Historia del Israel bíblico
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Samuel Pagán

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Historia del Israel bíblico

Samuel Pagán

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Este libro pretende hacer las preguntas correctas a la luz de las nuevas metodologías y tecnologías, los nuevos hallazgos arqueológicos, históricos, bíblicos y avances teológicos; y también entrar en diálogo con grupos políticos e ideológicos contemporáneos en la Tierra Santa, para explorar las implicaciones políticas y sociales de nuestros estudios, descubrimientos y conclusiones. El objetivo de los textos bíblicos no es indicar lo que sucedió en la historia, de forma imparcial o descriptiva; por el contrario, la finalidad de esos documentos es afirmar las manifestaciones divinas en medio de la historia nacional. Y ese singular acercamiento, está lleno de afirmaciones de fe, interpretaciones teológicas, extrapolaciones espirituales, y comprensiones religiosas de las realidades y la historia. En efecto, la Biblia es un documento eminentemente teológico.

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Información

Año
2020
ISBN
9788417131715
X
LOS REINOS DEL NORTE Y DEL SUR:
ISRAEL (931-722 a.C.) Y JUDÁ (931-586 a.C.)
Le quitaré el reino a su hijo,
y te daré a ti diez tribus.
Pero a su hijo le dejaré una sola tribu,
para que en Jerusalén,
la ciudad donde decidí habitar, l
a lámpara de mi siervo David se mantenga
siempre encendida delante de mí.
1 Reyes 11.35-36
La división del reino de David
Las narraciones referentes al reino de Salomón culminan con una evaluación negativa. Se indica con claridad que la monarquía que unía a las antiguas tribus del norte y las del sur, finalizaría (1R 11.31-32). Esa división pone punto final al período de unidad nacional que se organizó gracias a las habilidades políticas de David, y a la ubicación de la capital en Jerusalén, y da inicio a una nueva época de grandes desafíos políticos, económicos, religiosos y militares. Los libros de los Reyes presentan ese período que enmarca unos 200 años, y presenta las caídas de los reinos del Norte, Israel, y del Sur, Judá. Y esas narraciones, además de identificar a personajes de importancia en la historia nacional, hacen evaluaciones teológicas críticas de sus decisiones.
Las razones de la crisis en el reino, que desembocó en la división nacional, son complejas y diversas. En primer lugar, debemos tomar en consideración las realidades históricas, económicas y culturales. El reino del Norte estaba ubicado en un sector geográfico más agrícola y fértil, que propiciaba una economía creciente y estable; por su parte, las tribus del sur vivían en terrenos más desérticos, y la economía no era tan floreciente como en el norte. Además, en el norte la población era mayor, que brindaba a las ciudades mejores posibilidades económicas. Esas dinámicas geográficas y demográficas propiciaron diferencias sociales y económicas, que hacían del reino del Sur uno dependiente del Norte.
El espíritu de separación entre las tribus se manifestó mucho antes de la institución de la monarquía. En los tiempos de Gedeón, según las Escrituras (Jue 8.22), hubo intentos de establecer una monarquía en el norte de Canaán. Posteriormente, se proclamó rey a Abimélec (Jue 9.6). Con el tiempo, en el norte se proclamó rey a Saúl. Esa monarquía incipiente se afirmó y fortaleció en tiempos de David, aunque la unión no resistió los embates del tiempo, particularmente no pudo superar las crisis intensas generadas por las diferencias religiosas, políticas, sociales y particularmente económicas. De singular importancia hay que notar las referencias bíblicas a la unión de las antiguas tribus en tiempos de David, que era rey de Judá y de Israel: Es decir, un monarca y dos reinos.
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Desde la perspectiva de los relatos bíblicos, que enfatizan los componentes teológicos, las administraciones de David y la de Salomón trataron al reino del Norte de forma diferente. Esas diferencias crearon el ambiente propicio para la posterior división del reino. David es visto como un monarca bueno que era muy sobrio con los gastos oficiales. Pero Salomón, de acuerdo con las narraciones en los libros de los Reyes, necesitó aumentar los impuestos de forma desmedida para sostener su estilo de vida, ampliar sus inversiones nacionales e internacionales, y especialmente para construir el templo.
Esa política económica de Salomón, propicio un clima de tensión con las tribus del norte, a quienes les exigían impuestos altos, y hasta les imponían trabajos forzados. Esas dinámicas de tensión administrativa y económica fueron socavando las relaciones entre la monarquía central en Jerusalén, y el reino de Israel, en el norte, e inclusive, produjeron rebeliones, como la de Jeroboán contra Salomón (1R 11.26).
Relacionada con la crisis generada por Jeroboán, el profeta Ahías de Siló anunció públicamente la división del reino, y el posterior establecimiento de una monarquía independiente en el norte (1R 11.29-39). Para salvar su vida de la autoridad y seguridad de Salomón, el rebelde Jeroboán huye a Egipto. Y se unen de esta, forma en el testimonio escritural, las actividades de los monarcas de Judá e Israel, con las interpretaciones teológicas de la historia nacional que hacen los profetas y los redactores de los libros de Reyes.
Las siguientes fechas aproximadas son importantes para comprender el período de la monarquía:
La monarquía unida
El rey Saúl: 1030-1010 a.C.
El rey David: 1010-971 a.C.
El rey Salomón: 971-931 a.C.
Monarquía dividida:
Israel, reino del Norte: La capital fue Samaria, y tuvo 19 reyes en
210 años; finalmente destruido por los asirios en el 722 a.C.
Judá, reino del Sur: La capital fue Jerusalén, y tuvo 19 reyes en 354
años; finalmente fue destruido por los babilónicos en el 586 a.C.
La crisis política
La muerte del rey Salomón trajo a Israel una nueva serie de posibilidades y desafíos. Los representantes de las tribus del norte convocaron a los del sur a una reunión extraordinaria en Siquén, para explorar las formas en que iban a reorganizar el reino bajo un nuevo monarca, Roboán. La finalidad era analizar las características y prioridades de la nueva administración. Es de singular importancia la convocación misma: Aunque David había unido el reino, tanto las tribus del norte como las del sur habían mantenido sus respectivas identidades, que se manifestaban en momentos de crisis como en la transición política al morir Salomón.
La respuesta de Roboán a los requerimientos de las tribus del norte no fue de bienvenida ni cordial. El nuevo monarca rechazó abiertamente la reunión, pues los ancianos de Israel tenían una serie de peticiones y demandas: La disminución de los altos impuestos en la administración de Salomón, y la reducción de los trabajos forzados a los que estaban sometidos, entre otros requerimientos.
Esas dinámicas de peticiones de Israel y rechazos del rey Roboán propiciaron finalmente el cisma entre las tribus, que ya venía gestándose por años. Israel decidió rechazar públicamente la autoridad del reino del Sur, y nombró a Jeroboán, hijo de Nabat, como su nuevo monarca, que con esa finalidad había regresado de Egipto. De singular importancia en torno a este tema, es indicar que la narración bíblica que presenta estos incidentes se preocupa por indicar que esa división fue parte de la voluntad de Dios para el pueblo, pues el profeta Semeías le indicó a Roboán que no atacara a las tribus rebeldes del norte (1R 12.22-24).
Después de la división, Jeroboán procede a organizar su monarquía. La primera capital se situó en Siquén (1R 12.25), aunque su familia vivía en Tirsá, que también era vista como capital (1R 14.17). Esas incertidumbres administrativas ponen claramente de manifiesto que Jeroboán quería mantener un equilibrio político entre las diversas tribus del norte. Esas mismas complejidades políticas y sociales movieron al monarca a establecer santuarios en Betel y Dan, para contrarrestar el templo de Jerusalén, que se relacionaba con el reino del Sur. ¡Las decisiones políticas afectaron la vida religiosa del pueblo!
El cisma religioso
La reorganización de las tribus del norte como monarquía independiente se llevó a efecto sin dificultades mayores, bajo el liderato de Jeroboán I (922-901 a.C.), quien era reconocido entre sus súbditos como un líder carismático y rebelde. Inclusive, a esa aclamación y reconocimiento popular se unió el profeta Ahías, que apoyó la separación y avaló al nuevo rey. Y luego de ser públicamente aclamado como rey, estableció su residencia oficial primeramente en Siquén, y con el tiempo, en las localidades de Peniel y Tirsá.
Una de sus primeras decisiones oficiales del rey Jeroboán se relaciona directamente con la vida religiosa y la espiritualidad del pueblo. Con la finalidad de detener las influencias del reino del Sur en su nueva administración, el monarca del Norte reestableció de manera oficial a los antiguos santuarios de Dan y Betel, ubicados en los límites de su territorio, y puso en esos lugares de culto dos becerros de oro, que eran representativos de los baales locales. El objetivo era detener los peregrinares a Jerusalén, disminuir las influencias políticas de Judá, y crear una infraestructura religiosa israelita independiente de las ceremonias y actividades en el templo.
La selección de los becerros de oros como representación de Yahvé es vista por los profetas como un acto de infidelidad e idolatría (Ez 32; Os 10.5; 13.2). Aunque desde una perspectiva pragmática, esos becerros eran una especie de pedestal visible de un Dios invisible, el acto alude a las infidelidades de los israelitas en el Sinaí, en el peregrinaje del éxodo de Egipto (Éx 32.4). La actitud del rey se reconoce en las Escrituras como el pecado de Jeroboán (1R 12.28), que contaminó las bases mismas del reino del Norte.
Con una clara motivación política, Jeroboán autorizó actividades cúlticas oficiales en los antiguos santuarios y lugares altos dedicados a Baal en Canaán, y aprobó el servicio de sacerdotes no levitas en sus actividades religiosas, en clara oposición a las regulaciones explícitas de la Ley (Éx 32.25-29). El pragmatismo político del monarca le llevó a tomar una serie de decisiones que afectaron seriamente la vida religiosa y la espiritualidad del pueblo. Esas decisiones políticas que tuvieron serias implicaciones religiosas para el pueblo se convirtieron en el criterio de evaluación de la monarquía bíblica, que eran analizados a la luz de la fidelidad que manifestaban al pacto con Dios.
Israel, el reino del Norte
Por sus recursos naturales y ubicación geográfica, el reino del Norte (1R 14—2R 17) quedó en una posición económica favorable. Además, las políticas fiscales que implantaron incluían una apertura comercial hacia los pueblos vecinos, particularmente hacia los fenicios y arameos, ayudaron en los procesos de estabilización económica después del cisma. En efecto, tras las transiciones políticas de la separación, Israel quedó en un buen tiempo de prosperidad económica.
Esas decisiones políticas, administrativas y económicas, sin embargo, tuvieron consecuencias sociales y espirituales de importancia. Aunque ahora participaban de la política internacional, esa nueva realidad propició una serie importante de influencias religiosas que provenían de los pueblos vecinos, además, de estar expuestos a los desafíos militares internacionales.
Las nuevas realidades políticas y económicas no solo trajeron un período de bonanza fiscal, sino que expuso al pueblo a una serie de prácticas religiosas terminantemente prohibidas por la Ley de Moisés, y le trajo a Israel una vulnerabilidad política y militar frente a las naciones extranjeras. Esas dinámicas nacionales e internacionales noveles generaron gobiernos instables y cortos: ¡Tuvieron 19 reyes y 9 dinastías en 200 años! Y en ocasiones, ¡los golpes de estado y las transiciones gubernamentales abruptas estaban apoyados por los profetas!
El período inicial del reino del Norte (1R 14—15), que marca la época de fundación nacional, estuvo caracterizado por cierta inestabilidad política. La administración de Jeroboán I hasta Omrí fue testigo de cambios violentos y rápidos. Nadab, el hijo de Jeroboán, después de reinar por menos de dos años, fue asesinado por Basá; y su hijo y sucesor, Elá, también fue asesinado, en esta ocasión por Zimri, que luego se suicidó cuando se percató de los triunfos de Omrí.
Junto a la violencia e inestabilidad interna en el reino del Norte, hay que tomar en consideración la guerra civil entre Asá de Judá (911-970 a.C.) y Basá de Israel (908-870 a.C.), que drenó los recursos económicos del país y agotó emocionalmente al pueblo. Esta guerra culminó finalmente cuando el reino del Sur acordó un tratado de apoyo mutuo con Ben Adad de Damasco, y los ejércitos asirios invadieron Israel y se quedaron con parte de la Galilea (1R 15.18).
La dinastía de Omrí (1R 16—2R 8)
Omrí fue un magnífico rey en Israel, de acuerdo con los criterios políticos, diplomáticos, económicos y comerciales. Su influencia en el Oriente Medio, y su reconocimiento internacional, fue de tal magnitud y naturaleza que, pasados los años, los asirios, en la época de Sargón II (c. 700 a.C.), aludían a Israel como la Casa de Omrí.
Desde la perspectiva militar, la administración de Omrí logró una serie de triunfos de importancia: Sometió el reino de Moab, mantuvo la paz con su vecino Judá, y estableció una importante alianza con los fenicios, que se selló con el matrimonio de su hijo, Acab, con Jezabel, hija de Et Baal, rey de Tiro. Las relaciones con los arameos, sin embargo, fueron muy complicadas y conflictivas. Finalmente, estableció la capital de su reino en Samaria.
Gran parte del reinado de Acab, hijo de Omrí, estuvo dedicado a luchar contra los arameos de Damasco, pero este prolongado conflicto se superó ante un enemigo común: Asiria. En el año 853 a.C., Samaria y Damasco se unieron para atender los peligros y desafíos que representaban los ejércitos de Salmanasar II en la batalla de Qarqar. Los asirios, aunque tuvieron un tipo de victoria en esa campaña militar, no aprovecharon el triunfo ni sus ventajas militares, pues se replegaron por algún tiempo. Durante ese período, Moab se reveló contra Israel, quien superó con el tiempo esas derrotas militares.
Los profetas Elías (1R 17—2R 2) y Eliseo (2R 2—9)
La diplomacia, y también las repercusiones religiosas de las políticas administrativas y económicas de Acab, se ponen de manifiesto en las narraciones proféticas de Elías y Eliseo. Posiblemente, Acab era un seguidor del yahvismo no muy comprometido con sus tradiciones religiosas. En el contexto del apoyo a las relaciones internacionales, y en reconocimiento de la población cananea en su reino, Acab permitió que su esposa, Jezabel, implantara el culto de Baal en su monarquía.
A juzgar por la cantidad de profetas de Baal (450) y profetisas de Aserá (400) que se enfrentan al profeta Elías en el monte Carmelo, el baalismo se vivía con fuerza en Samaria. Inclusive, de acuerdo con las narraciones escriturales, se construyó un templo a Baal en Samaria (1R 16.32), que debe haber sido un escándalo para los adoradores de Yahvé, y una ofensa mayor para los sacerdotes que seguían las tradiciones legales de la Torá, específicamente las afirmaciones en torno al Dios único.
Según el testimonio bíblico (1R 18), Elías intervino en un momento histórico crucial, y salvó al yahvismo de un sincretismo perjudicial con Baal y sus adoradores, que representaba, para los profetas, una manifestación de infidelidad magna. Esa victoria fulminante del profeta en el monte Carmelo, sin embargo, le costó a Elías la huida, pues las amenazas de muerte de Jezabel no se hicieron esperar. En ese entorno de crisis religiosa y complejidad política nacional e internacional, el rey Acab murió en la batalla contra los arameos en Ramot, en la región de Galaad.
A Acab le sustituyó brevemente uno de sus hijos, Ocozías, que vivió la parte final del ministerio del profeta Elías. Otro de los hijos de Acab, Jorán, sustituye a su hermano, y vive durante el período del ministerio del profeta Eliseo (2 R 2—9). La debilidad política y militar de Israel en este período fueron deteriorando la estabilidad del gobierno, y esta ...

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