IV
Cómo crecen los niños. Ideas para el día a día
Ya ha llegado el momento de la verdad. Ya tenemos frente a nosotros a la criatura y, evidentemente, tenemos muchas ideas sobre cómo educarla, pero las dudas persisten, porque cada edad tiene sus cosas. ¿Qué conviene en cada etapa? ¡Ya estamos! ¡La primera decisión! Hemos leído, hemos visto cómo lo hacen otros amigos o familiares, pero sentenciamos: «Nosotros lo haremos mejor porque… ¡Mira cómo les toman el pelo! Es que ahora los niños torean a padres, a madres y a todo el mundo. ¿Recuerdas hoy, en la tienda, qué espectáculo daba aquel niño?»
Pero ¿por qué nos vienen tantas preguntas a la cabeza? ¿Por qué, cuando lo comentamos con otras parejas, nos dicen: «Ya lo veréis. A la hora de la verdad, ya nos explicaréis cómo lo hacéis. Y quizá no solo hagáis esto mismo, aunque ahora lo critiquéis, ¡sino peor! Además, quizá encontréis otras situaciones aún más complicadas»?
Bien, vayamos por partes. Que el camino es largo y, sin duda, maravilloso es una gran verdad y es importante no vivirlo de cualquier forma. Además, seguro que no dormimos tantas horas como quisiéramos, porque, aunque nadie lo diga en voz alta, educamos las veinticuatro horas del día, porque de noche la educación continúa y esto pasa los 365 días del año y, como mínimo, durante dieciocho años o más.
Seguro que hacer de padre y madre nos dará muchas alegrías y quizá algunos dolores de cabeza durante más tiempo que cualquier otra actividad que nos hayamos planteado hacer, pero vale la pena y disfrutaremos de ella toda la vida y, cuando sean mayores, lo reviviremos con mucha ternura.
Lo más maravilloso será ver el crecimiento de nuestros hijos, cómo aprenden lo que queremos que aprendan y lo que no quisiéramos que aprendieran y, sobre todo, cómo van descubriendo el mundo al que los hemos traído y cómo van buscando su sitio, un lugar diferente para cada persona, en el marco de la familia, de la escuela y en el entorno en el que estamos.
Desde que nacen tienen ganas de aprender y de descubrir y nos lo demuestran en el momento en que ya pueden llevarse cosas a la boca.
Por esto, hay que tener muy clara una primera idea: que quieren aprender, quieren crecer y sentirse mayores y nuestra tarea es acompañarlos en este proceso, con riesgos moderados, porque hacen falta riesgos para crecer, sin ahogarles las ganas que tienen y, sobre todo, ayudarlos a entender que, poco a poco, han de ir espabilándose. Este es el reto que hemos de tener muy claro desde el principio.
Cómo podemos saber cuál es el camino, para no correr demasiado (actualmente no parece que haya demasiado riesgo) ni encallarnos pensando que hay tiempo, saber que nos necesitan y que estaremos a su lado para ofrecerles cualquier ayuda que no les impida crecer, aunque veamos en ello dificultades. Buen paso, una sonrisa generosa, muchos ánimos ¡y adelante!
Es evidente que este es el tema que nos despista. No hemos de pensar que nos querrán más si resolvemos sus necesidades y les evitamos dificultades. Al contrario: los hemos de estimular a crecer y favorecer su autonomía, que no quiere decir distancia. Por consiguiente, hemos de saber qué se puede pedir en cada edad o etapa del desarrollo.
Cada uno tiene el referente de su infancia, de su propia experiencia, pero no nos sirve. Íbamos a la escuela caminando, jugábamos con pocos juguetes, no había tanta tecnología, nos hacían participar en casa y no nos ayudaban a hacer los deberes. El mundo de ahora es diferente y los niños poseen mucha más información y estímulos que nosotros, nos dan otras consignas y hay tantos puntos de vista posibles que nos cuesta saber hacerlo y saber lo que hay que hacer.
En la escuela parece que tienen más claro cuándo hay que enseñar a hacer cada cosa, porque el profesorado se ha formado para eso y dispone de unos programas muy estudiados, pero, cuando están en casa haciendo de padres y madres, los profesores también dudan:
La maestra que tiene mi hija le comentó el otro día, en un momento de sinceridad: «Yo os digo lo que hay que hacer, pero en casa muchos días acabo gritando o resolviendo lo que sé que mi hijo tendría que hacer solo. ¡Ostras! Estoy cansada de ser maestra y lo dejo para mañana.»
Entonces, ¿cómo hemos de decidir, con tantas informaciones que tenemos? Porque es importante que tengamos muy muy claro que los niños no son robots y que nosotros actuamos de manera diferente cuando tenemos una criatura, dos o tres. Son parecidas y al mismo tiempo muy diferentes y esto hay que potenciarlo, porque cada criatura tiene su personalidad, que iremos modelando, y unas circunstancias diferentes, lo que otorga a la familia mucha riqueza.
También hay diferencias según el lugar que ocupen en el grupo de hermanos y hermanas: ¿cómo es que responden de forma tan diferente en función de si es el primero, el del medio, el más pequeño, unos gemelos…? ¡Y eso que, según decimos de manera muy inocente, los educamos igual! No es mentira, porque lo queremos hacer igual, pero, al mismo tiempo, no es demasiado verdad. ¿Cómo nos preocupa el primer resfriado del primer hijo y cómo reaccionamos ante el primer resfriado del segundo o del tercero? Ganamos experiencia, ¿verdad? Y esta experiencia influye mucho en la educación del niño: aprovechan los aprendizajes de los que tienen delante, nuestras diferentes actitudes, porque no actuamos igual que cuando comenzamos con el primer hijo y porque ahora tenemos mucho más trabajo: más ropa, más juguetes, más desorden, más aturdimiento y, por tanto, una dedicación diferente.
¡Puf! Suerte que, por un lado, tenemos más serenidad o sencillamente somos más capaces de relajarnos, porque no se puede hacer todo igual cuando hay más niños, más diversidad de opiniones, gritos, juegos y necesidades y eso no quiere decir que no los queramos igual o, incluso, cada día más.
También nosotros pasamos por momentos personales, situaciones laborales y circunstancias y vivencias diferentes de los del resto del grupo familiar, que nos hacen reaccionar de distinta forma en este proceso.
Serenémonos, pues, porque no hay que mirar con detalle, como si fuese un programa. Hemos de mirar lo que es más importante para favorecer el desarrollo de todas las criaturas.
Por eso podemos pensar en franjas de edad, como si fuese un retrato robot que muestra que hay bastantes similitudes entre todas las criaturas: aprenden, maduran y siguen un proceso de desarrollo, con pautas bastante generales, a pesar de las diferencias. Esta mirada nos puede guiar, como en la escuela, para no imponer determinadas exigencias, sobre todo para comprender algunas reacciones y guiar su crecimiento.
Intentaremos, pues, hacer un paseo tierno, breve, pero por lo menos indicativo, de cada una de las etapas que son relativamente coincidentes con las etapas escolares y que responden a la evolución general de los niños.
Ya enriqueceremos esta mirada con la criatura que tenemos en casa, pero nos permite entender los matices más comunes y nos da una imagen aproximada del desarrollo.
• Primera infancia: de 0 a 6 años. Corresponde a la educación infantil.
• Segunda infancia: de 6 a 12 años. Corresponde a la primaria.
• Pubertad: de 12 a 14 años. Es una etapa que a menudo pasa desapercibida y que corresponde al primer ciclo de secundaria.
• Adolescencia: de 14 a 18 años. Corresponde al segundo ciclo de secundaria y al bachillerato.
• Etapa adulta: a partir de los 18 años.
Las situaciones concretas que se proponen, se valoran como troncales de cada etapa, como aprendizajes que no se producen de forma espontánea, sino que hay que favorecer en la familia, con el apoyo de la escuela y otras instituciones de su entorno.
Son los aspectos propiciadores de la madurez y comportan diferentes matices según las edades, ya que hay una comprensión y unas habilidades diferentes para poder resolver lo que pedimos.
El esquema para cada etapa seguirá una pauta parecida para recoger las informaciones más relevantes.
1. Perfil de la edad. Sería como un retrato robot para cada etapa, y lo centraremos en los siguientes aspectos:
a. Las relaciones afectivas y personales. Haremos referencia a la manera de relacionarse, de expresar cariño y respeto y de comprender y a las reacciones y los aspectos que favorecen las relaciones y el bienestar de todo el mundo.
b. La comunicación. Argumentos, criterios que tenemos y espacios para el diálogo y el debate: escuchar, esperar, favorecer la comprensión de los criterios que determinan las normas y los límites, de cara a potenciar la socialización y la adaptación y para aprender a actuar en compañía o solos.
2. Aprendizajes básicos en casa. Participación y autonomía: aprender a dar respuesta a las peticiones familiares, escolares y sociales, cuidar de las propias necesidades que repercuten directamente en la propia identidad y autoestima y comprender las necesidades que afectan el funcionamiento de la familia o de cualquier grupo y que se han de resolver con la participación de todos sus miembros.
3. Reacciones frecuentes. Interpretaciones y temores adultos. Pondremos ejemplos de respuestas que pueden ser habituales, por cuestión de edad y del proceso evolutivo que corresponde en estas etapas. No son ejemplos de dificultades ni situaciones problemáticas, sino de lo que es propio y, por tanto, frecuente, aunque se dé de maneras diferentes y con diferente intensidad. Comprender que estas posibles reacciones de los niños son propias del crecimiento psicológico de cada etapa y saber que casi son de manual nos tranquiliza, porque no son negativas ni se hacen para complicarnos la vida.
4. Síntesis y algunas ideas. Esta información no se ha de interpretar como una valoración del desarrollo de los niños, de cómo ha de ser la criatura o de lo que hemos de hacer, sino que representa una mera pincelada de estas etapas, por otra parte bastante amplias; de forma general, todos los niños pueden verse reflejados, de una manera u otra, si bien cada casa es un mundo y las diferentes situaciones, personas y contextos tienen cierta influencia. Añadimos algunas ideas para articular nuestra respuesta.
Este perfil por edades nos permite entender mejor el día a día y vivir las reacciones con tranquilidad y confianza, sin demasiadas presiones, y, sobre todo, no precipitarnos a interpretar los problemas, ya que, de hecho, son reacciones esperadas y deseadas, aunque temidas, porque son la constatación de que poco a poco van creciendo. Nos permitirán dar respuestas apropiadas a la edad.
Por lo tanto, no se trata de ofrecer una guía ni un manual, sino una serie de ideas que nos permitan situarnos, con un enfoque educativo, para poder decidir con más conocimiento lo mejor para los niños, ya que no podemos actuar únicamente pensando en el presente, porque educar es pensar a corto, medio y largo plazo.
Este es el objetivo de este bloque: entender algo más el proceso de crecimiento social y madurativo de los niños.
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Entre el despertar y la autoafirmación (de 0 a 6 años)
Esta es una de las etapas en las que los niños cambian más, porque en ninguna otra se produce el desarrollo de una manera tan profunda, con tanta rapidez y con unos cambios tan generalizados en todos los aspectos.
Se pasa de la más absoluta indefensión del bebé a la fortaleza de la criatura que ya comienza la etapa de la escolaridad obligatoria, en primaria. Por ello, desgranaremos esta etapa de manera diferente de las otras.
En primer lugar, creemos que hablar del primer año de vida es poco apropiado, en este contexto, de modo que únicamente hacemos una breve referencia para remarcar la importancia que tiene para la criatura y para todas las personas de la familia, especialmente la madre. Antes del nacimiento y de manera especial con la llegada del bebé, se establecen unos vínculos afectivos que posibilitan el arraigo del niño en un entorno acogedor, base imprescindible para su bienestar, su desarrollo y su adaptación en el presente y en el futuro. Este marco será muy importante para aprender a dar respuesta a las peticiones adultas, inicialmente vinculadas al modelo de crianza que haya asumido la familia y, poco a poco, entrar en un mundo más amplio.
Es una etapa de gran complejidad para las personas adultas, especialmente los primeros meses de vida, porque les exige entender las diferentes maneras que tiene la criatura de comunicarse a través del lenguaje corporal, mediante sonrisas, llantos y estrategias que le sirven para expresar sus peticiones, deseos, placeres y malestares y de responder a las peticiones adultas.
Hay que comprender con tranquilidad estas formas de comunicación, que permiten ajustar los mensajes adultos, encontrar la mejor manera de satisfacer las necesidades y las peticiones del bebé, en el marco de un clima afectivo imprescindible para su bienestar y desarrollo, para que crezca con seguridad, y favorecen su aprendizaje de las funciones básicas: dormir, comer y satisfacer sus necesidades fisiológicas.
Por la transcendencia de esta etapa y por las repercusiones que tiene, tanto en el campo del desarrollo físico como, de manera mucho más profunda, en el psicológico, en la socialización (lenguaje, interés por el mundo, etc.), se generan dudas y temores a la hora de encontrar la mejor manera de cuidar al niño, especialmente el día de hoy, cuando disponemos de bastantes modelos que explican cómo afrontar este período, cosa que genera preocupaciones y debates.
Si además hay dificultades añadidas por una predisposición o una repetición de episodios de crisis de salud (dificultades digestivas, respiratorias, etc.) o adaptativas, las preocupaciones familiares aumentan.
Perfil de la edad e ideas educativas
Centraremos, pues, este análisis entre el primer año de vida y los seis años.
Si bien los tres primeros años de la vida de los niños transcurren, básicamente, en el marco de la vida familiar, que es el lugar que tiene más influencia, en la medida que vamos a espacios públicos, a comprar y a entornos donde hay otras criaturas, se enriquece y se potencia, de manera muy clara, el proceso de socialización que favorece el desarrollo del bebé, quien entra en contacto con otras personas, con estímulos de todo tipo, con diversas maneras de actuar y de responder, con lenguajes nuevos y con actitudes desconocidas. Esta variedad de influencias se amplía con la asistencia a la guardería (hasta los tres años) y de una manera mucho más profunda en la escuela a partir de entonces, donde se inicia en el proceso sistemático de aprendizajes más escolares y de relación, en el marco de grupos de veinticuatro niños.
Las relaciones afectivas y personales
Las relaciones afectivas que se establecen en el...