La fragilidad del bien
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La fragilidad del bien

Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega

Martha C. Nussbaum

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La fragilidad del bien

Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega

Martha C. Nussbaum

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Información del libro

La fragilidad del bien es su obra más celebrada y marca ya un hito en los estudios clásicos y en el análisis de la relación entre la ética, la tragedia y la filosofía griegas. En este ámbito, Martha C. Nussbaum afronta interpretaciones nuevas en un panorama investigado con rigor y minuciosidad y advierte la actualidad de muchos de los problemas planteados por la poesía y la tragedia griegas. La presente edición revisa las anteriores, corrige los errores e incluye una extensa introducción en la cual la autora tiene en cuenta la evolución de su pensamiento y desarrolla nuevos conceptos.

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Información

Año
2017
ISBN
9788491141549
Edición
1
Categoría
Filosofía

4

El Protágoras: una ciencia
del razonamiento práctico

Mira: les entregué la numeración, la principal de todas las estratagemas.

Prometeo, en Prometeo encadenado de Esquilo (?)

Cada circunstancia que influye en la condición de un individuo, cuando se señala o se hace inventario de ella, nada... (queda) al azar, el capricho o el puro arbitrio, siendo todo examinado y establecido en sus dimensiones, número, peso y medida.

Jeremy Bentham, Pauper Management Improved

No querían mirar el rostro descubierto de la fortuna (týche), de modo que se volvieron a la ciencia (téchne). Como resultado, se vieron libres de su dependencia de la fortuna; pero no de su dependencia de la ciencia..

Tratado Hipocrático Sobre la ciencia (Perí Technes),
finales del siglo V a. de C.



La Antígona hablaba de una existencia vivida «sobre el cortante filo de la fortuna». Advertía contra el excesivo celo por eliminar la fortuna de la vida humana, poniendo de manifiesto las deficiencias internas de tal empeño y su difícil compatibilidad con la riqueza de los valores reconocidos en el ámbito de las opiniones ordinarias. La conclusión de la obra parece conservadora: es mejor para los humanos seguir viviendo con los «usos establecidos», a pesar de los peligros que llevan consigo. De esta forma, la tragedia sofocleana y esquiliana combina un agudo sentido de nuestra exposición a la fortuna con la conciencia de un valor genuino inseparable de ella. Apenas se deja espacio, pues, para un esfuerzo decisivo de superación de los problemas humanos.
En Atenas, los últimos años del siglo V, cuando Platón era joven, fueron tiempos de gran ansiedad y, a la vez, de exhuberante confianza en el poder humano. Si la vida parecía más expuesta que nunca a la fortuna en todas sus formas, también los atenienses estaban persuadidos, más que en ningún otro momento de su historia, de que el progreso podría borrar la contingencia incontrolada de la vida social1. Esta esperanza se expresaba en una antítesis y en una narración: la antítesis se planteaba entre týche, la fortuna*, y téchne, el arte o la ciencia humanos; el relato, narrado innumerables veces, refería el progreso humano frente a la contingencia mediante la recepción o el descubrimiento de las téchnai2 . El Protágoras de Platón, obra perteneciente a esta época, presenta el relato, critica una de sus interpretaciones conservadoras vigentes en Atenas y propone un añadido filosófico: Sócrates afirma que el verdadero progreso de la vida social se verificará solo cuando se desarrolle una nueva téchne que asimile la deliberación práctica a la numeración, la ponderación y la medida.
En los diálogos que estudiaremos en este capítulo y en los siguientes, veremos que la elaboración platónica de propuestas éticas radicales está motivada por un agudo sentido de los problemas que crea a la vida humana la fortuna incontrolada. La necesidad de la filosofía está muy relacionada con la exposición del ser humano a la fortuna; eliminar esta última será una de las tareas fundamentales del arte filosófico, tal como lo entiende Platón. La concepción platónica de esta téchne no es la misma en el Protágoras y en los diálogos del período «medio»3. Sin embargo, el enfoque de nuestro filósofo sobre la naturaleza y la urgencia de los problemas subyacentes en la filosofía permanece inalterado. Tampoco cambia su convicción de que esos problemas solo podrá resolverlos un nuevo experto: aquel cuyo conocimiento lleve a la deliberación práctica más allá de la confusión de lo ordinario, respondiendo a una aspiración a la precisión y control científicos que, por otra parte, alienta ya en el saber común. Es por ello que el Protágoras, diálogo sobre la esperanza del ser humano en la ciencia y sobre la relación entre esta y el saber común, constituye un buen comienzo para nuestro estudio de la relación entre la obra platónica y los problemas de la týche entendidos según las opiniones y creencias ordinarias.
El diálogo escenifica una competición entre dos personajes, cada uno de los cuales se proclama heraldo de una téchne social o política que inaugurará un nuevo capítulo de la historia del progreso humano. Así pues, conviene prepararse para enjuiciar las propuestas de ambos interlocutores, rememorando la historia de las téchnai vista desde la perspectiva de un lector contemporáneo de Platón4.
En los tiempos antiguos, los seres humanos erraban indefensos por la superficie de la Tierra. Todo era una amenaza para ellos. La lluvia empapaba su piel desnuda; la nieve los hería con frías agujas; el granizo azotaba sus cuerpos. El ardiente calor del sol sobre sus cabezas descubiertas les provocaba sed y fiebres abrasadoras. Desvalidos, se apiñaban en sombrías grutas subterráneas. Desconocían las artes de la caza y la agricultura, que les habrían proporcionado una fuente de alimentación estable; carecían de animales para la labranza o el transporte. No existía un arte adivinatorio que los preparase para el día siguiente. Ninguna ciencia médica curaba sus cuerpos vulnerables. Tampoco podían buscar ayuda en sus semejantes, ni cooperar con ellos, ni siquiera comunicarse en una lengua común. La falta de lenguaje y la vida salvaje los mantenían separados unos de otros. Aislados, silenciosos, desnudos, no podían registrar el pasado ni planear el futuro; tampoco confortarse mutuamente de la miseria en que vivían. «Como formas oníricas, lo mezclaban todo al azar según transcurría su existencia.» Pero su vida era tan informe, tan falta de estabilidad y estructura, que apenas la experimentaban como tal.
Estos proto-humanos (pues su existencia se asemejaba más a la de las bestias) habrían perecido pronto víctimas del hambre, los peligros y los ataques de animales más poderosos. Pero la benevolencia de Prometeo (dios cuyo nombre se relaciona con la previsión y los planes que sus dones hacen posibles) otorgó a esas criaturas, tan vulnerables a la týche el regalo de las téchnai. La agricultura, la domesticación de los animales, la forja del metal, la construcción de barcos, la caza; la profecía, la interpretación de los sueños, la predicción del tiempo y el cálculo; el lenguaje hablado y escrito; la práctica de la medicina; la edificación de moradas para vivir. Y con todas esas artes conservaron y mejoraron su existencia. La vía humana se tornó más segura y predecible; se había alcanzado un cierto dominio sobre la contingencia.
A pesar de todo, en las ciudades humanas (ahora ya podemos utilizar este término) la týche no fue vencida. Muchos anhelos y ocupaciones (especialmente, los relacionados con la vida social) permanecían vulnerables al acontecer incontrolado. Tampoco existía una armonía estable entre los diferentes compromisos y valores de cada individuo; a menudo, la persona era incluso «subyugada» por la fuerza de sus propias pasiones (como si de un enemigo extranjero se tratase), que deformaban su visión del bien y le impedían buscarlo eficazmente. En suma, su experiencia sumía a los humanos en la confusión, haciéndolos sentirse constantemente amenazados en sus acciones y elecciones, ya fueran estas grandes o pequeñas. Una vida semejante no era digna de ser vivida para una criatura de tantos recursos. Entonces se inició la búsqueda de un nuevo arte salvador.
Esta es una narración sobre el progresivo dominio de la contingencia alcanzado por el ser humano. Sus perfiles generales nos resultan familiares tras haber leído la Antígona. En el Protágoras, Sócrates y Protágoras se aprestan a enfrentarse por la elaboración del último capítulo. El diálogo presenta una visión de los problemas que la nueva ciencia debe resolver, junto con dos concepciones profundamente diversas de lo que dicha ciencia puede y debe ser. La propuesta socrática, en la que numeración y medida desempeñan una función esencial, está motivada, como sostendré más adelante, por la incapacidad del «arte» de Protágoras para resolver los acuciantes problemas que preocupan a ambos pensadores. Tomado en su conjunto, el diálogo es una compleja reflexión sobre la relación de la ciencia con dichos problemas o, si se quiere, sobre la relación entre la téchne y la týche; versa sobre el modo en que la ciencia nos salva al tiempo que nos transforma, sobre la forma en que nos ayuda a alcanzar nuestros fines a la vez que reconfigura estos. Así, comenzaremos nuestro estudio viendo cómo los personajes y el escenario dramático...

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