La Emoción decide y la Razón justifica
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La Emoción decide y la Razón justifica

Roberto Aguado Romo

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  1. 366 páginas
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La Emoción decide y la Razón justifica

Roberto Aguado Romo

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Información del libro

Este libro es quizás la forma más precisa de sintetizar los conocimientos científicos sobre los motores que intervienen en nuestro comportamiento. Con esta afirmación se manifiesta sin complejos que nuestra esencia está más cerca del sentir que del pensar.Se sitúa a la persona como elemento esencial de la motivación científica y lo ofrecemos novelando historias reales como espejo que muestra todos los ángulos que nos arrastran al sufrimiento o nos elevan a la satisfacción.

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Información

Editorial
EOS
Año
2016
ISBN
9788497276825
Edición
1
Categoría
Psicología
Capítulo 1
Ese permanente diálogo
con tu biografía
Si me permites, quiero escoltarte al universo más
impresionante y grandioso en el que puedes habitar:
TU VIDA.
R. Aguado
Pedro se convierte en atrapador de almas en cuanto se coloca su peluca amarilla, algunos dicen que este color da mala suerte, pero él ya está acostumbrado a convivir con la suerte mala, hechizándola con sus palabras mágicas que curan todas las enfermedades mientras estamos vivos y, como la magia no sabe de ortografía, amarilla significa AMAR y YA, y a partir de ahí la suerte depende mucho más de las personas.
Además de su peluca, viste con zapatos gigantes; que le hacen andar despacio como si estuviera pisando un suelo de chicle, es habitual oírle decir que con estos zapatos nunca se ha caído, ya que cada paso tiene su tiempo y su espacio, mientras que cuando se los quita para dejar de ser payaso, se tropieza habitualmente por querer ir más deprisa de lo que sus pies pueden o, simplemente, por no mirar por dónde se anda. Y es que siendo payaso de un hospital hay que saber por dónde pisas y con estos zapatos eso se hace más fácil.
Su pantalón multicolor es un mono con un solo tirante que siempre coloca sobre su hombro izquierdo, el derecho lo deja libre por si alguien quiere apoyar su cabeza en él. Pedro sabe que una de las partes más importantes del cuerpo es el hombro; no hay nada como saber que tienes un hombro donde colocar tu cabeza, cerrar los ojos y dejar que pase el tiempo. Es un pantalón muy original, lo fue creando con trozos de tela que son como parches fruncidos por hilos que unen los distintos avatares de su vida. Cada trozo de pantalón es una historia vivida, como si fuera un pedazo de su biografía, un momento que como una condecoración ha sentido en lo más profundo de sus entrañas, es decir, lo entrañable.
Y su nariz es espectacular. A simple vista parece una pelota roja, pero es tan grande que cuando se le ve venir por el pasillo, PASADO y YO, parece como si fuera un faro que viene hacia ti para rescatarte de las olas que te envuelven, en ese océano de enfados que te hace sentir esa soledad que no eliges. Pedro es el último diseño de un faro, antes eran estáticos, ahora te buscan y te escoltan hasta tu destino para que no te pierdas en él.
Su habilidad es torsionar globos consiguiendo esculturas de aire cubiertas por esa pequeña membrana de látex, ya que sabe muy bien que este material tarda lo mismo que una hoja de roble en biodegradarse, ochenta días, los mismos que tuvieron que vivir Phileas Fogg y su ayudante Jean Passepartout en la novela de Julio Verne para dar la vuelta al mundo. Cada globo de látex es una vuelta al mundo, al mundo que ENGLOBA, y por ello envuelve, la verdad de la realidad con esa pimienta que tiene la fantasía de lo que nos emociona, y es que con estos globos consigue navegar por la mente y despereza los mil ojos de la esperanza.
Y es un atrapador de almas porque no tiene miedo a conocerte y por esto te mira, no solo te ve, sabe que cuando te mira, eres lo único, nada más está en su mente en ese momento, pero sobre todo sabe que si te mira te puede admirar y en ese momento puede descubrir contigo no solo lo que ya sabes de ti, también lo que no sabes de ti y, fundamentalmente, porque no sabías lo que no sabes de ti, consiguiendo en ese momento que el cuerpo desaparezca de la escena de relación y con él, su dolor, su enfermedad y su respectiva angustia, tanto que incluso el peor de los miedos desaparece por unos minutos. Pedro atrapa el alma del enfermo y le entretiene con su arte de buscar el ridículo, zarandeándose por universos que solo pueden ver aquellos que se contagian; es el universo de las almas que desnudan al cuerpo, le quitan esos nudos que lo aprisionan y, con sus globos, pueden volar fuera del hospital y recorrer esos mundos donde la muerte no importa, ya que la vida lo ocupa todo. Pedro dice que su alma descubre el alma de su interlocutor a través de una medicina fantástica, el amor en forma de risa, asombro y, frecuentemente, desconcierto. Nadie como Pedro sabe que en un mundo tan serio como es el del enfermo, lo absurdo, el ridículo, lo grotesco, el desatino, lo inesperado, lo irracional, lo poco común, nos devuelve a sentir nuestra alma, esa que nunca perece ni tiene fecha de caducidad.
El alma del payaso es capaz de conectar con la parte sana del enfermo, esa que aún existe y que habitualmente está desterrada por un clima de aparente normalidad y un ambiente emocional lleno de miedo, tristeza, culpa y rabia. Lo importante es que el enfermo tenga en él ganas de seguir viviendo y este motor solo se pone en marcha ante emociones como la Curiosidad, la Admiración, la Seguridad y la Alegría, la C.A.S.A., tal como han investigado Pilar Martín y Sonia Esteban desde la Universidad de Valladolid, siguiendo lo publicado por R. Aguado (2014) en “Es emocionante saber emocionarse”.
Pedro cuando es payaso tiene el nombre de Escarabajo, ya que dice que “es bajo y tiene mucha cara”, y cuando entra en una habitación del hospital lo hace como si estuviera nadando en un océano de chocolate de muchos colores, encontrándose con desconocidos a quienes les pregunta cosas tan difíciles de contestar como:
¿Tú puedes respirar con los pies?” o “¿Sabes dónde está la mona Ricarda? Se me ha escapado”.
Desde ese momento suele hacer toda una inmersión en un mundo de fantasía y despilfarro de ridículos y esperpentos que, como verdadero mago de la palabra, hace que los pacientes se disocien de su realidad hospitalaria para adentrarse en un universo donde lo único que está permitido es divertirse con la historia que Escarabajo le ofrece. Todo ello hecho a medida, según el perfil del paciente, su edad y el estado emocional en el que se lo encuentra al entrar en su habitación.
Pedro antes de entrar en las habitaciones o las salas donde los niños ingresados estudian con sus pedagogos del hospital, coordina con los responsables de enfermería la evolución de aquellos que va a visitar. En estas reuniones, ya vestido de Escarabajo, toma nota de la evolución clínica y emocional de los pacientes, como un médico más, y cuando termina sus visitas realiza un informe de lo que ha observado y se lo transmite a quien en ese momento esté coordinando la enfermería.
Leer un informe de Escarabajo es la mejor forma de adentrarse en la parte más humana del hombre. Como es de imaginar, el informe de un payaso de hospital no menciona enfermedades ni palabras médicas. En ellos es fácil encontrar frases como:
“… responde bien al susto, si le asustas te mira con una mezcla de rabia y asco, y eso le viene bien, ya que echa hacia fuera lo que tiene dentro. Está muy asustado y para sacarle de ahí, la mejor medicina es un susto de payaso, por ejemplo, comienzo a gritar ay, ay, ay, ay y, después de crear un escándalo me dirijo al niño y le digo: ¿quieres jugar a gritar ay?; es muy divertido, cada ay que gritas es como si encuentras una ocasión para decir que ahí, en tu corazón, hay muchos ayes. La mayoría de los niños al rato están gritando ay como posesos y con todas sus ganas y, cuando se cansan, su cara ya tiene una sonrisa”.
Pero en lo que más hincapié hace en sus informes es en aquellas cosas que al paciente le van bien o mal, y que no tienen tanto que ver con las medicinas que se le dan o las pruebas que se le hacen, sino cómo se le trata en cada uno de estos actos. Es habitual escuchar a Escarabajo decir que nunca hay que tratar mejor al órgano que a la persona, cada paciente tiene su necesidad personal de información y de decisión y, por esto, es fundamental que todo lo que pueda decidir él hay que respetarlo.
Cuando Escarabajo salió de su sesión de seguimiento de los pacientes con Ana, la coordinadora de enfermería de ese día, se dirigió al que en ese momento tenía más preocupados al servicio de enfermería y médico. Esta vez no era un niño, se trataba de un señor de cincuenta y tres años que había necesitado de una intervención quirúrgica para recomponerle su pierna derecha, ya que sufrió una fractura diafisaria de fémur tipo IV de conminución, necesitando una fijación externa con uso asociado de injerto óseo, todo ello con traumatismo craneoencefálico y pérdida de conciencia de dos horas que no necesitó de inducción al coma, después de un accidente con su moto.
Lo que preocupaba es que llevaba una semana ingresado y nadie se había puesto en contacto con el hospital para interesarse por él y, lo más importante, nadie lo había visitado. En su historia clínica sabían que tenía trabajo y que vivía solo, aunque hasta el momento desconocían en qué consistía su oficio, ya que tanto la psicóloga como la psiquiatra habían hablado con él varias veces. Pero Félix, que es como se llama el ...

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