Multitasking
He pensado en presentar el argumento de este capítulo retomando el tema del que hemos hablado en el anterior.
Hace unos meses, una persona del grupo de Facebook de EfficaceMente* publicó esta consulta:
Alessandro: Hola a todos. Me gustaría que me dierais consejos sobre cómo sacar tiempo para leer todos los días y convertir la lectura en un hábito diario. Gracias.
Como es habitual en mí, traté de ofrecer una sugerencia muy directa (tal vez demasiado):
«Pregúntate: ¿cómo he sacado tiempo para escribir este post? Encontrarás la respuesta. :)».
Para que no me malinterpretéis, luego decidí ampliar mi respuesta.
Andrea: En caso de que no se entendiera, mi respuesta no pretendía ser sarcástica: iba en serio.
Pregúntate: «¿Por qué he sacado tiempo para acceder a Facebook, ir al grupo EfficaceMente y publicar esta consulta, mientras que sacar tiempo para leer siempre parece difícil?».
La cuestión es que acceder a Facebook es conveniente y atractivo (y Mr. Zucky hace de todo para que sea así). Basta con tocar la aplicación azul en tu teléfono móvil y ya estás dentro de tu cuenta y preparado para escribir un post.
Leer, en cambio, genera más resistencia: tienes que abrir el libro, encontrarte con el ánimo adecuado, etcétera.
La solución a tu consulta, por tanto, consiste en hacer más complicado realizar accionar inútiles (como utilizar las redes sociales) y más sencillo acciones útiles (como la lectura, en este caso).
Pregúntate cómo hacer más conveniente y atractiva la lectura. Indaga y experimenta esta opción».
A todo esto, una lectora puso una objeción aparentemente bastante razonable:
Laura: No creo que el tiempo que dedicamos a Facebook se pueda convertir en tiempo para leer de una forma tan simple. Quizá es cierto que si dedicara el tiempo total que paso en Facebook a la lectura, podría leer muchos más libros, pero el uso que hacemos de las redes sociales es muy peculiar.
Puede que yo pase unos diez minutos ojeando Facebook mientras espero el autobús, otros quince para ver un tutorial en vídeo sobre mi hobby mientras tengo las manos libres para ejercitarme y hay otros minutos que dedico a hablar con amigos o con un compañero que está de viaje por trabajo mientras tengo el ordenador encendido.
Estos tiempos son difícilmente convertibles.
Creo que la clave está en dedicar parte del tiempo que nos dedicamos a nosotros mismos a la lectura. Y luego, si nos gusta leer, seguir haciéndolo saldrá solo, será algo natural. Quizá por la noche o, en cualquier caso, en horarios compatibles con los del trabajo.
Sin duda, la solución para una «buena lectura» no consiste en sacar el libro mientras haces cola en el banco para pagar un recibo; en esos casos las redes sociales son fáciles y rápidas y requieren una atención baja: ojeas un par de noticias, intercambias algún mensaje en un chat, pero no puedes tener el libro en una mano y un té, por ejemplo, en la otra.
No va del todo desencaminada.
Eso es precisamente lo que hacemos todos los días: en cuanto tenemos un minuto libre, lo llenamos de distracciones sociales.
Pero infravaloramos otro problema, un problema del que me gustaría hablarte en este capítulo. Mientras tanto, no obstante, lee la respuesta que ofrecí a Laura (y a los demás miembros):
Andrea: Este razonamiento es interesante, pero me permito ampliar este punto.
Las redes sociales y compañía no solo nos roban el tiempo en concreto que pasamos en sus páginas. Hay quien, indudablemente, pasa demasiado tiempo en ellas, pero el verdadero problema de estos «chupatiempo» es que interrumpen continuamente nuestra concentración y ralentizan todas las demás actividades.
Paradójicamente, ese minuto que dedicamos a ojear un par de noticias o a escribir en un chat a una persona que conocemos puede costarnos hasta 25 o 30 minutos en términos de concentración (te hablaré en detalle de este fenómeno en los próximos párrafos).
Haced la prueba.
Calculad cuánto tiempo de media pasáis en redes sociales. Supongamos, siendo optimistas, que pasáis en total solo una hora y media al día, fraccionada en muchos intervalos de 5-10 minutos repartidos aquí y allí.
Ahora, probad durante una semana a dedicar la misma cantidad de tiempo —una hora y media—, pero de forma continuada. No sé, por ejemplo, desde las 17.00 hasta las 18.30.
Os daréis cuenta de dos cosas:
- después de una hora y media consecutiva, estaréis tan hartos que las redes sociales casi os producirán náuseas;
- a pesar de que hayáis pasado exactamente el mismo tiempo que pasabais antes, durante el resto del día os parecerá que habéis estado más concentrados y sido más productivos (y, en efecto, así será).
Esta sencilla prueba os hará comprender lo perjudicial que es llenar cualquier tiempo muerto con distracciones sociales y cuánto tiempo perdemos mientras pasamos de una actividad a otra, quedándonos siempre en la superficie, sin profundizar nunca en nada.
No pretendo que me creáis porque lo escribo, ponedlo en práctica.
Ya, no siempre nos damos cuenta de cuánto tiempo perdemos al pasar continuamente de una actividad a otra.
Como habrás visto, el tema de este quinto capítulo es el multitasking, es decir, esa pésima costumbre que tenemos de querer hacer mil cosas a la vez, con la convicción ilusoria de conseguir finalizar más.
¿Crees que esta convicción no es «ilusoria»? Demostrémoslo…
Los costes del cambio de contexto (context switching)
¿Te apetece hacer un pequeño experimento?
Necesitarás papel, bolígrafo y el cronómetro de tu teléfono móvil.
Cuando estés listo, activa el cronómetro y empieza a escribir la secuencia del alfabeto (A, B, C, D, etcétera). Justo después, escribe, también por orden, los números del 1 al 27 (1, 2, 3, 4, etcétera).
Una vez hayas terminado, para el cronómetro y toma nota de cuánto has tardado en escribir las dos secuencias.
Bien, ahora probemos una variante…
Activa de nuevo el cronómetro, pero esta vez, en lugar de escribir primero todas las letras y luego todos los números, haz un poco de multitasking alternando letras y números.
Para entendernos, tendrás que escribir: A, 1, B, 2, C, 3, hasta llegar a Z, 27.
Una vez hayas completado la escritura de esta nueva secuencia, para el cronómetro.
¿Has tardado más o menos que la primera vez?
Dado que te sentías examinado, probablemente habrás escrito la segunda secuencia (la del «multitasking») con más concentración. Aun así, apuesto a que has tardado más en comparación a cuando has escrito las dos secuencias de letras y números por separado.
Entendámonos, este ejercicio no pretende ser una prueba científica. Pero se trata de una forma sencilla de demostrarte en primera persona lo ineficaz que puede resultar hacer varias cosas a la vez.
Si además quieres la explicación científica, ¡también la tenemos!
Por qué el multitasking es inútil y costoso
El multitasking es ineficaz porque conlleva elevados costes de context switching, es decir, de ‘cambio de contexto’.
Aunque muchos de nosotros estemos convencidos de ser Superman o Wonder Woman, la verdad es que nadie es capaz de hacer varias cosas a la vez. Nadie.
Nuestro cerebro, de hecho, es capaz de concentrarse solo en una actividad simultáneamente.
Cuando nos ilusionamos con realizar varias tareas a la vez, en realidad estamos desplazando rápidamente nuestra atención y nuestro foco de una tarea a otra, pero estos cambios repentinos tienen un coste. Tienen un coste en términos de energía mental y en términos de tiempo.
En el fondo, lo hemos visto con el simple ejercicio del alfabeto y de los números: al obligar a tu cerebro a cambiar continuamente de una secuencia a la otra, has perdido fracciones de segundo con cada cambio y, probablemente, has llegado al final del ejercicio incluso más «cansado».
Las cosas podrían ser aún más graves de lo que pensamos.
Como demostró la investigadora Gloria Mark de la Universidad de California,* cada vez que pasamos de una actividad a otra tardamos cerca de 25 minutos (23 minutos y 15 segundos, para ser exactos) en recuperar el nivel de concentración que habíamos alcanzado antes del cambio de tarea.
Además, hay que decir que si la interrupción es breve (pocos minutos) y tiene que ver con una actividad más bien mecánica (o sea, que requiere una baja carga cognitiva), retomar la actividad inicial es bastante simple.
Pero lo cierto es que a menudo interrumpimos nuestro trabajo para empezar una conversación en WhatsApp o para echar un vistazo a alguna página web. Y, como por arte de magia, también a menudo acabamos engullidos por un agujero negro del que nos cuesta salir, algo que solo logramos al cabo de un tiempo.
En estos casos, regresar a un nivel de concentración aceptable requiere tiempo, y dado que existen tantísimas distracciones a nuestra disposición y son tan convenientes y de fácil acceso, el hecho es que pasamos nuestras jornadas laborales y de estudio de forma superficial, sin llegar a alcanzar en ningún momento un nivel de concentración realmente elevado.
Esto significa que una tarea que con un nivel máximo de concentración podría llevarnos una hora, tal vez requiere dos, tres o incluso una jornada completa.
En estos casos, no hay ningún sistema de gestión del tiempo que lo solucione.
Puedes hacerte todas las to-do lists, los bullet journals o los planes megaespecializados que quieras, pero si sigues interrumpiendo tu trabajo, si sigues haciendo multitasking, lo cierto es que nunca serás dueño de tu tiempo.
La idea de querer hacer mil cosas a la vez no solo es un error a nivel de microactividades cotidianas (podríamos definirlo como micromultitasking): puede causar daños graves sobre todo cuando nos dedicamos a demasiados proyectos simultáneamente (macromultitasking).
Te lo demuestro con una sencilla tabla ilustrativa.
Echa menos carne en el asador y si realmente tienes que hacerlo…
¡… cocina los bistecs de uno en uno!
Le...