Identidad, invención y mito. Ensayos escogidos
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Identidad, invención y mito. Ensayos escogidos

  1. 206 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Identidad, invención y mito. Ensayos escogidos

Descripción del libro

Leer ensayos equivale a contemplar el horizonte, a mirar con detenimiento la tenue línea que divide el pasado del presente, el momento mismo en que la historia se convierte en historia humana, es decir, en raíz, en cuerda que nos ata con nuestros antecesores. Por estas razones, leer ensayos sobre la identidad o las identidades del costarricense implica entrar en contacto no con los mitos sobre nuestra supuesta idiosincrasia, sino con las dudas que la diferencia instaura (…) Cada vez que el lector se asoma a sus páginas, enfrenta una profunda inquietud. Lejos de recibir un catálogo preciso del ser costarricense, adquiere conocimiento sobre los límites, las falsedades y los gestos de una comunidad cuya representación sigue en pugna. Gabriel Baltodano

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Información

Año
2012
ISBN del libro electrónico
9789968684279

Identidad, invención y mito

Ensayos escogidos

Ante el monumento nacional[1]

Joaquín García Monge
Como un testimonio de la gratitud nacional, erigióse un día este Monumento[2] a los inmortales que en los gloriosos del 56 estuvieron resueltos a no consentir opresiones extrañas en tierras de Centroamérica, a vivir y a hablar por su cuenta y riesgo, en su propio nombre, de conformidad con las altas normas y el ejemplo de los augustos fundadores de estas patrias. Lo erigieron los mayores para perpetuar en el bronce las ínclitas hazañas de los elegidos y con ello inscribir excelsamente la perdurable lección que sirviera de ejemplo y estímulo a las futuras generaciones. Que los pueblos previsores y magnánimos recurren a los mármoles y a los bronces para simbolizar en ellos sus fechas memorables, y así ponerlas a salvo de olvidos o injusticias, o como columnas militares a los largo de la vía, para recordarles a los que vienen que no son hijos de las peñas, que tienen precursores abnegados e ilustres y una tradición estimable que conocer, respetar y proseguir.
A estos monumentos se concurre en horas solemnes como la presente, a renovar la fe en los destinos de la Patria, a buscar inspiración y luces, enseñanzas y estímulos para continuar la ruta emprendida, en alto la cabeza y regocijado el corazón.
Lo erigieron los mayores para enseñarnos cómo se defiende con fiereza el suelo nativo, que da el sustento y la libertad; cómo es bueno morir, y se sabe morir sin cobardías, por causas dignas, cuando la injusticia y la opresión amenazan el decoro de la Patria; cómo pelean con audacia los pueblos que quieren darse patria, patria grande, y libertad: no en el aislamiento sino juntos, unos en las horas de peligro, unos en las esperanzas y los regocijos, unos en las tendencias hacia ulteriores y más halagüeñas realidades. Ayer los cinco pueblos de Centroamérica, mañana todos los del Continente hispano; porque vamos hacia la América una, según la trayectoria espiritual que los homagnos y videntes de estas patrias nos han descrito y que solo cierta ceguera nos impide verla. Con lo que también quisieron enseñarnos que la patria es obra de concordia, de cooperación y simpatía, que los hijos unidos hacen la patria superior con que los buenos soñaron. Con lo cual también quisieron decirnos que las guerras intestinas conspiran contra la integridad moral y territorial de la Patria y le abren la puerta a los extraños, que se aprovechan de nuestras debilidades y rencores; que nada es más funesto para una comunidad que las oligarquías vanidosas y ambiciosillas que convierten el gobierno en un bien privado y no en lo que debe ser, un bien público; y anteponen sus egoísmos repugnantes y sin escrúpulos a la suerte misma de la Patria. Con lo que también se indica a vuestros profesores que el risueño ideal de servicio, de ser útil a los demás, de cooperar, es la primera de las lecciones morales que ellos deben daros, jóvenes estudiantes.
Lo erigieron los mayores para advertirnos que la libertad hay que conquistarla y reconquistarla continuamente, que solo se pierden los pueblos que se cansan de ser libres; porque si importa saber cómo fuimos libres, importa más saber cómo conservarnos libres, cómo mantener en asta firme la enseña de los libertadores: el problema que ellos resolvieron en el 56 sigue siendo nuestro problema. Para advertirnos que no basta haber heredado de nuestros abuelos la tierra que fue de ellos, sino conservar y cuidar la que será de nuestros hijos: porque los viejos supieron que uno de los ineludibles deberes del hombre y del ciudadano es la conservación, a todo trance, del suelo nativo; sin él no hay libertad económica y sin esta no hay soberanía posible. La tierra libre es la que sustenta a hombres libres. Los pueblos que venden sus tierras porque ya no quieren, no pueden o no saben cultivarlas con estudio y cariño, de propietarios se tornan inquilinos. Es digna de la escultura esta previsora y saludable advertencia del profeta Martí a sus pueblos de América: el suelo es la única propiedad plena del hombre y tesoro común que a todos iguala, por lo que para la dicha de la persona y la calma pública, no se ha de ceder, ni fiar a otro, ni hipotecar jamás.
Enseña el Monumento que Centroamérica y la América entera, abiertas a los intereses de la civilización occidental, no se alzaron de las aguas para convertirse en factorías de los pueblos mercaderes y codiciosos, sino en tierras de libertad para humanidades ansiosas de mejorar su vida y no tan solo de hacer negocios más o menos lucrativos, o de explotar nuestros recursos naturales; para gentes que vengan a construir sinceramente la patria de la nueva cultura, del hombre nuevo, que funda su prestigio y su decoro en vivir según las imperecederas normas de la justicia, la libertad, la belleza y la verdad.
Este Monumento rememora sucesos que le dan a Costa Rica, a Centroamérica, un sentido internacional en el Continente; que dicen cómo en días inolvidables los nuestros hablaron en su historia de pueblos pequeños y se crearon la conciencia de un cargo que cumplir en los destinos de nuestra América. Porque el buen suceso de la lucha contra el plan siniestro de Walker[3] y de los mercaderes a él asociados –si es que fue el de convertir a Centroamérica en una agencia de esclavos negros– en cierto modo desvió la iniquidad que, al extenderse, habría degradado a nuestra América, destinada por la Historia a empresas superiores de cultura. No se hizo la América para traficantes de esclavos.
Como se ve, no están desligados los sucesos históricos, que los pueblos chicos influyen a su vez en la suerte de los mayores. Sintamos, por lo mismo, la conciencia de que en estas tierras se han decidido y se decidirán acontecimientos de la Historia que tienen resonancias continentales. Así es la patria cuando se la comprende de veras, un estado de alma, de cultura, un estado de conciencia superior, conciencia de que se tiene una función y un valor, de que como hombres y como pueblos hemos venido a este mundo a hacer algo que valga la pena. No en balde se dan patria los hombres, que se la dan para crear y crecer. Se habla de una conciencia nacional: pues bien, nada más difícil de adquirir que eso, que es mucho más que los meros instintos territoriales de un pueblo. Afortunados los países que en los fastos de sus progenitores, los nuevos hallan qué admirar e imitar. De tal admiración consciente les brota de las entrañas como un manantial de fuerzas espirituales fecundas que los hace verse más altos. En cambio, qué estéril y qué triste es la vida de los pueblos que padecen incuria, que ignoran lo que valieron sus precursores, que apenas si se dan cuenta de la indiferencia que va apagando en ellos sus ideales y entusiasmos. Se esculpieron en bronce las hazañas de los héroes, para declararnos una vez por todas que el pretérito debe conocerse y amarse, porque expresa una tradición que nos vincula con la Patria que hicieron los egregios finados de la familia; para declararnos que hay que oír la voz de los próceres, voz de la Historia, que guía a estas patrias por caminos mejores y más claros: que marchan sin brújula, y andan como a tientas, y están como perdidos, los países que no apoyan un pie en la tradición, que no consultan el testimonio autorizado de los mayores que más supieron de los negocios de sus pueblos, y los amaron, y por mejorarlos se desvelaron. El Monumento nos enseña lo que vale para una nación el espíritu previsor y vigilante de su Primer Magistrado y de cuán incalculables son los males de un pueblo que mira con indiferencia su suerte. Como también nos dice que no debemos desesperar nunca, porque en las horas tenebrosas e inciertas los pueblos tienen el gobernante oportuno que les hacía falta.
Enseña el Monumento que las leyes morales se cumplen inexorablemente y que no deben ser ultrajados los pueblos chicos por ser chicos; que también los poderosos se tambalean cuando fundan sus relaciones con los demás en el atropello y la injusticia. Y anticipándose en medio siglo a la reciente guerra europea, proclama que los pueblos pequeños, si son dignos, si no son serviles, si son ilustrados y laboriosos, también tienen derecho a ser libres como los grandes, y que si hay un coraje sagrado es el de los pueblos que se yerguen como un solo hombre en defensa de sus más caras libertades. Por eso ved, sentid vosotros, oh jóvenes, cómo un soplo de tempestad agita las figuras del Monumento: es el ademán como de fuerzas de la Naturaleza de pueblos nuevos en marcha, que aún empuñan la lanza porque todavía aletean en la sombra los genios del Mal y de la Perdición: que ya no brilla la codicia conquistadora en la punta de las bayonetas sino en el disco de las áureas monedas. Si es sumamente grave que aventureros extraños se atrevan a comprar la patria, lo sería mucho más, e ignominioso, que hijos del país de bruces se la vendieran. Conmoveos, pues, con esa resolución que se le ve a las esculturas de vencer y de ser libres; se yerguen a paso de victoria, antes y hoy, y mañana también. Jóvenes estudiantes, ¡si lo que aguardan estos sacos bronces y los sucesos que rememoran, es el cantor inspirado, que los materiales del poema inédito y las proporciones homéricas de los héroes y de las hazañas, ahí están ante vuestro amor y curiosidad!
El Monumento es simbólico y en ello, su valor espiritual permanente. Dice de la actitud vigilante y defensiva contra los enemigos malos de la Patria, contra los exteriores que la amenazaron un día, y pueden amenazarla, pero también contra los internos que la amenazan a todas horas. La Costa Rica de nuestros padres expulsó del suelo materno al filibustero calculista e inescrupuloso, pero la de nuestros días tiene que sacarse del alma la concupiscencia, la codicia del oro –en muchos ciudadanos– adquirido por medios fáciles o ilícitos; la pasión del lujo, y la frivolidad –en muchas ciudadanas–; las cuantiosas deudas públicas y privadas, de los que son secuela; la indiferencia por lo propio, la pereza, el alcoholismo, las enfermedades sociales y las discordias civiles, enemigos más terribles e implacables que los aventureros extraños: imponerse –como lo está haciendo la madre España– la disciplina creadora, constructora, del trabajo, del ahorro y del estudio, hasta hacerse digna de los progenitores en aspiraciones y realizaciones.
Es simbólico el Monumento y habla de batallas que soldados de Costa Rica, a toda hora pronta al sacrificio y al servicio, dieron por la libertad y la justicia; y habla de sucesos que aleccionan a un pueblo para que empuñe la lanza cuando las empresas liberadoras y justicieras lo requieran no más; y habla también de cómo los muertos ilustres cuyas hazañas rememora no están muertos, sino que han de revivir con sus enseñanzas y ejemplos, en la conciencia de sus conciudadanos: como guías en las nuevas batallas, que son las que ganemos nosotros por la nueva cultura, en su nombre y en el de la Patria. Que si en la guerra memorable Costa Rica iba a la vanguardia, en la paz vaya también, por la sensatez, por el espíritu previsor, liberal y progresista de sus hombres y mujeres dirigentes.
Es un símbolo el Monumento y en él se yerguen altivas e indignadas las patrias luchadoras de ayer, esculpidas en forma de mujeres para enseñaros, oh señoritas –tantas señoritas como aquí veo–, que vosotras sois la Patria misma, que haréis sana y fuerte en los niños venideros, y formaréis honrada y pulcra, si ese es vuestro ideal y resolución inquebrantables, si para ello en verdad os han educado. Jurad al pie del Monumento Nacional, con la conciencia clara de que sois las mantenedoras y salvadoras de la Patria, de que esta se redime si a vosotras se redime, de que a ella se ofende si a vosotras se ofende, de que la envilecen los que os envilezcan: jurad que de vuestros regazos saldrá la Patria nueva, sencilla, sin ostentaciones, estudiosa, laboriosa y previsora, preocupada cordialmente de sus sementeras y de sus niños. Que al fin de cuentas, jóvenes estudiantes, al corazón, a las entrañas mismas de la Patria con las mujeres se llega, y sin ellas, al trastorno, la disolución y la muerte.
[1] Exhortación hecha a los estudiantes del Liceo de Costa Rica y del Colegio de Señoritas, en la mañana del 15 de setiembre de 1921.
[2]Monumento Nacional. Monumento conmemorativo de la Compañía Centroamericana de 1856-1857 contra William Walker y los filibusteros, obra del escultor francés Louis-Robert Carrier Belleuse (1858-1913). Está situado en el Parque Nacional, San José. Figuran en él las cinco repúblicas del Istmo alegóricamente representadas por cinco mujeres en actitud marcial que se lanzan en persecución del caudillo invasor. A los lados del pedestal hay sobrerrelieves que evocan las batallas de la campaña. Se considera el Monumento como una especie del santuario del patriotismo costarricense y al pie de él se reúnen las escuelas de la capital en los grandes acontecimientos para ofrendar sus cantos a las glorias nacionales (tomado del Glosario preparado por el Dr. José M. Arce para Cuentos de Magón, San José: Imprenta Nacional, 1947).
[3] William Walker (1824-1860), filibustero norteamericano que después de haberse apoderado de algunos territorios mexicanos y de haberlos convertido en repúblicas, pretendió conquistar Centroamérica. En 1856-1857 fuerzas centroamericanas frustraron sus intentos de convertir estas tierras en territorios esclavistas. Fue fusilado el 1º de mayo de 1860, en Honduras.

Mira y pasa

Omar Dengo
Hagamos política, aprendamos a hacerla del modo adecuado a las exigencias espirituales de nuestros tiempos. Hay una nobilísima forma de hacerla que consiste simplemente en ampliar, ennobleciéndolo, el significado de una común expresión de pobre apariencia: formar opinión. Aprendamos y contribuyamos a formar opinión. A favorecer y estimular todas las actitudes, situaciones, oportunidades, propicias al desarrollo e intercambio y aún al choque de las opiniones, que es decir, a la independencia y majestad de su vida. Colaborar en la formación de corrientes de opinión, promover y facilitar su encauzamiento, ya defendiendo, ya combatiendo opiniones. Combatir también es un modo de ahondar y limpiar los cauces, y combatir hidalgamente, el modo mejor. Opinar, auxiliar al florecimiento y la fructificación de las opiniones. Esta tan humilde norma de una política, conduce a la organización y manifestación de lo que de veras cabe llamar conciencia social, asiento y yacimiento de aspiraciones e ideales de civilización, sin las cuales carece de contenido, dentro del mundo, la vida de un pueblo.
Vivimos en país todavía instintivo, con algo de horda, donde es imperioso aprender a pensar, cumplir “el deber moral de ser inteligente”. País expuesto a que el hambre, el miedo y la ignorancia, lo despeñen en el oprobioso entusiasmo del 27 de enero [de 1917],[4] –símbolo ya de la carencia de civismo, tanto en la muchedumbre menesterosa de luz y de pan, como en el orondo primate sin virtudes públicas–. Porque no habremos de imputarle a un pueblo el crimen de lesa civilización en que solo alcanzó a ser inconsciente encubridor de sus guías más ilustres: Cincinatos de arcilla. Mas, si no la responsabilidad de ese, sí conserva in...

Índice

  1. Cubierta
  2. Inicio
  3. Nota de la editora
  4. El genio de la soledad
  5. Identidad, invención y mito. Ensayos escogidos
  6. Apéndice
  7. Créditos