Enseñar tejiendo relaciones
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Enseñar tejiendo relaciones

  1. 260 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Enseñar tejiendo relaciones

Descripción del libro

Enseñar tejiendo relaciones es una aproximación narrativa a los docentes y a sus clases de Educación Infantil y Primaria. Sus autores, mediante un conjunto de textos breves, nos comparten una amplia variedad de escenas pedagógicas que han podido vivir al acompañar a maestras y maestros de Educación Infantil y Primaria. Formar parte de la vida que estos crean y recrean en sus aulas junto con los diferentes grupos de niños y niñas es lo que ha posibilitado la escritura de las historias que componen este libro. Una escritura en la que han tenido en cuenta una perspectiva narrativa, tanto en la forma de acercarse a la experiencia como en el modo de profundizar en ella y de contarla. Pero lo que les mueve no es tan solo reconstruir situaciones o vivencias, sino dar lugar también al pensar y al saber pedagógico que puede nacer de ellas, de ahí que presten especial atención a la relación entre lo que piensan y lo que viven. Siguiendo la perspectiva que ya habían explorado en Investigar la experiencia educativa, se acercan aquí a la realidad escolar para percibir en ella su amplitud y su potencial, su capacidad de emergencia de algo nuevo en el dinamismo de la vida que sucede.

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Información

Año
2018
ISBN del libro electrónico
9788471128539
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Nuestras vidas trascurren en las coordenadas espacio-temporales. Con tal de intentar controlarlas, los humanos hemos inventado distintos habitáculos para vivir y, en el caso del tiempo, instrumentos para medir. Dispositivos que pretenden ordenar nuestras vidas y que a menudo nos las hacen muy complicadas.
Pero con todos estos “inventos” hemos ido perdiendo poco a poco algo que no se deja atrapar por todos estos dispositivos: El valor subjetivo y simbólico que tienen para nosotros estas dos dimensiones vitales: Los espacios en los que trascurren nuestras vidas y el tiempo, o mejor, los tiempos en que se desarrollan.
Cuando era estudiante publicaron un libro que se titulaba La arquitectura como lugar1. Lo devoré.
Y me llevó a pensar en la diferencia entre un espacio físico y un lugar. ¿Recordamos espacios o lugares? ¿Habitamos los espacios? ¿Están hechos a la medida de nuestras necesidades vitales? ¿Qué diferencia habría entonces entre espacio y lugar?
Escuché el otro día al poeta Joan Margarit decir que una persona es un lugar. Tiene un poema dedicado a esta metáfora2. Y ahí encontré un camino a explorar: son los vínculos los que hacen de los espacios, lugares. Lugares que recordamos, a los que volvemos, porque en ellos hemos vivido una experiencia de relación significativa. Una casa es un hogar. Es decir aquel lugar que antiguamente nos reunía junto al fuego donde surgía la conversación; también los conflictos. El que la arquitectura hoy no esté muchas veces atenta a estas necesidades convierte nuestras vidas en algo mecánico. ¿O es al revés: son mecánicas y por tanto ya vivimos sin darnos cuenta de este valor simbólico del espacio?
Desde el psicoanálisis también se subraya que los espacios crean sujetos, es decir, personas que los habitan y saben que sus vidas tienen un valor. Los espacios anónimos generan des-humanización. Es decir, una pérdida de nuestro propio valor como seres humanos.
Y ¿qué sucede con los tiempos? ¿Están a la medida de las personas? Todos recordamos la frase “El tiempo es oro”; es decir, se traduce en dinero ¿Dinero para qué? ¿Cuál es el valor que tiene entonces para las personas? También el tiempo vital se regula en edades que, como decía Caterina Lloret3, son un secuestro. Desde que nace la criatura humana se están controlando sus tiempos. ¿A qué edad empiezan a hablar las criaturas? (es una pregunta que muchas veces inquieta a madres y padres). O bien: No, a esta edad no se puede hacer esto o lo otro. En concreto, la infancia y la ancianidad son quienes sufren más agudamente esta regulación que está enfocada desde el punto de vista productivo. Por ello, también los tiempos son acelerados, no cultivados.
La casa y la escuela son espacios y tiempos fundamentales en los que hoy trascurren las vidas de las criaturas. Sin embargo, ¿son lugares y tiempos significativos en los que vivir? O están más del lado del sobre-vivir. En el caso de las viviendas sabemos los estragos vitales que supone la pérdida de vivienda; por tanto, el valor simbólico. Pero me voy a referir a la escuela que es la protagonista de estos relatos.
Entrar en una escuela te lleva casi de inmediato a captar una atmósfera creada por ese uso del tiempo y el espacio.
Una escuela con timbres a todas horas que marcan las entradas y salidas. A veces con otros dispositivos más agradables como el uso de música en vez de timbres. Aulas cerradas. Pocas cosas personales. Carteles que cuelgan una vez están ya caducadas sus fechas. Un silencio pesado. (No el que implica la escucha). Mesas y sillas todas iguales. Es cierto que las escuelas, como las viviendas, están muchas veces hechas desde la despersonalización y, por tanto, cuesta cuidar los espacios. Igual que los tiempos marcados ya desde la administración. Parece que haya poca confianza en la propia auto-regulación y creatividad del ser humano. De las criaturas y sus maestras en este caso. Hay que darlo todo ordenado. Pero ¿desde qué orden?
Los relatos que tenemos a continuación nos llevan a reflexionar profundamente en el sentido educativo de estas dos dimensiones: tiempo y espacio.
Nos hablan de cómo las escuelas se pueden trasformar en un lugar para ser y los tiempos que allí se suceden en tiempos vividos de modos significativos. ¿Cómo detener ese tiempo absurdo de la productividad en un tiempo que sostiene el crecimiento de las criaturas?, ¿cómo respetar ritmos y momentos significativos para cada criatura? Son preguntas de gran calado porque son esenciales para dar sentido a nuestras vidas y aceptar también sus límites desde nuestro deseo.
¿La escuela es un lugar para ser?, ¿qué atmósferas vivimos en este lugar tan importante en nuestras vidas?, ¿cuidamos y cultivamos los vínculos y las relaciones que dan sentido a ambas dimensiones?
1 MUNTAÑOLA, Josep (1974) La arquitectura como lugar. Barcelona: Gustavo Gili. Reeditado posteriormente en Edicions UPC.
2 “Estimar és un lloc”. En MARGARIT, Joan (2015) Des d’on tornar a estimar. Barcelona: Proa
3 Caterina LLORET (1997) “Las otras edades”. En Jorge LARROSA y Núria PÉREZ DE LARA, Imágenes del otro. Barcelona: Virus.
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A menudo me pregunto si los responsables de planificar y realizar los edificios escolares tienen criaturas propias o cercanas. Entrar en uno de estos edificios es algunas veces muy decepcionante. Y no por la ausencia de estética —que también—, sino por la ausencia de vida. No parecen lugares habitables, lugares que den cobijo. Muchas maestras y maestros tratan de cambiar esos espacios. Son espacios que pueden ser austeros pero vivos, tal como he podido vivir en muchas ocasiones.
Un espacio, una casa o una escuela son el reflejo de estilos de vida y a su vez crean estilos de vida. Ese es el valor simbólico del espacio.
Para mostrar a mis estudiantes ese valor simbólico de los lugares utilizo el ejemplo de nuestras casas. Con pocos cambios (desde la sociedad industrial), una vivienda habitual urbana consta de una habitación de “matrimonio”, una para los supuestos hijos/as, un salón comedor y una cocina, además de los aseos.
¿Qué sugiere esta estructura? ¿Para qué tipo de vida y para quiénes? Pre-suponemos que el dormitorio matrimonial, junto con el salón, es el centro de la casa (y pre-suponemos también que una pareja querrá siempre dormir juntos y en el mismo espacio), que el hijo/a tiene que dormir separado/a de sus padres. Que hay un único espacio de convivencia de todos (el salón), etc... Por lo tanto, un modo de ser, de estar y de comunicarnos. ¿Hay lugares tranquilos en una casa para leer, conversar o relajarse?, ¿son espacios habitables a la medida de nuestras necesidades?, ¿cómo circula la comunicación? No se trata de cuestiones materiales, sino de formas de vida y de relación.
Para acercarnos a ese valor simbólico del espacio les pregunto a mis estudiantes qué les sucede a ellos y ellas cuando van a alquilar un piso para compartir. Efectivamente las viviendas no están diseñadas pensando en otras posibilidades de vida. Y ellos y ellas empiezan a nombrar los distintos obstáculos con los que se encuentran. Solo en la estructura del piso son muchas, sin entrar en la convivencia, que daría lugar a otro gran relato.
Es cierto que también existen innovaciones en las casas. Como, por ejemplo, en algunas viviendas, la cocina está en el centro de la casa… También en el campo las casas son diferentes. La cocina y la chimenea eran antes el centro de la casa. Pero nuestra vida urbana está condicionada por todos esos supuestos.
Del mismo modo, un edificio escolar pre-supone una forma de entender la infancia y el aprender a vivir. De aquellas escuelas rurales con su chimenea hemos pasado a unos edificios urbanos uniformes, difíciles de transitar.
La escuela donde estoy con Xus es bastante privilegiada en ese sentido. Tiene un vestíbulo enorme que permite bastantes encuentros entre maestras y familias. La escalera es exterior a ese patio y las clases son luminosas. En los descansillos hay espacio para objetos decorativos como, por ejemplo, una máquina de coser antigua y una cómoda con flores. Parece que era un edificio no pensado como escuela y que más tarde ha sido habilitado. Pero lo que me ha llamado la atención es el movimiento y la vida que se respira dentro del aula de Xus y de las criaturas de cuarto.
En primer lugar, la “mesa de la profesora” no preside la clase. Está al fondo y sirve, en el espacio del aula, para dejar trabajos que están en marcha, libros de consulta etc. ¿Qué sentido tendría una mesa presidiendo si Xus no para de moverse de un lugar a otro del aula? Ella cultiva una agilidad para trasformar ese espacio, según las necesidades de las criaturas y de la tarea que están realizando. El trabajo que requiere concentración lo realizan en grupos de cuatro juntando cuatro mesas; las conversaciones grupales rápidamente piden una disposición circular de las sillas. Otras tareas se realizan estando sentados en el suelo. Las criaturas realizan estos cambios con toda naturalidad. Sin alboroto y con cierta rapidez. A veces utiliza espacios comunes fuera del aula para que las criaturas puedan preparar alguna actividad, concentrarse más libremente o simplemente relajarse.
De nuevo pienso en mis estudiantes. Cada principio de curso les pido mover las sillas, lo cual les parece una tarea titánica. Me los encuentro siempre sentados en sus hileras mirando al frente, papel y boli en ristre. A veces llego a enfadarme porque al correr las sillas desordenan el espacio de forma arbitraria, dejan sillas en medio…. Amontonan otras. ¡Demasiados años “atados” a las sillas! Veo una gran inercia en sus movimientos. ¿Cómo se viven, ellos y ellas, formando parte de ese espacio?, ¿o es simplemente un lugar que les es totalmente ajeno en el que no tienen más remedio que estar?, ¿qué repercusiones tendrá ese modo de estar en su ser educadoras/es?
Mirarse a la cara al hablar, escuchar y escuchar-se, estar con una presencia vital, esperar aprender de las demás personas del aula, estar atentas/os a lo que dicen los demás, interesarse por sus experiencias, son, todas ellas, disposiciones que facilitan el encuentro imprescindible en la relación educativa.
Otra cuestión viva en el aula de Xus son los distintos anuncios que decoran sus paredes. Son dibujos, materiales que están siempre en movimiento y son realmente significativos de lo que está sucediendo. Algunos son más estables como, por ejemplo, los horarios generales de la escu...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Nota de la editorial
  5. Contenido
  6. Autoría
  7. PRÓLOGO: La escuela hoy y lo que en ella vale la pena cuidar. Por Anna Maria PIUSSI
  8. INTRODUCCIÓN: Vivir y profundizar experiencias de enseñanza desde una perspectiva narrativa. Por José CONTRERAS DOMINGO y Emma QUILES-FERNÁNDEZ
  9. Presentación de las maestras y los maestros
  10. CAPÍTULO 1: Atmósferas
  11. CAPÍTULO 2: El cuidado de la relación
  12. CAPÍTULO 3: Conciencia de sí y del otro
  13. CAPÍTULO 4: Un pensar que acompaña al vivir
  14. CAPÍTULO 5: Posibilidades y límites institucionales
  15. CAPÍTULO 6: Formas de mirar
  16. EPÍLOGO. Después de la lectura. Por Meritxell BONÀS I SOLÀ
  17. Realizado
  18. Contraportada