
- 200 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
Un maestro de historiadores nos brinda la elocuente y personal autohistoria de su vida y sus ideas.
Países, recuerdos, familia, amores y amigos, éxitos, libros, trabajos, casas... Ochenta y cinco años (los que tenía su autor cuando este libro se publicó originalmente) dan para mucho. El genio de Lukacs, el mismo que anima sus extraordinarias obras históricas, es saber condensar esta larga vida dedicada a la literatura y la historia en unas páginas breves, ligeras, en las que desgrana a la vez el relato de su vida y su profunda visión de la historia y del conocimiento.
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Información
ISBN del libro electrónico
97884154277281 Ah, pero hoy en día, al término de toda una civilización, ¿estamos aún en un mundo en que existan, en que se sientan como necesarios, los mauvais quarts d’heure?
2 Lo que, dicho sea de paso, precisa de más honradez y fuerza mental. No pocas veces los historiadores descartan un libro debido a que no les gusta su autor.
3 Los aficionados a la historia de las ideas deberían fijarse en que el libro de Carr coincidió casi con el de Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones científicas, que se publicó en 1962. Por más elogios que haya recibido, se trata de un libro carente de valor: no hay en él pensamiento, sino palabrería; y, aunque no se atreva a manifestarlo abiertamente, se desliza hacia el Subjetivismo, al sostener que la ciencia no es más que el resultado de los científicos (Carr hubiera podido decir: “antes de estudiar la ciencia, estudien al científico).
4 La perspectiva es un componente de la realidad. Como lo es la historia: pues hubo de transcurrir historia hasta que los seres humanos empezaran a usar la palabra “montaña”, y a verla propiamente; es decir, a diferenciarla de las colinas y de otros accidentes del terreno.
5 Un buen ejemplo es el encanto que tiene, para el que sabe bien un segundo idioma, conocer (o mejor, comprender) que palabras iguales, y con el mismo origen, pueden significar algo ligeramente distinto en cada uno. (Así la inglesa honor y la francesa honneur). Otro estado que ilustra la imposibilidad de separar Objeto y Sujeto. Fijémonos en lo que ocurre cuando nos sentimos preocupados y ansiosos por una persona querida. ¿Podemos separar nuestra preocupación por ella del modo en que tal preocupación nos afecta (y nos afectará)? Puede que haya un desequilibrio entre estas dos preocupaciones, entre el pensamiento dirigido a ella y el pensamiento dirigido a cómo su estado nos afecta (o nos afectará). Pero, en cualquier caso, ambas preocupaciones son inseparables: ni la “objetividad” (una concentración exclusiva en su estado) ni la “subjetividad” (una concentración exclusiva en mi estado) resultan posibles. Nuestra conciencia y nuestro conocimiento, nuestras preocupaciones y nuestras esperanzas, son participantes y, por tanto, inseparables.
6 Circunstancia, no hecho. Obsérvese que circunstancia, como evento, evoca algo que fluye desde el pasado hacia el presente, mientras que hecho da la impresión de algo definitivo y terminado, ya fijo en el pasado.
7 Tocqueville lo vio y lo describió con claridad, sin andarse por las ramas, en El Antiguo Régimen y la Revolución: las revoluciones surgen no cuando la opresión que ejerce un régimen es más fuerte, sino cuando empieza sensiblemente a aflojar. (De nuevo: “intolerable” es lo que la gente no está dispuesta a seguir tolerando; es decir, cuando empieza a pensar y a manifestar que no hay que tolerar tal o cual cosa).
8 De aquí viene la estructura de muchos de mis libros. Los capítulos se suceden en algunos de ellos según una (mi) jerarquía ascendente: desde el desarrollo económico y social al desarrollo mental, intelectual, espiritual y religioso; desde lo que considero menos importante a lo que considero más importante; esto es, desde los elementos materiales de la vida de la gente a cómo aparecen y se forman (y en qué consisten) sus pensamientos y creencias. (El reciente y bastante tardío interés por estudiar la historia de las mentalités representa un obstáculo para esto, al “perseguir la evidencia con el entusiasmo de un detective miope” (Wilde); o mejor: al perseguirla con el afán, dictado por la moda, del mundo académico).
9 Hitler fue un determinista idealista. En 1940 afirmó que, debido a la fuerza superior de su ideología, un soldado alemán valía por dos o tres soldados franceses, británicos o rusos, como ya antes de 1933 los militantes nacionalsocialistas se habían mostrado en las peleas callejeras de Alemania más fuertes que los socialistas o los comunistas. El nacionalsocialismo estuvo destinado al triunfo entonces, como Alemania estaba destinada al triunfo ahora en la guerra, la cual no era sino una repetición a mayor escala de lo anterior. Su fiel ayudante el general Alfred Jodl, en noviembre de 1943: “Venceremos porque debemos vencer, porque de otro modo la historia habría perdido su sentido”. Y el mariscal de campo Walter Model, el 29 de marzo de 1945 (!): “En nuestra lucha por los ideales [Ideenwelt] del Nacionalsocialismo […] existe la certeza matemática [!] de que venceremos, en tanto se mantengan intactas nuestras creencias y nuestra voluntad.
10 Otro neoidealista, el inglés Michael Oakeshott: “La historia es la experiencia del historiador. Nadie la ‘hace’, salvo el historiador: porque la única manera de hacerla es escribirla”. Esto supone distinguir entre la idea de historia y la historia propiamente dicha: separar el pasado de la memoria de un pasado y de la reconstrucción de algo de ese pasado a partir de las ideas del historiador acerca de él; solo esto, según Oakeshott, es la “historia”.
11 Diario (en adelante D.) 14 de septiembre de 2004: “Famosa obviedad de L. P. Hartley: ‘El pasado es un país extranjero; allí hacen las cosas de manera diferente’. Una clásica media verdad. (Quizá menos que media incluso)”.
12 “Toda perfección en esta vida lleva consigo cierta imperfección; y toda nuestra especulación no carece de alguna oscuridad. El humilde conocimiento de uno mismo es un camino más cierto para Dios que escudriñar la profundidad de la ciencia”. “De la doctrina de la verdad”, capítulo iii de la Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis.
13 También el propósito de la ley ha de ser la reducción de las injusticias, y no la consecución de la justicia perfecta (algo a lo que tan inclinados parecen los estadounidenses), insensato empeño este que podría destruir al hombre y buena parte del mundo.
14 El tiempo, incluido el tiempo no histórico, constituye un misterio más insondable que el “espacio” (la creación divina del tiempo es una condición de la humanidad, algo que obsesionaba a San Agustín). Entre otras muchas cosas, abre una posibilidad de respuesta al persistente problema de la maldad humana; respuesta que consiste no tanto en que ningún ser humano haya sido absolutamente malo o absolutamente bueno, como en que no se trata de una cuestión de proporciones. El que ha cometido (o comete) tal o cual maldad, pero luego se comporta bien con los niños, es fiel a sus amigos, etcétera, ¿es malo tan solo por aquella maldad? No, no se trata de una cuestión de porcentajes: es que ningún ser humano puede ser bueno y malo al mismo tiempo; o, para ser más precisos, a la vez.
15 Una (y apenas una) de esas pruebas: los libros de historia, de todo tipo, se venden hoy mejor que las novelas. Esto resulta interesante, porque la historiografía profesional y la novela moderna aparecieron casi a la vez, en el siglo XVIII, y, hasta hace unos cincuenta años, los lectores de novelas eran muchos más que los de historia. Bastantes de esas novelas eran “novelas históricas”, género surgido hace dos siglos y que utilizaba la historia como ambientación de la novela. Lo reseñable ahora es que cada vez hay más novelistas que se interesan propiamente por la historia, convirtiéndola en el tema principal de sus novelas. El hecho de que la mayoría de ellos lo hagan muy mal (incluso de manera ilegítima: atribuyéndoles actos, palabras, pensamientos y deseos inexistentes a hombres y mujeres que sí existieron) no importa aquí: lo que pretendo es indicar cómo la historia va devorando poco a poco a la novela.
16 En el siglo XX, Huizinga fue más allá de Ranke: “El sociólogo, etcétera, […] estudia de qué modo el resultado estaba ya determinado por los hechos. El historiador, en cambio, debe contemplar siempre su tema desde una perspectiva indeterminista. Debe situarse constantemente en un punto del pasado en el que los factores conocidos aún parezcan permitir desarrollos diferentes. Si se ocupa de la batalla de Salamina, debe hacerlo como si los persas pudieran ganarla aún” (El concepto de la historia).
17 Una toma de conciencia (aunque, lamentablemente, tendenciosa y abusiva) de las relaciones entre lo que ocurrió y lo que pudo ocurrir se ha convertido en los últimos tiempos en una moda entre (de nuevo lamentablemente) reputados historiadores. Se trata de la moda de la, así llamada, historia “contrafáctica”. Ambos términos, fáctico y contra, están mal empleados aquí. La historia no consiste en “hechos” [facts en inglés]. Y la alternativa a un acontecimiento no es necesariamente lo “contrario”, es decir, lo opuesto en la realidad. De hecho, los acontecimientos alternativos que se proponen o se sugieren deben estar cerca de él, deben ser plausibles. Una cosa es escribir una “historia” en la que se especule con lo que podría haber pasado si Lee llega a ganar la batalla de Gettysburg, y otra muy distinta escribir que el Sur ganó gracias a que un ejército de la Patagonia se presentó en Pensilvania para ayudar a combatir al Norte, lo que no sería nada plausible y carecería de sentido.
18 La epistemología es (mejor dicho, era) la rama de la filosofía que se ocupa de las teorías y las condiciones del conocimiento. Creo que hemos alcanzado una etapa en la evolución de nuestra conciencia en la que toda filosofía que tenga sentido debe convertirse en epistemología. (O, como suelo escribir: debemos empezar a pensar sobre el pensar mismo).
19 D. 13 de abril de 2007: “Heisenberg fue un físico muy superior a Einstein (sobre el que aún se escriben biografías muy ambiciosas en Estados Unidos). Aunque no excepcionalmente grande, Heisenberg. Por supuesto, Newton, Galileo, etc., tampoco lo fueron”.
20 Hay muchos ejemplos. He aquí uno (del que ya me ocupé en su día) de Steven Weinberg, premio Nobel de Física, dicho en 1999: “El universo es inmenso, y no debería sorprender que, entre el enorme número de los planetas que solo admiten vida no inteligente, y el número mayor aún de los que no pueden admitir vida en absoluto, haya una diminuta fracción con seres vivos capaces de pensar sobre el universo, como estamos haciendo aquí”. A lo que yo respondí: “Pero ¿qué tipo de lenguaje –y de lógica– es ese? ¿Cómo que ‘no debería sorprender’? A ver así: “Los cinco barrios de Nueva York son inmensos, y no debería sorprender que, entre el enorme número de los habitantes que no caminan, y el número mayor aún de los que no gustan de caminar en absoluto, haya una diminuta fracción capaces de levitar”.
21 Dicho de otro modo: la mente dirigiendo la materia, la mente precediendo la materia. La propia historia de la medicina, la etiología (el estudio de las causas) de las enfermedades, ofrece una extraordinaria demostración. Hay cada vez un mayor número, y una mayor variedad, de enfermedades que, sobre todo entre los pueblos más “desarrollados” del mundo moderno, no vienen ya de fuera, de heridas o infecciones, sino de la confluencia “interna” –otra prueba de la creciente intromisión de la mente, a veces palmaria, pero en lo esencial profunda y compleja– de la mente y la materia en las vidas humanas.
22 Una muestra: “Es ya algo comúnmente aceptado [?] decir que el siglo xx fue el siglo de la física y que el xxi será el de la biología. Casi todo el mundo [?] acepta dos hechos [?] acerca del nuevo siglo. La biología es ahora más grande que la física […] Estos hechos [?] suscitan una cuestión interesante. La domesticación de la alta tecnología, a la que hemos visto marchar de triunfo en triunfo con la llegada de los ordenadores personales, los receptores GPS y las cámaras digitales, ¿se extenderá pronto desde la tecnología física a la biotecnología? Considero que la respuesta a esta pregunta es sí. Aquí me muestro c...
Índice
- Cubierta
- Portadilla
- Créditos
- Dedicatoria
- Índice
- I Un mal cuarto de hora
- II ¿Por qué?
- III El mundo que me rodea: mi país de adopción
- IV El mundo de antes: mi país de nacimiento
- V ‘Intermezzo’: mi ciclo sobre Churchill
- VI El mundo de dentro: esposas y amores
- VII ‘Ave atque vale’
- Notas al pié