Epistolario
Fue muy frecuente la comunicación epistolar entre los intelectuales objeto de estudio y el general Juan Vicente Gómez. En el Archivo Histórico de Miraflores reposan cerca de un mil cartas, memorias, billetes y telegramas que hablan de su cotidiano vínculo con el presidente. Ahora no se incluyen en su totalidad. Solo se verá a continuación una muestra de misivas inéditas, a través de las cuales se patentiza su relación de clientela frente al caudillo y la etiología del cuerpo doctrinario que construyen para justificar la dictadura, del cual se ha ocupado la parte anterior.
Según se colige de la correspondencia, la más absoluta sumisión caracteriza el nexo entre los campeones del positivismo y el jefe del gobierno. Quienes predican a los cuatro vientos la importancia del examen autónomo de los fenómenos, en su despacho de burócratas olvidan el trascendente precepto para constituir una reunión de acólitos devotos cuya voluntad no se levanta en la proposición de ninguna sugerencia que pueda traducir una iniciativa emancipada de la voluntad superior. El estrecho marco del régimen solo les permite realizar el papel de ejecutores de un proyecto político impuesto desde arriba, aunque en el fondo se consideren como artífices racionales de un nuevo orden venezolano. En realidad apenas se permiten, ajustándose a su rol, la tímida proposición de retoques menores para complacer al jefe.
En efecto, su mayor interés es agradar a Gómez. De allí que no resulte extraño encontrar a Gil Fortoul como capataz de albañilería, celoso en el curioso remiendo de una propiedad del presidente; a Arcaya transformado en rastreador de minas, mientras anhela encontrarle petróleo en «La Rubiera»; o a Vallenilla relatando, ocurrencia que debió contentar al viejo dictador, la apretada nómina de sus achaques. Detalles de esta especie, aparentemente triviales, aparte de demostrar la magnitud del poder de Gómez, aportan considerables indicios para calibrar la descomunal estatura del lindero que debieron imponerse, para permanecer en la cúpula, quienes presumían de pioneros de la positividad racional.
Los doctos señores, que en sus escritos demostraban acusado desvelo por la construcción de un esquema institucional moderno y respetable, ni siquiera se atreven a deslindar con precisión el sitio correspondiente a los asuntos del Estado frente a los asuntos del caudillo, para retroceder, en consecuencia, hacia el bárbaro lapso del personalismo primitivo que tanto parecía repugnarles. La fiscalización a que someten sus escritos, sus discursos y toda su gestión administrativa es testimonio de la propia situación que coloca al gobernante como dispensador exclusivo de todas las prebendas y a sus remitentes como receptores de todas las directrices.
Por lo tanto no es extraño que la filosofía positivista, transformada en hábil instrumento de sus portavoces, apenas pueda reiterar acartonados argumentos en beneficio del sistema, mientras impide la formulación de distintas y más novedosas expresiones del pensamiento. Es el arma portentosa de los discípulos del orden y el progreso en un régimen que demoraba la entrada del país al pujante universo de la contemporaneidad.
La absoluta entrega a la causa de la dictadura los aleja, pues, de la actividad puramente intelectual y de alto nivel burocrático para conducirlos al servicio personal, antes que al servicio de la nación. Hubieron de llegar a los más escandalosos extremos, en cuanto destacaron igualmente como eficaces ramificaciones de la policía gomecista. Desde la segura atalaya de las plazas diplomáticas cumplieron puntual oficio de detectives y pertinaz labor de hostigamiento de los cabecillas de la oposición.
Quien procure una explicación de tales actitudes encontrará en la correspondencia ciertas referencias de valor, pues se topará con las retribuciones que les deparó su empeño. Acaso no fue solo la recompensa material el motivo que originó su respaldo a Juan Vicente Gómez, pero, en todo caso, la presencia del pesado factor surge con elocuencia en no pocos documentos.
Gracias a la aludida temática, este epistolario aporta datos de capital importancia para la comprensión de los vínculos entre positivismo y gomecismo. Especialmente porque, además de aproximarse a la causalidad del fenómeno, abunda en evidencias para la afirmación de un matiz metodológico de trascendencia para la historia de nuestras ideas: la necesidad de no quedarse en la simple descripción del cuerpo argumental; la necesidad de conocer las relaciones de diversa índole que mueven al sujeto expresante y lo conducen a producir un pensamiento orgánico al servicio de un fin determinado. Por consiguiente, si en la parte que precede más bien se ofrece una fotografía de la corriente ideológica cuyo objetivo es la justificación del gomecismo, al través de las cartas está desbrozado el camino para la factura de su radiografía.
I. Correspondencia de Pedro Manuel Arcaya
1
Caracas, 11 de febrero de 1913
Señor
General
Juan Vicente Gómez
Miraflores
Respetado General y Amigo:
Tiene esta por especial objeto darle las más expresivas gracias por su Resolución ordenando erogar a mi favor la suma de cuatro mil bolívares, conforme y para los fines que expresa la nota que de orden suya pasó el Ministro de Relaciones Exteriores al de Hacienda que me satisfizo ya la referida suma.
Es esta una nueva demostración de su buena voluntad hacia mí que se agrega a las muchas otras distinciones que a usted debo. Sus favores sé agradecerlos y estimarlos.
Reiterando a usted las protestas de mi adhesión me suscribo de usted
Su affmo. amigo y atto. ss.
Pedro M. Arcaya
2
Caracas, 24 de marzo de 1914
Señor
General
Juan V. Gómez
Maracay
Respetado General y amigo:
Después de saludarlo afectuosamente paso a comunicarle lo que acabo de leer en un periódico de New York llegado por el último correo.
Dice, pues, el New York Times del 14 de los corrientes, que se rumora que un agente en municiones que anteriormente estuvo ligado con el ya finado Presidente Huerta, de México, está ahora en contacto con los revolucionarios venezolanos y que se rumora también que para ellos ha despachado elementos de guerra hacia un punto, que no nombra el periódico, de la frontera colombiana venezolana.
No creo en tal noticia, mas como puede dar indicios de las gestiones que estén haciendo los enemigos, he creído conveniente como su leal amigo y servidor, llevarla a conocimiento de usted.
Reiterándole mis respetuosos y cordiales saludos.
Soy su adicto amigo,
Pedro M. Arcaya
Le incluyo el recorte contentivo de la noticia que le dejo transcrita y traducido el párrafo respectivo, con hoja aparte.
Arcaya
3
Dr. Pedro M. Arcaya
Abogado
Caracas - Venezuela
Caracas, 28 de octubre de 1917
Señor
General
Juan Vicente Gómez
Maracay
Respetado General y amigo:
Además de presentarle mis respetos y saludarlo cordialmente, tiene esta por objeto llevar a su conocimiento, como mi Jefe y amigo muy distinguido, que en la necesidad de ocuparme en algo, he resuelto abrir mi Escritorio de Abogado, y así lo avisaré próximamente por la prensa, pues hasta ahora no había ejercido en Caracas sino en Coro.
Al comunicárselo a usted, ofreciéndole antes que a nadie mis servicios, es también con el fin de significarle que la profesión no me impedirá por ningún respecto estar siempre a la orden de usted, si en cualquier momento tuviera a bien volver a utilizarme en la Administración Pública, pues siempre me hallará usted a su disposición como elemento decidido de la Causa Política que usted preside.
Por lo demás, le reitero lo que expuse, al entregar al general Andrade el Ministerio de Relaciones Interiores, esto es, que empleado o no, en toda época tendrá usted en mí al mismo amigo suyo, invariablemente leal y agradecido.
Con mis mejores deseos por su salud y prosperidad, soy de usted,
Afectísimo amigo,
Pedro M. Arcaya
4
Dr. Pedro M. Arcaya
Abogado
Caracas - Venezuela
Caracas, 2 de noviembre de 1917
Señor
General
Juan Vicente Gómez
Maracay
Respetado General y amigo:
Lo saludo c...