Vestidas de azul
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Vestidas de azul

Análisis social y cinematográfico de la mujer transexual en los años de la Transición española

Valeria Vegas

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Vestidas de azul

Análisis social y cinematográfico de la mujer transexual en los años de la Transición española

Valeria Vegas

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Vestida de azul de Antonio Giménez-Rico fue el primer documental español protagonizado por seis mujeres transexuales que se estrenó en salas comerciales. Hoy, 35 años después y con la perspectiva que da el paso del tiempo, la periodista Valeria Vegas analiza cómo los medios y el cine abordaban la transexualidad en una época verdaderamente hostil para un colectivo tan expuesto como minoritario. A través de las circunstancias que rodearon a Eva, Loren, Tamara, Josette, Nacha y Renée, la autora indaga en aspectos como la prostitución, el espectáculo, la exclusión social o las leyes opresoras. Sus vidas son también las de otras muchas mujeres para las que no siempre la democracia fue sinónimo de libertad.

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Información

Editorial
Dos Bigotes
Año
2019
ISBN
9788494967474
Edición
1
Categoría
Film & Video
Loren o las leyes opresoras
Loren Arana nació en Trebujena, provincia de Cádiz, en 1938. A finales de la década de los sesenta se traslada a vivir a Madrid, donde pronto comienza a trabajar en el servicio del hogar. Es a mediados de los setenta cuando comienza su transición. Una vez iniciada ésta no tuvo otra salida que dedicarse a la prostitución, la cual ejerció hasta 1996, momento en el que, tras diversos achaques de salud, regresó a su pueblo natal, donde fallecería poco después a causa de un ictus. En octubre de 1993, Telemadrid emitió el programa Treinta minutos, donde Loren contó sus vivencias en el reportaje La vida de tres transexuales. Dos años y medio más tarde apareció en Esta noche cruzamos el Mississippi, en un reportaje sobre la prostitución transexual.
Juani Ruiz, amiga y compañera, la recuerda con cariño:
La Loren era muy suya, con su punto de mala leche, pero sin maldad, siempre con gracia. Esa gracia suya tan andaluza. Todavía la recuerdo poniendo sus caras, cuando reaccionaba levantando las cejas, algo muy de ella. Se iba una y la criticaba, pero ya digo, con gracia y sin mala intención. Sacaba faltas de todas pero de manera muy chistosa. Había una compañera, la Amara de Arcos, que se compraba muchos pisos y luego lo comentaba. Un día nos viene diciendo que se había comprado un piso en Tres Cantos, y la Loren saltó y le dijo: mira, tres cantos te voy a dar yo, pero en la cabeza. Era imposible no reírse. Era lo que yo llamaba los golpes de la Loren, tenía comentario para todo. Parece que la estoy escuchando ahora.
Cuando Juani llegó a Madrid a finales de los ochenta, pronto entabló amistad con Loren:
[…] hasta el punto de que me propuso ir a vivir a su piso en Vallecas. Ella quería alquilarme una habitación, porque sabía que yo era de fiar, y eso era algo que no se lo decía a cualquiera, porque era muy mirada para lo suyo. Al final no me fui, pero sí recuerdo haber pasado algunas navidades juntas. Una vez que me invitó a cenar en Nochebuena, yo comenté algo del menú y ya estaba ella con sus respuestas: pero bueno, qué va a querer el maricón que le haga por tres mil pesetas. Me hartaba de reír. Y para lo mayor que era, no lo parecía tanto, se arreglaba bien y se cambiaba mucho el pelo, fue morena, rubia, pelirroja… Los últimos años tenía la salud delicada, pasó por una operación de colon y otras cosas complicadas, hasta que le dio el ictus, hacia finales de 1996. En ese momento estaba con su amiga Rebeca Flash, que se habían ido juntas en moto por ahí. Fui a verla al hospital y la verdad es que ya no era la misma, había perdido esa forma suya de hablar. Me entristecía mucho verla así porque ya no era la Loren que yo conocía. Poco después llegó su hermano y se la llevó al pueblo, hasta que allí falleció.
La revista Party se hizo eco en 1984 del estreno de Vestida de azul a nivel nacional. En dicho artículo, titulado Las alegres chicas de ‘Vestida de azul’, recogía el testimonio de Loren, que decía así:
La gente se sorprende de las cosas que cuento en la película y desde luego te puedo asegurar que todo es verdad, pero no toda la verdad. Algún día haré mi película y se va a enterar el personal, porque muchos de esos señoritos que nos ponen verdes, incluso pertenecientes a la sociedad esa que suele almorzar con el Rey, luego son mucho más asquerosos que nosotras.
Loren representa a esa generación que tuvo que lidiar con detenciones y estancias carcelarias debido a la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, aprobada en 1970 y que sustituía a su vez a la Ley de Vagos y Maleantes, para el control de todos los elementos considerados antisociales. Vestida de azul muestra la salida de Loren de la prisión de Carabanchel, a donde llegó a parar por un delito de escándalo público, algo generalmente arbitrario que recaía en muchas ocasiones sobre las prostitutas, dependiendo siempre del abuso del poder policial.
Año y medio antes de que se modificase la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, la revista Interviú publicaba en su número 48, de abril de 1977, el reportaje Ni con faldas, ni a lo loco, referente a las consecuencias e injusticias de esta ley:
La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social ha vuelto a hacer estragos. Los homosexuales y los travestis han vuelto a ser sus víctimas. Francisco Flores y Francisco Mestres se encuentran hoy en la cárcel Modelo de Barcelona para ser «reformados» del delito que cometieron: pasearse tranquilamente por las calles de la ciudad ataviados a su aire, vestidos con ropa de mujer. El calvario de estos seres marginados prosigue, mientras aquellos que tienen que juzgarlos ―la justicia y la sociedad en general― se divierten a su costa en los espectáculos nocturnos de la ciudad. Es el continuo peregrinaje desde los escenarios a la «galería de invertidos» de la prisión. No parece haber prisas para normalizar un hecho frecuente y biológicamente natural y miles de españoles ―porque son miles― siguen de este modo sin poder vivir, inofensivos, conforme a sus deseos.
El reportaje, firmado por Armand Balsebre, incluye el testimonio de un joven homosexual al que le modificaron su declaración, sin tener nada que ver con lo que contó en su interrogatorio. Al confirmar su condición sexual, le añadieron agravantes y, tras comparecer ante el juez, fue trasladado a la cárcel Modelo. De esta forma dejaba constancia de su vivencia:
Mi visión del mundo y de las cosas iba cambiando por momentos. Parecía todo aquello una novela de Kafka, donde, paradójicamente, lo real parece irreal. Al quinto día me trasladan a la «galería de invertidos», en una celda con el «otro» compañero de fatigas. Allí estuve quince días, y luego me pasaron a otra celda que compartimos entre varias personas, donde estuvimos unas semanas más. Generalmente, a los homosexuales se les hace trabajar en la lavandería, y allí estuve lavando y planchando camisas. […] Durante todo este tiempo de prisión no pude ver a mi familia hasta pasados los diez días. No pude llamar a un abogado hasta que pasaron mis dos primeras semanas en la Modelo. A raíz de una conversación de mi padre con el juez, éste cambió sus primeras intenciones de dejarme preso durante cuatro meses, y pude salir en libertad provisional. «Pero que tenga en cuenta que la próxima vez estará un año o más en prisión», fue el consejo que dio el juez a mi padre. Falta el fallo del Tribunal Supremo ante el recurso interpuesto por mi abogado. Desde luego yo no sé de dónde ha sacado el juez que estaba realizando «prácticas homosexuales, teniendo los genitales fuera del pantalón». Ni el atestado de la Policía lo dice, solamente lo supone. Yo siempre lo he negado, nunca aparece el «otro» en la causa, y el fiscal en sus conclusiones no habla en absoluto de los actos realizados en la calle Tapias. ¿Por qué, pues, me condenan?
He aquí la clave del problema: ¿se puede condenar a un homosexual por ser homosexual? Adjunto a dicho reportaje se incluía el artículo Travestis: Prohibido vivir de día, firmado por Fernando Latorre Vázquez y en el que se denunciaban las detenciones y la hipocresía social en torno a las personas transexuales:
Francisco Flores y Francisco Mestres, conocidos por Mónica y Cristel, son dos mujeres con genitales masculinos que han sido explotadas por las cadenas comerciales del mundo del espectáculo. Era el único medio de vida para ellos, pues en otro trabajo nunca fueron admitidos. Esas cadenas comerciales les obligan, día tras día, a ser físicamente más atractivas, forzándoles incluso a hormonarse, con el fin de convertirse en un verdadero reclamo para las veladas de gran parte de la población de la ciudad. No dudo ni un instante de que entre estos ciudadanos se hallan personajes del mundo judicial. Alguna noche habrán acudido a esos locales, teniendo a la mañana siguiente que dictar sentencia a sujetos con comportamientos similares a los de aquellos que la pasada noche les entretuvieron.
Es muy plausible el carácter justiciero del articulista, que pese a que trata a Mónica y Cristel en masculino en algunos pasajes, llega a definirlas como mujeres con genitales masculinos, algo que no se debatiría prácticamente hasta nuestros días, dejando que durante largo tiempo fuese la genitalidad la que condicionase la identidad. Latorre Vázquez hace referencia también a esas salas de espectáculos que comenzaron a recurrir a mujeres transexuales como reclamo, bajo unas normas y condiciones que apenas trascendían. Destaca también la falta de oportunidades a nivel laboral y la doble moral por parte de la sociedad. En la segunda parte aprovecha para arremeter contra la legislación y proponer una solución encaminada hacia la tolerancia:
En la calle la situación es diferente, como también lo es la forma de interpretar el hecho por medio del agente que pueda detener al travesti o hacer la vista gorda (fenómeno de superación del país). Todo estriba en los principios personales de juicio y no los de la ley. El travesti, por regla general, es un ser pacífico, al que en la mayoría de los casos es difícil distinguir por la calle, puesto que está adoptando al máximo los roles femeninos. […] ¿Dónde está el escándalo público? ¿Dónde la degradación moral? ¿Qué peligrosidad social es la que pueden causar esos sujetos en nuestra sociedad decadente? ¿A quién van a perjudicar, a los niños? ¿No es mucho más peligrosa para el sano desarrollo de nuestros niños, futuros amos de la sociedad, la enorme avalancha de violencia con que los medios de comunicación pretenden distraer y entretener haciendo que aquéllos se identifiquen con héroes crueles y vengativos? […] Hay que ver claro que lo que la ley llama eufemísti...

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