TEATRO1
EPISODIO ELECTORAL2
Para José Vasconcelos
Por Antonieta Rivas Mercado
UN ACTO
| PERSONAJES: | GENERAL TENIENTE DETENIDO POLÍTICO 3 SOLDADO |
Escena: México; época presente
Representa un cuarto pequeño a la izquierda, dedicado a oficina, y un corredor, a la derecha, que se prolonga hacia el fondo. En el corredor hay un foco encendido que da escasa luz. En la oficina, al fondo, una ventana enrejada. A la derecha, una puerta que comunica con el corredor. En primer término, una mesa dedicada a escritorio, de pino blanco, sucia. Papeles en desorden, un tintero. El piso es de ladrillo rojo. De la pared cuelga un retrato de don Benito Juárez con el lema: El respeto al derecho ajeno es la paz.
Al levantarse el telón, el soldado, envuelto en un abrigo viejo y sucio con la gorra puesta, duerme en el suelo, bajo la luz del foco, en el corredor. La oficina estaría en tinieblas a no ser por la luz que de la calle se filtra. Pausa. El soldado ronca.
Se oyen pasos por el corredor. Luego murmullo de voces. Aparecen el general y el teniente con los kepis puestos y los abrigos cerrados hasta el cuello. Hace frío. El soldado vuelve a roncar.
TENIENTE.—
Ea, tú. Animal. Levántate. (Le da un puntapié al soldado. Como el general se ha detenido, se vuelve a él y le dice obsequioso:) Por aquí, mi general. (Abre la puerta de la oficina. Prende un cerillo, se dirige al apagador y da luz. Se enciende un foco que cuelga del techo. Mientras, el soldado, desperezándose, se ha despertado y sentado en el suelo).
SOLDADO.—
¿Qué? ¿Qué?
TENIENTE.—
(Ofrece la mejor silla, bien mala por cierto, al general, quien la coloca tras la mesa). Al instante, mi general, al instante. (Se dirige hacia la puerta, el general asiente con la cabeza, pero en vez de sentarse se dirige a la ventana lentamente, quedando de espaldas al público durante la escena siguiente).
TENIENTE.—
(Sale, al encontrarse con el soldado sentado, lo sacude y grita colérico:) Borracho, otra vez borracho. (Lo vuelve a sacudir). Arriba. Ahí está mi general Mendoza. (El nombre obra en el soldado saludablemente, se levanta sin dilación). Bonita manera de estar de guardia.
SOLDADO.—
Mi teniente, verá, verá osté, pos como nada pasaba y con este frío, nada más me eché…
TENIENTE.—
Nada de explicaciones. Vete a buscar al cabo. Le das esta orden (le entrega un papel) y te traes al tipo que te entregue. Lo necesito aquí luego. (El teniente vuelve a entrar a la oficina. El soldado desaparece andando lentamente por el corredor y rascándose las greñas. El general ha permanecido de pie, de perfil al público, está encendiendo un cigarrillo y los dedos le tiemblan ligeramente. Será su única demostración de nerviosidad).
TENIENTE.—
Ya, mi general.
GENERAL.—
Bueno. (Comienza a pasear por la habitación. El teniente lo contempla con abyecta admiración. El cigarro del general se le ha apagado sin que lo note. El teniente, con el deseo manifiesto de agradarle, le ofrece fuego con precipitación, dándoselo de un encendedor automático. El general lo acepta).
GENERAL.—
Gracias. Bonito encendedor.
TENIENTE.—
(Mirándolo con orgullo). Es regalo del ministro de Guerra. Me lo trajo de los Estados Unidos, cuando fue a que lo operaran. (Un silencio). Tiene mis iniciales y es de oro.
GENERAL.—
Tardan.
TENIENTE.—
Habrán tenido que despertar al cabo. Es la una y media.
GENERAL.—
¿Dónde tienen a ése?
TENIENTE.—
(Riendo). Si está donde yo lo vi la última vez, ja, ja, ja, no le quedarán muchas ganas de que lo alojemos.
GENERAL.—
¿Qué tal la ha pasado?
TENIENTE.—
Como usted lo ordenó. Mejor que los otros, claro, quienes…
GENERAL.—
Deje por ahorita en paz a los otros. Tardan. ¿Qué hora dijo que era?
TENIENTE.—
La una y media.
GENERAL.—
Esa carta me urge. Poco tarda para que tiren la última edición y…
TENIENTE.—
Usted quiere la noticia en la edición de la mañana. Pero ¿por qué no sacar una extra?
GENERAL.—
No vale la pena.
TENIENTE.—
¿Y está usted seguro de que se la escribirá?
GENERAL.—
Sí. Pero en caso de que se negara, no hace falta.
TENIENTE.—
Pero entonces, para qué pedírsela.
GENERAL.—
(Acercándose al teniente y dándole una palmada). Me gusta el agradecimiento y prefiero amordazar a esos malditos periódicos antirrevolucionarios con la pura verdad. Si viera López qué ganas me dan de retorcerle el pescuezo a los editores de los grandes diarios.
TENIENTE.—
No sé qué escrúpulos detendrán al señor presidente. Él tan pundonoroso, tan revolucionario, permitiendo que se pongan a atacar a sus colaboradores y todo porque un perro descubrió unos míseros cadáveres en el camino a Cuernavaca.
GENERAL.—
Están armando un escándalo como si no estuvieran acostumbrados a que con frecuencia se mueran por aquí de “muerte natural”. (Ríe).
TENIENTE.—
Si usted me permite, general, la verdad es que los muchachos no tomaron las precauciones debidas.
GENERAL.—
Son unos animales, ya se lo dije a Benavides. Deben haber estado marihuanos. (Se sonríe como quien recuerda). ¿Usted fuma marihuana, López?
TENIENTE.—
(No sabiendo qué contestar y queriendo adivinar). Pues…, pues… verá usted…
GENERAL.—
(Interrumpiendo). Hombre, ni que fuera pecado. De vez en cuando hasta yo le chupo y por eso me figuro que los muchachos andaban con la hierba esa noche.
TENIENTE.—
Lo malo fue que ya descuartizados no hubieran hecho las fosas tantito más hondas.
GENERAL.—
Hondas o no hondas no se descubrieron los cadáveres como usted cree. Ésa fue la versión para el público. Sucedió que uno de los tales por cuales comenzó con ataque agudo de remordimiento y fue a contar dónde habían quedado. Ya lo mandé castigar. Era necesario un escarmiento. ¡Qué necesidad teníamos de que nadie se enterara! Y ahora con esta gritería de la prensa que está empeñada en que den con el responsable INTELECTUAL, fíjese qué palabritas. Que se le castigue, que se le degrade sea quien sea… (Se pasea nerviosamente).
TENIENTE.—
(Sentándose a la orilla de la mesa de frente al público). Por unos cuantos catrines que no han sabido más que gritar y hacer de mártires, ¡tanto ruido!
GENERAL.—
Y lo malo no es eso, sino que el jefe manda que se cambie de táctica, porque a nuestros vecinos no les gusta el olor de la sangre. Usted sabe que ya estamos en la era de las instituciones…
TENIENTE.—
¿A poco? ¿Y que ya no nos vamos a divertir?
GENERAL.—
Todo es cuestión de guardar las formas. Claro que me precipité un poco entregándoselos a los muchachos para que se divirtieran, pero qué quiere López, ya me tenían cargada la paciencia con su democracia, y cuando por fin nos permitieron echarles el guante, son suyos, les dije.
TENIENTE.—
Pero no les dijo cómo lo habían de hacer, ¿eh? (Se ríe).
GENERAL.—
Brutos. Y ahora si el licenciadito o ingeniero no me suelta la cartita tendría que darlo libre de todos modos y desde afuera…
TENIENTE.—
Pero bien a bi...