Los sacerdotes del tercer mundo y la visión islámica
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Los sacerdotes del tercer mundo y la visión islámica

Encuentros y desafíos en común

  1. 280 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Los sacerdotes del tercer mundo y la visión islámica

Encuentros y desafíos en común

Descripción del libro

Si unimos las fuentes islámicas y cristianas podemos sostener que un imam (guía, líder) de la Casa Profética, el imam Mahdi, hará su aparición para llenar la Tierra de justicia. En otras palabras, vendrá a materializar el gobierno de Dios en la Tierra, que no es otra cosa que la buena nueva o Evangelio de Jesús. Los cristianos, a su vez, creen en la venida salvífica de Jesús. Estos hechos no ocurrían por mera intervención divina, sin mediar la voluntad de los hombres y su preparación para ello. El ser humano debe tomar conciencia de su impotencia para materializar ese gobierno por sí mismo, con prescindencia de la guía divina, y en esto coinciden las dos grandes religiones abrahámicas.

Esta coincidencia fundamental encuentra su manifestación más clara en dos expresiones: en 1959, el Concilio Vaticano abrió el cauce para la emergencia del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y la teología de la liberación, cuyo pensamiento y accionar fueron un llamado de atención para que la Iglesia institucional corrigiera su rumbo. Dos décadas después, en Irán se expresaron las poderosas fuerzas que el islam representa y se sentaron las bases para un nuevo orden social. Abdul Karim Paz compara aquí ambas reformas, con particular atención en los postulados de los sacerdotes tercermundistas y de la revolución iraní. La que llevaron adelante los primeros, por múltiples causas que el autor analiza en profundidad, no fructicó. En cambio, la segunda está hoy en plena expansión.

Este libro es una contribución imprescindible para profundizar en el conocimiento de ambos fenómenos dentro de sus respectivas tradiciones proféticas y la búsqueda en común de liberación de los yugos imperiales. Estos fenómenos reformistas están llamados a interactuar y colaborar entre sí para el logro del gran objetivo de la paz y la justicia en la Tierra.

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9789876917803

CAPÍTULO 1
La realidad del din (religión) y sus alcances

1. El concepto de din en los cristianos

En el cristianismo siempre ha existido una tensión entre la fe y el mundo o la vida mundanal. Desde sus comienzos y sobre todo con las ideas helénicas de corte dualista que impartiera el llamado apóstol Pablo de Tarso, el mundo, el cuerpo y el concepto de pecado y de Satanás parecieran tener una vinculación que se da a través del pecado original, ligado a lo corporal y el mundo como a un lugar de caída o “valle de lágrimas” –donde el “Príncipe de las Tinieblas” posee el poder–, el lugar del sufrimiento y castigo por la desobediencia de Adán y Eva. Frente a este mundo se halla el de la pureza, el celestial, libre de la carne y el pecado. Esta idea, completamente ausente en la visión semítica, se introduce con la visión más orientalista de Pablo y tendrá una influencia constituyente en la conformación del pensamiento de la Iglesia Católica, que sostendrá que es en este llamado apóstol en quien más basará su doctrina y concepción teológica.
La Iglesia, por su parte, es la salvadora de la situación de pecado original del ser humano y el bautismo, la manera de salir de esa condición denigrada. El mundo y lo corporal son vistos como tentación, y la abstinencia, la penitencia contra los apegos del cuerpo, como el necesario ejercicio de desprendimiento y pureza. Las mortificaciones, el celibato, la virginidad, el culto a la pobreza, los renunciamientos serán exaltados como elementos de la vida casta y espiritual. Los placeres serán tentaciones a las que hay que mirar con casto rechazo. La arquitectura de las iglesias reproducía esa idea, con recintos oscuros y fríos: la luz venía de lo alto a través de los vitrales y en el centro, el Cristo crucificado como símbolo de la maldad de este mundo. La religión era la santidad opuesta a la no santidad del mundo, el cuerpo, los deseos.
En las cruzadas y en los intercambios comerciales favorecidos por el desarrollo marítimo se produce el contacto con el mundo islámico y una fe que no se oponía al desarrollo y embellecimiento del mundo y al goce de los sentidos. Se van a dar las condiciones para un renacimiento de lo humano como un valor en sí mismo, de la belleza corporal; en definitiva, del mundo que cultivaron no pocos paganos griegos y romanos. La expansión del planeta conocido, la reforma protestante, los efectos del humanismo, la Revolución Francesa, la Revolución Industrial y la tecnológica harán que la visión del mundo se vuelva más positiva, y la Iglesia comenzará a reorientar su mirada hacia él, no sin resistencia. Empezará a gestarse la idea de que Dios, además de irrumpir en la historia con la encarncación de Cristo, también se revelará en la historia con el quehacer humano. Las acciones recobrarán importancia frente a una fe que se había creído autosuficiente desde que Pablo de Tarso dijese que la sola fe bastaba para la salvación. El fin del mundo deja de ser algo inminente y clama atención.
Los sacerdotes tercermundistas dirán que el mundo nos interpela a los creyentes para que nos ocupemos de él, y también lo hacen las masas oprimidas por un sistema social injusto. La Iglesia va a ir saliendo del estado monástico que había tenido tanta fuerza en la Edad Media, cuando el mundo y la plebe representaban el orden más bajo sin valor ni interés por sí mismos.
La tensión y contradicción entre la pureza espiritual y la impureza corporal se han achicado con la victoria secular y el rescate de los valores del mundo y del cuerpo. Esa visión de dos dimensiones contradictorias y excluyentes que muchos cristianos tuvieron hizo que se pensara en suprimir los apegos corporales, sexuales, incluso sociales, con retiros, clausuras, mortificaciones, votos de castidad, pobreza y penitencia. Luego esta tensión se relajó, pero en aras de otra forma de desequilibrio, esta vez de inclinaciones extremadamente mundanas en la sociedad cristiana en general pero más moderada como regla en la Iglesia (Anónimo, 2003). En los primeros siglos la idea de la inminencia del fin del mundo alimentaba esta idea negativa del mundo, pero el desarrollo histórico poco a poco fue mostrando que esta inminencia no era tal, como creían los primeros cristianos. El mundo –también sus realidades– iría ganando terreno y de “lugar de castigo” pasaría a ser lugar de desarrollo y realización.

La religión en el pensamiento del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo

La visión del MSTM en cuanto a los alcances de la religión va a fundarse en los documentos magisteriales de la Iglesia que, siguiendo el modelo de Cristo, habla de una promoción integral del ser humano, que abarque tanto su interior como las estructuras sociales en las que está inserto y lo condicionan para bien o para mal. La Iglesia, a través de los documentos del Concilio Vaticano II y posteriores, dice que estas estructuras sociales deben transformarse porque son la prolongación social de una situación de pecado que se ha ido articulando por medio de un largo proceso histórico.
Como vemos, esta idea de la religión va más allá de una idea limitada a la esfera espiritual e individual, como pretende el liberalismo. Se puede coincidir en definir a la religión cristiana católica como un conjunto de ideas doctrinales que incluye a los llamados dogmas de fe, la liturgia, los principios éticos y las normas de comportamiento derivadas, practicadas por una comunidad universal que obedece al papa como vicario de Cristo, sucesor de Pedro y cuyo obispado central se halla en Roma. Pero el alcance de la religión en la visión de los sacerdotes tercermundistas ponía el énfasis en las reformas de la sociedad humana en la Tierra, como una consecuencia de una fe plena y una religiosidad más auténticamente cristiana.
Es importante señalar que los sacerdotes no se ven como diferentes o separados del resto de la Iglesia o de sus autoridades. Ellos quieren llevar a la práctica los enunciados del papa y los obispos. La misión es de la Iglesia toda, no de una parte. Recién cuando comienzan a materializarse y paralelamente a experimentar las consecuencias de persecuciones y acusaciones de los sectores de poder dominante que ven amenazados sus intereses y privilegios, poco a poco los sacerdotes tercermundistas van a ir siendo abandonados por gran parte de la jerarquía que no acompañará el proceso, sino que se unirá a las fuerzas represoras.
Los obispos argentinos en la reunión episcopal de San Miguel en 1969 dicen que la misión de la Iglesia es la de salvar íntegramente al ser humano. La Iglesia no habla más de salvación a secas; dice el padre Mugica (1973) que, “en consecuencia, la evangelización comprende necesariamente todo el ámbito de la promoción humana. Es nuestro deber trabajar por la liberación total del hombre e iluminar el proceso de cambio de las estructuras injustas y opresoras creadas por el pecado”.
En abril de 1969, afirma Mugica, los obispos hacen un diagnóstico de la realidad que actualmente tiene plena vigencia (lo decía entonces, mas se lo debe reafirmar hoy, luego de la década neoliberal de 1990): “Comprobamos que, a través de un largo proceso histórico que aún tiene vigencia, se ha llegado en nuestro país a una estructuración injusta”. Es decir, no es un cambio de hombres, aclara Mugica, o de gobierno, sino que es un cambio de estructuras, de sistema. “La liberación debería realizarse en todos los sectores donde hay opresión. En el orden jurídico, en el político, en el cultural, en el económico y en el social”, continúa.
El padre Mugica (1973: 30) agrega a modo explicativo: “En el orden jurídico hay una ley anticomunista que afirma que todo argentino es comunista a menos que demuestre lo contrario, o lo que hemos visto del Código Civil y cómo fue escrito una vez que despojaron a los indios de sus tierras para recién resaltar el sacrosanto derecho de propiedad privada. En el orden político todos conocemos la marginación en la que vive nuestro pueblo y las dificultades de las corrientes populares para abrirse paso hoy. Basta con decir que el gobierno que tenemos fue elegido por tres personas”, afirmaba refiriéndose al gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía en la Argentina.
En el orden cultural, continuaba el sacerdote del MSTM, “hay opresión porque el pueblo y entiendo aquí por pueblo fundamentalmente a los oprimidos, a los trabajadores, no tiene acceso a la enseñanza superior y tiene difícil acceso a la enseñanza secundaria y aun a la primaria. A veces porque no hay bancos y si los hay, porque los chicos tienen que lustrar zapatos [o limpiar los parabrisas, diríamos hoy] para que la familia aguante. Además de eso, nuestra enseñanza es tecnócrata y colonialista, para gente que no moleste, que no incomode el día de mañana y se adecue a este sistema montado sobre la base del lucro” (Mugica, 1973: 33). Lucro e individualismo. Baste ver la fuga o compra de cerebros por las grandes corporaciones de los países del norte que se llevan a nuestras medallas de oro de las universidades sin ningún impedimento para que retribuyan al pueblo que, con sus impuestos, facilitó el estudio de estos connacionales.
En el orden económico y social, los obispos dicen que nuestra estructura económica es anticristiana y opresora. Primero, porque en lugar de estar la economía al servicio del hombre, el hombre está al servicio de la economía. Segundo, porque lo social está subordinado a lo económico, con las consecuencias que ello acarrea.
La subordinación de lo social a lo económico, impuesta por la acción de fuerzas foráneas (podemos nombrarlas: Fondo Monetario Internacional –cuyo presidente es elegido por las grandes potencias–, Banco Internacional de Desarrollo y otros organismos internacionales de crédito), sectores y grupos internos de opresión (ACIEL, Sociedad Rural, Unión Industrial, etc.), se manifiesta en los desequilibrios regionales. Desde que empezó la Revolución Argentina [se refiere a la dictadura del general Onganía] emigraron más de doscientos mil tucumanos, y esto en una sola provincia. Y se manifiesta en las racionalizaciones que provocan desocupación e inseguridad. (Mugica, 1973: 32)
Hoy deberíamos sumar los estragos que genera el pago de intereses usurarios de una deuda ilegítima contraída por la dictadura militar impuesta al pueblo de parte de esos organismos internacionales de crédito, la desindustrilización del país y su mayor dependencia.
En el orden social, Mugica (1973) señala que el índice de mortalidad infantil y de desocupación es cada vez mayor. Estas son las estructuras injustas que el pueblo y la Iglesia como parte de él deben transformar para hacer visible el rostro de Dios en la Tierra y liberar a los seres humanos de la oscuridad de una vida sin la fecundidad de la gracia divina. Vemos que esta manera de ver al hombre y sus problemas le otorga a la religión un alcance muy diferente al que había tenido hasta el Concilio Vaticano II.
Los obispos se preguntan, luego, ante esta situación tan desfavorable en la que nos vemos insertos, qué debemos hacer. La respuesta que encontraron en esa reunión en San Miguel es la siguiente: “La Iglesia debe estar encarnada en el pueblo. Para encarnarse e insertarse en la experiencia nacional del pueblo argentino, la Iglesia tiene el ejemplo en la imagen de Cristo. La Iglesia deberá acercarse especialmente a los pobres, oprimidos y necesitados y viendo ella su propia pobreza y renunciando a todo lo que pueda parecer deseo de dominio. La Iglesia debe discernir acerca de la salvación liberadora o salvífica desde la perspectiva del pueblo”. La acción de la Iglesia, agrega Mugica, debe estar orientada hacia el pueblo, pero también desde el pueblo mismo. Especialmente de los oprimidos, los pobres, los trabajadores.
Verbitsky (2006: 34) señala un punto interesante que tensó en demasía la situación entre el Episcopado argentino y los militares. Dice:
La suerte no acompañó al episcopado: semanas después de que emitiera su documento de San Miguel (el cual, en la misma tónica del de Medellín, pero aplicado a la realidad argentina, llamaba a realizar cambios contra la injusticia de las estructuras pecaminosas de la sociedad capitalista y que sirviera de base magisterial para el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo), la sublevación social se encendió en las calles de Córdoba y al año siguiente fue secuestrado y asesinado el ex dictador Pedro Eugenio Aramburu por Montoneros, una organización que invocaba a Dios en sus comunicados y estaba integrada por laicos del apostolado y hasta algún sacerdote.
El Ejército no podía menos que mirar hacia la Iglesia y esta tomó inmediatamente distancia puesto que, en realidad, no había estado involucrada en ese hecho, más allá de que los miembros de Montoneros hubieran estado ligados a la institución y hubieran sido formados en su seno. Estos acontecimientos habrían de producir una brecha entre la cúpula eclesiástica y el MSTM. Mientras el MSTM siguió consecuentemente actuando para poner en práctica los enunciados y las conclusiones del papa y los obispos, la jerarquía se replegaba en retirada o abiertamente cambiaba su discurso asemejándolo al de las fuerzas represoras.

La unidad del mundo y el otro mundo y los alcances del monoteísmo

En el capítulo 7 de San Mateo, Jesús dice:
Por eso les digo que no se preocupen por su vida ni por lo que comerán o beberán, ni por su cuerpo, ni con qué se vestirán. ¿Acaso la vida no vale más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Fijen sus ojos en las aves del cielo, que no siembran ni cosechan en graneros, y vuestro Padre del cielo las alimenta. ¿Acaso ustedes no valen más que ellas? ¿Y quién de ustedes puede a fuerza de preocupación añadir un solo día a la duración de la vida? ¿Y por qué preocuparse tanto por la ropa? Miren los lirios del campo cómo crecen. No se fatigan ni hilan y yo les aseguro que ni el rey Salomón en toda su riqueza y esplendor se vistió como uno de ellos. Y si Dios viste a la hierba del campo, que hoy crece y mañana se echa al horno, ¿acaso Dios no se preocupará mucho más de vestirlos a ustedes, hombres de poca fe? No se angustien pues diciendo: ¿qué comeremos, qué beberemos, con qué nos vestiremos?, porque detrás de todas estas cosas andan preocupados los hombres sin fe. Bien sabe nuestro buen Padre del Cielo que tienen ustedes necesidad de todas ellas. Busquen primero el Reino de Dios y todas las demás vendrán por añadidura.
Las palabras de Jesús son claras: buscar el Reino de Dios; si este no perteneciese a este mundo sería una orden estéril y sin sentido. Buscar algo que no existe… Luego, la fe no está en el apego al mundo, pero tampoco en la indiferencia con respecto a él y lo que acontece en él, sobre todo para los oprimidos. El Reino de Dios se opone a todo otro reino que no sea de Dios, por ejemplo, el del César.
Mugica (1973) dirá: “Es violencia que te peguen un tiro pero también que tu hijo se muera lentamente en brazos por desnutrición o por no ser atendido a tiempo o por no tener plata para los remedios o la vacuna. Que hagan los recortes sociales y que efectivicen despidos masivos, pero no acorten los pagos de intereses por préstamos que raras veces llegan a cubrir las necesidades de las capas más bajas de la población. Que recorten los recursos para la educación, que destinen cada vez más dinero en armas, en pago de intereses y que, como consecuencia de ello, la gente sufra todo tipo de vejaciones y sufrimientos”. La fe del samaritano es aceptada y no la del religioso, que con farisea indiferencia pasa de largo cuando ve el hombre herido y tendido y no se detiene para ayudarlo.

2. El concepto de din en el islam

Como vimos, la palabra din en idioma árabe significa obediencia, recompensa. Se la suele traducir por religión, pero no es una traducción adecuada por el significado que la palabra “religión” adquirió en Occidente luego de imponerse gradualmente el secularismo. En árabe, din es algo mucho más amplio que el mero concepto actual de religión. Para poseer una mayor comprensión del significado podemos decir que por din se entiende una particular manera de pensar y de ser. Abarca una cosmovisión y una ideología. Una doctrina o modo de pensar, o de comprender lo que es Dios, nuestro propio ser, el mundo, las cosas. Una ética, o una serie de prescripciones en torno a lo que se debe hacer y lo que no, lo bueno y lo malo. Y unas leyes o normas que regulan la ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Acerca de este libro
  3. Portada
  4. Índice
  5. Dedicatoria
  6. Presentación
  7. Introducción
  8. Capítulo 1. La realidad del DIN (religión) y sus alcances
  9. Capítulo 2. La relación del DIN con la política
  10. Capítulo 3. La relación del DIN con las distintas cuestiones del mundo
  11. Capítulo 4. Algunas comparaciones en otros temas
  12. Conclusiones
  13. Bibliografía
  14. Créditos