Caballos en compañía
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Caballos en compañía

Lucy Rees, Marta Prieto Asirón

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Caballos en compañía

Lucy Rees, Marta Prieto Asirón

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Información del libro

En Caballos en compañía, la famosa etóloga equina Lucy Rees recoge las conclusiones de un exhaustivo estudio realizado sobre las relaciones sociales de los caballos en la naturaleza desmontando muchos de los paradigmas que se manejan en la actualidad.Este libro presenta una visión radicalmente nueva de las relaciones sociales y la organización de los caballos, una visión que inevitablemente afecta a la forma en que interpretamos nuestras interacciones con los caballos.

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Información

Editorial
Kolima Books
Año
2019
ISBN
9788417566906
Edición
1
Categoría
Zoology
Capítulo 1
Pensando sobre el comportamiento
El comportamiento es adaptativo. Ayuda a un animal a sobrevivir y dejar su marca genética en el mundo a través de su descendencia. Las garras del gato, la ecolocalización de los murciélagos, las aletas de los peces y las colas de los caballos, o cualquier otra de las múltiples adaptaciones físicas que permiten que un animal sobreviva con su particular estilo de vida no supondrían ventaja alguna si el animal no las utilizara adecuadamente.
Una gran parte de la conducta está «cableada», sujeta a control genético. La selección natural opera sobre la base de ese comportamiento innato tal como lo hace sobre los genes que gobiernan la forma corporal, descartando a los animales que no se comportan adecuadamente en su entorno natural y dejando a los que transmitirán sus genes a sus descendientes.
La forma más simple de comportamiento «cableado» es el acto reflejo. No tienes que pensar en contraer tu iris cuando sales de una habitación oscura a la luz del sol, o la fuerza que necesitas emplear contra el suelo (y qué músculos) para mantenerte erguido. A un nivel más complejo, no necesitas pensar antes de evitar un golpe dirigido a tu cara, si lo ves a tiempo. La respuesta es automática.
Muchos animales, los insectos por ejemplo, operan en este nivel automático, que no es necesariamente simple: su comportamiento puede alcanzar una complejidad notable, como ocurre con las hormigas y las abejas. Karl von Frisch, que junto a Niko Tinbergen y Konrad Lorenz ganó el Premio Nobel en 1973, desentrañó los secretos de la comunicación de la abeja melífera sobre una fuente de néctar, una danza codificada de manera muy inteligente en la superficie de un panal de una colmena. Su clásico libro, La vida de las abejas, describe las observaciones y experimentos que le ayudaron a alcanzar sus conclusiones.
Este tipo de comportamiento automático, que involucra a todo el animal en fragmentos de comportamiento en lugar de en acciones individuales, es lo que generalmente se ha llamado «comportamiento instintivo», el particular campo de estudio de Lorenz y Tinbergen.
Estos dos grandes padres fundadores de la etología se propusieron hacer de la esta una ciencia para encontrar los mecanismos unificadores que subyacen en el comportamiento instintivo. Mantuvieron una amistad y una colaboración duraderas e inmensamente fructíferas que en parte radicaba en sus intereses comunes y en parte en sus diferencias de enfoque. Tinbergen era sobre todo un naturalista y observador de aves: observaba animales en sus hábitats naturales, fascinado por la riqueza de adaptaciones que su comportamiento mostraba a diferentes estilos de vida. Lorenz compartió su vida y su granja con una variedad de animales domésticos y troquelados, que observó y con los que experimentó, deliciosamente descritos en el libro El anillo del rey Salomón (1949). Tuvo entonces más oportunidad de ver cómo el comportamiento instintivo, adaptado para hacer frente a situaciones que ocurren en la vida natural de un animal, podía fallar cuando el animal se encontraba en situaciones ajenas a ese estilo de vida: en la vida doméstica, por ejemplo.
Trabajando principalmente con aves y peces, los dos vieron que pequeños fragmentos estándares de comportamiento podían desencadenarse o «liberarse» en base a estímulos específicos –un color, un movimiento, un sonido– a los que todos los animales de la misma especie reaccionaban de igual manera sin tener que aprender a hacerlo. Tanto el reconocimiento del estímulo liberador como la reacción eran congénitos, innatos, y estaban incorporados de alguna manera en el «cableado».
Lorenz, deseoso de dar una base teórica a la etología, inventó un modelo mecánico de instinto. Vio que cuanto más tiempo había estado el animal sin realizar una pequeña parte de su comportamiento, más fácilmente se liberaba e incorporaba esta característica en su modelo.
A los científicos les encantan los modelos. Los modelos pueden ser fórmulas, dibujos, diagramas de flujo o, como en el caso de Lorenz, una estructura hipotética. Los modelos pueden ser probados mediante experimentos u observación para ver si realmente funcionan en todos los casos. El de Lorenz no lo hizo. El resultado fueron años de investigación y discusión sobre si todos los instintos funcionaban igual, sobre qué estructuras neurológicas físicas podían corresponder a las distintas partes de su modelo, sobre si este experimento realmente ponía a prueba lo que decía, y cosas por el estilo. Al final, el modelo e incluso el término «instinto» fueron abandonados. El término «innato» que se utiliza ahora no tiene connotaciones históricas ni trampas en las suposiciones; expresa correctamente que este tipo de comportamiento tiene una base hereditaria común a todos los animales de una especie en particular.
Foto 1.1. El potro recién nacido no tiene un concepto de búsqueda de leche: tiene una necesidad innata de poner su cabeza entre dos pilares coronados por una sombra. A menudo, como aquí, este impulso no le aporta ningún beneficio. Pero cuando por suerte es recompensado con leche, pronto aprende a qué dos patas apuntar.
Nadie dijo nunca que Lorenz no viera lo que dijo que vio: lo que se debatía fue la interpretación de sus observaciones. Las observaciones etológicas son «limpias»: dicen sin rodeos lo que hizo el animal, cuándo y dónde, excluyendo las interpretaciones acerca del por qué. «El caballo trató de matar al hombre» no es una observación etológica. «El caballo golpea repetidamente al hombre caído con su casco» se aproxima más, pero mejora si añadimos las circunstancias: «El hombre arrojó piedras violentamente a un caballo atrapado en un callejón. El hombre tropezó y cayó. El caballo golpeó repetidamente al hombre caído con su casco». Tal observación, como tantas otras, está abierta a diversas interpretaciones.
Lorenz era etólogo. Sus observaciones fueron válidas a pesar de que su modelo fracasó, y otras teorías o modelos posteriores tuvieron que explicarlas.
Tinbergen estaba menos predispuesto a proponer teorías universales y más a descubrir exactamente lo que sucedió. Se puso a investigar cuáles eran las propiedades de un estímulo liberador que lo hacían innatamente reconocible y cómo de exactas tenían que ser. Cuando los padres de las gaviotas argénteas llegan al nido, los polluelos picotean sus picos y los padres regurgitan el alimento para ellos. Tinbergen descubrió que lo que estimulaba a los polluelos a picotear no eran el padre o la madre o la comida, sino una mancha roja del pico. Pintó un palo de blanco, pintó una mancha roja sobre él y lo movió arriba y abajo frente a un nido de pollitos. Si la mancha era del color correcto, estaba en el lugar correcto y el palo se movía a la velocidad y en el ángulo correctos, picoteaban; si no, no lo hacían. No era necesario nada más que algo que se pareciera un poco a un ave paterna.
Los potros nacen con un impulso innato de ponerse en pie. Luego buscan dos pilares verticales cubiertos por una sombra oscura. No están buscando nada en concreto: si ven la imagen correcta, meten allí la cabeza. A veces meten la cabeza entre las patas delanteras de la yegua, a veces entre las traseras. En algún momento dan con una mama llena de leche. Moviendo los labios, tarde o temprano se encuentran una teta en la boca y el reflejo de succión se activa. Esta espléndida recompensa da forma al comportamiento de búsqueda, dejando claro que algunos pares de patas tienen pezones y leche mientras que otros no. Después de un par de días han aprendido cuáles son válidos y no cometen más errores.
La reacción del potro, por tanto, muestra el mismo patrón que el de los polluelos de la gaviota argéntea abriendo la boca al palo de Tinbergen con un punto rojo: ambos animales reaccionan a un símbolo drásticamente simplificado pero exacto, no a sus madres enteras. Los estímulos innatos de liberación (también llamados estímulos de liberación, estímulos de activación o estímulos de signo) y las respuestas programadas (patrones de acción fijos y similares) pueden adolecer de los mismos problemas que las reacciones automáticas de los insectos: la respuesta puede no ser una buena táctica de supervivencia cuando el animal se encuentra en condiciones inusuales que de forma fortuita proporcionan las características básicas de un estímulo de liberación. Las lavanderas pueden pasar horas luchando contra su reflejo en los espejos retrovisores de los coches. Una vez me fui a dormir a un bosque de Colorado y me despertó el ronroneo de las alas de un colibrí junto a mi oreja. Hacía como si fuera a alimentarse de las letras rojas del libro que yo había dejado tirado; los colibríes se alimentan de flores rojas. Un potro recién nacido al que estaba observando puso repetidamente su cabeza entre un árbol y un poste de una puerta que estaban unidos por una barra pesada, dos montantes coronados por una sombra. Ignoró a su madre.
Durante todo el magnífico camino de la evolución de animales, plantas, bacterias y virus inventando nuevas formas de resolver los problemas de supervivencia, ha habido algunas tendencias uniformes si observamos las últimas incorporaciones. La evolución es ciega: no lleva a ninguna parte excepto a la supervivencia y la procreación. No hay un punto final al que se pueda llegar, ni un vórtice ni un pináculo, sino un flujo continuo y adaptación a condiciones que cambian continuamente. Sin embargo, si consideramos los nuevos diseños de vida en la larga historia de los seres vivos, existe una tendencia consistente hacia un menor desperdicio. Enormes cantidades de insectos mueren porque no pueden modificar sus reacciones instintivas en circunstancias inapropiadas, como las polillas atraídas por las llamas de las velas. En términos de comportamiento, menos automatismo y más capacidad de reacción ante un conjunto de estímulos, y no solo ante una característica sobresaliente, significa menos errores suicidas o tontos errores de pérdida de tiempo. Se pueden tomar decisiones sobre si actuar o no, o cómo hacerlo exactamente. En los mamíferos, el aumento del tamaño del cerebro y la capacidad de analizar y considerar situaciones hace que las reacciones innatas sean menos fijas; no es tan frecuente que haya una reacción automática a un estímulo innato liberador, pues existe una tendencia a encontrar determinados estímulos curiosamente atractivos, a andar un poco a tientas y, en parte por casualidad, a descubrir que una forma de comportarse trae consigo una satisfacción inesperada. La siguiente vez, el tanteo disminuirá y el animal se orientará más hacia la meta: ahora sabrá que hay una meta en lugar de ser conducido por una vaga pulsión. Las reacciones innatas proporcionan las condiciones necesarias para el aprendizaje.
Foto 1.2. Muchos patrones de comportamiento simples tienen una base innata, pero la experiencia los perfecciona. Mantenerse en pie con los cuellos superpuestos es algo natural para estos potros, pero lo que viene después no es tan obvio. Con la práctica se acicalarán mutuamente de manera más eficiente (Foto: Javier Solís).
La fórmula ER es una forma sencilla de decir que un estímulo (E) en particular provoca una respuesta (R) particular. En el comportamiento innato, la conexión entre los dos factores está ya establecida, por así decirlo, en la mente del animal. En el comportamiento aprendido, la conexión se establece o cambia como resultado de la experiencia del animal acerca de las consecuencias de sus acciones.
Aprendiendo
El aprendizaje adopta muchas formas diferentes que en el campo a menudo se mezclan, de modo que lo que está sucediendo no está claro. Por esta razón, la investigación se llevó a cabo en el laboratorio, donde las condiciones podían ser simplificadas y controladas. Sin embargo, vemos las mismas características en la vida natural de los ...

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