En la colonia penitenciaria
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En la colonia penitenciaria

Franz Kafka, Luis Fernando Moreno Claros

  1. 152 páginas
  2. Spanish
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En la colonia penitenciaria

Franz Kafka, Luis Fernando Moreno Claros

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"En la colonia penitenciaria", escrito en los albores de la Primera Guerra Mundial, es uno de los relatos más estremecedores de Kafka. Cercano temáticamente a "El proceso" y "La condena", cuenta la historia de un explorador que al llegar a una exótica isla descubre una colonia penitenciaria en la que no rige tribunal alguno, sino una sofisticada máquina de tortura que dicta sentencia y ejecuta a los condenados en cuestión de horas. Con muy escasos elementos escénicos y un lenguaje frío y distanciado, el autor urde un relato inquietantemente moderno que, como señala Luis Fernando Moreno Claros en el epílogo, "fácilmente puede interpretarse como una metáfora de los horrores del mundo actual: injusto con los débiles, despiadado, cínico, do­minado por artefactos tecnológicos y por tecnócratas amorales que los adoran, e inmerso en guerras letales e interminables"."Siempre he pensado que el escritor indispensable del terrible siglo XX es Kafka: sin él, no entenderíamos nuestro tiempo".Carlos Fuentes"Kafka recoge los lugares comunes del mundo contemporáneo y luego introduce una razón enferma por donde lo normal se desliza, inapreciablemente, hacia lo monstruoso y lo anodino".M. G. González, "Diario de Jerez""Es este libro una metáfora sobre los horrores del mundo, horrores que siempre son injustificados y que dicen muy poco de nuestra condición como seres humanos racionales".Eric Gras, "El Periódico Mediterráneo""Uno de los relatos más inquietates que escribió Kafka. Tan imprescindible como el relato es el epílogo que acompaña el texto, del ensayista Luis Fernando Moreno Claros".Miren Artetxe, "Gara""La historia más terrible de las creadas por la imaginación del autor. Leer o releer a Kafka resulta ahora, en esta meritoria edición, una excelente oportunidad"."El Ideal Gallego"

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Información

Editorial
Acantilado
Año
2019
ISBN
9788417346843
Categoría
Literature
Categoría
Classics

EPÍLOGO

KAFKA Y SU RELATO

MÁS INFERNAL

A fin de tener a mano en todo momento una brújula segura con la que orientarnos en la vida… nada hay más eficaz que acostumbrarnos a contemplar este mundo como un lugar de expiación, esto es, como una colonia penitenciaria, a penal colony.
ARTHUR SCHOPENHAUER
En la colonia penitenciaria es el relato más cruel de cuantos escribió Franz Kafka. Su lenguaje narrativo es frío y distante, y la historia, trágica sin fisuras. Con muy escasos elementos escénicos, con tan sólo cuatro personajes en medio de un paisaje yermo, Kafka creó una inquietante historia moderna que, leída hoy, fácilmente puede interpretarse como una metáfora de los horrores del mundo actual: injusto con los débiles, despiadado, cínico, dominado por artefactos tecnológicos y por tecnócratas amorales que los adoran, e inmerso en guerras letales e interminables.
La periodista y traductora checa Milena Jesenská, de la que Kafka también estuvo enamorado, afirmó en la necrológica que apareció a los tres días de la muerte del escritor,1 que Kafka había sido un hombre «tímido, asustadizo, afable y bueno», mientras que los libros que escribió eran «crueles y dolorosos». Según Milena, Kafka veía el mundo poblado por «demonios invisibles, en perpetua lucha de exterminio contra los débiles seres humanos». Añadía que él mismo era muy débil para luchar y, a la par, demasiado clarividente, demasiado sabio como para saber de sobra qué oscuras potencias rigen los destinos humanos: el miedo, la mentira, la necedad o la inmisericordia y el odio. Su debilidad «era la de las almas nobles y bellas—añadía Milena—. Su conocimiento del mundo fue profundo y extraordinario, y todo él era en sí mismo un mundo profundo y extraordinario».
Numerosos admiradores y comentaristas de Kafka suscribieron más adelante las palabras de Milena. Max Brod, Walter Benjamin, Hannah Arendt, Gershom Scholem o Thomas Mann—por citar a los imprescindibles—consideraron a Kafka un visionario, un escritor de magníficas metáforas aprovechables para interpretar la modernidad. El propio Kafka, sin embargo, jamás se vio a sí mismo en semejante papel. Nunca escribió con afán de que interpretaran sus escritos ni dejó interpretaciones propias; eludía tal ejercicio de metaliteratura. Max Brod contó que su amigo casi nunca quería dar interpretaciones de sus textos y que cuando, tras mucho insistir, en alguna ocasión se prestaba a ello, la posible interpretación que ofrecía requería siempre de otra más y ésta, a su vez, de una tercera, y así en sucesión interminable; con lo que nunca llegaba a nada concreto.
Legiones de estudiosos se han lanzado a desentrañar qué quiso decir Kafka casi en cada línea escrita que dejó. Sin ánimo de entrar a formar parte de tan aguerrida cohorte, las pautas que siguen, de carácter biográfico e histórico, sólo tienen el cometido de ayudar al lector a comprender tal vez un poco mejor la esencia del relato En la colonia penitenciaria, y evitar que se lance en caída libre al espeluznante escenario de tan sangrienta historia.
Kafka concibió y redactó En la colonia penitenciaria, ese «infierno mecánico»—según lo define el gran biógrafo alemán Reiner Stach—,2 entre el 5 y el 18 de octubre de 1914, coincidiendo con una de las épocas más creativas de su vida: entre agosto de 1914 y enero de 1915.
Al igual que sucedió en 1912, cuando nacieron los relatos La condena y La transformación, además de buena parte de su novela El desaparecido (también conocida como América), en unos meses fecundos, dentro de esta nueva fase creadora del otoño de 1914, Kafka vivía sólo «para escribir», razón por la cual lograba alcanzar intensos períodos de concentración y productividad. Desde hacía casi un lustro, consagrarse por entero a su actividad literaria era para él su mayor anhelo vital. La literatura, según había manifestado en varias ocasiones, constituía «la esencia más íntima» de su ser. Cualquier hecho, suceso o acontecimiento que lo distrajera de esa tarea autoimpuesta, deseada, a menudo muy grata y a veces lacerante y torturadora, perturbaba su ánimo, lo desquiciaba mentalmente y le causaba hondas crisis de desesperación y ansiedad.
Su empleo como abogado laboral en el prestigioso Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo del Reino de Bohemia le resultaba odioso y limitador, en cambio, la actividad literaria liberaba su espíritu. Sólo en ella se encontraba a sí mismo reconcentrado e íntegro. «No soy otra cosa que literatura, y ni puedo ni quiero ser más que literatura», anotó en sus diarios el 21 de agosto de 1913.
Dos sucesos fundamentales que afectaron a Kafka en lo más hondo de su alma acontecieron en julio de 1914, con escasos días de diferencia, poco antes de que se desencadenara el mencionado período de inspiración literaria y redactara En la colonia penitenciaria. El primero, de índole personal, fue la ruptura del compromiso matrimonial con su prometida, la berlinesa Felice Bauer, el 12 de julio en el hotel Askanischer Hof de Berlín. El segundo, de índole colectiva e histórica, fue el estallido de la Primera Guerra Mundial, iniciada oficialmente el 28 de julio con la declaración de guerra de Austria-Hungría a Serbia, apenas quince días después de la ruptura del compromiso de boda.

RUPTURA SENTIMENTAL E INICIO

DE LA NOVELA «EL PROCESO»

Kafka se prometió en matrimonio con Felice el primero de junio de 1914, día de Pentecostés, en Berlín, en un solemne acto familiar. Habían pasado tres años desde que los novios iniciaron una relación amorosa casi exclusivamente epistolar en la que, tras vivir un período de fervor amoroso inicial, afloraron las divergencias que separaban a los enamorados. Felice era una mujer activa y moderna, mientras que Kafka era un hombre complicado y retraído al que le daba miedo el matrimonio, y que anhelaba sentirse libre para consagrarse a la escritura. Aun así, aquel compromiso formal fue la conclusión lógica del largo período de relación, exigida por Felice y por las familias de los dos enamorados.
Después de la ceremonia, a Kafka lo torturaron más que nunca las dudas y los remordimientos, y así se lo hizo saber a Felice. Tamaña situación de ambigüedad terminó por alarmarla, se enfadó de verdad con su novio y el 12 de julio de 1914, reciente todavía la celebración del compromiso de boda, convocó a Kafka de nuevo a Berlín. Allí, en una habitación del mencionado hotel Askanischer Hof, Kafka tuvo que carearse con Felice, la hermana de ésta y una amiga común: Grete Bloch. Ante las dos testigos, una Felice crispada le comunicó a Kafka que daba por anulado el compromiso matrimonial. Fue un jarro de agua fría para él, que seguía manteniendo su ambigüedad hacia Felice, un «quiero y no quiero» muy particular.
Pasado el apuro, Kafka interpretó la escena vivida en el hotel como la figuración de un juicio sumario contra él: frente a las tres mujeres se sintió «acusado y condenado» como ante un tribunal. A los pocos días, el 11 de agosto, comenzó a fraguar la historia de su novela más famosa: El proceso. Allí se describen las peripecias de Josef K., a quien «sin que hubiera hecho algo malo», vinieron a detenerlo una mañana a su casa. Elias Canetti escribió su célebre ensayo El otro proceso de Kafka narrando concienzudamente la relación de Kafka con Felice y otorgando un peso inmenso a esta peripecia vital del escritor, precisamente como la idea nutricia de El proceso. Aunque esto fuera así, el estallido de la Primera Guerra Mundial fue más traumático aún para Kafka, e influiría de manera más directa tanto en la mencionada novela como en la crudeza de la sangrienta ficción sobre la colonia penitenciaria, dos textos contemporáneos y más ligados entre sí de lo que parece.
Despachado por su novia, liberado al igual que atormentado por la ruptura del compromiso, cargado de sentimientos de culpa, sin olvidarla por completo, sin atreverse tampoco a implorar su perdón, Kafka se propuso adaptarse a la vida sin Felice. Ahora dispondría de más tiempo para la literatura. En su diario, escribió consternado: «… completa soledad. Ninguna esposa querida abre la puerta. En un mes hubiera tenido que casarme. Terribles palabras: “tienes lo que querías”» (3 de agosto de 1914).
Poco antes de la ruptura, Kafka había acariciado el plan de trasladarse a Berlín y vivir allí como escritor independiente. Praga era una ciudad que lo limitaba y abrumaba con su provincianismo; allí estaba, además, su familia, en el seno de la cual se sentía como un desplazado (ése es uno de los motivos que pueden extraerse simbólicamente de La transformación); y Praga representaba también el gran peso del antisemitismo con el que el escritor tuvo que convivir desde niño. Los Kafka eran judíos de habla alemana que vivían entre checos cuyo nacionalismo, más exaltado cada vez, rechazaba «lo alemán»; y para éstos, alemán y judío eran sinónimos.
A fin de escapar de la ominosa ciudad, Kafka confiaba en que su editor alemán, Kurt Wolff—establecido en Leipzig—, quien había publicado Contemplación y esperaba la conclusión de la novela El desaparecido con la intención de publicarla, se mostrase propicio a contribuir a sus deseos de emancipación con la aportación de un pequeño «sueldo básico» a cuenta de futuras producciones. Kafka soñaba con instalarse en Berlín y vivir allí como escritor independiente, reseñador y articulista. Tenía muy claro que eso le llevaría mucho trabajo y le reportaría escasos beneficios materiales. No le importaba tampoco que para realizar dicho plan primero tuviera que renunciar a su empleo seguro en Praga. Pero este sueño de liberación se vio truncado de la forma más brusca.

MIENTRAS EUROPA ESTALLA

El inicio de la Primera Guerra Mundial entre julio y agosto de 1914 sobrecogió a Europa entera. A Kafka, al igual que a la inmensa mayoría de ciudadanos de a pie, lo pilló por sorpresa. Después del disgusto berlinés con Felice, se había tomado unos días de vacaciones en la playa danesa de Marielyst junto al también escritor y amigo Ernst Weiss y la amante de éste. A su regreso a Praga, de paso por Berlín, el 26 de julio, ya advirtió en las estaciones de tren la movilización general de tropas. Enseguida fueron llamados a filas sus dos cuñados, casados con Elli y Valli, dos de las tres hermanas del escritor; su «hermana favorita», Ottla, todavía estaba soltera. A él no lo movilizaron en esta ocasión por haberlo declarado exento del servicio militar, a causa de su precaria salud. Más adelante, llevado por la desesperación, Kafka acarició incluso la idea de alistarse voluntario como una manera de granjearse una muerte cierta; pero sus superiores en el Instituto de Seguros lo consideraban un abogado eficacísimo y no quisieron prescindir de sus servicios, con lo que no le quedó más remedio que seguir cumpliendo con su cometido dentro de esta institución. Kafka, ciertamente, era un empleado ejemplar. Sus superiores lo apreciaban y él desempeñaba sus obligaciones con celo encomiable. Aun así, como ya mencionamos, él aborrecía su empleo a cuenta del tiempo que le robaba para escribir.
Apenas han quedado anotaciones de Kafka sobre la guerra mundial. De ahí que gran parte de sus comentaristas y biógrafos supusieran que la tragedia no lo había afectado. Pero es indudable que, enredado como estaba con sus conflictos interiores y la ruptura con Felice, y con aquellos planes de huir de Praga y vivir para la literatura, la guerra debió de caerle encima como una losa que amenazaba con rematarlo y sepultarlo.
Reiner Stach es quien más énfasis ha puesto en el trauma que para Kafka supuso el estallido de la guerra. Fue un horror indeseable y súbito que se les vino encima a todos, y respecto al que él prefería no hablar, dada su inevitable omnipresencia. A este respecto, es célebre una anotación del diario de Kafka—por anodina y lacónica—fechada el 2 de agosto, el mismo día en que Alemania declaró oficialmente la guerra a Rusia: «Alemania ha declarado la guerra a Rusia. —Por la tarde, escuela de natación». Se desprende una honda resignación de este comentario, aunque no lo parezca a primera vista. Nada iba a ser ya como antes, aunque cada cual se esforzara por seguir con su vida como si aquel acontecimiento fuera algo lejano o pasajero.
Stach ha descrito con maestría en su biografía de Kafka cómo afectaron los años de guerra a la ciudad de Praga, cuán crueles fueron con sus habitantes, el escritor y su familia entre ellos. El horror se acumulaba por doquier en las noticias reales que poco a poco fueron trayendo cuantos llegaban del frente, y que contrastaban con la propaganda ilusoria que una y otra vez proclamaba aplastantes victorias del Ejército austrohúngaro. Pronto, además, la visión de la enorme cantidad de desplazados judíos que llegaban a la ciudad, que se desperdigaban como mendigos por Europa llevando con ellos la memoria de infinitas atrocidades, sobrecogió a los praguenses igual que al propio Kafka. Aparte de esto, Elli y Valli, temerosas de que sus maridos murieran en el frente, contagiaban su llanto y su miedo al resto de la familia. Y por si fuera poco, había que lidiar con la carestía, tanto de alimentos básicos como de carbón para las estufas; todo ello contribuía a crear un ambiente de desasos...

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Estilos de citas para En la colonia penitenciaria

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Kafka, F. (2019). En la colonia penitenciaria ([edition unavailable]). Acantilado. Retrieved from https://www.perlego.com/book/1912134/en-la-colonia-penitenciaria-pdf (Original work published 2019)

Chicago Citation

Kafka, Franz. (2019) 2019. En La Colonia Penitenciaria. [Edition unavailable]. Acantilado. https://www.perlego.com/book/1912134/en-la-colonia-penitenciaria-pdf.

Harvard Citation

Kafka, F. (2019) En la colonia penitenciaria. [edition unavailable]. Acantilado. Available at: https://www.perlego.com/book/1912134/en-la-colonia-penitenciaria-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Kafka, Franz. En La Colonia Penitenciaria. [edition unavailable]. Acantilado, 2019. Web. 15 Oct. 2022.