Del ocaso al amanecer
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Del ocaso al amanecer

Arte de los siglos XIV al XVII

Liliana Checa, Sergio Dextre, Luis Villacorta

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Arte de los siglos XIV al XVII

Liliana Checa, Sergio Dextre, Luis Villacorta

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Ilustrado por los alumnos de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, este libro repasa la historia del arte desde fines de la Edad Media hasta el periodo barroco, considerando el contexto histórico y sus artistas más representativos. Toma en cuenta la escultura, la pintura, la arquitectura, con interpretaciones precisas sobre las obras de los italianos Giotto, Sandro Botticelli, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael. También de artistas de los Países Bajos, como Jan Van Eyck, El Bosco, Rubens, Rembrandt, Vermeer; asimismo de España (Velázquez). El libro se abre con el epígrafe atribuido al filósofo griego Platón: "La belleza es el resplandor de la verdad". Ideal para cursos de Lenguajes Artísticos, Arte y Arquitectura de la Edad Media al Renacimiento, y Arte y Arquitectura del Barroco al Art Nouveau.

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CAPÍTULO II

El Quattrocento

2.1 Contexto histórico y cultural: Florencia y la familia Medici

La historia de Florencia está necesariamente ligada al ascenso y consolidación en el poder de la familia Medici, protagonista de los acontecimientos más turbulentos de la ciudad y, en gran medida, responsable del engrandecimiento cultural del Renacimiento toscano. Considerada como una de las familias más tradicionales y antiguas de la ciudad, algunos de sus miembros habían sido elegidos gonfalonieri durante los siglos XIII y XIV. Descendientes de labradores de la zona de Mugello, el nombre probablemente provenga de un antepasado médico o farmacéutico. Eso explicaría las palle (‘esferas’) del escudo familiar.
Se decía que uno de sus antecesores, Averardo, había peleado bajo el mando de Carlomagno. Al pasar por Toscana, en su camino a Roma, se había enfrentado a un gigante que tenía aterrorizada a la población y había logrado vencerlo dándole muerte. En la pelea el escudo de Averardo había quedado dañado por el mazo del gigante, y Carlomagno había premiado su valentía permitiéndole representar los daños sufridos a manera de bolas o palle rojas sobre un fondo dorado. Dicho diseño se convertiría, a partir de ahí, en emblema de los Medici. Sin embargo, de manera menos fantasiosa, otros sugieren que estos palle no eran más que píldoras aludiendo al oficio de los fundadores de la familia o, incluso, monedas, símbolo tradicional de los prestamistas.
El fundador de la estirpe y del poderío económico de la familia es, en realidad, Giovanni (1360-1429), hijo de Averardo di Bicci. Giovanni surge como líder a inicios del siglo XV. Se trata de un hombre hábil, con un sentido político muy agudo, capaz de entender los cambios necesarios para pasar de una mentalidad medieval a una mucho más de acuerdo a la época en la que le tocó vivir.
Se había iniciado trabajando en Roma, para volver a Florencia en 1397. Allí abrió un banco en la Vía Porta Rossa y dos talleres de lana, que con los años se convertirían en las empresas más prósperas y exitosas de la ciudad. Su fortuna se consolida cuando se hace cargo de la administración de los impuestos comunales. Miembro del Arte della Lana y del Arte del Cambio, desempeña dos veces el cargo de priore y una el de gonfalonier di giustizia. Generoso con su fortuna, no duda en socorrer a los pobres, ayudar a la Iglesia e intervenir en las necesidades de la ciudad. Es también capaz de arriesgar su fortuna para enfrentar a la oposición generada por otra familia poderosa: los Albizzi.
Giovanni crea lo que sería un distintivo en la tradición de los Medici: el patrocinio de colegios y artistas, sentando así las bases para la consolidación de un público consumidor de obras de arte que va más allá del comitente religioso.
Le encarga a Filippo Brunelleschi (1377-1446) el plano de la nueva basílica de San Lorenzo, y ayuda a un pintor que jugaría un rol decisivo en la historia de la pintura: Tommaso Guidi, Masaccio (1401-1428). Además, es uno de los donantes de las puertas del norte del baptisterio, que se ofrecen a Dios en 1402, año de la Peste Negra, para que Florencia nunca más vuelva a sufrir el mismo castigo.
Giovanni es un hombre preocupado por la formación cultural de sus hijos Cósimo (1389-1464) y Lorenzo (1395-1440). Así, los envía a educarse a la escuela del monasterio camaldulense de Santa Maria Nuova. Es ahí que entran en contacto con los grandes intelectuales de Florencia, que por su interés en el mundo clásico, llegarían a ser conocidos como “humanistas”. Entre estos pensadores está Niccolò Niccoli, que invierte la herencia de su padre, un comerciante rico del gremio de la lana, en manuscritos y medallas.
Contagiado por esta pasión por la cultura, Cósimo, el hijo mayor de Giovanni, comienza tempranamente su propia colección de libros y manuscritos, pero el padre lo pone a trabajar en el banco, temeroso de que sus inquietudes intelectuales lo alejen demasiado de los negocios familiares.
Giovanni consolida la banca familiar, convirtiéndola en la más próspera de las setenta casas bancarias que existían en aquel entonces en Florencia. Su buena relación con el papa libertino Juan XXIII35 (m. en 1419), depuesto en 1415 después de ser acusado de herejía y de otros crímenes, es determinante en este sentido.
A la muerte de Giovanni, en 1429, los negocios familiares quedan en manos de sus hijos, Cósimo, de 40 años, y Lorenzo, de 32. Para ese entonces, el Banco Medici era el más sólido de Europa, con filiales en Venecia, Roma, Génova, Nápoles, Brujas, Ginebra y Londres.
Cósimo, apodado El Viejo, es el verdadero genio de la familia. Un político hábil, dotado de sensibilidad para percibir las debilidades y flaquezas de sus enemigos, es consciente de que la oposición, celosa del ascenso económico de su familia, no le permitirá quedarse en el poder. Efectivamente, los Albizzi, liderados por Rinaldo di Messer Maso (1370-1442), y con la anuencia del gonfalonier, logran acusar a Cósimo de conspirar contra la comuna y encarcelarlo.
Desde la cárcel, y apoyado por la protesta pública de gobiernos extranjeros, Cósimo recurre al soborno para cambiar su suerte. Así consigue que la autoridad decrete el exilio en lugar de la muerte, como aspiraban los Albizzi. Después de una plácida temporada en Venecia y otras ciudades del norte, aprovechando la ausencia de Rinaldo, el nuevo gonfalonier, partidario suyo, lo invita a regresar. Sutilmente logra exiliar a todos sus enemigos y, sin desempeñar ningún cargo oficial, se convierte en la persona más influyente de la ciudad. De esta manera, logra consolidar las sucursales del Banco Medicci abiertas por su padre y abrir otras en Milán y Aviñón. Cósimo se dedica a enriquecer a Florencia con obras de arte, patrocinando a artistas como Donatello (1386-1466), Ghiberti (1378-1455), Michelozzo (1396-1472), Filippo Lippi (1406-1469), Leon Battista Alberti (1404-1472), Brunelleschi (1377-1446), y Fra Angelico (1400-1455), entre otros.
En estos años de conflicto entre la Iglesia griega ortodoxa y la católica, Cósimo logra convencer al papa Eugenio IV36 (1383-1447) de llevar a cabo el Concilio de Florencia en el verano de 1439 para tratar de resolver las discrepancias. Este hecho contribuirá a consolidar su fama y prestigio de gran conciliador y será una oportunidad para el enriquecimiento cultural de la ciudad.
A pesar de los acuerdos pactados para proteger a Constantinopla de los avances del enemigo turco, estos no son respetados ni cumplidos. En 1453 los otomanos invaden Constantinopla ocasionando su caída. Florencia, por su parte, sale enormemente enriquecida de este encuentro. La presencia de los sabios griegos es determinante en el fenómeno cultural que ya comenzaba a llamarse Rinascimento.
A través de los estudiosos que permanecen en Florencia después del Concilio, Cósimo decide inaugurar un círculo para el estudio de Platón. Este se hace realidad cuando Marsilio Ficino (1433-1499), un joven estudiante de medicina, hijo del galeno personal de Cósimo, se instala, a instancias suyas, en una villa a traducir a Platón.
El episodio queda inmortalizado por Benozzo Gozzoli (1420-1497), quien 20 años más tarde, en 1459, y por encargo de Piero de Medici, decora la capilla del palacio con un fresco llamado La procesión de los Reyes Magos. En este participan las tres generaciones Medici: Cósimo, su hijo Piero, su hijo ilegítimo Carlo y sus nietos Lorenzo y Giuliano, como parte del cortejo. En primer plano, aunque separados de los Medici, están sus más poderosos aliados: Segismundo Malatesta, Señor de Rimini y Galeazzo Maria Sforza, duque de Milán.
La inspiración directa del fresco es sin duda el Concilio y todo el despliegue de desfiles, pompa y riqueza que este trae consigo. Sin embargo, el artista también se ve influenciado por el retablo La adoración de los Magos, hecho por Gentile da Fabriano (hacia 1370-1427) entre 1420 y 1423 para la capilla familiar de la familia Strozzi en la Iglesia Santa Trinità.
De acuerdo al relato del historiador francés Philippe de Commines (hacia 1447-1511), Cósimo convierte a la Banca Medici en la casa comercial más próspera de Europa. Casi todas las ciudades importantes del continente cuentan con una sucursal que funciona eficientemente con un equipo de no más de diez personas.
Cósimo muere en 1464, siendo declarado por la Signoria como pater patriae (‘padre de la patria’) y dejando como heredero a su hijo Piero. De acuerdo a su propia iniciativa es enterrado sin ninguna pompa en la Basílica de San Lorenzo, que él mismo le había encargado a Brunelleschi.
Cuando Piero asume el liderazgo tenía 48 años y una salud quebrantada por la gota, que lo haría acreedor del apelativo El Gotoso. Sin embargo, se había desempeñado como prior, embajador en Venecia, Milán y París y había sido el último de los Medici en ser elegido gonfalonier, en 1461. La prosperidad florentina heredada por Piero es puesta de manifiesto por Benedetto Dei, quien en su Cronaca fiorentina de 1472 estima que la población de la ciudad era de unos 70 mil habitantes. Relata, además, que habían 180 iglesias, 50 piazze, 270 establecimientos de artículos de lana, 83 tiendas de miembros del gremio de la seda, 66 apotecarios, 54 talleres de escultores y picapedreros, 44 de orfebres y joyeros, y 70 carnicerías.
Sin embargo, la bonanza económica se mide también en términos del esplendor cultural. Piero, al igual que su padre, protege y da trabajo a artistas como Donatello (1386-1466), Lucca della Robbia (hacia 1399-1482), Paolo Uccello (1397-1475), Sandro Botticelli (1445-1510) y Antonio del Pollaiuolo (hacia 1432-1498). Además, se dedica a enriquecer bibliotecas y amplía la colección de monedas antiguas que su padre había comenzado. Al morir, es enterrado en la Sacristía Vieja de San Lorenzo. A modo de epitafio, el papa Pío II escribe: “Su vida estuvo llena de honor. Su honor se extendió más allá de su ciudad a Italia, en realidad al mundo entero” (Hibbert 2004: 108).
Piero es sucedido por su hijo Lorenzo el Magnífico (1449-1492), quien encarna el ideal del hombre del Renacimiento florentino: filósofo, poeta y mecenas. Heredero de la sensibilidad artística de su madre, Lucrezia Tornabuoni, es educado por grandes maestros como el latinista y diplomático Gentile Cecchi; el estudioso de Dante y traductor de Aristóteles, Cristoforo Landino (1424-1504) y el protegido y amigo de su padre y abuelo, Marsilio Ficino. Es entre intelectuales donde Lorenzo se siente más a gusto. Prueba de ello es que el 7 de noviembre de cada año, en su villa de Poggio a Caiano, se celebra el cumpleaños de Platón con un banquete. Además, se le ve siempre acompañado de sabios como el poeta Angelo Poliziano (1454-1494) o el conde Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), cuyos trabajos filosóficos habían sido censurados por la Iglesia.
Dotado para la diplomacia, desde niño se le habían asignado labores difíciles en Nápoles, Boloña y Roma. Su matrimonio con Lucrezia Orsini, miembro de una de las familias romanas más poderosas, sella una alianza estratégica que lo obliga a abandonar su espíritu aventurero.
Oficialmente, Lorenzo no es un signor37, sino un ciudadano de Florencia, pero su influencia en asuntos externos es decisiva. En la península es aceptado como “la aguja del compás italiano”, en palabras del estadista Niccolò Machiavelli (1469-1527) y, en palabras de Francesco Guicciardini (1483-1540), cronista de la época: “Si Florencia debía tener un tirano, no podría haber encontrado uno mejor o más encantador” (Hibbert 1979: 157).
Sus intereses políticos no impiden a Lorenzo asistir al desarrollo cultural de Florencia y, siguiendo la tradición familiar, patrocina a artistas prometedores. Sin embargo, la distancia generacional que lo separa de su abuelo, Cósimo el Viejo, y el modo como cada uno ejerce el poder, repercute también en sus actitudes hacia el arte y los artistas. Mientras Cósimo el Viejo es aún un personaje con una visión medieval, que se manifiesta en la construcción de iglesias, Lorenzo el Magnífico es ya un coleccionista nato, que favorece a ciertos artistas y rechaza a otros, imponiendo un gusto definido por el arte como fuente primordial –si no única– de un goce estético.
Como su padre y su abuelo, Lorenzo protege a los artistas cuyo talento admira y respeta, como Sandro Botticelli, Filipino Lippi (1457-1504), Antonio del Pollaiuolo, Domenico Ghirlandaio (1449-1494) y Andrea del Verrocchio (1435-1488). Si bien no les hace demasiados encargos, pues las finanzas no se lo permiten, se asegura de que consigan comisiones importantes en otros lugares para su gloria y la de Florencia. Así, es Lorenzo quien recomienda a Leonardo da Vinci a Ludovico Sforza, enviándolo a la corte de Milán con una carta para el duque, y una lira de plata en forma de caballo diseñada por el propio artista38. Es también Lorenzo quien percibe la genialidad de Miguel Ángel y lo lleva a vivir consigo a su palacio, donde este artista tiene el privilegio de entrar en contacto con el círculo platónico, determinante para su formación académica.
A lo largo de su vida se dedica a coleccionar monedas, medallas, piedras preciosas y manuscritos para seguir expandiendo la biblioteca Medici. Lorenzo estimula la impresión de libros en Florencia, a partir de 1471, a pesar de que la primera imprenta de Bernardo Cennini no se establece hasta 1477. Cósimo es todavía un hombre de negocios para quien la banca es el centro de su vida, pero esto no impide que sea un gran amante del arte y la filosofía, impulsor de la arquitectura a través de las construcciones que comisiona, admirador de artistas y eruditos por quienes se rodea. Lorenzo, por el contrario, a pesar de distinguirse como hábil diplomático, patrón de las artes y guía intelectual de Europa, carece de las habilidades financieras que caracterizan a su abuelo. No tiene interés alguno en los negocios, los descuida, arruinando lo que hasta entonces habían consolidado su bisabuelo y abuelo. Su exceso de confianza en malos administradores, sumados a sus préstamos excesivos al rey Eduardo IV de Inglaterra, durante la Guerra de las Rosas, lo obligan a cerrar las sucursales de la agencia bancaria en Londres, Brujas y Milán.
Casi como si se tratara de una maldición familiar, Lorenzo también tiene que enfrentar y asumi...

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