SEGUNDA PARTE
Hacia las Epistemologías del Sur: contra el desperdicio de la experiencia
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| 4 | |
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| | Más allá del pensamiento abisal: De las líneas globales a las ecologías de los saberes |
El pensamiento occidental moderno es un pensamiento abisal. Consiste en un sistema de distinciones visibles y no visibles, siendo las invisibles la base de las visibles. Las distinciones invisibles se establecen mediante líneas radicales que dividen la realidad social en dos reinos: el reino de “este lado de la línea” y el reino de “el otro lado de la línea”. Una división en la que “el otro lado de la línea” se desvanece como realidad, se convierte en no existente, y de hecho se produce como inexistente. No existente significa que no existe de ninguna forma relevante o comprensible de ser. Todo lo que se produce como no existente se excluye radicalmente, porque se encuentra más allá del reino de lo que la concepción aceptada de inclusión considera que es su otro. Lo que con mayor frecuencia caracteriza al pensamiento abisal es, pues, la imposibilidad de la copresencia de los dos lados de la línea. Este lado de la línea solo prevalece, en el grado que lo haga, mediante el agotamiento del campo de la realidad relevante. Más allá de él, solo hay no existencia, invisibilidad, ausencia no dialéctica.
En mi obra anterior (SANTOS, 1995) caracterizaba la modernidad occidental como un paradigma político asentado en la tensión entre la regulación social y la emancipación social. Esta es la distinción visible en que se basan todos los conflictos modernos, tanto desde el punto de vista de los problemas sustantivos como del de los procedimientos. Pero debajo de esta distinción hay otra, una distinción invisible, sobre la que se levanta la anterior. Tal distinción invisible es la distinción entre sociedades metropolitanas y territorios coloniales. En realidad, la dicotomía regulación/emancipación solo se daba en las sociedades metropolitanas. Era impensable aplicarla a los territorios coloniales. En estos territorios era inconcebible un lugar para la dicotomía regulación/emancipación. En ellos se daba otra dicotomía, la de apropiación/violencia, cuya aplicación, a su vez, era inconcebible en este lado de la línea. No se podía pensar en los territorios coloniales como sitios para el desarrollo del paradigma de la regulación/emancipación, por lo que el hecho de que este no se aplicara a ellos no ponía en entredicho la universalidad del paradigma.
El pensamiento abisal moderno sobresale en establecer distinciones y radicalizarlas. Sin embargo, estas distinciones, por muy radicales que sean y por categóricas que sean las consecuencias de estar en uno u otro lado de la línea, tienen en común el hecho de que pertenecen a este lado de la línea y se juntan para hacer invisible la línea abisal en la que se asientan. Las intensamente visibles distinciones que estructuran la realidad social en este lado de la línea se asientan en la invisibilidad de la distinción entre este y el otro lado de la línea.
El conocimiento y el derecho modernos representan las manifestaciones más logradas del pensamiento abisal. Explican las dos principales líneas globales de los tiempos modernos, unas líneas que, aunque sean diferentes y funcionen de distinta forma, son mutuamente interdependientes. Cada una crea un subsistema de distinciones visibles e invisibles de forma que las invisibles pasan a ser la base de las visibles. En el campo del conocimiento, el pensamiento abisal consiste en asegurar a la ciencia moderna el monopolio de la distinción universal entre lo verdadero y lo falso, en detrimento de dos cuerpos de conocimiento alternativos: la filosofía y la teología. El carácter excluyente de este monopolio centra las disputas epistemológicas modernas entre las formas científicas y no científicas de verdad. Dado que la validez universal de la verdad científica siempre es ciertamente muy relativa, por el hecho de que solo se puede afirmar en relación con determinados tipos de objetos, en determinadas circunstancias y establecida con determinados métodos, ¿cómo se relaciona con las otras posibles verdades que pueden revindicar un estatus incluso superior pero que no se pueden establecer de acuerdo con métodos científicos, como la razón como verdad filosófica o la fe como verdad religiosa? Así pues, estas tensiones entre ciencia, filosofía y teología se han hecho muy visibles pero, como sostengo, todas tienen lugar en este lado de la línea. Su visibilidad parte de la premisa de la invisibilidad de las formas de conocimiento que no pueden encajar en ninguna de estas formas de saber. Me refiero a los saberes populares, laicos, plebeyos, campesinos o indígenas del otro lado de la línea. Se esfuman como saberes relevantes o conmensurables porque están más allá de la verdad o la falsedad. Es inimaginable aplicarles no solo la distinción científica entre verdadero y falso, sino también las verdades científicamente inverificables de la filosofía y la teología que constituyen todo el conocimiento aceptable de este lado de la línea. Al otro lado de la línea no existe verdadero conocimiento; hay creencias, opiniones, interpretaciones intuitivas o subjetivas que, en el mejor de los casos, se pueden convertir en objeto o materia prima de la indagación científica. Así pues, la línea invisible que separa la ciencia de sus otros modernos se asienta en la línea abisal invisible que separa la ciencia, la filosofía y la teología, por un lado, de, por el otro, los saberes hechos inconmensurables e incomprensibles para corresponderse con los métodos científicos de verdad y sus competidores reconocidos del reino de la filosofía y la teología.
En el campo del derecho moderno, este lado de la línea está determinado por lo que cuenta como legal o ilegal de acuerdo con el estado oficial o el derecho internacional. Lo legal y lo ilegal son las dos únicas formas de existir ante la ley y, por esta razón, la distinción entre ambos es una distinción universal. Esta dicotomía fundamental excluye todo un territorio social donde la dicotomía sería impensable como principio organizador, es decir, el territorio de lo sin ley, lo a-legal, lo no-legal e incluso lo legal o ilegal según el derecho no reconocido oficialmente. De modo que la línea abisal que separa el reino de la ley del reino de la no ley es la base de la dicotomía visible entre lo legal y lo ilegal que organiza, en este lado de la línea, el reino de la ley.
En cada uno de los dos grandes ámbitos —el de la ciencia y el de la ley— las divisiones marcadas por las líneas globales son abisales en la medida en que eliminan efectivamente cualquier realidad que haya al otro lado de la línea. Esta negación radical de la copresencia cimienta la afirmación de la diferencia radical que, a este lado de la línea, separa la verdadero de lo falso, lo legal de lo ilegal. El otro lado de la línea abarca un vasto conjunto de experiencias descartadas, hechas invisibles como agencias y como agentes, y sin una ubicación territorial fija. En realidad, como apuntaba, originariamente hubo una ubicación territorial que históricamente coincidió con un territorio específico: la zona colonial. Cualquier cosa que no se pudiera pensar como o verdadera o falsa, legal o ilegal, se producía con la mayor distinción en la zona colonial. En este sentido, el derecho moderno parece tener cierta superioridad sobre la ciencia en la creación del pensamiento abisal. En realidad, contrariamente a la idea legal convencional, fue la línea legal global que separa el Viejo Mundo del Nuevo Mundo la que hizo posible la emergencia del derecho moderno y, en particular, del derecho internacional moderno en el Viejo Mundo, en este lado de la línea. La primera línea global moderna probablemente fue el Tratado de Tordesillas entre Portugal y España (1494), pero las líneas verdaderamente abisales emergen a mediados del si-glo XVI con las líneas de amistad. El carácter abisal de las líneas se manifiesta en el minucioso trabajo cartográfico invertido en su definición, en la extrema precisión exigida a los cartógrafos, los constructores del globo y los pilotos, y en el vigilante control y el duro castigo de las violaciones. En su constitución moderna, lo colonial representa no lo legal o ilegal, sino mejor la ausencia de ley. La máxima que ello populariza —“Más allá del ecuador no existe el pecado”— resuena en el famoso pasaje de los Pensées de PASCAL escritos a mediados del siglo XVII: “Tres grados de latitud alteran toda la jurisprudencia y un meridiano determina lo que es verdad… Es una curiosa forma de justicia cuyos límites están marcados por un río, y lo que a este lado de los Pirineos es verdadero, al otro es falso” (1966, pág. 46).
A partir de mediados del siglo XVI, el debate entre los estados europeos sobre lo legal y lo político en lo referente al Nuevo Mundo se centra en la línea legal global, es decir, en la determinación de lo colonial, no en el ordenamiento interno de lo colonial. Al contrario, lo colonial es el estado de naturaleza en que no tienen cabida las instituciones de la sociedad civil. HOBBES se refiere explícitamente a “las gentes salvajes de muchos lugares de América” como ejemplares del estado de naturaleza (1985 [1651], pág. 187) y lo mismo piensa LOCKE cuando en Del gobierno civil escribe: “En el principio, todo el mundo era América” (1946 [1690], §49). Así pues, lo colonial es el punto ciego sobre el que se construyen las ideas modernas de conocimiento. Las teorías del contrato social de los siglos XVI y XVII son tan importantes por lo que dicen como por lo que callan. Lo que dicen es que los individuos modernos, es decir, los hombres metropolitanos, participan en el contrato social para abandonar el estado de naturaleza y formar la sociedad civil. Lo que callan es que de este modo se crea una inmensa zona del mundo entregada al estado de naturaleza, en el que millones de seres son condenados y abandonados sin ninguna posibilidad de escapar mediante la creación de una sociedad civil.
La modernidad occidental es, más que el abandono del estado de naturaleza y el paso a la sociedad civil, la coexistencia de la sociedad civil y el estado de naturaleza, separados por una línea abisal por la que el ojo hegemónico, situado en la sociedad civil, deja de ver y realmente declara la no existencia del estado de naturaleza. El ser actual creado al otro lado de la línea se hace visible al ser reconceptualizado como el pasado irreversible de este lado de la línea. El contacto hegemónico convierte la simultaneidad en no-contemporaneidad (véase el Capítulo 5). Fabrica pasados para dejar sitio a un único futuro posible (véase el Capítulo 6). Por consiguiente, el hecho de que los principios legales vigentes en la sociedad civil, a este lado de la línea, no sean de aplicación al otro lado de la línea, no compromete en modo alguno su universalidad.
La misma cartografía abisal es parte fundamental del conocimiento moderno. Una vez más, la zona colonial es, par excellence, el reino de creencias y conductas incomprensibles que de ningún modo se pueden considerar conocimiento, ni verdadero ni falso. El otro lado de la línea solo alberga prácticas mágicas o idólatras incomprensibles...