
- 380 páginas
- Spanish
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- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Elogio de la quietud
Descripción del libro
Elogio de la quietud
son las refexiones a medio camino entre un mundo que acaba —el de la letra impresa y la cultura del siglo XX—, y otro que comienza —el de las redes sociales y la inteligencia artificial—. Un tiempo que ha desplazado a los medios de comunicación convencionales y ha convertido el ejercicio de distinguir la verdad de la mentira en un objetivo que empieza a ser inalcanzable.
La infancia como territorio de la memoria, la juventud desbocada, el auge y la caida de un periodismo en decadencia, van tejiendo las páginas de este libro, en el que el autor se rebela ante la pérdida de una forma de entender la cultura, las relaciones humanas o el deseo de conocimiento.
Una mirada que enfrenta nuestro convulso presente con las grandes obras de literatura, el cine o la filosofía. Una obra valiente que encontrará la complicidad del lector, escrita con la sabiduría, el reposo y el elegante escepticismo de quien ha vivido intensamente y ya lo ha visto casi todo.
La infancia como territorio de la memoria, la juventud desbocada, el auge y la caida de un periodismo en decadencia, van tejiendo las páginas de este libro, en el que el autor se rebela ante la pérdida de una forma de entender la cultura, las relaciones humanas o el deseo de conocimiento.
Una mirada que enfrenta nuestro convulso presente con las grandes obras de literatura, el cine o la filosofía. Una obra valiente que encontrará la complicidad del lector, escrita con la sabiduría, el reposo y el elegante escepticismo de quien ha vivido intensamente y ya lo ha visto casi todo.
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Información
VI. Mis libros
En la montaña mágica
La muerte está censurada en las sociedades occidentales, que han desplazado el hecho más relevante de nuestra existencia a un lugar remoto y oculto, fuera de nuestra conciencia y nuestras ciudades.
La muerte está presente desde la primera página de La montaña mágica, la magistral novela de Thomas Mann, cuando Hans Castorp desciende del tren en Davos y sube en calesa junto a su primo al sanatorio.
En ese corto viaje Castorp siente ya los síntomas de la enfermedad, mientras su anfitrión le explica que está accediendo a un dominio en el que lo innombrable acecha a quien cruza la verja del hospital, en las laderas alpinas.
Castorp, que ha acudido a visitar a su pariente durante varias semanas, es ubicado en una habitación que huele a desinfectante, ocupada por un enfermo que acaba de fallecer.
Su primo le cuenta cómo las autoridades del hospital sacan los cadáveres por la noche y le describe cómo fue testigo de la agonía de una niña que se convulsionaba en la cama mientras el sacerdote le daba la extremaunción.
En ese reino de la muerte, el liberal Settembrini y el oscurantista Naphta contraponen sus dos maneras de ver el mundo, mientras Castorp se enamora locamente de madame Chauchat, a la que formula una apasionada declaración de amor.
La montaña donde está situado el hospital se convierte en el escenario de la pugna entre las fuerzas de la vida y de la muerte, cuyo desenlace el lector ya intuye desde el primer momento.
Mann, que había acompañado a su mujer Katia a ese sanatorio de Davos en 1912, tardó doce años en escribir la novela, en la que nos envuelve con maestría en ese ambiente de decadencia y fatalismo.
Tanto los médicos como los enfermos fingen que el objetivo es la curación, pero en realidad saben que las leyes de Tánatos son inexorables. La muerte es una palabra que no se pronuncia y una representación que se reprime en la banalidad de la vida cotidiana del Berghof.
La montaña mágica es una gran metáfora no ya solo del autoengaño individual, sino, sobre todo, de la frivolidad de una sociedad que baila y flirtea mientras la catástrofe del totalitarismo planea ya sobre Europa.
Las fuerzas que iban a desencadenar una guerra que provocaría 50 millones de víctimas están esbozadas en ese sanatorio de Davos, donde los enfermos caminan como autómatas bajo la pulsión de autodestrucción hacia su destino trágico.
Mann escribió que cualquier lector tendría que reflexionar durante años para comprender su obra. Me parece incluso optimista, porque la muerte es siempre un enigma sin respuesta. El dulzón y mareante olor de las flores mustias que emana de la novela acaba por ahogarnos. Hay que abrir la ventana y respirar.
En el jardín de los Finzi-Contini
Leí hace muchos años una frase de William Faulkner que se me quedó grabada en la cabeza para siempre: «El pasado no es pasado porque nunca muere». Es verdad, pero solo en la medida en que alguien guarda la memoria de lo sucedido.
La editorial Acantilado está reeditando el conjunto de narraciones de Giorgio Bassani, recopiladas en La novela de Ferrara, a mi juicio una de las obras maestras de la literatura del siglo XX, a la altura de Mann o Proust.
El más conocido de los relatos de Bassani se titula «El jardín de los Finzi-Contini», que narra las desventuras de una aristocrática familia judía en Ferrara en los años treinta. Todos sus miembros acaban siendo deportados por los nazis a Alemania, donde mueren en un campo de concentración. La historia está contada magistralmente por Vittorio de Sica en una película de 1971 que lleva el mismo nombre que el relato.
Bassani confesó en su día que el propósito de su novela era no solo denunciar la ignominia cometida con los judíos, sino intentar que sus vidas no quedaran en el olvido, que alguien recordara a esos personajes a través de sus páginas.
Cuando leí la obra de Bassani hace más de 30 años, me sentí profundamente reflejado en la relación entre el protagonista y Micol Finzi-Contini, una exquisita y bella joven judía que vive en una gran casa palaciega dentro de un parque privado.
El narrador está profundamente enamorado de Micol, a la que frecuenta cada día, pero es incapaz de transmitirle su amor. Hay una escena en el interior de una carroza en el que él está a punto de revelar sus sentimientos, pero no puede por pura timidez. Finalmente, pasan los años y Micol vuelve a Ferrara y se convierte en amante del mejor amigo del protagonista.
Cuando yo era adolescente sufría enormemente por mi incapacidad de acercarme a las chicas que me gustaban. Me volvía mudo y huraño y me ocultaba tras un disfraz de indiferencia. No era capaz de expresar mis sentimientos, no sé si por miedo al rechazo o por las secuelas de una educación puritana en la que ni siquiera nos podíamos acercar a las mujeres en los bancos de la iglesia.
Había una chica en el barrio de Gamonal con la que salía en grupo con mis amigos. Yo la eludía y ella intentaba aproximarse. Hubo una tarde en la que fuimos juntos al cine por azar, pero, como le sucede al protagonista de la obra de Bassani, no encontré las palabras para transmitir lo que yo sentía por ella.
El paso del tiempo ha hecho de este episodio algo amable e intrascendente, una de las muchas cosas que a uno le suceden en la vida. Pero entonces me pasé meses con el sentimiento de que la vida carecía de sentido. Yo tenía 14 años. Salía a la calle y sabía que mi única esperanza era encontrarme con ella. Pero ya nada volvió a ser igual. Al cabo de un año, la vi de lejos con otra persona.
En la novela de Bassani, los padres, Micol y su hermano son asesinados en el Holocausto. En una de las escenas finales del filme de Vittorio de Sica están esperando la deportación en los pupitres de la escuela en la que han estudiado. El narrador nunca vuelve a ver a Micol ni a ninguno de los judíos que vivían en Ferrara.
Que el tiempo nunca muere es una gran verdad de la que empezamos a ser conscientes al llegar a cierta edad. El tiempo no muere, pero tampoco vuelve. Quizás porque es una pura ilusión.
¿Juega Dios a los dados?
El problema con el que siempre se topa quien indaga en el interior del alma humana es el de la libertad. ¿Somos libres para decidir nuestras acciones? ¿Hemos elegido libremente nuestra vida? ¿Son nuestros valores la consecuencia de una opción personal o los hemos heredado de nuestro entorno familiar y cultural?
Cuando tenía 20 años creía que el individuo tenía una libertad casi absoluta para elegir su destino. Por ello viajé y me alejé de mi familia. Ahora que he superado los 50 tiendo a pensar que esa rebeldía no era más que una variante de aquello que me provocaba tanto rechazo y que en el fondo reafirmaba con mi distanciamiento. Pasados los años descubro con inquietud que m...
Índice
- Guarda
- Pedro Cuartango
- Créditos
- Elogio de la quietud
- I. Nostalgias
- II. París
- III. Reflexiones filosóficas
- IV. Cine
- V. Música
- VI. Mis libros