En la infancia los diagnósticos se escriben con lápiz
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En la infancia los diagnósticos se escriben con lápiz

La patologización de las diferencias en la clínica y la educación

Gisela Untoiglich

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En la infancia los diagnósticos se escriben con lápiz

La patologización de las diferencias en la clínica y la educación

Gisela Untoiglich

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Esta obra explora en las promesas y los mitos de la ciencia moderna y deconstruye supuestas evidencias científicas de pretendidos diagnósticos, como el TDAH, la dislexia, el TGD. Analiza la época y sus malestares, los diagnósticos, como coartada de una clínica que cada vez se vuelve más burocrática y menos humanizada. Profundiza en el paradigma de la inclusión educativa, sin dejar de cuestionarse aquello que excluye. Realiza propuestas de abordaje clínico y educacional que posibiliten otros modos de pensar las intervenciones con niños que manifiestan de modos diversos su sufrimiento, así como el trabajo con sus familias y las escuelas, que promuevan otras oportunidades de subjetivación.Este libro reúne los trabajos de psicoanalistas, pediatras, neuropediatras, pedagogas, lingüistas, psicomotricistas, psicopedagogas de la Argentina, Brasil y Portugal, preocupados por la creciente medicalización y patologización de la infancia. Está dirigido a profesionales de la salud, la educación y las ciencias sociales.

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Información

Editorial
Noveduc
Año
2019
ISBN
9789875386204
Edición
1
Categoría
Psicología
PARTE 1

PROCESOS DE PATOLOGIZACIÓN
Capítulo I

LA MAQUINARIA MEDICALIZADORA Y PATOLOGIZADORA EN LA INFANCIA
M. A. Affonso Moysés, C. Collares, G. Untoiglich
Últimamente, ha sido creciente el traslado de problemas inherentes a la vida hacia el campo médico. Es decir, que cuestiones de orden colectivo, social y político se abordan como problemas individuales, atribuyendo su causación, mayoritariamente, a determinaciones biológicas (aunque las mismas no hayan sido comprobadas). Cuando problemas que están por fuera del área de la medicina son definidos en términos de trastornos y abordados como problemas médicos, estamos ante un proceso de medicalización de la vida (Collares y Affonso Moysés, 1996). Observamos con preocupación cómo este fenómeno se ha elevado exponencialmente en la infancia, con un consecuente aumento de consumo de psicofármacos en niños.
En este escrito presentaremos el ensamble de tres investigaciones que se desarrollaron en distintos ámbitos y en diferentes países. Las tres tienen un común denominador: niños y niñas que fracasan en sus posibilidades de adquisición de aprendizajes sistematizados en la institución escolar y que son visualizados como enfermos.
María Aparecida Affonso Moysés (1), pediatra, expondrá algunos aspectos de su investigación sobre niños derivados a la consulta médica por fracaso escolar. Cecilia Azevedo Lima Collares (2), pedagoga, presentará el análisis de las opiniones de los profesionales de la salud y la educación, acerca de las causas del fracaso escolar. Ambas fueron realizadas en la Universidad Estadual de Campinas, Brasil (UNICAMP). Gisela Untoiglich (3), psicoanalista, mostrará algunos resultados de su investigación sobre niños con problemas en sus aprendizajes que manifiestan dificultades atencionales.
El propósito de este trabajo es revelar el modo en que se van construyendo e instalando los procesos de patologización y medicalización de la infancia. Para esto nos centraremos en los discursos de los adultos (padres, docentes y profesionales de la salud) indagando cómo conciben los problemas escolares de los niños y a qué causas los atribuyen.
En primera instancia desarrollaremos algunos conceptos nodales para entender desde qué referentes teóricos se están pensando estas cuestiones para luego analizar cuáles son las consecuencias en la vida de las personas.
PROCESOS DE MEDICALIZACIÓN
Cuando problemáticas de orden social, educativo, político, económico e incluso emocional son abordadas como si fueran problemas biológicos, estamos igualando el mundo de la vida humana al mundo de la naturaleza. Esto trae como consecuencia que se exceptúen de responsabilidad las instancias de poder, en cuyas entrañas son generadas y perpetuadas, las más de las veces, tales dificultades.
La institución escolar ha acompañado la creencia de que los problemas de aprendizaje y/o comportamiento de niños y adolescentes devienen de enfermedades inherentes a cada individuo, sean de origen biológico o psicológico.
Cada vez con mayor frecuencia, llegan a las unidades de salud pública o a los consultorios, niños derivados por las escuelas a causa de problemas en sus aprendizajes y/o comportamiento. Generalmente en la derivación ya se deja constancia de una “sugerencia diagnóstica”, siendo las más comunes los trastornos neurológicos, psiquiátricos como el Trastorno por Déficit Atencional (TDA ó ADD) o el Trastorno Oposicionista Desafiante (TOD) o, últimamente, con un auge creciente el Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD). Una preocupación constante en Brasil es acerca de los efectos de la desnutrición en las cuestiones cognitivas. Es habitual que la solicitud contenga el pedido de exámenes específicos, así como la consulta por la derivación a escuelas especiales o la sugerencia de obtención de un certificado de discapacidad para tener acceso a los tratamientos necesarios.
En casi todos los casos, en el examen pediátrico, se constata que los resultados de las pruebas son los esperados para la edad y que, probablemente, se trata de la reacción del niño a los conflictos de su entorno. Cuando esto ocurre, no siempre la escuela lo acepta y es común que busque otras derivaciones que confirmen el problema individual del niño. En Brasil esto es lo que sucede mayoritariamente y en Argentina es más frecuente de observar en el ámbito escolar privado, que incluso muchas veces condiciona la rematriculación del niño en esa escuela, a condición de que esté medicado y/o en tratamiento.
¿Qué ocasiona que una institución escolar esté más interesada en confirmar su supuesto diagnóstico previo que en introducirse en indagar cuáles son los motivos reales que hacen que este niño no pueda aprender, no pueda atender o no pueda portarse bien?, ¿por qué la escuela busca, generalmente, el origen del problema por fuera de la institución?
Centrar el problema en el niño oculta las dificultades que podrían estar existiendo, por ejemplo, en el proceso de enseñanza–aprendizaje, la estructura de la escuela o las condiciones concretas del trabajo docente. Es en ese escenario donde aparecen los supuestos trastornos de aprendizaje y/o conducta, y se ubica el foco en el individuo que debería aprender y no aprende, en el que debería comportarse y por el contrario incomoda. Los discursos imperantes tanto de profesionales de la educación como de la salud hacen creer que la escuela y más extensamente la sociedad, es “víctima de niños inadecuados, anormales, enfermos”, sin cuestionarse si existe alguna relación entre la creciente cantidad de niños con “supuestos trastornos” y la inadecuación de un sistema escolar que intenta educar con modelos y referencias del siglo XIX a niños del siglo XXI.
Para entender cómo se construyen los procesos de patologización y medicalización nos apoyaremos en los siguientes referentes teóricos:
G. Canguilhem se preguntaba, ya en 1943, acerca de la construcción de los conceptos de normalidad y anormalidad. Define Normal como promedio, aquello que es “como debe ser”, un modo de unificar lo diverso. La pregunta que cabe formularse es quién determina y bajo qué condiciones se define lo que se “debe ser”. ¿Se pueden pensar estas categorías por fuera de su época histórica, por fuera de una ideología dominante? El autor planteaba que el ser vivo y el ambiente no son normales tomados por separado, sino que será en esa relación que se establecerán las bases para pensar qué es normal en determinado momento.
Foucault (2008) plantea que “La enfermedad es, en una época determinada y en una sociedad concreta, aquello que se encuentra práctica o teóricamente medicalizado” (p. 21). Se considera el proceso de medicalización como fundamental para entender cómo los sujetos y las sociedades se transforman en blancos de intervención de los dispositivos del poder. P. Conrad (2007) formula que la cuestión central para instalar los procesos de medicalización está en definir un problema en términos médicos, utilizar terminología médica para describirlo, referir a un marco médico para abordarlo y valerse de las intervenciones médicas para tratarlo (Faraone y cols, 2010). Así la medicina queda dotada de un poder autoritario con funciones normalizadoras que van más allá de la existencia de las enfermedades y de la demanda del enfermo. No hay campo exterior a la medicina. La biohistoria es el modo de pensar los efectos en el ámbito biológico de la intervención médica la huella que deja en la historia humana dicha intervención (Foucault, op.cit.). Será necesario interrogarnos acerca de las consecuencias del Saber Médico en la vida de las personas.
Para T. Szasz (2007) la medicalización no es medicina, ni ciencia; es una estrategia semántica y social que beneficia a pocas personas y daña a muchas otras.
P. Conrad (op. cit.) analiza las consecuencias de los procesos de medicalización: 1- La expansión creciente de las áreas de incumbencia de la medicina, fomentada por una industria farmacéutica crecientemente poderosa y rentable; 2- El uso de diversas tecnologías por parte de la medicina para el tratamiento del comportamiento “anormal”. La utilización de mecanismos tecnológicos que contribuyen al sostenimiento del status quo, con efectos en los sujetos (sobre todo en los niños) que en ocasiones resultan irreversibles; 3- Se deforma la realidad y se promueve el control social en nombre de la salud. (Faraone y cols., op.cit.).
PROCESOS DE PATOLOGIZACIÓN
Cuando características como la tristeza, la inquietud infantil, la timidez, la rebeldía adolescente, que son inherentes a lo humano se transforman en patología, nos encontramos ante un proceso de patologización de la vida. Este proceso lleva a concebir como mórbidas ciertas particularidades de los sujetos, lo cual implica un conjunto de operaciones políticas, programas, estrategias y dispositivos; además de intervenciones puntuales; campos argumentales; cuyos efectos ubican en un lugar de enfermo/a, o de potencialmente enfermo, anormal o pasible de traumatización o desubjetivización, a aquellos individuos que quedan por fuera de los criterios de normalidad de su época (Korinfeld, D., 2005). Esto involucra siempre una modalidad de saber que es solidaria de un ejercicio del poder.
¿Cuáles son los pasos que instalan el proceso de patologización en el campo de la salud mental? 1- En principio suele haber una búsqueda de causa unívoca y determinista (4). 2- Impera un paradigma fijo de normalidad y todo aquello que queda por fuera se califica como anormal. 3- Se produce un acto de nominación que construye una clasificación que da sentido a todo lo que le ocurre a ese sujeto, y su vida pasa a ser leída desde esa única condición. 4- A partir de aquí toda la historia de ese sujeto, su pasado, su presente y su futuro estará atravesada por dicha categorización.
Cuando la maquinaria patologizadora se instala, sobre todo en la infancia, puede estar incentivada por la medicina, pero también por la psicología e incluso cierto psicoanálisis, o por la institución escolar –como veremos más adelante-, esto invisibiliza una trama socio-política de la cual el sujeto es su objeto. Cuando un niño fracasa en la escuela y este fracaso es atribuido exclusivamente a su TDAH (de supuesto origen genético) o a sus vínculos familiares (problemática emocional), sin revisar toda la complejidad implicada que promueve dicho fracaso, entonces el proceso de patologización está en marcha. La mayoría de las veces ello ocurre sin que ninguno de los actores pueda percibirlo, generando una marca persistente en la subjetividad en construcción del niño, que va a determinar su presente, tanto como su porvenir.
EL PROCESO MEDICAMENTALIZADOR
La expansión de las áreas de incumbencia de la medicina está fomentada por una industria creciente y poderosa que ha dado lugar al proceso de medicamentalización de la vida (Iriart, 2008). Esta forma de intervención busca la adaptación de los sujetos a las condiciones de exigencia actuales, muchas veces sin medir costos, lo cual lleva con frecuencia a los adultos a introducir y naturalizar el aumento exponencial de consumo de psicofármacos en la infancia buscando la adaptación del niño a las exigencias que le impone la época, sin medir las consecuencias a largo plazo de dichas intrusiones.
Estos fármacos se están utilizando en la infancia para controlar las conductas de los niños y adaptarlos a un sistema, que en su estructura central no ha variado en los últimos tres siglos.
Investigaciones en diferentes países dan cuenta del aumento de niños diagnosticados y medicados por diferentes trastornos, sin que haya ninguna comprobación científica al respecto, y que en definitiva ponen en evidencia la falta de voluntad política para resolver los desafíos que nos presenta la infancia actual.
María Noel Miguez (2011), investigadora uruguaya, sostiene que alrededor del 30% de los niños uruguayos, de las escuelas que fueron relevadas, está siendo medicado con psicofármacos. El Ministerio de Salud Pública Uruguaya no tiene cuantificado el consumo de psicofármacos, sin embargo es el encargado de proporcionar las medicaciones a través de sus planes de salud. Las estrategias difieren según el contexto económico-social de proveniencia de los niños. La medicación de niños de contexto crítico se calcula entre un 15% y un 20%, pero lo más significativo es la mayor derivación a educación especial, allí un 80% de los niños son medicados. En las escuelas de sectores más humildes, los alumnos comienzan a ser medicados cada vez desde más pequeños, con dosis cada vez más fuertes y con la reducción de la carga horaria, se le hace el pase a escuela especial y termina siendo un niño o niña con problemas de conducta -por cuestiones contextuales- en una institución especial, en una situación de discapacidad, sin tener ninguna deficiencia. En el contexto privado es distinto, se los sobreexige académicamente, muchos niños no pueden responder a ese ritmo académico, y la medicación se utiliza para que puedan seguir siendo productivos y reproducir la lógica de mercado. Se están utilizando distintos tipos de drogas con igual finalidad: controlar la conducta infantil. Las más utilizadas son: Metilfenidato (psicoestimulante utilizado para el Trastorno por Déficit de Atención), Risperidona (antipsicótico atípico usado para trastornos “graves” de conducta), Valproato (anticonvulsivo), Clonazepam (ansiolítico y anticonvulsivo) y Sertralina (antidepresivo). No se propone ninguna otra estrategia e incluso se naturaliza la existencia de colchones en el aula, para que los alumnos se acuesten durante el horario de clases, ya que a muchos de ellos la medicación los duerme.
En Argentina fue registrado un aumento del consumo de Metilfenidato desde 1994 al 2005 de 900%. En las zonas de mayor poder adquisitivo hay colegios que tienen hasta un 30% de chicos medicados con psicoestimulantes. El Metilfenidato es un derivado de la anfetamina, cuyo volumen de ventas, sobre todo en los Estados Unidos, constituye, según la revista inglesa New Scientist, “uno de los fenómenos farmacéuticos más extraordinarios de nuestro tiempo”. Más del 9% de los niños estadounidenses están medicados con esta droga. Aunque los laboratorios insisten en su inocuidad, la DEA (Drug Enforcement Administration) la considera como una sustancia de “alto potencial para el abuso”, y la coloca en la misma lista de riesgo que la cocaína o las anfetaminas.
La Dra. Faraone y su equipo realizaron una investigación en Argentina. El Departamento de Psicotrópicos y Estupefaciente de la ANMAT proporcionó datos correspondientes al período 2005-2008, de importación de esta sustancia, donde se pudo apreciar un significativo incremento, de 47.91 kg. en el 2007 a 81.75 kg en el 2008. Se halló como dato relevante el uso del fármaco como medio para la construcción diagnóstica, es decir, como anticipador del diagnóstico. Esto quiere decir que, en numerosas ocasiones, los niños son medicados con psicoestimulantes y se les dice a los padres que si ven que sus hijos están mejor, esto significa que el niño tiene TDA-H.
En Chile el crecimiento de niños diagnosticados por TDA-H fue de un 253% tan sólo en el año 2012. El dato significativo es que esto ocurrió luego de que el gobierno pasara a aumentar en un 196% la subvención escolar para aquellos institutos que tengan alumnos con diagnóstico de TDA-H. La importación de Metilfenidato en Chile pasó de 24,2 kilos en 2000 a 297,4 kilos en 2011.
F. Baughman (1999), neurólogo estadounidense, afirma que el país ha sido llevado a creer que cada emoción molesta es una enfermedad mental, y quienes dirigen la Asociación Psiquiátrica Americana saben muy bien que la están promoviendo como enfermedad [al TDAH] cuando no hay información científica que confirme cualquier enfermedad mental.
Más del 9% de los jóvenes consume Metilfenidato prescripto por un médico, sin embargo a esto hay que añadirle una cantidad indeterminada de personas que lo consumen de modo ilegal debido a los efectos similares a la cocaína.
Anderson, pediatra estadounidense de contextos humildes del condado de Cherokee, justifica la alta prescripción de psicofármacos diciendo: “Nosotros como sociedad decidimos que es muy costoso modificar el ambiente en el cual el niño se encuentra. Entonces tenemos que modificar al niño”. (The New York Times, 2012)
En Brasil, el Sistema Único de Salud (SUS-SP) aumentó, durante el año 2012, en un 54% la compra y distribuc...

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