No por ignorancia
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No por ignorancia

La vigencia de los dones espirituales

Frank W. R. Benoit

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  1. 220 páginas
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La vigencia de los dones espirituales

Frank W. R. Benoit

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Algunas opiniones sobre No por ignorancia: "El Dr. Frank Benoit (…) presenta una explicación clara y entendible del "cesacionismo". (…) Es el mejor libro que he leído sobre este tema tan importante". —Dr. Ronaldo Blue, Seminario Teológico de Dallas "Con este libro Frank Benoit ha hecho una gran aportación a nuestro entendimiento de los dones en general y muy en particular al tema de la vigencia de los mismos (…). Felicito a Benoit por la excepcional aportación que ha hecho". —Jaime Fasold, cofundador y exrector del Instituto Bíblico-Seminario Teológico de España "Benoit (…) plantea con humildad, respeto y siempre procurando el fundamento de las Escrituras, una argumentación sólida para justificar la doctrina del cesacionismo; (…) también para quienes no concordamos con ella el texto supone un reto". —Jesús Caramés Tenreiro, rector de la Facultad de Teología Asambleas de Dios de España "El Dr. Benoit trata con equilibrio sano tanto la investigación bíblica como la histórica en el tema del cesacionismo. (…) No conozco ningún otro libro como este". —Dr. Christopher Matthews, rector del Seminario Teológico Al-Ándalus "El Dr. Frank Benoit (…) ha sido capaz de sumergirse en una discusión teológica como esta con seriedad, valor y objetividad. (…) Recomiendo, pues, la lectura de este trabajo y deseo que tenga una amplia circulación y distribución en todo el mundo de habla castellana". —Dr. E. L. Carballosa, Ph. D., Vigo (Pontevedra), España "El Dr. Frank Benoit (…) ha explicado con claridad la posición del cesacionismo mediante un riguroso estudio de la Biblia, la doctrina y práctica históricas en la Iglesia y la experiencia en la actualidad; (…) creo que puede convertirse en el tratado estándar en español de la doctrina del cesacionismo". —Dr. Michael Pocock, catedrático emérito del Seminario Teológico de Dallas

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Información

Editorial
Noubooks
Año
2017
ISBN
9788415404620
Edición
1
PARTE 1
LAS EVIDENCIAS BÍBLICAS PARA EL CESACIONISMO
1
DEFINICIONES BÁSICAS
Antes que nada, para evitar malentendidos más adelante, empezaremos dando algunas definiciones básicas de los términos usados en el debate de los dones. Es frustrante y triste ver cómo muchos autores carismáticos caricaturizan la postura tradicional en sus escritos. Muchas veces definen los términos incorrectamente o como ellos consideran que son en vez de como son realmente. También hay autores no carismáticos que generalizan o exageran la postura carismática para ridiculizarla. Estas actitudes no ayudan en el debate.
Richard Nathan, pastor de la Viña Columbus, Ohio, critica a John MacArthur, Jr. por usar exageraciones y generalizaciones acerca de los carismáticos en su libro Charismatic Chaos, además de argumentos débiles del tipo «hombre de paja».[1] Algunas de sus críticas sobre MacArthur pueden ser válidas. Pero en el libro El Reino y el poder muchos autores hacen lo mismo con la postura tradicional cesacionista. La ponen en un marco estereotípico exagerado. Algunos de los capítulos se aprovechan de la cuestión ya desde el mismo inicio. Con títulos como «¿Deben esperar milagros los cristianos de hoy?» o «Ministerio de poder en las epístolas: respuesta a la posición evangélica que plantea la cesación del poder»,[2] el autor, de antemano, ya está dando a entender que la postura cesacionista rechaza los milagros o plantea la cesación del poder de Dios hoy, y esto es falso en ambos casos. Hasta en el mismo prólogo, escrito por C. Peter Wagner, él habla de forma casi despectiva hacia los pentecostales clásicos y los cesacionistas.[3] Estos extremos no son correctos.
Queremos evitar tales etiquetas al definir los principales términos sin significados ocultos. Son las definiciones generalmente reconocidas en el tema, aun si a veces las expresiones no son empleadas debidamente o han llegado a tener un significado distinto. Es algo similar a lo que le pasó a la palabra «fundamentalista».[4] No es una mala idea recordar la explicación famosa que escribió C. S. Lewis en su libro Mero cristianismo acerca del uso correcto de las palabras y cuánto daño hace el mal uso de ellas, ¡aun cuando la persona que las utiliza indebidamente tiene buenas intenciones! Lo demostró de forma magistral con la ilustración de la palabra caballero en inglés y cómo su sentido verdadero fue cambiado por el uso incorrecto, y suplicó que no sucediera lo mismo con la palabra cristiano en su libro.[5] Quiero suplicar la misma cosa pero en cuanto a las palabras en relación al tema de la vigencia de los dones.
Los dones espirituales/don espiritual
Este primer término es claro, sencillo y casi todos están de acuerdo en lo que significa. Si uno busca en libros sobre el Espíritu Santo, en diccionarios bíblicos o en libros de estudios sobre los dones, la mayoría está de acuerdo en la definición. Casi todos concuerdan en que los dones son capacidades o habilidades dadas por el Espíritu Santo a cada creyente para un determinado servicio dentro del cuerpo de Cristo (unas excepciones son Jaime Fasold y M. Erickson).[6] El Diccionario bíblico ilustrado Holman dice: «La frase “dones espirituales” se emplea comúnmente para referirse a la capacidad que Dios da a los creyentes para el servicio».[7] En este sentido, el término «dones espirituales» se refiere a todos los dones del Espíritu y no solamente a algunos.
Es cierto que casi todos los eruditos bíblicos —cesacionistas o no— clasifican o dividen todos los dones en dos grupos generales: los dones de señal o extraordinarios y los dones de servicio u ordinarios. Lo que sí está claro es que hay autores en ambos lados del debate que se refieren a «los dones espirituales» o solo a «los dones» cuando en el contexto están hablando de uno de estos dos grupos generales. Muchas veces están hablando solo de los dones de señal y no de todos los dones. Esto es un error.
En resumen, se puede elaborar una definición de los dones espirituales que refleje todos los aspectos diciendo que los dones espirituales son las capacidades y habilidades sobrenaturales especiales dadas por el Espíritu Santo a cada creyente para un servicio determinado dentro del cuerpo de Cristo para su edificación y para la gloria de Dios. Veamos ahora la distinción entre los dones de señal y los dones de servicio.
Los dones de señal/extraordinarios/milagrosos/carismáticos
Estos términos se usan normalmente para denominar los dones que forman el corazón de las controversias acerca de este tema. Su mismo nombre ya causa cierta polémica entre algunos. Aunque todos están de acuerdo en que estos dones son diferentes de los demás dones, no hay acuerdo en cuanto a cómo llamarlos (los nombres más comunes constan aquí). El Diccionario bíblico Holman comenta: «Los eruditos han intentado clasificarlos de distintas maneras, pero ninguna resulta convincente».[8]
Parte de la controversia viene del mal uso de considerar que solo estos dones son los dones carismáticos y que los demás dones no lo son. Tal uso por algunos evangélicos ha causado una división falsa que considera que algunos creyentes tienen dones carismáticos y otros creyentes solo tienen dones espirituales o que los únicos dones espirituales son los dones extraordinarios. Esto es un error común en ambos lados del debate.
El Nuevo diccionario bíblico ilustrado se refiere a esto cuando dice: «Primeramente debemos señalar que todos y cada uno de los dones dados por el Espíritu son milagrosos, y no solo los de manifestación externa espectacular».[9] La cita, además de mencionar de forma implícita la división entre los dos grupos de dones, dice que «todos y cada uno de los dones» espirituales son sobrenaturales («milagrosos»). Greig y Springer dicen que su definición «se refiere al ministerio con todos los dones espirituales (...) en forma espectacular. La expresión no excluye dones espirituales menos francos»,[10] reconociendo así los dos tipos («en forma espectacular» y «menos francos»). El conocido erudito bíblico René Pache escribió de los dones no espectaculares: «...y estos son tan sobrenaturales como aquellos dones que se llaman “milagrosos” ya que todos provienen del Espíritu Santo».[11] Pero el teólogo cubano Alfonso Rodríguez Hidalgo lo puso aún más claro:
No podemos dividir a los cristianos en carismáticos y no carismáticos. Bíblicamente hablando, todo creyente en Jesucristo es carismático, pues ha recibido de Dios algún don especial con el que puede glorificarle y servirle. Es posible, pues, hablar de una universalidad de dones y hasta una r...

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