Situación del curso
Fabienne Brion
Bernard E. Harcourt
La confesión se convirtió, en Occidente, en una de las técnicas más valoradas para producir la verdad. Desde entonces, hemos llegado a ser una sociedad singularmente confesante. La difusión de los efectos de la confesión llegó lejos: a la justicia, la medicina, la pedagogía, las relaciones familiares, las relaciones amorosas, el orden más cotidiano y los ritos más solemnes; confesamos nuestros crímenes, confesamos nuestros pecados, confesamos nuestros pensamientos y nuestros deseos, confesamos nuestro pasado y nuestros sueños […], nos hacemos a nosotros mismos, en el placer o el dolor, confesiones imposibles de hacer a cualquier otro, y con ellas hacemos libros.
Michel Foucault, Histoire de la sexualité, vol. I, La volonté de savoir, París, Gallimard, 1976, p. 79 [trad. cast.: Historia de la sexualidad, vol. I, La voluntad de saber, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008]
De sus luchas y sus libros, Foucault indica durante las dos entrevistas concedidas en Lovaina que son, “en algún aspecto […], fragmentos de autobiografía”: son, llega a decir, sus “problemas personales con la locura, la prisión, la sexualidad”. Precisa que “siempre [se empeñó] en que hubiera en [él] y para [él] una especie de ida y vuelta, de interferencia, de interconexión entre las actividades prácticas y el trabajo teórico o el trabajo histórico que hacía”. Por un lado, en las cuestiones teóricas e históricas que plantea se siente “el peso de una relación inmediata y contemporánea con la práctica”. Por otro, “siempre procur[ó] que ese trabajo teórico no hiciese marcar el paso a una práctica actual”. Además, preserva su “libertad con respecto a las luchas en las que particip[ó]”.
Ni “universal combatiente de una humanidad sufriente bajo todas las formas y en todos los aspectos”, ni sujeto en general que estudia un objeto en general, manifiesta pelear “por tal o tal otra cosa […] porque eso [l]e importa en [su] subjetividad”, antes de agregar que es posible, a partir de una experiencia subjetiva, “pasar a otras cosas” sin buscar apoyo en “una teoría general del hombre”. A la indistinción de las causas, Foucault opone la implicación personal. Posición singular y singularmente exigente, que se niega a elidir al sujeto de deseo o confundirlo con el sujeto del conocimiento so pretexto de un método que lo absuelva y lo ausente, y que se niega, también, a eludir la cuestión del trabajo de sí sobre sí mismo del que ese sujeto procede, asimilándola a una cuestión de pertenencia.
De Obrar mal, decir la verdad hay mil y una lecturas posibles. La que ha sostenido la redacción de esta “Situación del curso” está orientada por una pregunta, declinada en varias formulaciones: ¿cuáles son las tareas que Foucault asignó a la crítica? ¿De qué manera, en su vida y su obra, vinculó política y ética? ¿Qué significaba para él ser filósofo en la ciudad? ¿Qué formas dio al coraje de la verdad? La postura adoptada para responder a ellas consiste en examinar el modo en que Foucault problematizó el poder de la verdad en los ciclos en que se inscribe Obrar mal, decir la verdad, e intentar advertir las consecuencias que derivó de ello. Lo haremos en tres exposiciones.
La primera sitúa el curso de Lovaina en la serie de textos sobre la justicia penal (al respecto, Foucault habla de “represión” en 1971 y de “técnicas de dominación” en 1981). Más en general, inscribe los análisis que el filósofo propone dentro del segundo de los “tres dominios de genealogías posibles”, una “ontología histórica de nosotros mismos en nuestras relaciones con un campo de poder”. La confesión se aprehende como un medio de producir la verdad en derecho; más allá de ella, se examina “toda una tecnología de verdad, que la práctica científica y el discurso filosófico, poco a poco, han descalificado, encubierto y excluido”, para mostrar que “la verdad-prueba en el orden del acontecimiento” ha tomado la forma de “la verdad-comprobación en el orden del conocimiento”.
La segunda toma nota de lo que Foucault, en La voluntad de saber, llama “agotamiento de la hipótesis represiva”. Obrar mal, decir la verdad se sitúa en el ciclo de las técnicas de sí y de la versión suave del gobierno, en la bisagra entre el segundo dominio de la genealogía y el tercero, definido como una “ontología histórica de nuestras relaciones con la moral”. El objetivo es estudiar cómo, más acá y más allá de la represión, la subjetivación misma produce sujeción. Como los aphrodisia en “Subjetividad y verdad”, la confesión es una “superficie de refracción” sobre cuya base se examinan las modalidades históricas de la relación consigo mismo en cuatro aspectos: “sustancia ética”, “modo de sujeción”, “práctica de sí” y “telos”.
La última exposición identifica en Obrar mal, decir la verdad la continuación del trabajo sobre el problema filosófico ya tratado en Las palabras y las cosas, y el comienzo de la solución que Foucault le dará en El coraje de la verdad. El curso inaugura el ciclo de la crítica aletúrgica, que completa las críticas arqueológica y genealógica. A través de la historia de las formas de producción de la confesión, Foucault estudia la de la “subjetividad-verdad”. Retorno al debate con Kant, acerca del cual los editores de la Introducción a la Antropología indican que habría de “alimentar la obra entera”. Entre líneas, no deja de insistir una pregunta: si la verdad “no se constata sino que se suscita”, si es “producción en vez de apofántica”, ¿qué puede o debe ser la filosofía crítica? Y una respuesta programática, mencionada con demasiada brevedad en Lovaina: “un contrapositivismo, que no es lo contrario del positivismo, sino más bien su contrapunto”.
1. La represión y sus objetos
¿Cómo se vinculan la política y la ética en los textos de Foucault sobre la justicia penal? ¿Cómo se plantea en ellos el problema del poder de la verdad? Para responder a estas preguntas es necesario recordar, sin duda, que el autor de Vigilar y castigar decía trabajar “a menudo […] al capricho de las circunstancias”, y también, por tanto, a merced de las luchas con las cuales se vinculaba. Asimismo cabe recordar que según Deleuze la práctica era para él “un conjunto de relevos de un punto teórico a otro, y la teoría, el relevo de una práctica a otra”. Y volver brevemente a su lucha junto a los miembros de la Izquierda Proletaria (IP) y dentro del Grupo de Información sobre las Prisiones (GIP), no para explicar la obra por la vida sino para –sin ceder a la tentación de la totalización biográfica– descubrir lo que exige la ética de la filosofía crítica, tal como él la concibe.
Circunstancias
Las circunstancias son en primer lugar las de la represión de los movimientos estudiantiles en 1968. En Túnez, donde Foucault es profesor, las manifestaciones son duramente reprimidas: decenas de militantes van a parar a la cárcel. Foucault esconde a estudiantes buscados por la policía y suministra información a los abogados de quienes están detenidos. Después del proceso de estos últimos, pide que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia ponga fin a su comisión de servicio. Vuelve al país, donde en junio de 1968 han sido prohibidas doce organizaciones de la izquierda extraparlamentaria. En 1970 el cerco se estrecha en torno a la IP, organización maoísta que agrupa bajo el liderazgo de Benny Lévy a militantes procedentes sobre todo de la Unión de Juventudes Comunistas Marxistas-Leninistas o del Movimiento del 22 de Marzo. En febrero mueren dieciséis mineros en Fouquières-lès-Lens a raíz de una explosión de grisú; poco después se perpetra un atentado con bombas molotov contra las oficinas administrativas de esa cuenca minera. Nueve militantes de la IP son encarcelados, al igual que los directores de La Cause du Peuple. El 27 de mayo se dicta la proscripción de la IP sobre la base de la ley sobre grupos de combate y milicias privadas. El 9 de junio se sanciona una ley cuyo propósito es “reprimir nuevas formas de delincuencia”; en su redacción se establece una forma de responsabilidad colectiva y se castiga con dos años de cárcel la participación pacífica en una agrupación prohibida. Cerca de doscientos militantes van a prisión, sea por la aplicación de la nueva ley, sea por haber reconstituido una liga disuelta, delito que la venta de La Cause du Peuple basta para comprobar.
Entre esas circunstancias está también la reacción de la IP a la represión. Proscrita, la agrupación sigue la lucha de diversas maneras. En primer lugar, ampliac...