Las era de las corporaciones
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Las era de las corporaciones

Empresas transnacionales: el verdadero bobierno

  1. 168 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Las era de las corporaciones

Empresas transnacionales: el verdadero bobierno

Descripción del libro

Si hoy el patrimonio de algunas empresas supera el PIB de varios países: ¿en manos de quién está el futuro de la humanidad? ¿Puede una reunión de élite cambiar el destino de millones de seres con el sólo hecho de oprimir un botón? ¿Puede existir un Estado soberano cuando el factor dinero es el que gobierna? ¿Hay alguna posible salida? El objetivo del libro "La era de las corporaciones" es revelar la lógica del mercado corporativo global.

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Información

Editorial
Lectorum
Año
2014
ISBN del libro electrónico
9781943387229
Categoría
Business
Capítulo 1
La sensibilidad de los duros
"Las empresas son, simplemente, tan totalitarias como el bolchevismo o el fascismo. Poseen las mismas raíces intelectuales de principios del siglo XX. Por ello, al igual que otras formas de totalitarismo tuvieron que desaparecer, tiene que ocurrir con las tiranías privadas. Tienen que ser puestas bajo control público”.
Noam Chomsky
Sin dudas, la democracia tiene sus bemoles. El voto libre y universal con el que los pueblos eligen a sus gobernantes (mandatarios, en realidad) no tiene reaseguro alguno. Un presidente que traiciona el sentido de ese voto implementando políticas diferentes de las que prometió (y por las que fue votado) no habrá de tener más condena que, a lo sumo, perder las elecciones siguientes, en caso de que esté habilitado para ser reelecto. En lo inmediato, son pocas (o ninguna) las herramientas que tiene en sus manos un elector para penalizar a un gobernante que lo defrauda. No ocurre lo mismo con las corporaciones.
Si bien es cierto que en un sistema democrático, representativo, republicano los candidatos electos son representantes de los votantes y deben responder al interés colectivo de toda una sociedad, el poder para cumplir con esa obligación fundamental no suele estar tampoco en sus manos. Poco a poco, desde hace ya más de un siglo, los políticos han debido irse resignando a gobernar tutelados por las grandes corporaciones que, a diferencia del ciudadano común, sí cuentan con herramientas poderosas para que se prioricen sus intereses, y pueden dar oportunos golpes de timón o revertir supuestos liderazgos.
Golpes de mercado, corridas cambiarias, procesos inflacionarios o fusilamientos mediáticos integran parte del arsenal con que el imperio de las corporaciones disciplina a los gobernantes del mundo. Aunque siempre cuentan con munición más pesada si aquellas no fuesen suficientes, y los ejemplos abundan.
Un menú inaceptable
El 10 de agosto de 1979, Jaime Roldós Aguilera, un abogado de 38 años, asumió como presidente de Ecuador luego de casi diez años de dictaduras civiles y militares. Liderando la Concentración de Fuerzas Populares (CFP) y en alianza con la democristiana Democracia Popular, Roldós llegó a la primera magistratura con un programa político orientado a mejorar la calidad de vida de los trabajadores, a preservar las riquezas del país y a garantizar los derechos humanos de los habitantes de todo Ecuador, en un tiempo en el que las dictaduras militares eran mayoría en el subcontinente. Augusto Pinochet, en Chile; Jorge Rafael Videla, en Argentina; Joao Baptista Figueiredo, en Brasil; Alfredo Stroessner, en Paraguay; Alberto Natusch Busch, en Bolivia y desde noviembre de ese año, imperaban entre otros.
Fiel a sus promesas de campaña, Roldós redujo a 40 la cantidad de horas laborables por semana, duplicó el salario mínimo y vital de los trabajadores, y puso en marcha un Plan Nacional de Desarrollo, destinado a reindustrializar a Ecuador.
Aquello no era algo apetitoso al paladar de las corporaciones que operaban en el pequeño país latinoamericano, y no aceptaron demasiado el menú. Un fuerte desboque inflacionario, como el que lanzaron pocos meses después de asumido el joven presidente, podía (y en efecto pudo) revertir la política redistribucionista puesta en marcha por Roldós.
Lo que no tenía remedio, a juicio de la corporatocracia y sus variopintos gendarmes (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial de Comercio y CIA), era la cerrada oposición del presidente a tomar deuda con los organismos crediticios en las condiciones que estos exigían, y su firme decisión de preservar para la nación las riquezas petroleras. Eso entraba en colisión con el recetario clásico.
En el año 2004, apareció un libro con un título sorprendente Confesiones de un sicario económico. Su autor, John Perkins, un brillante economista de Nueva Inglaterra que había trabajado durante diez años para la Chas T. Maine Incorporated en calidad de "operador” sobre los distintos gobiernos de América Latina, decidió contar cómo actúa la fuerza de choque de la corporatocracia, en los países más pobres.
Según explicó Perkins en una entrevista:
"El primer paso es identificar a un país que cuente con valiosos recursos naturales, como el petróleo. Luego hay que corromper al líder de dicho país y concertar un enorme préstamo a través del Banco Mundial o una de sus organizaciones hermanas. Pero el dinero nunca llega realmente, sino que va a parar a nuestras corporaciones para construir infraestructura en ese país: plantas eléctricas, parques industriales, puertos. Negocios que benefician a nuestras corporaciones y a la minoría rica de ese país, pero no a la mayoría de la gente en absoluto [,..]. Es una deuda tan grande que no pueden devolverla. Es parte del plan. Ahí aparecemos nosotros, los sicarios económicos, para decirles que si no pueden pagar su deuda les vendan petróleo barato a nuestras compañías petrolíferas [,..]”.
Pero, con Jaime Roldós, la táctica de las corporaciones chocó contra dos obstáculos que resultaron infranqueables. El joven abogado se mostró incorruptible, y su decisión que defender las riquezas naturales de su país, poniéndolas al servicio de mejorar la calidad de vida de su pueblo, fue inquebrantable. Y hubo que apelar a medidas más drásticas.
El 24 de mayo de 1981, Roldós, junto a una comitiva que incluía a su propia esposa, Martha Bucaram, al ministro de Defensa, a tres tenientes coroneles, al piloto y edecán del presidente, al copiloto y a una azafata, abordaron un Beechcraft King Air, perteneciente a la Fuerza Aérea Ecuatoriana, y volaron hacia Macará, en donde el presidente debía tomar un helicóptero que lo trasladaría al pueblo de Zapotillo.
Nunca llegaron. La aeronave, recientemente adquirida para ser utilizada como avión presidencial, se estrelló contra el cerro Huayrapungo, y virtualmente se desintegró. Sólo los cuerpos de Roldós y de su esposa pudieron ser reconocidos. Los cadáveres del resto de la comitiva resultaron imposibles de identificar.
Los partes oficiales no tardaron en calificar el hecho como un accidente. La mayoría de los ecuatorianos, en cambio, no dudó de que aquello había sido un atentado.
Luis Freitas, en un trabajo sobre el mencionado libro de John Perkins (Confesiones de un sicario económico), aporta algunos datos sobre el oscuro proceso de investigación que se llevó a cabo tras la muerte de Roldós y su comitiva:
"Uno de sus aportes más significativos [de la comisión parlamentaria], sin embargo, lo constituyó el peritaje que solicitó al departamento de investigaciones de accidentes de aviación de la policía de Zúrich, que, en 1982, estableció que los motores de la nave habían estado inactivos cuando el aparato impactó contra la montaña. Esta conclusión pericial, que contradecía el informe de la fuerza aérea, no mereció ninguna investigación ulterior por parte del gobierno o la fiscalía ecuatoriana”.
Más adelante, Freitas reproduce al propio Perkins, quien da su versión de lo que ocurrió aquella tarde del 24 de mayo:
"Apenas el avión se estrelló, toda el área fue acordonada. Los únicos autorizados a pasar fueron los miembros de una base estadounidense cercana y algunos militares ecuatorianos. Luego sucedieron muchas cosas extrañas alrededor de la muerte de Jaime Roldós. Cuando se inició la investigación, dos de los testigos claves murieron en accidentes de autos antes de que tuvieran oportunidad de testificar”.
Dice más adelante Perkins:
"En mi rol de sicario económico, obviamente algo esperaba que le sucediera a Jaime. Ya fuera un golpe de Estado o un asesinato, no estaba seguro. Pero tenía que ser eliminado, porque no se estaba dejando corromper de la manera que nosotros esperábamos”.
A más de tres décadas de distancia de la muerte de Jaime Roldós, reabrir la investigación sigue siendo imposible. Las últimas evidencias colectadas, que indican que la nave del presidente ecuatoriano habría sido atacada con disparos de cohetes por un avión de la fuerza aérea de Ecuador, más que alentar la reapertura de la causa han clausurado todo intento, por parte de la fiscalía general de ese país, de tratar de llegar a la verdad de lo ocurrido esa tarde de 1981.
Hoy aliado, mañana objetivo
El 31 de julio de 1981, dos meses después del atentado contra Jaime Roldós, la corporatocracia, valiéndose de la CIA como brazo ejecutor, pulverizó en pleno vuelo el DHC6 de la Fuerza Aérea Panameña que transportaba al presidente Omar Torrijos y una reducida comitiva que lo acompañaba.
Como Roldós, aunque liderando un gobierno de jacto, Torrijos había cometido la letal imprudencia de desafiar al poder económico, concretamente, a las empresas estadounidenses, las que se consideraban el verdadero gobierno del pequeño país centroamericano.
Desde un primer momento, el general de brigada de la Guardia Nacional que lideró el golpe de Estado contra el presidente Arnulfo Arias en 1968 se mostró poco obediente a los mandatos de Washington. Al menos, en cuanto a la usual batería de políticas sociales, educativas y de infraestructura.
Montado sobre el fuerte sentimiento nacionalista de la población panameña, un país que en los hechos había sido siempre un protectorado de los Estados Unidos, Torrijos, al tiempo que proscribía a la mayoría de los partidos políticos y asesinaba opositores, llevó adelante una profunda reforma agraria, estableció una fuerte relación diplomática con Cuba y apoyó la lucha del movimiento sandinista en Nicaragua.
Sin embargo, la gran misión que se había propuesto Omar Torrijos era la recuperación para su país del canal de Panamá, el magnífico paso interoceánico que empujó a Estados Unidos a colaborar con el movimiento separatista que había logrado la independencia del país centroamericano.
En 1973, Torrijos comenzó a desandar el largo camino que lo llevaría al 7 de setiembre de 1977, cuando el líder panameño y el entonces presidente Jimmy Carter firmaron un acuerdo según el cual el 1 de enero de 2000 el canal pasaría a manos del país.
Hasta el momento en que el acuerdo Torrijos-Carter fue firmado, y Estados Unidos se comprometía a ir cediendo progresivamente la soberanía del canal a Panamá, las corporaciones norteamericanas no parecieron molestarse demasiado por las políticas populistas del general de brigada.
Porque, más allá de los derechos de estabilidad laboral y de sindicalización que Torrijos les otorgó a los trabajadores, ninguna de las prebendas de las que gozaban las corporaciones les fueron arrebatadas.
La decisión de que el D HC~6 fuera pulverizado en el aire llegó cuando Torrijos anunció la nacionalización de las empresas de energía y telefonía, todas en manos de transnacionales norteamericanas, y en el momento en que el general panameño entró en negociaciones con un consorcio japonés, liderado por Shigeo Nagano, para construir un canal a nivel del mar.
Y a propósito cuenta John Perkins, encargado también de disuadir a Torrijos:
"Torrijos habló con ellos [con los japoneses] sobre la Corporación Bechtel, que estaba muy disgustada y cuyo presidente era George Schultz; el director jefe del Consejo era Casper Weinberger. Cuando Carter fue apartado, cuando perdió las elecciones y entró Reagan, Schultz asumió como ministro de Relaciones Exteriores desde Bechtel; y Weinberger vino desde Bechtel para ser ministro de Defensa. Ellos estaban sumamente enfadados con Torrijos e intentaron hacerle renegociar el Tratado del Canal y que no hablara con los japoneses. Él se negó rotundamente”.
Lo cierto es que a finales de 1977, con la firma del Tratado Torrijos-Carter, se acababa el monopolio norteamericano sobre la administración del canal de Panamá, y Omar Torrijos tomó la decisión de reformar y modernizar el paso interoceánico, una obra millonaria en dólares.
Para la Corporación Bechtel, por entonces la constructora más grande de los Estados Unidos, perder tamaño negocio a manos de un grupo japonés resultaba, decididamente, intolerable.
En el año 2009, Julio Yao, asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores panameño en las negociaciones por el Tratado Torrijos-Carter, publicó un libro en el que abiertamente denunciaba al gobierno de Estados Unidos y la Corporación Bechtel como los responsables del asesinato de Torrijos.
Pero fue más lejos, y explicó cuáles fueron las verdaderas razones por las cuales luego se invadió Panamá y se derrocó al general Manuel Noriega:
"Noriega fue la persona que realmente impulsó las negociaciones con Japón [...]. Torrijos firmó algunos acuerdos muy formales entre Panamá y Japón, pero como Estados Unidos no fue invitado a las conversaciones, Reagan se hizo invitar. Sobre todo, después de haber hecho matar a Torrijos”.
Como vemos, el autor no apela a rodeos. Pero Yao continúa y narra cómo surgió entonces lo que se conoció como Comisión Tripartita para estudiar las alternativas de reformas al canal:
"Noriega tuvo un papel muy complicado. Primero colaborando con ellos. Pero también se opuso completamente en alguno de los puntos, como aquel por el cual Reagan quería que Panamá se aliara incondicionalmente a Estados Unidos. Noriega lo rechazó. Fue a raíz de eso que en abril de 1986 decidieron sacarlo del poder. En el mismo momento ellos dicen que van a usar como pretexto algunas cosas, como el narcotráfico, la corrupción, etc.”.
El "ellos” alude al conglomerado de intereses económico financieros que decide a su antojo la vida y suerte de millones de seres, más allá de los gobiernos, más allá también de las fronteras políticas o ideológicas, porque ni unas ni otras cuentan a la hora de contabilizar pérdidas (siempre pocas y transitorias) y ganancias (siempre muchas e insuficientes).
Corporaciones y política
Con el paso de los años, el desmesurado crecimiento de su poder económico y la puesta en práctica de métodos más sofisticados, los gigantes corporativos ya no necesitaron (en primera instancia) matar presidentes para determinar el rumbo político de los países, o para obtener ventajas que favorecieran sus intereses. La colonización de los tres poderes de los Estados republicanos fue suficiente para gobernar, sin necesidad de contar con un solo voto.
Por ejemplo, el 21 de enero de 2010 la Corte Suprema de los Estados Unidos le asestó un durísimo golpe al sistema democrático de ese país, y las corporaciones se alzaron con una trascendente victoria que se les venía negando desde hacía casi cien años.
Con el dictamen de que el gobierno no puede prohibir que las empresas realicen aportes económicos para las campañas electorales, la Corte derribó la última, aunque endeble, compuerta que se colocaba, tal cual expresó The New York Time al conocerse el fallo, en:
"el camino para que las corporaciones empleen sus vastos tesoros para inundar [con dinero] las elecciones e intimidar a los funcionarios elegidos para que obedezcan sus dictados”.
En febrero de 2010, el periódico Rebelión publicó un trabajo de Noam Chomsky, titulado: "Las empresas toman la democracia de EE.UU”. Allí, el brillante intelectual norteamericano expresaba:
"La Corte estuvo dividida, cinco a cuatro. A los cuatro jueces reaccionarios (engañosamente llamados conservadores), se les sumó el magistrado Anthony M. Kennedy. El magistrado presidente, John G. Roberts Jr. tomó un caso que se podía haber resuelto fácilmente sobre bases más limitadas y maniobró en la Corte con el fin de hacer aprobar un dictamen de gran alcance, que revierte un siglo de restricciones a las contribuciones de las empresas en las campañas federales”.
Y agregaba Chomsky más adelante:
"Ahora, los gerentes de las compañías podrán, de hecho, comprar directamente comicios, eludiendo vías indirectas más complejas. Es bien sabido que las contribuciones empresariales, en ocasiones envueltas en paquetes complejos, pueden inclinar la balanza en las elecciones y, así, dirigir la política. La Corte acaba de entregar mucho más poder a ese pequeño sector de la población que domina la economía”.
Huelga señalar que tamaño triunfo de las corporaciones, que pasan por encima de la razonabilidad de las leyes y las tuercen a su antojo, tamaño logro obtenido nada más y nada menos que en la principal potencia planetaria, excede largamente los límites de la política doméstica de los Estados Unidos. Y si no hay pudor ni escrúpulos en casa, qué queda para los negocios extramuros.
Corporaciones y justicia
La República Argentina reestructuró su deuda en cesación de pagos en dos tramos; uno entre enero y febrero de 2005, y otro entre abril y junio de 2010. Al concluir este segundo canje de deuda, el 93% de los acreedores habían aceptado la quita y el plazo de pagos propuesto por Argentina.
Sin embargo, entre ese 7% de acreedores que no aceptó las condiciones propuestas por el país, se encontraba uno de los más poderosos fondos buitres, NML Capital, propiedad de Paul Singer.
Según la metodología propia de los fondos de inversión especulativos, Singer judicializó la controversia con el país reclamando, en un tribunal neoyorquino, el pago del 100% del valor nominal de los bonos (bonos por los que ...

Índice

  1. Introducción
  2. Capítulo 1. La sensibilidad de los duros
  3. Capítulo 3. El verdadero estado universal
  4. Capítulo 4. Armas de acero... y de papel
  5. Capítulo 5. Cambiando el puñal por el veneno
  6. Capítulo 6. Ni muertos ni sanos, padecientes
  7. Capítulo 7. De la madre tierra a la madre corporación
  8. Capítulo 8. Privatizarlo todo
  9. Conclusiones
  10. Apéndice fotográfico
  11. Bibliografía