1. EL EDECAN DE LA MADRE (UNA DEPRESIÓN MELANCÓLICA)
En este capítulo presento el caso de un paciente deprimido con el cual trabajé durante dos años y que me llevó a explorar teóricamente el doloroso estado mental de la melancolía. Expongo primero algunos datos sobre la historia personal de José, sobre el proceso analítico y sobre el estado depresivo del analizando. Enseguida presento en forma separada los sueños, por considerarlos importantes para la comprensión del estado mental de la melancolía y su recuperación. Finalmente uso las reflexiones que Freud, Klein, Meltzer y Harris desarrollaron sobre la depresión melancólica y los mecanismos psíquicos subyacentes. En las reflexiones finales presento una hipótesis sobre la relación que existe entre la depresión melancólica y la identificación proyectiva, y desarrollo algunos lineamientos sobre el trabajo analítico que puede realizarse con analizandos que padecen este tipo de trastorno.
José era el hijo menor de una familia de clase media caldense. Su padre fue un excelente ingeniero que estuvo siempre muy cerca del poder. Era amigo personal de ministros y ellos tenían en alta estima sus opiniones. Trabajó en varias empresas de ingenieros en Bogotá, para asegurar un buen ingreso para su familia y fue, durante muchos años, subgerente de una empresa industrial. La familia la constituían los dos padres y tres hijos. Los dos hijos mayores eran unos muchachos que habían sido siempre excelentes estudiantes. El primogénito tuvo siempre un carácter muy agresivo mientras que el segundo y José eran de carácter más dulce. Este último fue siempre el buen hijo de la familia, el niño apegado a sus padres. Viajó con ellos por el mundo y estos viajes fueron vividos y recordados siempre como idílicos. Durante estos periodos sus hermanos se quedaban estudiando en Bogotá y el trío padre-hijo-madre vivía, en los periplos, largos lapsos de calma.
LA VIDA DE JOSÉ
El padre se alejó de su familia de origen desde muy joven y nunca retomó contacto con ella. Por esta razón, José no se sentía ligado a esta parte de su familia. La cercanía era con los parientes de la madre. El abuelo materno murió cuando la madre era joven y ella tuvo que encargarse económicamente de su familia: trabajaba y se hizo cargo de alimentar y educar a sus hermanos y a su madre. Cuando se casó, siguió ligada a su familia y la visitaba con frecuencia. José recuerda que iban, casi diariamente, a visitar a su abuela y a sus tíos. Cuando la abuela murió, la casa continuó existiendo hasta que sus tíos se casaron y sus tías se fueron a vivir a Europa. José recuerda a la abuela como alguien cariñoso de quien siempre recibió mucho afecto. Ella murió cuando él tenía diez años. Las tías son cercanas en sus afectos y las visita con frecuencia.
Cuando José tenía 21 años su padre murió de repente. Él estaba en su casa, su madre lo despertó y le pidió que fuera a buscar al médico, pero cuando este llegó el padre acababa de morir. La madre entró en una depresión muy profunda que nunca superó. José quedó a cargo de su madre, pues sus hermanos mayores ya se habían casado. Un tiempo después de la muerte del padre, la madre desbarató la casa y vendió muchas de las cosas del padre, lo único que conservó fueron los muebles y la biblioteca del padre, porque los hijos se negaron a venderla. Dos años después, José se casó y él y su mujer vivieron con su madre hasta que ella murió. José llegó a análisis cinco años después de la muerte de la madre; según decía, al principio no sintió mucho dolor, pues la madre padeció durante sus últimos años una larga y dolorosa enfermedad y la muerte representó un alivio para ella.
José y su mujer tuvieron dos hijos hombres: el primero, dedicado a la música, recibió una beca para ir a estudiar violín en Alemania. Llevaba dos años en Berlín y José pensaba que esa ida lo había entristecido mucho. Este hijo era de carácter fuerte como su hermano mayor, mientras que el menor se parecía a él y había sufrido con su hermano igual que él. Esos hermanos mayores no habían tolerado la llegada de los menores. A José su hermano lo echaba del cuarto y era cruel con él y con sus padres. Fue un muchacho problemático por su rebeldía, pero había dado muchas alegrías a sus padres con los éxitos en el colegio y en la universidad. José, por el contrario, no fue buen estudiante, siempre tuvo problemas y se sentía incapaz. Estudió, como su hermano y como su padre, ingeniería civil y fue en la universidad donde conoció a su mujer. No tuvo éxito en su profesión pero se convirtió en un buen administrador y desempeñó cargos importantes en instituciones del Estado. Por ocupar casi siempre cargos directivos, cambió mucho de empresas. El único trabajo que conservó a lo largo de su vida fue el de profesor universitario. Cuando entró a análisis era asesor de una entidad gubernamental y no se encontraba a gusto, pues sentía que no rendía lo suficiente.
Seis meses antes de entrar a análisis vivió un evento que consideraba ‘aterrador’: su mujer estaba organizando su floristería en un nuevo local que había comprado y él le estaba haciendo una remodelación. Un día que visitó la obra, advirtió que el maestro se había equivocado en la construcción de una pared divisoria y él, en forma muy agresiva, cogió un mazo y la destruyó. En ese momento se sorprendió de su reacción y pensó que nunca hubiera sospechado que sería capaz de tener tanta rabia. Esta situación y dos eventos sociales en los que reaccionó violentamente en una discusión con amigos, lo llevaron a pensar que algo raro le estaba sucediendo y por esta razón decidió pedir ayuda.
Poco a poco había perdido la comunicación con su mujer, a quien quería mucho. Otro tanto le había pasado con sus hijos y con sus amigos. Todos estaban preocupados por su silencio e inactividad. Generalmente, cuando llegaba a la casa, se sentaba en la silla anteriormente ocupada por su madre y se adormecía en ella. No había podido ni siquiera volver a leer y decía que no se le ocurría ninguna idea, que sentía la mente vacía cuando la gente le hablaba. Salía muy poco de su casa y cuando lo hacía era porque su mujer lo forzaba a hacerlo.
ALGUNAS NOTAS SOBRE EL ANÁLISIS DE JOSÉ
Cuando José llegó a análisis era un hombre de 50 años, encanecido, caminaba encorvado y muy lentamente. Me informó de su decisión de venir a verme porque desde hacía algún tiempo sentía que se entristecía mucho y que algunos meses atrás la voz se le quebraba con frecuencia. En realidad, durante esa sesión y a lo largo del primer año de análisis, le flaqueaba la voz casi constantemente. Cualquier tema de conversación que tuviera que ver con su trabajo, con su familia, con él mismo, le producía el quiebre de voz. Desde el primer momento se acostó en el diván y me sorprendió su quietud absoluta y su manera lenta de acostarse. Su caminar encorvado y lento me hacía pensar en un anciano. Me di cuenta, poco a poco, de que su manera de moverse expresaba su depresión.
Como buen racionalista y escéptico que era, José rechazaba cualquier referencia a lo psíquico y a las fantasías internas; para él no existían sino los eventos externos. Sin embargo, desde el primer momento apareció un material en el que se veía una cultura familiar donde los duelos no se aceptaban. El padre nunca les habló de sus muertos y con su madre no volvieron a hablar del padre, pues él sentía que esto la entristecía mucho. Cuando ella murió tampoco se habló de ella. En realidad, no tenía con quién hablar de esas muertes. En su casa no se recordaba a los muertos sino que por el contrario, se evitaba hacerlo. A medida que el análisis avanzaba descubrimos que José no había expresado nunca el dolor de la muerte de su padre, porque trataba de aliviar el dolor de la madre. No tuvo dónde depositar todo su dolor y, en cambio, tuvo que contener el de la madre. En el material apareció el niño juicioso que siempre había sido y que lo seguía siendo. En la situación analítica sentía que no podía quedarse callado en sesión porque entonces no era el paciente juicioso que él esperaba ser. Como esposo era responsable y jamás le había sido infiel a su mujer. Como empleado no podía llegar tarde al trabajo y se sentía muy mal si, por alguna razón, no había mucho por hacer. Lo más importante para él era cumplir con las normas, aunque no estuviera de acuerdo con ellas y no podía fallar porque se sentía muy mal.
Su mayor problema era la tristeza y la imposibilidad de comunicarse adecuadamente con su familia y con los amigos. Socialmente, se pegaba a su mujer y trataba de oír lo que la gente decía pero se recriminaba porque no era una persona habladora y entretenida como antes y no sabía qué era lo que le impedía hablar. Todo el tiempo estaba pensando: “no sé qué decir”, “no puedo decir nada” y en realidad se observaba constantemente, recriminándose su estado deprimido y silencioso.
Yo sentía que era una persona que tenía unos padres muertos dentro de él y que simplemente los seguía acompañando en la tumba. Se había vuelto tan silencioso como esos padres y la silla en la que se sentaba era como el regazo de la madre muerta. Él cuidó de la madre a la muerte de su padre y esa función la cumplió a cabalidad. Cuando la madre murió, él mismo se convirtió en la madre muerta.
Las sesiones en general comenzaban con un largo silencio por el cual se recriminaba y se daba la orden de hablar. Yo le mostraba que se sentía como un niño necio que no cumplía con su obligación y comenzaba a regañarse. No tenía ninguna tolerancia a su estado, se reprochaba y podía ver cómo una parte de él era cruel e intolerante con su parte deprimida y silenciosa. Sentía igualmente que se había convertido en un mal marido, en un mal padre, en un mal trabajador y hasta en un mal amigo, porque no podía cumplir con las demandas de buen desempeño que había internalizado.
Durante el primer tiempo del análisis retomamos las muertes. Era lo que parecía importante. Yo trataba de reconstruir lo que le había sucedido al morir el padre, su dolor, su sensación generalizada de pérdida de afecto, de posición social y de futuro. Trataba de recuperar la imagen del padre, recordándole aspectos que él mencionaba o que yo conocía o imaginaba y hacía lo mismo con la madre. Trataba de ponerlo en contacto con su dolor y señalarle que tal vez ese dolor había adquirido fuerza propia y se expresaba a través de su voz y su lentitud.
Vimos también cómo su hermano fue el receptor de toda su maldad, egoísmo, agresión y desesperación y que esto le permitió convertirse en el niño todo bondad, todo generosidad, todo amabilidad, todo cordura y todo sumisión. Se había transformado en un niño seudomaduro. Exploramos cómo en su mente el adentro se había convertido en bueno y deseable, mientras que el afuera se había teñido de peligroso y desagradable, lo que produjo una claustrofilia que lo tenía bastante inmovilizado.
En muchas sesiones, José recordaba el tiempo que él y su madre pasaron juntos, encerrados en el cuarto de la madre, uno al lado del otro “metidos, cada uno, en el silencio del otro”. Poco a poco vimos con claridad cómo José se metió dentro de la madre deprimida, se perdió dentro de ella y no encontraba el camino para salir de allí. Relacionamos esto con el cuento de Hansel y Gretel, cuando perdieron la miga de pan que los guiaba de vuelta a la casa de los padres. Él perdió su interés en el afuera, se encontraba dentro de la madre-bosque y no veía cómo podría salir hacia el afuera, hacia el mundo de su familia y sus amigos.
LA DEPRESIÓN
El padre era para José todo fuerza, actividad y creatividad. Cuando murió, él y su madre quedaron muy unidos, se sumieron en el silencio y no volvieron a hablar del padre. Cuando ella murió, él inició un proceso que lo sumió en una gran tristeza, con sentimientos de soledad, aislamiento y pasividad. Los síntomas eran el quiebre de voz y el llanto a flor de piel. Perdió, casi totalmente, la comunicación hacia fuera. Los objetos internos, padre y madre, murieron dentro de él, él se quedó solo, al lado de su hermano mayor, pues el segundo vivía fuera del país. Estaba ahora al lado de quien desde pequeño y a lo largo de la vida había sido un objeto perseguidor. Una parte suya, la que era cálida y tranquila, aunque triste, se sentía invadida por una parte persecutoria que lo recriminaba, lo orientaba siempre hacia el futuro mejor, con afán de salir siempre de la actividad en la que se encontraba. Oscilaba entre sentirse recluido, inactivo, habitante de un lugar silencioso o perseguido y en peligro.
Debido a su estado depresivo-melancólico aparecía con frecuencia en el material un sentimiento de omnipotencia que estaba detrás de la idea de omnidemanda y obligación de cumplirla. Si no se hacía lo previsto se sentía muy rebajado. Esto quedó muy claro cuando en una reunión en la oficina no pudo decir nada, porque hablaban de un tema que no le competía a la sección donde él trabajaba y tuvo la sensación de omnidemanda y necesidad de responder omnipotentemente a ella y, al no poder hacerlo, se sintió muy incompetente.
A veces me parecía que José era una persona en la que la función ‘continente-contenido’ fallaba y se convertía en un contenido que no tenía en cuenta el continente. Su proceso mental era como el de una madre que diera de mamar y en lugar de mirar el efecto del alimento en el bebé pensara: “¿será que la leche es buena?”, “¿tendrá vitaminas?”, “¿será dulce?” y en ningún momento se preocupara por el bebé que recibía la leche, en cuyas actitudes podría encontrar el reflejo del efecto de la mamada. Lo que hacía o decía solo lo evaluaba en términos de bondad en sí y no con relación a la reacción del otro. Predominaba en él una pregunta: “¿estaré haciendo o diciendo lo mejor?”. Al no tenerse en cuenta la reacción del depositario, sino la cualidad del emisor o de lo emitido, no se daba un vínculo sino una mirada narcisista. Este proceso quedó claro en una carta escrita a su hijo, en la que le contaba un poco lo que le estaba pasando y se preguntaba si estaría bien hecho, si habría sido claro, si no debía hablarle de manera más concisa o más explícita, pero nunca consideraba la reacción que la carta pudiera producir en su hijo.
A lo largo del proceso, él estaba constantemente observándose y criticándose y esto le impedía atender lo que sucedía en el exterior. En ciertos momentos estaba tan preocupado porque el tiempo pasara rápido para poder irse del lugar, que no podía poner atención a los sucesos presentes. Esto sucedía en las sesiones y en el material que traía. Yo le mostraba cómo él estaba preocupado por salir del presente y se ocupaba siempre del futuro inmediato, perdiendo la vivencia de lo que ocurría en el momento. Le señalaba cómo estaba tan ocupado en recriminarse de manera persecutoria como objeto central, que no podía darse cuenta de las situaciones y de las personas que lo rodeaban en ese momento y no podía ver que esa reprensión iba dirigida a la madre por haberlo abandonado.
El movimiento de las identificaciones que se observaban en la mente de José podría resumirse de la siguiente manera: muerte del padre, sentimiento de abandono y tristeza que no pudo ser contenido por la madre deprimida. Él forzado, a pesar de sus deseos y con una gran decepción, a convertirse en el acompañante de la madre triste, silenciosa e inactiva, no pudo sentir rabia hacia la madre que no lo aceptó como compañero y sustituto del padre sino que pasó a convertirse en la madre triste, silenciosa y pasiva. Tampoco pudo sentir rabia contra estos rasgos de carácter de la madre, convertidos ahora en propios. Después de año y medio de análisis comenzó a aparecer una relativa tolerancia a la tristeza y al silencio y tomó contacto con la gran rabia hacia el padre, por haberse muerto cuando todavía lo necesitaba para ubicarse en el mundo; y hacia la madre, por no haberlo aceptado como marido sustituto, ni recuperar su alegría. Después de estos reconocimientos, regresó la visión hacia el mundo externo, pero continuó el silencio. El espacio mental que cubría la crítica de sí mismo desapareció casi totalmente y se abrió la posibilidad de observar los mundos externo e interno.
ALGUNOS SUEÑOS DE JOSÉ
Los sueños que se presentan a continuación son sueños consecutivos del último año de análisis, momento en el que José comenzó a soñar. En ellos se ven con claridad los conflictos de José y sus alternantes estados mentales.
En el primer sueño están él y la madre en un teatro esperando el comienzo de una conferencia. Salen a buscar unos maletines que están en la parte de atrás del teatro. La mamá le dice: “yo no puedo venir porque se murió mi esposo”. Ella le anuncia la mala noticia y él se pone a llorar y se despierta. Le comento que la madre, en su mente es una mujer sin pareja, de cuyo dolor él tiene que hacerse cargo. Aquello que ha dejado detrás, dentro de la madre, en la parte de atrás de su cuerpo, en el ano, es algo valioso que merece recuperarse porque le es propio. Tal vez se trata de sentimientos e ideas propias que fueron depositadas en la madre y en el padre y que se fueron con ellos. Le comunico que siente que yo lo voy a dejar por mis dolores, así como la madre lo dejó por el dolor de la muerte del padre.
El segundo sueño es también en un teatro, él está entre la gente y hay un niño pequeño que está en una sesión solemne y que lo llaman no para darle un premio sino para darle un castigo, le dan un emparedado de limón. Él lo ve de lejos, se siente impotente y no puede hacer nada. Interpretamos este sueño en el sentido de una parte de él, su niño pequeño, que recibió la muerte de su padre como un bocado amargo, en medio de una solemne ceremonia (el entierro) y que su parte adulta no pudo hacer nada para ayudarlo, situación que se repitió con la muerte de la madre. Comentamos que esta era su manera de pensar la muerte de los padres, pero también su forma de pensar la depresión propia. Todas estas situaciones eran tragos amargos que en forma de castigo le fueron entregados en ceremonias solemnes, en calidad de castigo y no de premio a su bondad.
En el tercer sueño, él estaba en clase y quería mostrarles a los profesores que con las correcciones que hacían a los trabajos de los alumnos, en las que cogían sus dibujos y les ponían un modelo encima y les señalaban cómo creían ellos que debían ser las cosas, lo que pasaba era que los alumnos cogían el modelo y lo ponían debajo para acomodarse a lo que les proponía el profesor. Estaba en un salón con sus alumnos y habían puesto los trabajos con los modelos encima para mostrarles a los profesores lo sucedido y evitar este tipo de corrección. El análisis se hizo en dirección de la relación entre la analista y él, los padres y él. Vimos cómo se había acomodado a los padres y sentía que tenía que acomodarse a ellos y a la analista como un buen niño juicioso, pero le parecía que de esa manera la opinión propia desaparecía. En un cierto momento, él mismo encontró la diferencia entre copiar, que era lo que los muchachos hacían, y tomar la propuesta como una sugerencia para pensar por ellos mismos. Recordó haber visto a una niña creativa e imaginativa, que había sido alumna suya, copiando en esa forma. Esto lo relacionamos con los niños pequeños, creativos e imaginativos que en su periodo escolar se vuelven niños disciplinados y pierden la creatividad y la imaginación, y pensamos que algo similar podía haberle pasado a él. Esta fue una sesión donde veía claramente el movimiento entre material oníricoasociación-nuevo material onírico-nueva asociación y este hecho tuvo un gran impacto sobre él y le permitió tomar contacto con su realida...