Discursos sustentables
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Discursos sustentables

Enrique Leff

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Este libro recoge un conjunto de textos elaborados a partir de discursos que nacieron de la palabra arrojada ante un público en debates ambientales recientes, y que desde el eco del diálogo, tomaron la forma escrita que ha quedado inscrita en este volumen. Son discursos compartidos, convividos; voces latentes que esperan una respuesta; palabras que palpitan en el corazón de la Tierra.Estos discursos están hechos de palabras: palabras que crean nuevos significados teóricos y nuevos sentidos existenciales; palabras que se incorporan en nuevos saberes, que encarnan en nuevas identidades, que se decantan en nuevos lenguajes para habitar el mundo y soñar otros mundos posibles; palabras que arraigan en la tierra para fertilizar nuevos territorios; palabras que se filtran por la corteza de la Tierra hasta tocar la roca viva de la vida, que cicatrizan en la piel del mundo, que abren nuevos senderos de la historia. Son discursos que se entrelazan en un diálogo de saberes, que convocan a nuevos encuentros para bordar un nuevo tejido social; discursos armados de palabras que se vuelven verbo y acción: movimiento transformador; palabras que forjan nuevas formas de ser en el mundo, que son sustento de la vida humana en el planeta, y que orientan la construcción de un futuro sustentable.

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Pensamiento ambiental latinoamericano: patrimonio de un saber para la sustentabilidad1

La cuna y los primeros pasos

En tiempos recientes, y cada vez de forma más frecuente, ha empezado a rondar por nuestras mentes y a instalarse en nuestros deseos una pretensión: la de ser creadores de un pensamiento propio. Empezamos a escribir en nuestros textos, a inscribir en nuestros programas educativos y a manifestar en nuestras acciones ambientalistas, la aspiración a dar a nuestro pensamiento ambiental la certificación de una denominación de origen: Latinoamérica.
Más allá del orgullo que entraña tal ambición, bastaría una reflexión crítica elemental para hacernos una pregunta obligada: ¿qué sería lo propio de ese pensamiento que hiciera de tal pretensión una aspiración legítima, en el deseo de construirnos un pensamiento que nos diera identidad frente a la crisis ambiental global?
Esta aspiración tiene la mayor relevancia, cuando desde una visión crítica sobre la sumisión y dependencia de América Latina (como del tercer mundo) al centro organizador del mundo desde la economía globalizada, en tiempos recientes se viene organizando una reflexión sobre La colonialidad del saber,2 y sobre la posibilidad de Conocer desde el Sur.3 Allí se desarrollan argumentaciones sobre la forma como las ideas eurocentristas (desde la fundación de la filosofía griega hasta el pensamiento posmoderno), así como los paradigmas dominantes del conocimiento científico y las tecnologías modernas, fueron y siguen siendo incorporadas a nuestras sociedades a través de la Conquista, la Colonia y la Globalización, colonizando nuestros modos de pensar y nuestras formas de vida, y propiciando como reacción la emergencia de un saber y una cultura política emancipatoria. Mas el saber estratégico que permitiría destrabar y liberarnos de las relaciones de dominación, de explotación, de desigualdad y de exterminio, si bien busca reconocer y emancipar a los saberes y formas alternativas de vida negadas y declaradas inexistentes por los paradigmas dominantes, no implica necesariamente una comprensión “desoccidentalizada” del mundo, es decir, la reconstrucción de los saberes y de otra racionalidad desde los “saberes del Sur”, la cual pudiera desconstruir al sistema-mundo globalizado y construir otros mundos posibles.4 La construcción de una globalización contrahegemónica, fundada en las diferencias y especificidades de cada región y de cada pueblo no solo parte de un ánimo emancipatorio, sino de sus raíces ecológicas y culturales. Es desde allí donde el Pensamiento Ambiental Latinoamericano aporta una mirada original que abre las puertas a “El Siglo Americano de Nuestra América”.
No podría quedar inadvertido que una parte constitutiva de esa colonialidad eurocéntrica es el logocentrismo de las ciencias que ha puesto a debate el pensamiento posmoderno, en sus efectos objetivadores del mundo y concentradores del poder, vinculados con la centralidad geopolítica a la cual está asociada la degradación socioambiental de los países “periféricos”. Sin embargo, de ese análisis crítico y de ese deseo emancipatorio –incluso de la emergencia de nuevos actores sociales que encarnan esa resistencia–, no se desprende ni define un pensamiento sociológico y una epistemología propias. Es desde la radicalidad epistemológica del concepto de ambiente, que nace de la crisis ambiental como punto límite de la racionalidad dominante, de donde surge un saber ambiental emancipador, arraigado en los potenciales ecológicos y la creatividad cultural de los territorios del Sur.
La globalización contra-hegemónica –la desconstrucción de la fuerza unidimensional opresora de la diversidad, de la diferencia y de la otredad, que nace del poder de lo Uno, lo Universal y lo General, de la Idea Absoluta y la Totalidad Sistémica, hoy globalizado bajo la dominancia de la racionalidad económica–, exige un descentramiento epistemológico, una revolución copernicana del saber que mire desde fuera al pensamiento que insiste en colocarse en el centro del universo de la vida humana. Este punto de anclaje fuera del sistema es el ambiente: el concepto epistemológico de ambiente. Sin embargo, la nueva racionalidad ambiental no podría ser un paradigma absolutamente externo, una epistemología ambiental que nazca de “algo” –un ser, un territorio, un orden, un espacio– intocado por la totalidad que lo ha negado y trastocado. La racionalidad ambiental se forja en la desconstrucción del pensamiento metafísico, científico y posmoderno; de la territorialización de la diversidad, la diferencia y la otredad; sobre la base de los potenciales ecológicos y de los saberes culturales que habitan los territorios del Sur. De allí nace y desde allí reivindicamos el pensamiento ambiental latinoamericano.
Desde principios de los años setenta y en el contexto de la teoría de la dependencia, se viene indagando y proclamando en los medios académicos y políticos, la necesidad de producir un conocimiento científico y tecnológico propio, de aplicar y adaptar la ciencia y la tecnología a los problemas nacionales, incluso de reconocer y revalorizar los saberes indígenas. Pero no es de esos saberes autóctonos y tradicionales, ni de una simple aplicación y adaptación de la tecnociencia del Norte y de las directrices de la geopolítica global del desarrollo sostenible, de donde ha brotado el pensamiento ambiental que proclamamos latinoamericano.
Si no se trata solamente de la apropiación de una lógica de las ciencias, de un pensamiento ecológico o de una estrategia de “desarrollo sostenible” que se ha venido configurando fuera de nuestros territorios; si no es una mera aplicación y adaptación de los paradigmas, los métodos y los programas de investigación de la ciencia “normal”, ¿qué sería lo original y lo propiamente “latinoamericano” de ese pensamiento? ¿Qué elementos se conjugan en las fuentes y raíces propias en la forja del pensamiento ambiental latinoamericano? Seguramente estas preguntas habrán de generar respuestas diferenciadas por parte de los precursores, los autores y los actores que se identifican con este pensamiento.5
Es posible hacer un ejercicio hermenéutico para rescatar desde una mirada ambientalista a autores latinoamericanos que pudieran inscribirse como precursores del ambientalismo, por enlazarse en su vena de pensamiento y a través de un cuerpo de preceptos, de principios y de formulaciones en el tejido discursivo de un pensamiento ambiental que hoy reivindicamos como propio. Desde las afirmaciones de Martí, “No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza” o “Las trincheras de ideas son más fructíferas que las trincheras de piedra”;6 desde el marxismo latinoamericano de Mariátegui, que reivindicaba la economía comunista indígena que le permitía un bienestar material gracias a la organización colectivista de la sociedad incaica, hasta la pedagogía de la liberación de Paulo Freire como precursora de la pedagogía de la Tierra y de la ecopedagogía que hoy sostienen Leonardo Boff y Moacir Gadotti, podemos reconocer un linaje de pensamientos “ambientalistas”, que han arraigado en nuestros territorios de vida.
Desde que emerge la crisis ambiental a escala mundial, hacia principios de los años setenta, un grupo de intelectuales y académicos fueron atraídos por los vientos y mareas de esas nuevas ideas y propuestas, en torno a las cuales comenzó a darse un movimiento crítico y una respuesta desde América Latina. La publicación de Los límites del crecimiento,7 que anunciara por vez primera la catástrofe ecológica que se avecinaba, América Latina dio una respuesta propia. Un estudio conducido por Amílcar Herrera cuestionaba: ¿Catástrofe o Nueva Sociedad?8 Se argumentaba que la degradación ambiental no tenía por causa fundamental el crecimiento demográfico ni estaba determinada de manera lineal por el crecimiento económico, sino que dependía fundamentalmente de un modelo de desarrollo, y que las formas y grados del deterioro ambiental estaban asociados con la distribución desigual del ingreso y con las formas de la pobreza.
Ya para la Conferencia de Belgrado en 1975 que anticipó a la Conferencia de Educación Ambiental celebrada en Tbilisi, Georgia, en 1977, se celebraron reuniones preparatorias en América Latina, de donde nacen las primeras reflexiones sobre una educación ambiental en la que confluía el pensamiento ecológico y complejo emergente y se reclamaban nuevos enfoques y métodos interdisciplinarios para la comprensión y resolución de los problemas socioambientales emergentes.
En 1978, siguiendo el papel pionero del pensamiento económico latinoamericano de la CEPAL, inaugurado por Raúl Prebisch, Osvaldo Súnkel y Nícolo Gligo convocaron a un grupo de intelectuales, incluidos ecólogos pioneros del campo ambiental y economistas de la escuela cepalina a reflexionar por primera vez sobre la problemática ambiental en un proyecto intitulado “Estilos de desarrollo y medio ambiente en la América Latina”, que se desarrolló entre 1978 y 1980. Este estudio propició un seminario del mismo nombre celebrado en Santiago de Chile en noviembre de 1979 patrocinado por CEPAL y el PNUMA. Una selección de estos estudios fue publicada por el Fondo de Cultura Económica en dos volúmenes en 1980 con el título Estilos de desarrollo y medio ambiente en la América Latina, que constituyó una obra pionera en la reflexión sobre la dependencia y nuevos estilos de desarrollo desde la perspectiva ambiental.
Los años ochenta fueron particularmente prolíficos en activar un pensamiento ambiental y plasmarlo en una serie de textos fundamentales. Es imposible dar cuenta de la amplia literatura generada en estos años. Baste como muestra apuntar algunas publicaciones que siguieron a estos primeros impulsos y que fueron clave en la formación de una generación de pensadores y administradores ambientalistas. Entre ellas cabe señalar obras pioneras respaldadas por CEPAL, PNUMA y CIFCA, como Expansión de la frontera agropecuaria y medio ambiente en América Latina, publicado en 1983; La dimensión ambiental en la planificación del desarrollo, publicado en dos tomos en 1986 y 1988. Más adelante, siguiendo esta línea de investigación para el diagnóstico y prospectiva ambiental, así como de gestión de la sustentabilidad ecológica del desarrollo, se publicaron los resultados del proyecto “Prospectiva tecnológica para América Latina” y de las investigaciones realizadas por el Grupo de Análisis de Sistemas Ecológicos durante los años ochenta con el título El futuro ecológico de un continente: una visión prospectiva de la América Latina. Anticipando una temática que 20 años después habría de convertirse en uno de los problemas más críticos del mundo y de América Latina, la Comisión de Desarrollo Urbano y Regional de CLACSO habría de publicar en 1985 el libro Desastres naturales y sociedad en América Latina.
En México, entre los años 1987 y 1989, la Fundación Universo Veintiuno promovió y financió la publicación de una colección de ocho libros que habrían de ser fundamentales para el diagnóstico y la gestión ambiental en México. Estos comprendieron los siguientes temas: Derecho ambiental; Manejo de los desechos industriales peligrosos; Calidad y cantidad del agua; Salud ambiental; Contaminación del aire; Producción rural y alternativas ecológicas; Fauna silvestre y áreas naturales protegidas; y Población, recursos y medio ambiente.
América Latina ha seguido paso a paso la transformación civilizatoria desencadenada por la crisis ambiental, en un ritual reflexivo, de apropiación e identificación crítica. Así en 1982, el CIFCA promovió una reflexión sobre el significado y trascendencia en Iberoamérica de la Cumbre de Estocolmo.9 En 1987 fue publicado el Informe Brundtland con el título Nuestro futuro común, trazando los ejes de una nueva geopolítica del desarrollo sostenible que daría lugar 5 años más tarde a los Principios de Río y al programa ambiental denominado Agenda 21. En ese momento, un grupo de intelectuales de América Latina, con el apoyo del PNUD y del BID prepararon un documento que marcaba las posiciones de América Latina, y llevaba por título: Nuestra propia agenda.
En estas publicaciones puede percibirse un ánimo de respuesta desde América Latina a las formulaciones y propuestas que vienen configurando la agenda global del desarrollo sostenible, en una perspectiva crítica y propositiva desde diversos espacios institucionales, misma que paradójicamente habría de irse diluyendo en el tiempo con la institucionalización misma del campo ambiental. El pensamiento ambiental latinoamericano que se va configurando en un repensar el mundo desde las raíces ecológicas y culturales de nuestros territorios, nace de un debate en el campo del pensamiento mismo, de las maneras en que se expresa la crisis ambiental y en el terreno de las estrategias de poder y de poder en el saber en que se debaten los sentidos del ambientalismo y de la sustentabilidad.
La alarma ecológica resonó con las campanadas de nuevas revoluciones del pensamiento de los años sesenta. Los límites del crecimiento se publica en 1972, apenas un año después de la publicación de El proceso económico y la ley de la entropía en el que Nicholas Georgescu Roegen cuestiona el div...

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