
- 176 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Estoy enfermo
Descripción del libro
Este libro es para los enfermos. Y para los sanos. Porque, ¿quién no está un poco enfermo? ¿Y quién no tiene un enfermo en casa o cerca? Quiere ser un regalo para quien busca luz en medio de la enfermedad. Desea contribuir tanto a comprender a quien pasa por esta situación como a quien está en ella y desea sentirse comprendido y estimulado a vivir sanamente la enfermedad. Quizá también confrontado y, por lo mismo, animado. Un libro que pretende ser una caricia entrañable, a la vez que una provocación para vivir lo más saludablemente posible la estación de la enfermedad.
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Información
1
ME ENCUENTRO MAL:
LA INQUIETUD ESTÁ SERVIDA
(ANTES DEL DIAGNÓSTICO)

La vida es un hospital donde cada enfermo
está poseído por el deseo de cambiar de cama.
CHARLES BAUDELAIRE
Toda enfermedad ejerce un impacto en la actitud de la persona, es decir, en el nivel de los pensamientos o convicciones (dimensión cognitiva), en el de los sentimientos (dimensión emotiva) y en el de los comportamientos.
Tal impacto se produce antes del diagnóstico y depende no solo de la enfermedad en sí, sino también y sobre todo del significado que la persona atribuye a la misma, a la amenaza que se prevé que signifique, al colorido emotivo experimentado asociado a recuerdos, contenidos y sensaciones que hacen referencia a la experiencia pasada, a los deseos actuales y a las expectativas o preocupaciones del futuro.
Nos interesa, pues, desmenuzar aquí la experiencia que hace el enfermo, para lo cual empezamos presentando uno de los significados que más comúnmente adquiere toda enfermedad: el de pérdida, ya sea real o imaginaria.
Michel Foucault utiliza la metáfora de la mancha en el cristal para hablar de la salud y la enfermedad. La salud sería como un cristal limpio, con el que se puede convivir largo tiempo sin darnos cuenta de él hasta que la mancha, es decir, la enfermedad, hace que sea visible, conocido, interesante1. Una metáfora con «miga» y con trampa.
Si la salud fuera eso: el cristal limpio, el silencio del cuerpo y de sus órganos, la ausencia de experiencia de displacer, y la enfermedad y la discapacidad meramente el ruido, la molestia, la mancha, nuestra salud se podría asemejar a la de los animales, sería una salud «veterinaria», para entendernos.
Es cierto que no siempre hacemos experiencia de salud cuando realmente podríamos estar gozosos por la vida y el equilibrio armónico experimentado en nuestra dimensión física, emocional, cognitiva, social y espiritual. La llegada del malestar, del ruido, nos interpela, nos mueve, y extrañamente hasta el dolor –y otros síntomas– se convierten en nuestra salvación, porque como campanilla de alarma nos indican que algo no va bien y hemos de acudir a… revisión, a la búsqueda de las causas, desconocidas algunas, conocidas otras, de nuestro malestar.
¿Es necesaria la enfermedad para recordarnos el valor de la salud? ¿Es necesario el mal para evocarnos la abundancia de bien del que disfrutamos calladamente? San Agustín decía que la ausencia de luz era simplemente la presencia de oscuridad, es decir, no puede haber oscuridad innata, solo es la ausencia de luz lo que provoca la oscuridad. La luz es creadora, es existente, y la oscuridad existirá cuando no hay luz.
No es así en el caso de la enfermedad. Cuando la amenaza llega, cuando asoma la enfermedad, no solo experimentamos la ausencia de salud, sino que vivimos en positivo y en subjetivo una experiencia biográfica y no solo biológica.
Pues bien, cuando empezamos a sentirnos mal y buscamos el diagnóstico, la experiencia de que algo no va bien en nuestro cuerpo en realidad es mayor: algo no va bien en nuestra vida. No solo aparece una «mancha en el cristal», sino que una visitante incómoda se aproxima a nuestra cotidianeidad, y el camino está coloreado de sensaciones que producen malestar y buscan alivio y comprensión.
Testimonio
El verano pasado caí en la cuenta de que cada día leía menos, y era porque veía con dificultad, sin darme cuenta de ello. Enseguida fui a mi óptico amigo y a mi oculista, ambos me dijeron que estaba perdiendo vista a pasos agigantados y que parecía un problema cerebral, más que óptico, por lo que debería acudir inmediatamente al neurólogo. Me hicieron una resonancia y descubrieron un tumor cerebral que me estaba dejando ciega y que habría que operar cuanto antes...
Comencé la turné de médicos, cirujanos y demás, y me prepararon para operarme tras las fiestas navideñas. Y así fue. Me avisaron del montón de cosas horribles que podrían ocurrirme tras la operación y, con el canguelo en el cuerpo, me propuse disfrutar con pasión del tiempo que me quedaba hasta la operación, y así se lo comuniqué a los míos, que se pusieron, como yo, a la tarea de gozar y exprimir la vida al máximo, cosa que casi siempre había sido nuestra manera habitual de vivir. Les hacía reír a todos, pues yo comentaba que estaba disfrutando aún más de las pequeñas cosas y de ellos.
Oración
Señor, tú sabes mejor que yo lo que me ocurre, tú que tienes cada uno de mis cabellos contados y conoces mejor que nadie las resonancias, lo que le pasa a mi cerebro, tú sabes lo que quieres decirme con todo esto. Tú sabes a dónde me quieres llevar y lo que va a ser de mí de ahora en adelante. Me pongo en tus manos, a tu disposición, como siempre. Haz de mí lo que quieras, pero por nada del mundo me libres de tu compañía y de tu presencia sanadora. Dame fuerza y sabiduría para hacerlo bien, con mucho amor y delicadeza hacia los míos, pon palabras en mi boca y sabiduría en mis actos, para hacerles más fácil y menos doloroso este momento.
Gracias por la Navidad que me estás regalando, por tanto amor que me demuestra la gente, cercanos y lejanos, y por el interés que me demuestran los demás. Haz que no sea chupóptera, ni pesada, que no me aproveche de mi fragilidad para exprimir a nadie y que sea honesta y amorosa con todos todo este tiempo. Envuélvelos a todos ellos en tu amor, que son los que peor lo están pasando. Haz que sepan y sientan cuánto les quiero y cuánto les agradezco su amor y sus detalles. Descánsales en esta etapa difícil que nos toca vivir, de hospital y UVI, que es un rollo larguísimo, que desgasta, cansa y agota.
Siento, como siempre, que me tienes abrazada por delante y por detrás, y t...
Índice
- Portadilla
- Introducción
- 1. Me encuentro mal: la inquietud está servida (antes del diagnóstico)
- 2. Me diagnostican: la incertidumbre me asalta
- 3. Estoy triste: las pérdidas se acumulan
- 4. Estoy acelerado
- 5. Estoy lento
- 6. Estoy agobiado
- 7. Me hago preguntas
- 8. Me encuentro cansado por fuera y por dentro (cansancio vital)
- 9. Me veo envuelto en unas relaciones difíciles
- 10. Tengo miedo
- 11. Me planteo mi vida
- 12. Me encuentro dependiente
- 13. Me cuidan: en manos de los profesionales
- 14. Mi familia: también impactada
- 15. Temo lo peor
- 16. Una estación para perdonar
- 17. Una estación para agradecer
- 18. Vivo la esperanza
- 19. Puedo aprovechar y crecer en la enfermedad
- Cerrando el libro
- Contenido
- Créditos