Una teoría sobre el capitalismo global
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Una teoría sobre el capitalismo global

Producción, clase y Estado en un mundo transnacional

William I. Robinson

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Una teoría sobre el capitalismo global

Producción, clase y Estado en un mundo transnacional

William I. Robinson

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Presenta una teoría de la globalización fundamentada en el surgimiento de una clase capitalista transnacional y un estado transnacional. Robinson demuestra cómo la movilidad de capital le ha permitido a éste reorganizar los procesos productivos a lo ancho del mundo de acuerdo con una amplia gama de consideraciones que permiten la maximización de las oportunidades para la ganancia. Como resultado, los sistemas productivos anteriormente nacionales han sido fragmentados e integrados externamente en nuevos circuitos globalizados de acumulación. Al mismo tiempo esta descentralización y fragmentación de la producción da lugar a la concentración y la centralización del mando y control de la economía global en manos de capital transnacional. Esta nueva organización de la economía mundial encuentra su contraparte en el surgimiento de redes de un estado transnacional que permite a la élite transnacional coordinar y extender su radio de acción e imponer nuevas relaciones de dominación sobre las clases populares. La hegemonía en el siglo XXI no será ejercida por un Estado-nación determinado sino por esta nueva clase dominante global por medio de la maquinaria del estado transnacional. Pero el nuevo sistema de capitalismo global está impregnado de contradicciones explosivas entre ellas, la creciente brecha entre los ricos y los pobres y el deterioro ecológico. El futuro será testigo de continuos conflictos y disputas por el control entre el nuevo grupo dominante transnacional y las filas cada vez más numerosas de los desposeídos y marginados.

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1. LA GLOBALIZACIÓN COMO CAMBIO DE ÉPOCA EN EL CAPITALISMO MUNDIAL

¿Quién no habla de globalización en estos días? El término se originó en el mundo corporativo en la década de los sesenta en referencia a la perspectiva y alcance mundial que muchas corporaciones multinacionales habían empezado a tener desde ese entonces. En los años noventa, el término entró en el discurso público y generó una ardiente controversia en la academia. Pero la noción de globalización es problemática. Una multitud de afirmaciones parciales, divergentes, y a menudo contradictorias, rodean el concepto (Scholte, 2000). Considerando las implicaciones políticas de estas afirmaciones, es claro que, cuando menos, “globalización” se ha convertido en lo que llamamos un concepto esencialmente controvertido. Es decir, como no existe consenso respecto a qué se refiere este término, hay un sinnúmero de definiciones distintas, cada una de las cuales nos ofrece una interpretación de la realidad social diferente. La globalización, por ejemplo, ¿se refiere a un proceso o a una condición? ¿Es un fenómeno nuevo que data de las últimas décadas del siglo XX? ¿Se trata de la culminación de siglos del capitalismo y la modernidad? ¿O ha estado ocurriendo durante miles de años? ¿Es el núcleo del proceso económico, político o cultural? ¿Es mejor ver la globalización como continuación de los procesos históricos anteriores, como cambios cuantitativos? ¿O debemos verla como una discontinuidad, como un cambio cualitativo o una época enteramente nueva?
Como puede apreciarse, el debate sobre el significado de conceptos esencialmente controvertidos como globalización va más allá de la mera semántica. El campo de batalla en el que contienden tales conceptos es un leading edge (frente de avanzada) de un conflicto político. Sus significados están estrechamente relacionados con el problema que intentan discutir y con la clase de acción con la cual se va a comprometer la gente. Dos preguntas sobre la globalización nos permitirán clarificar el tema. Primera, ¿estos cambios son beneficiosos o perjudiciales para la mayoría de la población en el mundo? Segunda, ¿se trata de un proceso inmutable (en cuyo caso bien podemos “ponernos cómodos” y aceptar lo inevitable) o puede ser alterado? Los académicos que han estudiado el tema no están de acuerdo en ninguno de estos asuntos. Sin embargo, es seguro decir que la mayoría de los científicos sociales estarían de acuerdo con las dos proposiciones siguientes: primera, el ritmo del cambio social y de las transformaciones mundiales parece haberse acelerado dramáticamente en las últimas décadas del siglo XX; segunda, este cambio social está relacionado con la profundización de los nexos entre pueblos y países de todo el mundo, o con lo que John Tomlinson (1999) ha llamado “conectividad compleja”.
El propósito de este libro no es explorar los detalles del debate sobre la globalización, de lo cual ya existe una abundante literatura (ver, por ejemplo, Scholte, 2000). Este libro se ocupa específicamente de dos procesos estructurales básicos, centrales a la globalización: el surgimiento de una clase capitalista transnacional (CCT) y el nacimiento de lo que llamo un Estado transnacional (ETN). Pero antes de enfocarme en estos fenómenos, es necesario examinar algunos puntos clave del debate y exponer mi propia concepción de globalización. Yo presento la que puede ser llamada tesis o escuela del “capitalismo global”, así denominada porque muchos que hemos adoptado esta posición creemos que la globalización representa una nueva etapa en la evolución del sistema capitalista mundial que surgió hace unos cinco siglos. De ahí que hablemos de globalización capitalista (ver, por ejemplo, Hardt y Negri, 2000; McMichael, 1996; Robinson, 1996a, 2001b, 2003b; Ross y Trachte, 1990; Sklair, 1999, 2002; y Went, 2002). Creemos que estudiando la naturaleza y la dinámica del sistema capitalista, cómo ha evolucionado históricamente y cómo está cambiando hoy, tendremos la clave para entender la globalización. Dicho en términos más “académicos”, la escuela del capitalismo global sostiene que la globalización se puede explicar plenamente por una teoría materialista del capitalismo, metodológicamente anterior.
Los capítulos 2 y 3 abordan los temas de la clase capitalista transnacional y el Estado trasnacional, respectivamente. Como preludio y telón de fondo de tales tópicos, en este capítulo presento mis puntos de vista esenciales sobre la globalización, expresados en mi teoría sobre la transición de una economía mundial a una economía global, que constituye un cambio de época (no una ruptura o discontinuidad per se) en la historia del capitalismo mundial.

LAS ÉPOCAS DEL CAPITALISMO Y LA GLOBALIZACIÓN COMO CAMBIO SISTÉMICO


Periodización del capitalismo mundial


En términos teóricos, la globalización puede verse esencialmente como el punto próximo a la culminación de un largo proceso de siglos de expansión de la producción capitalista alrededor del mundo y el desplazamiento de todas las relaciones precapitalistas. Esto está dando lugar a una nueva forma de conexión entre todos los seres humanos. La propia constitución de sociedades humanas ha implicado siempre, por supuesto, diversas formas de interconexión. Pero el capitalismo fue la primera forma de sociedad capaz de incorporar todas las otras formas en una sola formación social, dando origen así a lo que la teoría del sistema mundo llama “sistema mundo moderno” (Wallerstein, 1974). El capitalismo empezó a desarrollarse como un nuevo sistema social en Europa hace cinco siglos, a medida que el viejo orden feudal decaía y entraba en proceso de extinción. A diferencia del anterior sistema feudal —y, en tal caso, a diferencia de otros tipos de sistemas sociales que el mundo ha conocido—, el capitalismo es expansionista por naturaleza. Para sobrevivir, el capitalismo requiere acceso constante a nuevas fuentes de mano de obra barata, tierra, materias primas (cultivos y minerales) y mercados.
Este imperativo de expansión condujo a un periodo de colonialismo e imperialismo, implicando la conquista y sometimiento de otros pueblos y sociedades por las fuerzas europeas. Entre 1492 y 1530, América Latina fue conquistada, colonizada e incorporada a este sistema mundo capitalista en expansión. En África, el proceso empezó con el comercio de esclavos durante el siglo XVI, y hacia 1890 casi todo el continente había sido anexado formalmente como colonias europeas. Asia sufrió un destino similar desde 1500 y hasta el siglo XX, como lo hizo Oriente Medio desde el siglo XVIII y hasta el siglo XX (Stavrianos, 1981). Este proceso de colonización de 500 años fue violento en extremo. Cientos de millones de personas perdieron la vida en guerras coloniales de conquista, muchas razas y grupos étnicos desaparecieron literalmente de la faz de la tierra, exterminados, y sociedades enteras fueron trastornadas y puestas de cabeza. En un famoso pasaje sobre el cruento surgimiento del capitalismo mundial, Carlos Marx describió el proceso como “acumulación originaria” o conversión original del orden precapitalista en orden capitalista: La acumulación originaria juega en la economía política más o menos lo mismo que el pecado original en la teología. Adán mordió la manzana y a partir de allí el pecado se cierne sobre la raza humana. La concepción teológica sobre el pecado original nos dice cómo el hombre fue condenado a conseguir el pan con el sudor de su frente; pero la historia del ‘pecado’ original económico nos revela que hay gente para la cual esto de ninguna manera es esencial. Y desde los tiempos del pecado original data la pobreza de la gran mayoría que, a pesar de toda su laboriosidad, no tiene hasta ahora nada más que vender sino a sí misma, y la riqueza de los pocos que constantemente aumenta a pesar de que éstos desde hace mucho han dejado de trabajar.
En la historia real, es notorio que la conquista, la esclavitud, el robo, el asesinato y el uso de la fuerza juegan el rol mayor. Los métodos de acumulación originaria son cualquier cosa menos idílicos. Esta historia está escrita con letras de sangre y fuego en los anales de la humanidad. El descubrimiento del oro y la plata en América, la extirpación, la esclavitud y el entierro en minas de la población indígena de ese continente, la iniciación de la conquista y el saqueo de la India, así como la conversión del África en una reserva para la cacería comercial de negros, son las cosas que caracterizan el amanecer color de rosa de la era de la producción capitalista. Estos procedimientos idílicos son los momentos principales de la acumulación originaria. Sobre las huellas de sus talones están las guerras comerciales de las naciones europeas, con el mundo como teatro. En el sistema colonial, estos métodos dependen en parte de la violencia, y ésta es la comadrona de toda vieja sociedad preñada con una nueva. La violencia es en sí un poder económico. Si el dinero, de acuerdo con un pasaje bíblico, viene al mundo con una mancha de sangre congénita en la mejilla, el capital viene chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies.

Para algunos este proceso de 500 años de expansión capitalista constituye la definición de globalización, pero, desde mi punto de vista, es conveniente distinguir analíticamente el actual periodo del capitalismo mundial respecto de los periodos anteriores. La periodización de la historia es una herramienta analítica que utilizan los científicos sociales para tratar de destacar los cambios clave que a través del tiempo tienen lugar en el seno de la sociedad. La periodización del capitalismo permite identificar los cambios clave de este sistema desde su origen hace cinco siglos. La globalización representa un cambio de época, es decir, uno de esos cambios fundamentales en la estructura social a nivel mundial que modifican y transforman el propio funcionamiento del sistema en que vivimos. La globalización representa una nueva época en la historia del capitalismo mundial, es la cuarta época. La primera estuvo marcada por el nacimiento del capitalismo desde su envoltura feudal en Europa y su inicial expansión exterior, la llamada era del Descubrimiento y la Conquista, simbolizada por la llegada de Colón a las Américas. Fue la época del mercantilismo y la acumulación originaria, lo que Marx llama “el amanecer color de rosa de la era de producción capitalista”. La segunda época, de capitalismo clásico, o competitivo, estuvo marcada por la revolución industrial, el surgimiento de la burguesía y la formación del Estado-nación moderno, destacando por la Revolución Francesa y la revolución manufacturera del siglo XVIII en Inglaterra. Esta época abarcó lo que el historiador británico Eric Hobsbawm llama en sus obras históricas fundamentales las eras de revolución, capital e imperio (1962, 1977, 1987). La tercera época en la historia del capitalismo mundial fue el surgimiento del capitalismo corporativo (“monopolista”), la consolidación de un solo mercado mundial y del sistema de Estado-nación dentro del cual se organizó el capitalismo mundial. Este periodo vio la aparición de la corporación industrial financiera, la intensificación de las guerras entre los poderes imperiales y la emergencia de la alternativa socialista, la “Era de los extremos”, como Hobsbawm tituló la historia del siglo XX (1994). Podemos decir que la primera época aconteció entre las fechas simbólicas de 1492 y 1789; la segunda, hasta finales del siglo XIX, y la tercera, hasta principios de los años setenta.
Hoy en día estamos en las primeras fases de la cuarta época del capitalismo, la globalización, caracterizada tecnológicamente por el microchip y la computadora —la “era de la información”— y políticamente por el colapso de los intentos socialistas del siglo XX y el fracaso de toda la generación de movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo para ofrecer una alternativa al capitalismo mundial. Las décadas turbulentas de finales del siglo XX fueron, en palabras del científico y político John Ruggie (1993), el “umbral de una época”. Los años setenta fueron tiempos de gran turbulencia económica, y la mayoría de los estudiosos del tema está de acuerdo en que fue en esa década cuando se inició una profunda reestructuración del capitalismo mundial (Castells, 2000). Detrás de esta turbulencia estuvo la transición de la fase Estado-nación del capitalismo mundial, y de sus estructuras características institucional, organizacional, política y regulatoria, hacia una nueva y todavía emergente fase transnacional. Esta fase emergente del capitalismo es cualitativamente nueva.
Pero ¿cuáles son las características esenciales de esta nueva época del capitalismo? Anteriormente señalé que la dinámica propia del sistema capitalista lo obliga a expandirse hacia el exterior. Ahora es preciso explicar con un poco más de detalle la naturaleza y la dinámica de este sistema. La esencia del capitalismo es la producción mediante una forma particular de interacción social que llamaremos relación trabajo-capital (o relaciones capitalistas de producción), con el fin de intercambiar lo que se produce, mercancías, en un mercado que rinda ganancia. Para que la producción capitalista ocurra se necesita una clase social que carezca de medios propios de producción, tales como tierra para cultivar o herramientas y talleres con los cuales producir para sí misma. Esta es la clase trabajadora. Y asimismo, se requiere una clase poseedora de estos medios de producción y que a la vez necesite una oferta de trabajo que opere estos medios de producción, de modo que puedan ser producidas las mercancías y vendidas para obtener una ganancia. Esta es la clase capitalista. La relación capital-trabajo es la que se establece entre trabajadores y capitalistas a medida que éstos se encuentran en el proceso de producción de los bienes que la gente desea o necesita.
Naturalmente, la gente se reunió para cubrir las necesidades de la vida mucho antes de que apareciera el capitalismo; tal producción, el proceso de trabajo colectivo, es propia de la naturaleza de nuestra especie. Lo que distingue al capitalismo de otros sistemas sociales o modos de producción, es que en aquél los seres humanos participan en el proceso de producción con el objeto de intercambiar lo que es producido y obtener ganancias, y esta producción tiene lugar a través de la relación capital-trabajo. Los seres humanos pueden ocuparse de la producción de una forma cooperativa e igualitaria, por ejemplo, a través de la propiedad colectiva de los medios de producción, lo que se puede llamar sistema comunal. O pueden reunirse mediante la esclavización de un grupo social por otro: sistema esclavista.
En el sistema feudal, al igual que en el esclavismo, un grupo de personas (terratenientes) controla los medios de producción en la forma de tierra, pero la producción no tiene lugar como producción de mercancías, que es cuando las cosas útiles que la gente desea o necesita son producidas expresamente para obtener una ganancia a través de su intercambio en el mercado. Bajo el capitalismo, los trabajadores son “libres”. A diferencia de los esclavos o los siervos, nadie los obliga físicamente a trabajar para aquéllos que poseen los medios de producción. Pero debido a que los trabajadores no tiene medios propios de producción, se ven forzados a hacerlo —so pena de morir de hambre—, a proveer su mano de obra a los capitalistas a cambio de un salario que les permita atender sus necesidades de vida en el mercado. El proceso por el cual la gente es separada de sus medios de producción, tal como ocurre a través de la conquista colonial o la pérdida de tierras a favor de los acreedores, se conoce como acumulación originaria. Ésta crea las condiciones iniciales para que tenga lugar la producción capitalista.

Ampliación extensiva e intensiva del capitalismo mundial


¿Cómo se relaciona esto con la globalización? Recuérdese que definí la globalización como la cercana culminación de un largo proceso de siglos de expansión de la producción capitalista alrededor del mundo y de desplazamiento de las relaciones precapitalistas. Esto significa que a principios del siglo XXI la vasta mayoría de la población del mundo ya ha sido integrada al mercado capitalista y sometida a las relaciones capitalistas de producción. Ya no existe ningún país o región del mundo que permanezca fuera del capitalismo mundial, ni ningún modo de producción precapitalista o no capitalista en escala significativa. El capitalismo se expande mercantilizando las relaciones sociales, proceso por el cual la producción capitalista, también conocida como producción de mercancías, reemplaza las formas precapitalistas o no capitalistas de producción. El capitalismo es expansionista en un doble sentido. Primero, la mercantilización se ha extendido constantemente por todo el mundo hacia nuevas áreas que antes estuvieron fuera del sistema de producción de mercancías. Este proceso se conoce como ampliación extensiva. Segundo, la mercantilización se profundiza en forma incesante: actividades humanas que antes estaban fuera de la lógica de la producción capitalista son llevadas a esa lógica. Por ejemplo, en los sistemas de salud pública y educación, el servicio se provee no para que los inversionistas capitalistas obtengan ganancias, sino para satisfacer las necesidades de educación y salud de la gente. Pero cuando estos sistemas se privatizan, es decir, cuando se entregan a inversionistas privados que pasan a ser sus “dueños”, la provisión de salud y educación es emprendida con el fin de generar ganancias para estos inversionistas. Si uno puede pagar por el cuidado de la salud o la educación —comprarla en el mercado—, estos servicios son brindados; si no, no son accesibles. De modo que la salud y la educación se convierten en mercancías. La penetración de las relaciones mercantiles en las esferas de la vida social que estaban formalmente fuera de la lógica de la ganancia, se conoce como la ampliación intensiva del capitalismo.
En la historia del capitalismo mundial la mercantilización se profundiza constantemente (expansión intensiva) y se extiende por todo el mundo (expan...

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