o las enseñanzas de Jesús, frecuentemente se utiliza este principio de acomodación para afirmar que las Escrituras, a pesar de ser infalibles, se ajustan a sus lectores, y que Jesús hace lo mismo respecto a su audiencia. Encontramos un ejemplo de tal acomodación cuando Calvino afirma que la razón por la cual se dice que Josué detuvo el sol y la luna, cuando de hecho es la tierra la que se mueve, es porque una descripción astronómicamente correcta de aquellos acontecimientos no hubiera sido comprensible cuando esas palabras se escribieron.
Hoy el mismo vocablo se utiliza con mayor frecuencia en contextos misiológicos, donde se refiere a los esfuerzos por parte de los misioneros de presentar sus enseñanzas tomando en cuenta la cultura a que se dirigen (→Aculturación). Los misioneros jesuitas Roberto de Nobili en la India y Matteo Ricci en China propusieron tal acomodación. Frente a ellos se levantó la resistencia de los elementos más tradicionales dentro del catolicismo romano, lo cual dio lugar a la “controversia de los ritos malabares” y a la “controversia de los ritos chinos”.
Aculturación. El proceso mediante el cual quienes intentan comunicar la fe en otras culturas buscan construir puentes entre su fe y esas culturas (→Acomodación). Contrasta con la →enculturación. La principal diferencia entre ambas está en que, mientras en la aculturación es el misionero quien busca la adaptación, en la enculturación son los receptores de la fe quienes, al aceptar el evangelio, lo hacen en términos de su propia cultura, unas veces intencionalmente y otras inconscientemente.
Acto (acto puro; actualidad). En la filosofía aristotélica y medieval, una →potencialidad realizada. Una semilla es un árbol en potencia, aunque en acto sigue siendo semilla. Cuando la potencialidad de la semilla se realiza, entonces viene a ser un árbol en actualidad. La distinción entre acto y potencia se ha usado tradicionalmente para explicar el movimiento, así como todo otro cambio. Cuando algo se mueve de un lugar a otro, ello es posible porque potencialmente estaba ya en el segundo lugar. Los seres →contingentes pueden estar en potencia en diversos lugares, pero en acto solamente en uno. En contraste, Dios, quien es puro acto, está en todos los lugares.
Adiáfora. Literalmente, cuestiones indiferentes. En el contexto teológico, se refiere a aquello que la escritura ni manda ni prohíbe, así como también a opiniones teológicas que, sin formar parte de la doctrina ortodoxa, tampoco la contradicen. El tema de la adiáfora se volvió controversial entre los luteranos del siglo dieciséis, después de la muerte de Lutero, cuando Melanchthon y sus seguidores declararon que era lícito aceptar ciertas prácticas en aras de la paz y la unidad, mientras los luteranos más estrictos, dirigidos por Matías Flacio, insistían en que hacer tal cosa era negarse a ser testigos fieles de la verdadera fe. A la postre, la Fórmula de Concordia (1577), al tiempo que afirmaba la doctrina de Melanchthon sobre la adiáfora, también declaraba que en época de persecución, cuando se requiere un testimonio firme, lo que en otro caso pudo ser adiáfora se vuelve cuestión de obligación para todos los creyentes.
Adopcionismo. En el sentido más estricto, la opinion de algunos teólogos españoles en el siglo octavo (principalmente Félix de Urgel y Elipando de Toledo) quienes sostenían que, mientras la Segunda Persona de la Trinidad es eterna, el ser humano Jesús fue adoptado como hijo de Dios por gracia. Esto es en cierto modo la expresión medieval de la antigua teología →antioqueña, que buscaba preservar la humanidad de Jesús distinguiéndola claramente de su divinidad. Aunque las opiniones de los adopcionistas españoles fueron condenadas repetidamente por varios sínodos francos bajo Carlomagno, esta doctrina continuó existiendo en España, particularmente entre quienes vivían bajo el régimen moro y por tanto fuera del alcance de las autoridades carolingias.
Más comúnmente, el mismo vocablo se utiliza para referirse a cualquier doctrina que sostenga que Jesús fue un ser humano a quien Dios adoptó como hijo suyo. Los ebionitas (→Ebionismo) y muchos teólogos antioqueños de los siglos cuarto y quinto frecuentemente reciben el título de adopcionistas. Por las mismas razones, algunos acusan a la teología liberal del siglo diecinueve de tendencias adopcionistas (→Liberalismo).
Afusión. →Infusión.
Agape. La palabra que con mayor frecuencia se utiliza en el Nuevo Testamento para referirse al amor, y a veces a la fiesta de amor que los primeros cristianos celebraban (→Eucaristía). En el contexto de la historia del culto, se usa con mayor frecuencia en este último sentido. Cuando se le emplea en el contexto de la teología y la ética contemporáneas, su uso se deriva del importante libro del teólogo →lundense Anders Nygren (1890-1971), Agape y eros. Allí, Nygren intentaba clarificar el modo en que los cristianos han de entender el amor contrastando el término agape con otras dos palabras griegas que también pueden traducirse como “amor”: eros y filía. Según Nygren, eros es el amor hacia lo deseable, lo bello, lo que es digno de ser amado. Aunque no siempre se refiere al deseo sexual—como al hablar de “erotismo”— es una forma de amor que de una manera u otra busca poseer al amado. Significativamente, el Nuevo Testamento nunca se refiere al amor cristiano como eros. En alguna ocasión sí se refiere a la filia. Esta es el amor que existe entre amigos. Incluye un atractivo que frecuentemente se basa en la admiración, o al menos en la compatibilidad—como en el caso del filósofo, quien es un amigo y seguidor de la sabiduría, sofia. Con todo y ello, es el agape la forma de amor a que el Nuevo Testamento se refiere con casi total unanimidad al hablar en primer lugar del amor de Dios hacia la creación y hacia la humanidad y luego, como reflejo y respuesta a ese amor, del amor de los cristianos entre sí. El agape, en agudo contraste con el eros y también con el filia, no ama porque el amado sea digno de ello, ni tampoco porque desee poseer al amado. Es el amor inmerecido de Dios, un amor que, en lugar de tratar de poseer, busca mejorar, bendecir, hacer feliz.
Algunos teólogos, particularmente Paul Tillich y otros profundamente impactados por el →platonismo y el →neoplatonismo, han suavizado el contraste que Nygren estableció entre agape y eros, diciendo que hay un sentido en el cual es legítimo desear al amado, que ciertamente Dios desea poseernos, y que además es lícito para los cristianos amar a Dios porque es digno, bello y deseable.
Agnosticismo. Término que parece haber sido creado por T.H. Huxley en el 1869. Aunque en el uso popular es sinónimo de ateísmo, en el sentido estricto hay dos diferencias importantes entre ambos vocablos. En primer lugar, el ateo está convencido de que no hay Dios, mientras que el agnóstico no sabe si hay Dios, y su convicción es, no que no haya Dios, sino que es imposible saber si lo hay. En segundo lugar, mientras el ateísmo se refiere únicamente a la existencia de Dios, el agnosticismo se refiere a la convicción de que es imposible alcanzar verdadero conocimiento acerca de todo lo que se encuentre más allá del alcance de los sentidos y la experiencia, y por ello no solamente se niega a afirmar la existencia de Dios, sino también la vida tras la muerte, el libre albedrío, el sentido de la vida, etc.
Agustinianismo. La posición de quienes siguen las enseñanzas de Agustín de Hipona (354-430), más comúnmente conocido como “San Agustín” o sencillamente “Agustín”. Puesto que Agustín fue sin lugar a dudas el teólogo más influyente en la iglesia de habla latina—a excepción de San Pablo—en cierto sentido prácticamente toda la teología occidental, tanto católica como protestante, es agustiniana. Empero el término “agustinianismo” normalmente se reserva para quienes prefieren las posturas de Agustín respecto a ciertos puntos que han sido objeto de duda o debate.
El propio Agustín pasó por un largo proceso de conversión y de maduración teológica en el que su teología fue moldeada por una serie de controversias o de opciones que a la postre rechazó y refutó. En su juventud, fue atraído por el →maniqueísmo, que a la postre abandonó porque no cumplía la promesa de resolver algunos de los problemas que más intrigaban a Agustín. Uno de ellos era la existencia del mal (→Teodicea), que los maniqueos explicaban diciendo que existen dos principios eternos y constantemente opuestos, el principio del bien y el principio del mal. Aunque en su juventud Agustín se inclinó hacia esa posición, pronto comenzó a tener dudas acerca de ella, y pidió más explicaciones de los más famosos maestros maniqueos. Cuando estos no lograron convencerle, Agustín encontró respuesta a sus dudas en el →neoplatonismo, que enseñaba que el mal no tiene existencia propia, sino que consiste más bien en la ausencia del bien. Mientras más se apartan las cosas del Uno, menos buenas son. Pero con todo y ello siguen siendo buenas, y no son realmente malas. Lo que llamamos “mal”, particularmente el mal moral, es lo que sucede cuando una criatura se halla más distante del Uno de lo que debería estar, es decir, es menos buena de lo que debería ser. Dadas estas opiniones de Agustín, a veces el término “agustinianismo” se refiere a este modo de entender el mal como una carencia más bien que como una realidad.
También la naturaleza del alma le creaba dificultades a Agustín, hasta que su estudio de la filosofía neoplatónica le llevó a la conclusión de que el alma es incorpórea (lo cual no era noción común entre los cristianos de su tiempo). Inmediatamente después de la muerte de Agustín, por lo general se llamaba “agustinianos” a quienes afirmaban que el alma es incorpórea.
Por otra parte, el neoplatonismo y toda la tradición →platónica también atrajeron a Agustín por su teoría del conocimiento (→Epistemología). Para Agustín, como antes para Platón y sus seguidores, el verdadero conocimiento no puede llegarnos a través de los sentidos, que solamente son capaces de percibir realidades pasajeras y contingentes. Platón explicaba el conocimiento como el recuerdo que el alma tiene de su existencia previa en el mundo de las ideas puras y eternas—mundo del cual el alma ha caído para venir a morar en este mundo material. Por algún tiempo Agustín se inclinó hacia esa explicación, pero a la postre la abandonó porque implicaba la →preexistencia del alma. Su propia postura fue la teoría de la →iluminación, según la cual el verbo o →logos de Dios ilumina al alma dándole conocimiento—posición que antes habían sostenido otros cristianos de inclinación platónica tales como Justino, Clemente de Alejandría y Orígenes, pero que Agustín desarrolló y refinó.
Luego, en lo que se refiere a la teoría del conocimiento o epistemología, el “agustinianismo” es la posición de quienes afirman que el conocimiento nos viene a través de la iluminación. Esto vino a ser motivo de controversias en el siglo trece, cuando la reintroducción de →Aristóteles a Europa occidental vino a proveer una teoría del conocimiento alterna en la que los sentidos tenían un lugar importante. Quienes rechazaban las nuevas teorías aristotélicas recibieron entonces el nombre de “agustinianos”, en contraste con los aristotélicos, quienes eran vistos como innovadores. Puesto que Santo Tomás de Aquino (c.1225-74) fue es el más destacado e influyente de quienes buscaron reinterpretar la teología cristiana sobre el fundamento de la filosofía aristotélica, en ese sentido el →tomismo vino a ser lo opuesto al “agustinianismo”—aunque en realidad hay que señalar que lo que el propio Tomás intentaba hacer era reconciliar a Agustín con Aristóteles, y no colocarlos en contraposición mutua.
Como obispo, Agustín se involucró en dos grandes controversias que también le dieron forma a su teología, una contra los →donatistas, y la otra contra los →pelagianos. El debate con los donatistas tenía que ver con la validez de los →sacramentos administrados por personas indignas, y también con la naturaleza de la iglesia. Frente a los donatistas, Agustín afirmó que la validez de un sacramento viene de Dios, y no de quien lo administra, y que por tanto el sacramento es válido aun cuando se reciba de manos de un ministro indigno, o cuando se ofrezca irregularmente. En cuanto a la →iglesia, Agustín apeló a la distinción entre la iglesia visible y la invisible. En la iglesia visible, el trigo y la cizaña están mezclados, y no pueden los mortales distinguir el uno de la otra; pero Dios sí sabe dónde está el trigo y dónde la cizaña, y por lo tanto la iglesia verdadera es la invisible, la cual al presente sólo Dios puede ver, pero que será revelada al fin de los tiempos. Por otra parte, esto no significa que la iglesia visible sea innecesaria o que debamos abandonarla, puesto que el único modo que tenemos de unirnos a la iglesia invisible es mediante la visible, a pesar de todas sus imperfecciones. En este contexto, el “agustinianismo” normalmente se refiere a una eclesiología que, al tiempo que distingue entre la iglesia visible y la invisible, insiste todavía en el valor y la necesidad de la visible. Además, al referirse a los sacramentos, y en particular a la comunión, algunos protestantes se declaran agustinianos porque hay ciertos pasajes en los que Agustín habla de la presencia de Cristo en la →Eucaristía como simbólica o “espiritual”—aunque también hay otros pasajes en los que se refiere a la presencia física del cuerpo de Cristo en la comunión.
Por último, la teología de Agustín fue profundamente impactada por la controversia pelagiana, particularmente en lo que se refiere a la →gracia y la →predestinación. Agustín pensaba que Pelagio y sus seguidores, al insistir en el esfuerzo moral y en la decisión personal como el principio de la salvación, minaban la doctrina de la gracia (→Albedrío). En lugar de colocar el principio de la fe (→Initium fidei) en el albedrío humano, Agustín afirmó que ese inicio es el resultado de una acción soberana de Dios por la cual algunos han sido predestinados para recibir la gracia y ser salvos. En este contexto, muchos protestantes se declaran agustinianos, puesto que ellos también subrayan la salvación por la gracia—aunque en este caso también hay que notar que Agustín creía que la salvación se obtenía por los →méritos de las →obras realizadas con la cooperación de la gracia. Además, otros grupos y movimientos que han subrayado la primacía de la gracia en la salvación, como por ejemplo los →jansenistas, se han autodenominado agustinianos.
Albedrío. La libertad del ser humano para tomar decisiones. Algunos teólogos y filósofos consideran que para que haya libertad basta con que no haya coacción. Así por ejemplo, aunque por naturaleza un perro hambriento come cuando se le ofrece comida, su decisión de comer es libre, porque no se le obliga a ello. Para otros, la verdadera libertad existe únicamente cuando la voluntad es su propia causa. Según esta definición, quien hace algo sencillamente porque es su naturaleza hacerlo, no actúa en verdadera libertad. La verdadera libertad requiere opciones y la capacidad de decidir entre diversas alternativas.
El libre albedrío les interesa a los teólogos principalmente por dos razones. En primer lugar, los teólogos afirman casi unánimemente que la libertad es necesaria como requisito para la responsabilidad. En ese sentido, la libertad se opone al →determinismo, según el cual todas las cosas y todos los acontecimientos han sido determinados de antemano. En segundo lugar, los teólogos larga y repetidamente han discutido la relación entre la libertad humana y la →predestinación. En tal contexto, no se trata ya de que todo esté predeterminado, sino únicamente de la incapacidad por parte de la voluntad humana para aceptar la salvación por su propia iniciativa, aparte de la →gracia.
El tratamiento clásico del libre albredrío en el campo de la teología lo produjo San Agustín (354-430) en su debate primero contra los →maniqueos y luego contra los →pelagianos. Contra el determinismo de los maniqueos, Agustín defendió la libertad humana como don de Dios; pero es un don que, por su propia naturaleza, puede ser empleado para mal. La controversia pelagiana le forzó a clarificar en qué sentido la voluntad humana es libre, y para responder a esta cuestión distinguió entre cuatro condiciones diferentes, cada una de las cuales conlleva ciertos límites en cuanto a la libertad. En la primera condición, la que existía en Edén antes de la →caída, los humanos tenían libertad tanto para pecar como para no pecar (posse peccare y posse non peccare). Sin embargo, como resultado de la caída, hemos perdido la libertad de no pecar, y sólo nos queda libertad para pecar (posse peccare, pero non posse non peccare). Esto no significa que no tengamos libertad; quiere decir más bien que nuestras alternativas están limitadas, de tal modo que todas son pecaminosas en alguna medida. La redención y la santificación restauran en el creyente la libertad de no pecar (posse non peccare), mientras que la posibilidad de pecar (posse peccare) permanece. Por último, en la vida futura tendremos todavía libertad, pero únicamente para no pecar (posse non peccare, pero non posse peccare).
El punto en que todo esto llevó a serios debates es la cuestión de cómo se pasa del segundo estadio al tercero, es decir, lo que comúnmente se llama conversión. Según Agustín, la voluntad humana por sí misma no tiene la libertad para dar ese paso, puesto que el humano en su condición de pecado solamente puede escoger entre opciones pecaminosas, y la conversión no es una de esas opciones. Es aquí que intervi...
Índice
- Cubierta
- Página del título
- Derechos de autor
- Índice
- Presentación
- A
- B
- C
- D
- E
- F
- G
- H
- I
- J
- K
- L
- M
- N
- O
- P
- Q
- R
- S
- T
- U
- V
- W