Soberbia
  1. 300 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Descripción del libro

Los textos aquí compilados reflexionan sobre la soberbia a partir de la literatura, el cine, la filosofía e incluso la televisión, en diferentes contextos históricos y culturales. Algunos ensayos se han tejido desde los clásicos de la cinematografía mundial y no faltan los que se ocupan del tema centrándose específicamente en joyas del cine mexicano.Éste es el séptimo y último volumen de la serie Historia de los afectos. Ensayos de cine y filosofía, dentro de la colección Miradas en la oscuridad (los otros seis títulos se concentran en la avaricia, lujuria, gula, ira, pereza y envidia), en el cual se reúnen ensayos en torno al tema de la soberbia y deriva, como los demás, de un proyecto de investigación universitario cuyo objetivo es conformar un espacio de reflexión interdisciplinario en donde concurren cineastas y filósofos.

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Jaime García Estrada*

De dioses y monstruos: Frankenstein o el moderno
Prometeo
y la apropiación de un mito
cinematográfico sobre la soberbia

Henry Frankenstein: Está vivo… ¡está vivo, se mueve, está
vivo, está vivo, está vivo, está vivo, está vivo!
Victor Moritz: ¡Henry, en nombre de Dios!
Henry Frankenstein: ¡Oh, en nombre de Dios!
¡Ahora sé lo que se siente ser Dios!
Frankenstein (1931)1
I
La soberbia es el afán enfermizo de ser más que los demás. Tener la certeza de que el ego se queda corto y que cualquiera que se ponga cerca será eclipsado por nuestra sombra. La megalomanía del soberbio lo deja convencido de su absoluta superioridad. Pero la pasión que se apodera del soberbio lo hace inflarse tanto que, la mayoría de las veces, termina por reventar. Sin embargo, el monstruo de la soberbia nos acecha desde las sombras, convencido de su perfección.
Sin duda, uno de los monstruos más populares y reconocibles, nacido en la ficción literaria del siglo XIX, que pasó al teatro y luego se magnificó —sobre todo a través del cine— en incontables versiones, matices y tonos, es la criatura del doctor Frankenstein, cuyo pecado simplemente es “ser”. Opuesto al enfermizo “ser más” del soberbio: para esta infeliz criatura el simple hecho de existir lo confronta con su arrogante padre.2
El científico obsesionado con la idea de convertirse en un dios capaz de crear a un humano como él, lo hace más esperpéntico que el rompecabezas anatómico al que reanima. El creador y su obra son el mismo ser desdoblado tal y como ocurre con mayor contundencia con otros personajes góticos como el protagonista de la novela El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1886) del escocés Robert Louis Stevenson, relato llevado incontables veces al cine, o el científico demente de La isla del Dr. Moreau (1896), novela de H. G. Wells. La adaptación fílmica homónima de John Frankenheimer y Richard Stanley (1996), interpretada por un delirante Marlon Brando, contiene la encarnación más desbordada en la pantalla de un investido papa selvático, un dios que, según reza el trailer que promociona la película, en el octavo día, había creado a sus “hijos”, criaturas híbridas producto de sus salvajes ensayos genéticos, mezclando ADN de animales y humanos. Él somete a una metamorfosis a animales que se convierten en humanos para dejar de ser mortal y transformarse en dios. Condecorado con el premio Nobel y habiéndose exiliado a una remota isla cerca de los Mares del Sur, tiene entre sus cinco quimeras favoritas a un pequeño ser deforme que viste igual que él, una versión a escala de Moreau.
Frankenstein rompe con el statu quo e impone una autoridad patriarcal que desbanca al propio Dios. En el nuevo orden, ni paternidad, ni maternidad naturales tienen cabida en la jerarquía social. La idea del “creador” se inflama por los excesos de soberbia y su dominio se finca por su superioridad intelectual.
La paridad entre el creador y su obra surge de leyendas más antiguas que los relatos bíblicos. Ovidio, en su obra Metamorfosis, refiere el momento de la creación de la humanidad como obra de Prometeo, hijo de Japeto, uno de los titanes. “La tierra recién creada y separada poco ha del alto éter retenía semillas de su pariente el cielo; a ésta el hijo de Japeto la modeló mezclada con las aguas de lluvia a imagen de los dioses que todo lo gobiernan”.3
La fábula gótica escrita por la joven londinense Mary Wollstonecraft Godwin (1797-1851), unida en amor libre con el poeta Percy Bysshe Shelley, se concibió a principios del verano de 1816, aunque fue publicada hasta 1818. Mary y su pareja eran huéspedes de lord George Gordon Byron, libertino y audaz poeta, que sufrió por tener un pie deforme de nacimiento, en la Villa Diodati, casona veraniega a orillas del lago Lemán en Suiza. Una noche de tormenta, el anfitrión propuso a sus invitados que cada cual escribiera un relato de horror.
Mary concibe en aquella tempestuosa velada su Frankenstein o el moderno Prometeo. La autora da vida a sus monstruos, tanto Víctor Frankenstein como la criatura, a la luz de los relámpagos, tal y como James Whale, cineasta inglés afincado en Estados Unidos, lo representa en su versión fílmica de inicios de los años treinta del siglo XX.
La presencia de Frankenstein en la pantalla inició dos décadas atrás, en la etapa del cine silente con la versión estadunidense libremente adaptada por Thomas A. Edison en 1910, que duraba 16 minutos y medio. En esta película hay un plano que fortalece la idea de que creador y criatura son lo mismo. El doctor se mira al espejo y en lugar de su rostro, ve el del monstruo que gradualmente se desvanece para mostrar la cara del joven científico.
La segunda cinta que retoma a Frankenstein, de la que no existe ninguna copia conocida, se titula Vida sin alma (Life Without Soul, 1915), de Joseph W. Smiley, que no usó el nombre de la novela y al final, la trama resultaba ser sólo una pesadilla del científico. La siguiente película sobre el texto de Shelley es la italiana El monstruo de Frankenstein (Il mostro de Frankenstein, 1920), dirigida por Eugenio Testa, hoy también perdida.4
El libro de Mary Shelley usa el formato epistolar, manido en el romanticismo, corriente artística decimonónica que intenta relativizar el poder absolutista de una nueva religión: la ciencia, con su necio empeño por explicarlo todo. Ésta es la razón por la que la obra de Shelley po...

Índice

  1. Prólogo
  2. Los tres García o de cuando la soberbia no fue un (meta)pecado
  3. Figuras soberbias
  4. De dioses y monstruos: Frankenstein o el moderno Prometeo y la apropiación de un mito cinematográfico sobre la soberbia
  5. El demonio de la soberbia: turbias fantasías de un corazón atribulado
  6. Jan Švankmajer. Crítico de la soberbia cultural y política
  7. Assholes and Tragic Heroes: Vanity Made of Mirrors, Silicon Kings Made of Glass
  8. Ciudadano Kane: un retrato de la soberbia
  9. La “información” del ser social y la positividad mediática de la soberbia en Ciudadano Caín1
  10. Del otro lado del ruidoso amor, la desmesura del afecto
  11. Por la ruta de la soberbia
  12. Aviso legal