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La inevitabilidad de la Ética
Siete escritos sobre la importancia de la ética y su enseñanza
- 176 páginas
- Spanish
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La inevitabilidad de la Ética
Siete escritos sobre la importancia de la ética y su enseñanza
Descripción del libro
El presente libro es una tentativa de promover una reflexión acerca de la moralidad, con el fin de contribuir a la formación de individuos más conscientes de su compromiso moral para con los demás y para con la sociedad en que viven.
No trata únicamente de ofrecer una visión de meros contenidos, de lo que los filósofos supusieron ser la moralidad, sino, también, de fomentar una percepción crítica acerca del modo en que actuamos en las más diversas esferas de la vida social y política y de los valores que determinan nuestras elecciones.
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Información
[ Capítulo 1 ]
Ética como interpelación: importancia de la ética, su agenda, su enseñanza1
Trataré de mostrar aquí cuál es la importancia de la ética, cuáles sus contenidos fundamentales y la actitud más conveniente para fomentarla. Definiré su tarea en relación con la política y la búsqueda del bienestar individual e identitario. Como quiera que sus requerimientos principales son la felicidad, el respeto a la dignidad y el reconocimiento, sostendré que está llamada a ser brújula del régimen político, del individuo y de los diversos grupos a quién este adscribe su identidad. Propondré que para definir mejor su espacio de acción, sus tareas permanentes y actuales, para defender los valores que ella promueve y que hoy como nunca están amenazados, conviene concebirla como “interpelación”, esto es, invitación constante al conocimiento de sí mismo y de los otros.
Importancia actual de la ética
La importancia de la ética en el mundo actual reside en que llama la atención sobre dos problemas cruciales que a mi entender componen todo el espectro de sus preocupaciones, a saber: la búsqueda de la unidad de la vida humana (felicidad) y el respeto a la dignidad de mi semejante. Quiero decir que llama la atención sobre dos expectativas ineludibles: ser feliz y que mi dignidad sea reconocida, es decir, el hecho de que soy autónomo y tengo una identidad.
Se trata de expectativas que la organización política –también la económica y la jurídica– ha de poder satisfacer.
La reflexión ética (académica, común) marca, entonces, en este sentido, la pauta de lo que debe proveer el sistema político. Ahora bien, como los seres humanos somos históricos-naturales esta reflexión está siempre abierta, dicho de otra manera, la reflexión sobre la felicidad y sobre aquello que nos hace dignos de respeto, es una reflexión por siempre actualizable, referida a la diversidad producida por la historia humana. Lo mismo vale para el ser humano tomado en su particularidad y la particularidad de las evoluciones que sufre a lo largo de su vida.
De lo anterior se sigue que la reflexión ética corre en tres niveles:
1. Uno ontológico que se refiere a lo que somos en cuanto seres humanos, reflexión de la que surge una pauta universal de lo que conviene a un ser humano en cuanto ser humano.
2. Otro más circunscrito que se refiere a lo que conviene a este grupo de seres humanos en su particularidad social, cultural, etc.
3. Otro personal que se refiere a lo que me conviene a mí en particular, al ser humano concreto que soy.
Una indagación en el primer nivel es ineludible porque sin ella abandonaríamos el conocimiento de lo que nos diferencia de otras especies, con lo que perderíamos la pauta para determinar lo que conviene tanto a ellas como a nosotros en particular, lo que sería desastroso en un mundo signado por la agresión del ser humano a los demás seres de la naturaleza. Y abandonaríamos también la posibilidad de una pauta universal para determinar cuándo un ser humano está bien en un mundo de profundas desigualdades económicas, es decir, en un mundo que requiere pautas claras para evaluar las bondades de los diversos sistemas políticos y económicos.
Una indagación en el segundo nivel y en el tercero es ineludible en cuanto el conocimiento de lo que conviene a cada grupo humano, a cada ser humano en particular, es el único que puede proveer de criterios para no frustrar las expectativas legítimas que históricamente cada grupo humano y cada persona se ha formado; expectativas que están directamente relacionadas con valores que les dan identidad, que los hacen ser lo que son en el concierto de la cultura universal. En un sentido evaluativo, este tipo de indagación contribuye al debate acerca de formas de vida agresivas con los seres humanos, quiero decir, que lo agotan, que coartan sus posibilidades de felicidad, dado su carácter intolerante, fundamentalista, totalitario, alienante.
Dicho esto resulta que la reflexión ética es una empresa compleja pues no podría responder a los interrogantes que se plantean en los niveles señalados, sino es con la ayuda de otras disciplinas como la biología, la etología, la sicología, la historia, la antropología, la sociología, la economía, la filosofía de la religión, entre otras. Y tampoco podría responder a sus interrogantes sino es con una indagación constante acerca de sus propios métodos, de los conceptos, de las categorías que históricamente ha desarrollado.
Así, pues, si la reflexión ética es inevitable porque llama constantemente la atención sobre la necesidad de que los sistemas jurídicos, económicos y políticos provean a todos los seres humanos de libertad, igualdad y reconocimiento. Y, por ende, reconocimiento debido a los demás seres de la naturaleza. En general, porque provée de un punto de mira para dirigir el barco de la historia humana, barco que sigue extraviado en el camino que lo conduce a la destrucción de las dos grandes herencias que recibimos: la naturaleza y nuestros bienes culturales.
En la actualidad colombiana es importante porque contribuiría a dirigir nuestro barco por otras vías que no sean las que han ensayado los llamados países desarrollados con resultados desastrosos y por las que, tradicionalmente, nos han hecho transitar nuestras clases dirigentes: Colombia sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo, lo que significa que es de los más infelices y, por ende, donde menos se respeta la dignidad de las personas, donde menos se las reconoce en su diversidad cultural, sin contar con que la explotación irracional de sus recursos convierte a su régimen político y económico en enemigo probado de la naturaleza.
Destacada la importancia de la ética se nos impone preguntar cuál es el régimen que mejor puede responder a sus requerimientos y cómo garantizar que los principios que lo inspiren se mantengan vigentes en las personas al más largo plazo. La última pregunta atañe a la educación ética de los ciudadanos. La primera a la filosofía política.
El régimen político más conveniente
Marxista
El marxismo pone de manifiesto que el capitalismo instrumentaliza a la mayor parte de los seres humanos –no los trata, por tanto, a la altura de su dignidad– y cancela la realización de sus potencialidades, es decir, los deshumaniza. Evidencia el carácter meramente formal, ideológico, de las instituciones jurídicas y políticas burguesas; dicen estas inspirarse de principios de igualdad, de libertad y de tolerancia, pero jamás pasan a una realización auténtica de estos principios.
Basado en este diagnóstico propone construir un régimen político que acabe con la alienación del ser humano en las instituciones burguesas y donde bajo la premisa de una distribución justa de la riqueza y de los esfuerzos para conseguirla, puedan realizarse al máximo las potencialidades humanas.
El problema con el marxismo es que en vía de realizar sus objetivos y bajo la justificación de defender la revolución en marcha contra brotes “reaccionarios”, ha terminado siempre históricamente por crear regímenes políticos represivos que ahogan las posibilidades de crecimiento humano y aportan inéditas formas de injusticia, de alienación, de corrupción política. Con ello ha terminado rehabilitando la necesidad de construir un régimen defensor de la autonomía y de la tolerancia, pero que ya no podrá pasar por alto las exigencias igualitaristas, régimen que llegará incluso a ser desbordado por exigencias de reconocimiento.
Régimen liberal
Libertad e igualdad son según este régimen los valores que deben inspirar el funcionamiento de las instituciones jurídicas, políticas y económicas. Con ello responde a dos requerimientos esenciales que el sujeto político contemporáneo no está dispuesto a transar: espacios de acción que le permita llevar a cabo su particular concepción de la vida buena y una repartición equitativa de los bienes producidos por la sociedad. Se distingue del marxismo en que establece una prioridad de la libertad sobre la igualdad, en aras de que conseguir esta última no lleve a reprimir las conquistas políticas del mundo moderno. Sus adalides presuponen, entonces, que es posible hacer convivir exigencias de libertad y de igualdad en el espacio político sin que esto vaya en detrimento de ninguna. Es así como garantizan satisfacer las exigencias de igualdad de todo ciudadano ofreciéndole principios de justicia que amortigüen las desventajas que le impidan competir equitativamente por los bienes producidos por la sociedad. Dicho de otra manera: dicho régimen promete proteger a todo ciudadano del impacto desastroso de las mencionadas desventajas sobre la realización de su vida, mediante mecanismos de redistribución de la riqueza en un sano espíritu de competencia leal y de meritocracia (v.gr. educación pública y servicios de salud públicos).
El defecto de tal propuesta –sin ignorar que su fuerza imperecedera es su defensa de la autonomía del sujeto contra los embates de todas las formas de intolerancia y de autoritarismo– es que deja intacto al capitalismo; que con la prioridad que establece de la libertad sobre la igualdad, esto es, con los principios de justicia que ofrece, maquilla los desastres que el capitalismo produce sobre las personas y demás seres de la naturaleza; oculta que es el gestor de las expectativas de una voluntad de potencia, de una particular concepción de la vida buena, de una metafísica cuyo supremo Dios es la acumulación de dinero y el dominio de los otros a como dé lugar.
El defecto de tal propuesta es, también, que, al igual que el marxismo no toma en serio los estragos de la racionalidad instrumental en todas las esferas de la vida humana y sobre la naturaleza, la tendencia a rebajar una y a otra a ser materia prima para los proyectos del burócrata.
De lo anterior se sigue que, además de ocultar las condiciones económicas que no permiten la unidad del sujeto; de no asumir seriamente los estragos de la racionalidad instrumental, el liberalismo no tiene suficiente capacidad de convocatoria. Esto se ve, por ejemplo, en que aunque aboga por principios de acuerdo político neutrales con los que de buena gana convergerían los partidarios de doctrinas metafísicas, religiosas, filosóficas, etc., no todos ellos se sienten identificados con dichos principios. Los marxistas, como ya vimos, porque deja intacta la estructura que ellos consideran es la raíz de las injusticias sociales; otros, porque consideran que su identidad, sus particulares preferencias no son reconocidas por dichos principios, lo que no debería llevar a que se los considere como intolerantes, dogmáticos, irrazonables, malos candidatos, para un contrato político. Sostienen que bien podrían converger con el pacto que se les ofrece, pero no se debería contar con que, de entrada, es así.
Exigencias de reconocimiento: transición a la idea de un nuevo régimen político
Se llega por esta vía a una encrucijada, a uno de los más acuciantes problemas actuales para la filosofía política y que, quiéralo o no, ha de encarar todo líder, todo ciudadano: grupos humanos con una historia centenaria y hasta milenaria casi siempre muy desconocida; destinatarios de injusticias inauditas que jamás serán bien compensadas -indígenas, afro, por ejemplo–, se plantan frente al régimen en el que resultaron metidos sin ser consultados, emergen en el espacio público, ponen sobre la mesa graves peticiones de reconocimiento.
Se trata de un complejo proceso en el que la diversidad de sujetos puja con el régimen vigente, invasivo, extranjero para ellos, cuyas ínfulas le produce desconfianza y en el que rápidamente adivinan sus pretensiones hegemónicas. Le exigen que relativice la consideración que él tiene de sí mismo. Apegados a valores simbólicos, a tierras en las que generacionalmente ha llevado a cabo sus vidas, hacen lo que pueden para resistir las invasiones del capitalismo, en general de la racionalidad instrumental que quiere reducir todo lo que son, eliminarlo. Se defienden aún a costa de sus vidas.
De lo que resulta, si es que el régimen político y económico hegemónico quiere ser justo, que este debe desaparecer o adaptarse a las peticiones de reconocimiento sumariamente descritas. Es un punto de la historia que invita a una inflexión profunda en relación con nuestros semejantes y demás seres de la naturaleza. Ello so pena de un retroceso en la historia y de la afectación irreversible de todo el planeta.
Del anterior diagnóstico se sigue que las expectativas generadas por la inquietud ética siguen en pie. Queremos bienestar, que se respete nuestra dignidad, que se respete la especificidad que nos da identidad, es decir que se nos reconozca. Exigimos que la satisfacción de una u otra expectativa no vaya en detrimento de las otras dos. En lo que sigue, trataremos de ahondar en el sentido de las mencionadas demandas. Como se verá, no puede uno acometer este tipo de reflexión sin verse obligado a plantear en el mismo movimiento la cuestión sobre la posibilidad de la “enseñanza” de la ética.
La ética: modo, temas y enseñanza
Los contenidos de la ética y la posibilidad de “enseñarla”; es decir, su materia y cómo esta puede ser comunicada, solo pueden concebirse como la “invitación” a una toma de conciencia, como una “interpelación” cuyo objetivo primordial es poner en alerta al sujeto acerca de lo que lo distingue de los demás seres de la naturaleza y a que –con este conocimiento– trate de determinar qué es lo que más le conviene, esto úlltimo en el sentido de una “prescripción”, en el sentido de una “dieta”. Es el camino que invariablemente han seguido los clásicos cuando han puesto el acento en que nuestro rasgo distintivo es o bien la razón o bien la capacidad de autonomía, o que como los animales somos susceptibles de sentir dolor, o que nos sentimos íntimamente lesionados si no se reconoce nuestro valor.
La ética es una “interpelación”, la invitación a una “toma de conciencia”, pues sería contradictorio tratar de imponerla o predicarla. Es así porque, a diferencia de la imposición y de la prédica, invoca la autonomía del sujeto, su capacidad de empatía hacia sí mismo y hacia los otros, su capacidad de comprensión de sí mismo y de los otros, en general de su situación general en el mundo.
La ética invita a una toma de conciencia gradual y profunda, que habrá de tener repercusiones sobre la voluntad del sujeto para que actúe en el sentido de la felicidad y el respeto a la dignidad, propia y de los otros. La prédica es un mecanismo externo que persigue la imposición de una norma: la obediencia a la “prescripción” ética, en el mejor de los casos, debería brotar del conocimiento, de un conocimiento que inspire las acciones del sujeto en pro de sí mismo y de los otros.
Que la ética no pueda concebirse sino como una interpelación alude también a que todos requerimos ser alertados sobre lo que nos conviene en el sentido antedicho, bien porque lo ignoramos o, porque aunque lo conozcamos tendemos a soslayarlo, por negligencia, pereza, cinismo o cobardía. Lo que es muy grave en cuanto se trata de algo que atañe a la conducción de mi vida, a lo que puede afectarla, en el peor de los casos, de manera irremediable.
Felicidad
La ética es, entonces, una invitación al conocimiento de sí mismo, conocimiento que inexorablemente conduce al conocimiento de mi semejante. Es una parada en el camino que sirve para que me interpele acerca de lo que soy, pues de otra manera no podría determinar hacia donde debo conducir mi vida. Se trata entonces de una reflexión sobre mí mismo, sobre el fin último que dar a mi existencia, fin que va a ser como el faro, como la brújula que ha de servir de guía a las acciones particulares de mi vida, a sus distintos episodios, a los diversos capítulos que la componen.
Pero como la vida es compleja y alude a las diversas esferas de acción en las cuales estoy llamado a desempeñar un papel, el fin último que persigo no es uno, no es exclusivo, está compuesto, lo advierta yo o no, por diverso...
Índice
- Cubierta
- Portada
- Créditos
- Índice
- Presentación
- Prólogo. Sobre la formación de individuos más conscientes
- Prólogo. Sobre a formação de indivíduos mais conscientes
- [ Cap. 1 ]. Ética como interpelación: importancia de la ética, su agenda, su enseñanza
- [ Cap. 2 ]. Sobre la educación ética
- [ Cap. 3 ]. La ética como campo interdisciplinar
- [ Cap. 4 ]. Una apuesta en tres líneas. Reflexiones sobre la enseñanza de la ética desde la Universidad Icesi
- [ Cap. 5 ]. El filósofo en su embate contra la violencia pública de las pasiones. Huellas socráticas con miras a la conciencia moral
- [ Cap. 6 ]. Teoría de los afectos y educación ética en Baruch Spinoza
- Apéndice
- Notas al pie
- Sobre los autores