SEGUNDA PARTE
INTERACCIÓN
Vosotros, que deseáis estudiar cosas grandes y maravillosas,
que os interrogáis acerca del movimiento de los astros,
tenéis que leer estos teoremas sobre triángulos.
Conocer estas ideas os abrirá las puertas
a toda la astronomía.
Johannes Müller, conocido como Regiomontano (1436-1476),
Autor del Epítome del Almagesto de Tolomeo y De triangulis omnimodis
Así habló Josué al Señor el día en que el Señor entregó a los amorritas
a la vista de los hijos de Israel, y dijo en presencia de Israel:
Sol, detente en Gabaón; y tú, Luna, en el valle de Ayalón.
Y el Sol se detuvo en medio del cielo, y la Luna se paró,
hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos. ¿No está acaso
escrito esto en el libro de Jaser? Y el Sol se detuvo en medio del cielo,
y no se apresuró a ponerse casi un día entero.
Y no hubo un día como aquel, ni antes ni después de él,
habiendo atendido el Señor a la voz de un hombre:
pues el Señor peleaba por Israel.
Josué 10: 12-14
Y EL SOL SE DETUVO UNA PIEZA EN DOS ACTOS
Personas que hablan en ella
COPÉRNICO, 65 años, médico y canónigo (administrador eclesial) en Varmia, Polonia septentrional
OBISPO (de Varmia), 53 años
FRANZ, 14 años, acólito del obispo
RÉTICO, 25 años, matemático de Wittenberg
ANNA, 45 años, ama de llaves de Copérnico
GIESE, 58 años, obispo de Kulm (otra diócesis de la Polonia septentrional) y canónigo de Varmia
Nacido en Torun, Copérnico vivió treinta años en Frauenburg, “la ciudad de Nuestra Señora”, a la sombra de su catedral medieval. Frauenburg, sede de la diócesis de Varmia, es el escenario de la obra.
ACTO I
ESCENA I.
EN LA ALCOBA DEL OBISPO UNA VISITA MÉDICA
Mayo de 1539, Polonia septentrional, cerca de una
catedral medieval rodeada de murallas fortificadas.
Oscuridad. Se oye a alguien dar arcadas. Los focos
muestran a COPÉRNICO, de pie junto al OBISPO, su
paciente, sentado al borde de la cama en su aposento
ricamente amueblado, y vomitando en una palangana.
FRANZ, el joven acólito, asustado, va y viene y presta
ayuda cuando se lo requiere.
OBISPO: ¡Ay, Dios! ¡Ay, que el cielo me asista!
COPÉRNICO: Creo que ya no hay más, Vuestra Eminencia.
COPÉRNICO coge la palangana, pero el obispo la agarra y
vomita una vez más, para luego dejarse caer en el lecho.
OBISPO: Ay, Señor, ten piedad. Ohhh.
COPÉRNICO: Llévate esto, Franz. Sé buen chico.
FRANZ hace una reverencia y sale con la palangana. El
OBISPO se retuerce y gime.
OBISPO: Pensé que me moría de todas, todas.
COPÉRNICO: El dolor desaparecerá ahora que el emético ha eliminado esa toxina de vuestro organismo. Mañana estaréis como nuevo.
OBISPO: ¡¿“Toxina”?!
COPÉRNICO: Ya se ha ido toda. La habéis expulsado.
OBISPO: ¡¿Veneno?!
COPÉRNICO: No, no, una toxina es….
OBISPO: ¡Los luteranos!
COPÉRNICO: Calma, calma.
OBISPO: Me han envenenado. Si no hubieseis venido, habría muerto.
COPÉRNICO: No era veneno, Vuestra Eminencia. Es más probable que sea algo que hayáis comido.
OBISPO: Claro que sí. Me lo pusieron en la comida. ¿Cómo si no habrían podido introducirlo en mi interior?
COPÉRNICO: Puede haber sido algún pescado pasado.
OBISPO: ¡El personal de cocina! Esa cocinera de mirada furtiva ha de ser partidaria de los luteranos.
COPÉRNICO: Solo ha sido un poco de pescado pasado. Nada de veneno.
OBISPO: Los luteranos quieren asesinarme.
COPÉRNICO: O quizás demasiada anguila. A Vuestra Eminencia le gusta muchísimo la anguila.
OBISPO: Tendría que haberme figurado que desterrarlos de la provincia no bastaría para acabar con la amenaza.
COPÉRNICO: Tomaos esto, Eminencia. Os sosegará los nervios y os hará dormir.
OBISPO: ¿Dormir? ¿Cómo voy a dormir mientras los perros luteranos me pisan los talones?
COPÉRNICO: Dormir es lo que más os conviene ahora.
OBISPO: Son peores que perros. ¡Son alimañas, malignas y peligrosas! Hacen sencillamente caso omiso de la ley. Están por debajo de la ley. Están entre nosotros, aguardando el momento de atacar. Ay, Nicolás, ¿y si vuelven a intentarlo? Supón que vuelven a atentar contra mi vida, y que no llegas a tiempo? ¿Y si…?
COPÉRNICO: Tomaos esto, por favor, Eminencia.
El OBISPO se bebe la medicina, que lo hace toser y
estremecerse.
OBISPO: Tenemos que perseguirlos con más ahínco. Amenazar a los herejes con castigos más severos. No voy a permitir que acaben conmigo, como hicieron con el OBISPO Ferber.
COPÉRNICO: ¿El OBISPO Ferber?
OBISPO: Ahora lo veo todo claro.
COPÉRNICO: Nadie envenenó al OBISPO Ferber.
OBISPO: ¡No les hizo falta! Les dejaba hacer lo que querían. Se le subían a las barbas. Hasta que Dios Todopoderoso intervino y lo castigó, por no querer castigarlos a ellos.
COPÉRNICO: El OBISPO Ferber murió de sífilis.
OBISPO: Es uno de los castigos preferidos de Dios.
Vuelve FRANZ, y se dedica a recoger la habitación.
OBISPO: ¡Ah! Ya está hecho. Está en su sepultura, y que descanse en paz. Pero por qué tuvo que dejar todo este enredo luterano en mis manos?
El OBISPO empieza a levantarse de la cama, pero
COPÉRNICO lo sujeta.
OBISPO: Tengo que tratarlos con severidad. No puedo permitirme mostrar debilidad.
COPÉRNICO consigue volver a acostar al OBISPO.
OBISPO: Ay, mi corazón. ¡Franz! Tráeme una copa de mi vino moldavo. Y trae otra para el doctor COPÉRNICO.
Sale FRANZ.
OBISPO: Ese vino es el mejor tónico que hay. Para fortalecerme para la lu...