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La ciudadanía en controversia:
Análisis y conceptualización de las competencias ciudadanas
- 185 páginas
- Spanish
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- Disponible en iOS y Android
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La ciudadanía en controversia:
Análisis y conceptualización de las competencias ciudadanas
Descripción del libro
Las disertaciones que plantea el texto permiten reconocer, no solo una conceptualización de la ciudadanía, sino acercarse a su ejercicio más práctico –las competencias ciudadanas– en una reflexión sobre ellas, a través de un análisis crítico y controversial de las mismas, que permite a docentes, estudiantes, académicos e interesados en general cuestionarse sobre la importancia de establecer un camino para el desarrollo de competencias y la consolidación de un modelo de ciudadano, que se acerque al contexto actual de nuestro país
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Información


DESDE LA CIUDADANÍA HACIA LAS COMPETENCIAS CIUDADANAS: ACIERTOS Y DESACIERTOS DE LOS ESTÁNDARES Y LAS PRUEBAS*
Gustavo Octavio García Rodríguez
Chris Aleydi González Hernández
* Resultado de investigación del proyecto “La noopolítica como mediación en el análisis de las competencias ciudadanas”, financiado por la Fundación Universitaria Los Libertadores y perteneciente al grupo de investigación Nipon Estudio Anime, inscrito en el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias).
EL DESAFÍO EN LA CONSOLIDACIÓN DEL CONCEPTO DE CIUDADANÍA
El concepto de ciudadanía ha sido fabricado a lo largo de la historia a través de los diálogos que vinculan la política, la democracia y la moralidad. En la actualidad se postulan algunos modelos de ciudadanía que corresponden a los imperativos sociales, culturales y tecnológicos de las sociedades contemporáneas.
La ciudadanía, una categoría dinámica y cambiante, muestra inconfundiblemente su carácter intersubjetivo, pues a través de ella se revelan las múltiples relaciones que se tejen entre el Estado y la sociedad civil; relaciones que se hacen evidentes por medio de las prácticas ciudadanas vinculadas a los derechos, las obligaciones, los mecanismos de participación y los discursos relacionados.
La polisemia de la ciudadanía invita a desentrañar las marañas históricas y sociales que sostienen las prácticas ciudadanas, es decir, las prácticas intersubjetivas que son dadas para evitar las tensiones que surgen al calor de la individualización, la jerarquización y la concentración del poder.
En primera medida, ciudadanía y ciudadano son conceptos que se relacionan con las formas de organización humana y con las transformaciones que estas sufren a lo largo del tiempo. La ciudadanía se constituiría, entonces, como un concepto cambiante según épocas, países y tradiciones, es decir, como una verdadera heterogeneidad que permite relaciones armoniosas y discordantes en las prácticas sociales.
LA CIUDADANÍA, UNA CONSTRUCCIÓN HISTÓRICA Y SOCIAL
Las complejas relaciones que se tejen en una sociedad, ya sea en las estructuras de clases o en las instituciones, constituyen el ramillete significativo, los atributos y las prácticas de lo que son el ciudadano y la ciudadanía1. A pesar de que no es necesario realizar un recorrido histórico-social para comprender el concepto de ciudadanía, es pertinente aproximarse a estos contextos para poder realizar una reflexión sobre los modelos existentes y así, desde la educación, cuestionarse sobre los contenidos y métodos relacionados con el tema.
Grecia, el primer concepto de ciudadano
Grecia fue la pionera en la construcción de concepciones aún relevantes en la actualidad, como las de política, democracia y ciudadanía. Los griegos se organizaban en ciudades-Estado conocidas como las “polis”. Allí, una pequeña porción de hombres era considerada como ciudadana, la cual tenía una serie de derechos adquiridos y, a la vez, una gran cantidad de responsabilidades con la polis. En ese sentido, para los griegos, el ciudadano era aquel individuo que participaba en la justicia y el gobierno:
El ciudadano es tal en cuanto polites, en la medida que participa activamente de la vida de la polis. La democracia ateniense, tomada como forma de gobierno típica de la polis, además de directa, es activa, no defensiva como la democracia liberal. El ciudadano goza de libertad, y esta no tiene otro sentido que el de cumplimiento de los deberes políticos (Fayt, 1993, p. 176).
La convivencia y la comunidad se constituían como elementos vitales para el desarrollo de la polis. La convivencia era la necesidad de compartir un espacio con los demás. Para llegar a esta máxima, eran necesarias la ética y la moral como vías fundamentales para el desarrollo de la virtud ciudadana.
Aristóteles afirmaba que en el ciudadano radicaban profundas diferencias, dependiendo del régimen político en que este se encontrara; por ejemplo, para él, no existía un ciudadano estático, pues no eran iguales el ciudadano de una democracia y el de un régimen oligarca. Así, la noción de ciudadano varía por los atributos y las prácticas del régimen político en que se encuentre.
El ciudadano romano y la res publica
Los romanos conservaron algunos modelos griegos, pero a su vez desarrollaron aspectos que estos no trataron, por ejemplo, la res publica o “la cosa pública”. Al poseer la ciudadanía, los romanos tenían el deber de ocuparse de lo público, por lo cual se les permitía ocupar cargos públicos, políticos y religiosos: “La condición de ciudadano es síntesis de participación activa en la vida política de la civitas” (Fayt, 1993, p. 180).
Ser ciudadano en Roma era posible por herencia vía paterna, es decir, un hijo de una ciudadano romano adquiría legítimamente la ciudadanía. Así, el ciudadano romano, al tener un certificado que lo acreditaba, podía votar, ser miembro de la asamblea o ser un magistrado. Esto permitía una distinción frente a los otros, por su participación sociopolítica activa.
Con el espíritu romano conquistador y expansionista nació la idea de “ciudadano del mundo” —muy utilizada en la actualidad—, que otorga el derecho de ciudadano a los conquistados, pero sin las prebendas del ciudadano legítimo de Roma, o “ciudadano de primera”. Posterior a la decadencia del Imperio romano y hasta el surgimiento del capitalismo, la ciudadanía como categoría política pierde fuerza, al intervenir factores como la religión que no permitieron desarrollar al ciudadano plenamente, pues las formas de gobierno imperantes en el Medioevo son reemplazadas por la relación de vasallaje.
Las revoluciones
Con el surgimiento de las ciudades-Estado vuelve a ser un foco de interés el ciudadano. La Revolución Industrial y el capitalismo hacen que se retome la idea de un sujeto que tiene un lugar privilegiado social y políticamente. Al dejar a la Iglesia de lado, la educación se vuelve una prioridad para el Estado, a través de la inculcación de valores nacionalistas y de la homogenización de un modelo de ciudadano, con el fin de alcanzar el mentado progreso.
Lo que sucede en este contexto es relevante para la constitución de un modelo de ciudadanía que imperó durante años. Por ejemplo, la disputa constante entre la clase aristócrata y la burguesía emergente procuró el perfilamiento de un ciudadano liberal que reivindicara la igualdad y la justicia, así como los derechos individuales enmarcados en una naciente nación.
De esta forma, nacen los discursos que implican el reconocimiento y la pertenencia a un territorio donde todos los individuos gocen de condiciones de igualdad jurídica, aunque no necesariamente social o económica. Se trata de un individuo situado en un Estado-nación que tiene los mismos deberes y derechos en la comunidad.
El contexto de revoluciones constituyó un punto trascendente para la construcción del concepto de ciudadanía, pues este ha sido imperativo en los modelos de ciudadanía actuales que permean también el trasegar político. En este marco, la pugna liberalista y republicana y su discurso ciudadano representan la vanguardia de las revoluciones francesa y norteamericana.
Ciudadanía contemporánea
La idea de vincular la ciudadanía a la nación es proveniente del Estado, pues si bien Habermas afirmaba que “la ciudadanía no ha estado nunca ligada conceptualmente a la identidad nacional” (citado en Horach, 2009, p. 13), desde el siglo xviii se identificaba la ciudadanía con la nación. Las ciudadanías del siglo xx, cimentadas en los modelos anteriores, tuvieron como ejes articulares las dimensiones legales, políticas y participativas. En el primer caso, haciendo referencia a los derechos y los deberes; en el segundo, a una actitud participativa y activa en la comunidad política; y en el tercero, a la participación en la vida de la comunidad.
MODELOS DE CIUDADANÍA
En el apartado anterior fue evidente que la ciudadanía evoca la constitución de derechos y deberes y su relación con el Estado y la comunidad política. Por esta razón, la concepción actual de ciudadanía se erige en los principios de igualdad, de pertenencia de un individuo a una colectividad y de unidad componente de la democracia.
Ciudadanía liberal
La ciudadanía liberal se entendió como la no interferencia del Estado en la voluntad soberana del individuo; es decir, el individuo es el único que tiene la potestad de llevar su libertad. Por esto, una premisa de la ciudadanía liberal es el individualismo: el individuo vela por su bienestar, privilegiando así sus bienes sobre los de la comunidad:
El individualismo es el elemento más importante de la ciudadanía liberal. Sobre todo por su reacción contra el despotismo del Antiguo Régimen, el liberalismo ha privilegiado fuertemente los derechos individuales y su esfera de acción. Por lo general, el bien individual queda por encima del bien común, y la finalidad del Estado es únicamente instrumental, es decir, permitir la libertad de los individuos, sin interferir con ellos. Los derechos individuales y sus inherentes proyectos subjetivos son el eje de este modelo. Se muestra una férrea prevención de evitar la tiranía de las mayorías y las lesiones que se pudieran ocasionar con respecto a las libertades individuales (Horach, 2009, p. 15).
La participación política en la ciudadanía liberal se articula con el ejercicio del beneficio particular, donde el individuo es el único que puede defender sus intereses; incluso, el Estado no puede intervenir en la defensa de estos. Los derechos políticos son de carácter instrumental, con lo cual la representación de los intereses ciudadanos es cedida a una élite política.
El papel del Estado en la ciudadanía liberal es el de un Estado neutro que responde a las opciones morales de los individuos. Esta orientación se presenta como opción al problema del pluralismo, pues este vincula la participación ciudadana por el bien y la autonomía. El Estado es un garante de la equidad, el civismo, la cooperación y el autorrespeto. En este sentido, el Estado debe proveer las libertades individuales, si exige una lealtad cívica.
Ciudadanía republicana
El modelo de ciudadanía republicana implicó replantear el modelo liberal y se situó como una alternativa frente a este. La idea del vínculo del individuo con la comunidad es mucho más fuerte, sin traspasar lo público, velando así por lo propio, pero con la premisa de los valores y la moral.
La intersubjetividad prima en el republicanismo, incluso pensándose una alteridad del sujeto; esto es, un ideal de libre expresión en el que el ciudadano puede llegar a acuerdos, pero con la rectitud del respeto mutuo y la veracidad que se espera en un diálogo regulado y equitativo. El ciudadano republicano es un ciudadano activo en la vida política, por cuanto participa de los debates sobre la conformación de la agenda pública y el desempeño de las funciones públicas.
Al respecto, Habermas (1998) da un especial énfasis a la vida pública y activa de los ciudadanos, en el sentido de que pueda regir la vida en el ámbito privado y, sobre todo, en la esfera pública. Al ser autónomos en la esfera privada, podríamos ser autónomos en la esfera pública:
Sacar a los pobres de su pobreza no es tan solo un asunto de caridad, conciencia y deber ético, sino una condición indispensable (aunque meramente preliminar) para reconstruir una república de ciudadanos libres a partir de la tierra baldía del mercado global (Bauman, 2002, p. 186).
El modelo de la ciudadanía republicana busca la igu...
Índice
- PORTADA
- PORTADILLA
- CRÉDITOS
- CONTENIDO
- PRÓLOGO
- PREFACIO
- CAPÍTULO I DESARROLLO EPISTEMOLÓGICO DEL CONCEPTO DE CIUDADANÍA Y EL DE COMPETENCIAS CIUDADANAS
- CAPÍTULO II EL EJERCICIO DE LA CIUDADANÍA
- CAPÍTULO III DIÁLOGOS Y DISCUSIONES
- NUESTROS AUTORES