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Manifestaciones de violencia en la escuela primaria
Elementos de perfilación de agresores y víctimas
- 137 páginas
- Spanish
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Manifestaciones de violencia en la escuela primaria
Elementos de perfilación de agresores y víctimas
Descripción del libro
Este libro busca a portar conocimientos teóricos y metodológicos que permitan investigar y analizar la realidad que afrontan muchas instituciones educativas frente al fenómeno de la violencia y agresión entre pares. Así mismo se pretende contribuir con alternativas de solución a tal problemática. El libro nos llevará por una serie de capítulos en los que el lector encontrará aspectos como la conceptualización de los términos agresividad y violencia, llevando al estudio y análisis de éstas categorías teórico-conceptuales que permitirán interpretar la realidad desde la contextualización del fenómeno de la violencia escolar; se pasara también por temas que tienen que ver con el conocimiento y la contextualización del fenómeno de la violencia escolar visto a nivel internacional para llegar a nuestra realidad particular Colombiana. De allí se desprenderán los sub-fenómenos del manoteo, el Bullying o victimización entre pares. También nos centraremos en las características psicosociales típicas de los protagonistas de éste fenómeno (víctimas y agresores), extrayendo de allí los respectivos perfiles psicológicos.
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Información
Categoría
PedagogíaCategoría
Psicología educativa
Centrándose un poco más en lo que respecta al tema fundamental del presente estudio, es decir, las manifestaciones de violencia en las escuelas, es necesario abordar antes, ciertos aspectos que hacen referencia a la manera como el niño se inscribe en una cultura educativa y formativa, en la cual se enfrentará ante varias circunstancias que conllevan aspectos formativos para su posterior desempeño en la sociedad.
En la niñez el individuo se inscribe en un sistema educativo llamado colegio o escuela, en el cual pasará gran parte de su tiempo conviviendo con pares y maestros. El objetivo fundamental de tal inscripción es la formación integral del ser humano, es decir, formación que abarcaría aspectos académicos y personales que harán de ese individuo, un sujeto que participa dentro de las normas de una sociedad específica. Es importante que los maestros conozcan de antemano que su labor se centra en la formación de unos sujetos, que así como tienen una posición pasiva en la adquisición de conocimientos, también tienen un papel activo dentro de este proceso de aprendizaje actuando y asimilando tales contenidos de diferentes maneras.
Por esta razón, es necesario conocer la “brecha” entre adultos y niños, y si ésta es considerada como un problema, se requiere pensar entonces en los modos de manifestación que esta división puede traer, permitiendo de esta forma que los niños conozcan más de la vida adulta, y que los adultos conozcan más sobre la niñez (Booth, 1982).
En la escuela es donde también se inician los procesos de socialización de los niños; las vidas sociales de los pequeños giran en torno a parejas exclusivas y estrechamente unidas, prevaleciendo muchas veces un espíritu comunitario. Los niños empiezan la formación de vínculos afectivos con los demás niños y se dan las relaciones de amistad entre ellos, adoptando múltiples formas, ya que, por ejemplo, un aspecto del entorno de las amistades es el estilo de interacción social que caracteriza a una determinada cultura o subcultura y es valorado por ella.
Desde luego, la escuela no es la única influencia para el proceso de socialización, ya que también entran en juego contextos como el barrio, la familia, los medios de comunicación, entre otros escenarios. (Booth, 1982). Los padres, los hermanos, los maestros, los medios de comunicación imparten cada uno de ellos sus propios mensajes acerca de la socialización y las relaciones con los demás y los niños y niñas pueden recibir comunicaciones muy diversas. Todas estas implicaciones convierten a la transición de valores y estilos de socialización en un proceso irregular e imprevisible. Es necesario tener presente que tales estilos de socialización que pueden presentar los niños, por diferentes que sean, a su vez se encuentran influenciados por los estilos y los valores de una cultura en particular. Las amistades infantiles no solamente se encuentran en los centros educativos, sino también en los barrios que habitan (Rubin, 1981).
Para concluir este aspecto, se debe considerar que tanto la familia, como la escuela y el entorno, deben cumplir tareas en el proceso de socialización complementarias, armónicas y simultáneas, ya que varias veces alguno de tales agentes presenta deficiencias, y éstas deben ser suplidas por alguno de los otros, si se pretende erradicar comportamientos agresivos y lograr que no sean convertidos en actos violentos. Es decir, mientras más deficiente sea el medio familiar, de mayor importancia será el papel que está llamado a jugar la escuela frente a la formación de los niños y de los jóvenes. Aunque es claro que la escuela no puede ser considerada como el único sustituto de lo que los niños debieran recibir del medio familiar (Peláez, 1991).
De esta manera se le da una gran importancia al contexto educativo, que es donde el niño también se desenvuelve en sus relaciones sociales y tiene que convivir con otros niños. Sin embargo, no todas las relaciones que tienen los niños con sus demás compañeros de escuela o de aula, se presentan de forma pacífica, ya que entre ellos también se generan conflictos y en ocasiones la única salida ante la resolución de tales conflictos lleva implícitas vías de violencia y agresión. Se sabe que este fenómeno de violencia puede adoptar niveles inmanejables con niños bastante agresivos, que maltratan con mucha frecuencia a otros compañeros suyos, que consideran como más “débiles”.
Como toda institución, la escuela se constituye en tres planos: primero que todo se encontraría el plano de la socialización, en segunda instancia, estaría el plano de la instauración de las disponibilidades para la violencia a partir de detenciones en el movimiento de la socialización, y finalmente, se hallaría el plano de la institución vista como la producción de sentido (Daza, 1995).
La escuela es considerada como una de las instituciones sociales más importantes para el desarrollo de la sociedad, ya que en ella tienen lugar procesos de instrucción y de socialización, que son al igual que los que se producen en la familia o en el contexto cultural, responsables de la integración social de los jóvenes. Pero los propósitos que tengan los diferentes centros educativos en la formación de niños y jóvenes que se desenvolverán más adelante en una sociedad, no se lograrán solamente a partir de la transmisión de conocimientos ni del aprendizaje de contenidos curriculares, sino que también se requiere de una compleja red formada por los sistemas de relaciones personales y los procesos psicosociales de convivencia y comunicación que vayan articulando los procesos instructivos y socializadores (Ortega, 1997).
Por esta razón, es necesario nombrar el contexto educativo para empezar a abordar el tema referente a la violencia escolar, ya que es un fenómeno que se presenta con bastante frecuencia en los centros educativos, pero que parece que en muchas ocasiones pasa desapercibido por el personal que allí actúa.
Abordar el tema de la violencia escolar en Colombia, refleja ante todo un compromiso por parte de las instituciones educativas, siendo una realidad social compleja que afecta a nuestro país, el cual es definido por algunos como uno de los más violentos, a la vez que como país de contradicciones: de armonía y maltrato, de paz y de guerra, de alegría y de tristeza (Mejía, 1997).
El contexto escolar no puede ser ajeno a toda la problemática que se genera desde hace bastante tiempo en nuestro país ni a las formas como dentro de él, son canalizadas las fuerzas de tipo agresivo que son presentadas de manera natural en todos los seres humanos, pero que tendrían la posibilidad de expresarse de forma mucho más positiva, mediante el arte y la ciencia, por ejemplo. Desafortunadamente, tales formas de expresión tienen muy poco espacio y apoyo dentro de la escuela colombiana. Si se continúa con la creencia de que la violencia es el único mecanismo de expresión de las emociones y mecanismos de acción para la supervivencia, la escuela como componente interactuante de esa totalidad, no puede funcionar de otro modo.
En Colombia, la situación de muchos escolares aún se encuentra muy distante de lo que se desea en cuanto a condiciones favorables para la salud, el aprendizaje y la calidad de vida. A pesar de que los índices de mortalidad y morbilidad en los escolares no son muy altos, existen prácticas y condiciones por las cuales aún se pueden controlar y evitar mediante el desarrollo de estrategias que tengan como objetivo el promover oportunidades de vivir y convivir mejor en los centros educativos (OPS/OMS, 1998).
Angulo (2003), en su artículo “Violencia escolar, un fenómeno mundial”, menciona que durante los últimos años la preocupación aumenta por el creciente registro de hechos violentos y conflictos en las instituciones educativas. Tal fenómeno se encuentra trascendiendo fronteras, no distingue niveles de desarrollo de las naciones y se encuentra convertido en un asunto de la cotidianidad. Es posible suponer que las formas de expresión de dicho fenómeno varían de acuerdo con las condiciones sociales de cada centro educativo y con el entorno social que rodea la institución.
Es importante tener en cuenta que la sociedad convive con acciones violentas todo el tiempo y en todos sus contextos. Un contexto en el cual se observan muchas manifestaciones de violencia es el escolar, sin embargo, penetrar en el tema de la violencia escolar no es tan fácil, por el hecho de que plantea una gran ambivalencia: por un lado, no es un tema que se encuentre muy bien precisado, su uso es generalizado, muy amplio y sin especificaciones. Por otro lado, porque en la escuela, la problemática de la violencia es trabajada muy escasamente, conllevando con esto a no reconocer su existencia, ni reflexionar sobre ella. Es difícil delimitar el problema por el hecho de que no todo lo que pasa en la escuela es violencia, pero tampoco se puede pensar que allí no pasa nada violento (Camargo, 1997).
La violencia en la escuela se entendía, y se sigue entendiendo con bastante frecuencia, como resultante de una violencia de la escuela. Una idea que frecuentemente es compartida por la comunidad educativa, es que la violencia en los centros educativos es muchas veces reactiva (Debarbieux, 1997). Se observa con esto uno de los prejuicios que se tiene sobre este fenómeno, con relación a que los comportamientos violentos de muchos de los alumnos son llevados al contexto escolar provenientes de otros ámbitos de socialización, excusando con esto cualquier influencia por parte de la escuela hacia la generación de este tipo de comportamientos. ¡La escuela nada tiene que ver!
Por esta razón, es que es necesario involucrarse en una problemática que, aunque en muchas ocasiones no se conviva directamente con la violencia en el contexto escolar, no podemos dejar que pase desapercibida una situación que se presenta pero en diferentes grados y no en todas las instituciones con la misma intensidad. Los niños reproducen muchas veces en la escuela todo tipo de violencia circundante y ellos la imitan y juegan con ella, siendo un patrón común el hecho de que estos niños también son maltratados por sus padres en sus hogares, y generalmente los más violentados son los más violentos en la escuela (Valdés, 1991).
Como lo menciona Angulo (2003), al referirse al nivel cultural que se juega en los centros educativos, la escuela no puede verse ajena al mundo que la rodea y las cosas que suceden en el contexto social del cual hace parte, ya que esto puede incidir considerablemente en la vida de los individuos que hacen parte de la comunidad educativa. Tales circunstancias pueden promover manifestaciones de violencia y escalonamiento de los conflictos, siendo posible su presencia especialmente en aquella población vulnerable como lo es la niñez y la juventud.
De igual importancia se considera el tener en cuenta el papel que juegan los agentes de socialización tales como los medios de comunicación - la televisión sobre todo — así como también ese espacio que se llama “calle”. Se debe anotar en primera instancia que para muchos niños y jóvenes, estos medios de comunicación y el contexto callejero, cumplen papeles sustitutos en el tiempo en que los padres no están con ellos (Peláez, 1991).
Ardila (1999), menciona que para los muchachos, el “parche” significa la posibilidad de encontrar el afecto y el amor que por lo general no encuentran en los miembros de sus familias. Tales amigos que conforman el parche se convierten entonces en la fortaleza del pandillero. Al ingresar a un grupo social pandillero, sus integrantes adquieren varios cambios en su forma de ser y hasta en su personalidad habitual, se transforman. Pueden llegar a adquirir hábitos en sus comportamientos, que se trasladan a otros contextos como el escolar.
Hay que reconocer que los educandos tienen una vida social que trasciende el espacio de su escuela y su hogar hacia la calle, en donde hacen parte de grupos de pares organizados en sistemas de galladas, de pandillas, entre otro tipo de vículaciones. En consecuencia, es importante reconocer este otro espacio como agente socializador, ya que se establece la presencia de otros actores que influyen a veces con mayor fuerza en los educandos que los maestros mismos o que sus propios padres (Escobar, 1996).
Ese espacio de socialización que es la “calle”, en donde los grupos de niños y jóvenes se van formando en un ambiente de vecindario, en el cual pueden suceder muchas cosas, desde el grupo que se divierte jugando dentro de un ambiente de cordialidad, hasta los grupos formados con marcadas tendencias agresivas, en los que convierten un oficio como cualquiera, el aprovecharse de los demás, volverse llamativos y poderosos basados en su capacidad de intimidación (Peláez, 1991). Esto puede llevar a que los niños y jóvenes pertenezcan a este último tipo de grupos y que generen conductas de tipo agresivo y violento en su ambiente escolar.
En los niños se suelen presentar conductas de imitación, y por consiguiente, imitan varias cosas consideradas como buenas y como malas. Por tal razón, es posible encontrar alumnos de cierta edad, con tendencias y comportamientos inadecuados e indisciplinados en la escuela. Por ejemplo, el hecho de empezar a hacer justicia por su cuenta. Si los niños observan por influencia de los medios tales conductas así como también en el ambiente callejero en el que se desenvuelven, se puede observar que ante un conflicto con algún otro compañero, ya no verán necesario acudir al maestro y plantear su caso, sino que ellos mismos ejecutan la acción y se cobran del mal que les causaron (Parra, González, Moritz, Blandón, y Bustamante, 1994).
Por tal razón, tales hábitos de solución de conflictos por la vía de la aplicación de la “justicia privada”, puede ser llevada a la escuela, ya que dichas relaciones son aprendidas y ejercidas en el ámbito extraescolar y se pueden presentar o manifestarse dentro de la escuela mediante expresiones tales como: “a la salida nos vemos, sapo”; se generan con esto conductas de amedrantamiento e intimidación hacia otros escolares. Al parecer en lo extraescolar reina otro tipo de normas; se establecen otros criterios de autoridad, la calle se torna un lugar en el que se purgan las culpas, se pagan las deudas; la autoridad es más difusa y se da mayor evasión de responsabilidades (Medina, 1991).
Como se planteaba anteriormente, la violencia tiene muy diversas formas de manifestarse, formas que pueden ir desde el simple desconocimiento por algún alumno cuando no responde a una pregunta, hasta el golpe de autoridad, el uso del conocimiento y la edad para someter a otros, la pretensión de subyugar a los aparentemente más débiles a una voluntad ajena a sus deseos, entre otras actitudes. En conclusión, en la cotidianidad de la vida escolar es posible encontrar un enorme diapasón de acciones agresivas y violentas (Idep, 1999).
Medina (1991), plantea que es importante tener en cuenta la evidencia de que muchos alumnos no vienen de un medio en el cual predomine la tolerancia, sino que proceden de medios en los cuales se generan ambientes que confrontan la negación en la que viven, se resisten al aniquilamiento y asumen actitudes que les permiten sobrevivir, muchas de las cuales se encuentran cargadas de altas dosis de agresividad.
Los actos violentos se encuentran inmersos en un gran sistema de relaciones interpersonales, en el cual se encuentran presentes y configuran el campo educativo, las emociones, los sentimientos y los aspectos cognitivos, incluyendo las situaciones familiares de cada alumno y el ámbito social en que se encuentra la escuela. Pero el problema surge cuando se dan conflictos y su resolución se presenta por medio del ejercicio de la autoridad, del castigo, entre otras respuestas, provocando un clima en el aula con mucha tensión, que muchas veces los maestros no saben cómo resolver (Ochoa, 2000).
Un artículo de la revista Semana titulado “Juegos peligrosos” (Anónimo, 1997), plantea como subtítulo la siguiente frase: “El aumento de la violencia escolar tiene en alerta amarilla a profesores y a padres de familia” (p.36). Parece que el estado de alerta fue generado por el episodio relatado en el mismo artículo en el cual se menciona que una jovencita de secundaria, fue apaleada por cinco compañeras por un asunto de celos. Esto ocurrió en uno de los más prestigiosos establecimientos educativos de la ciudad de Bogotá. Otro de los casos que generó el estado de alerta fue el caso de un joven que le disparó a la oreja del rector de un colegio popular, supuestamente desesperado por el acoso sexual ejercido por el educador sobre el muchacho (Anónimo, 1997). Con el anterior caso, se puede ver que la violencia escolar no es solamente generada entre pares, sino también se puede dar en la relación del profesor hacia el alumno y del alumno hacia el maestro.
En realidad, la situación es bastante grave, ya que estos dos no son los únicos casos que se han generado como casos de violencia escolar, ya que, de la misma manera, en un estudio de dos colegios de Sheffield, se observó que uno de cada cinco alumnos informó haber sido agredido tanto en la actualidad como en épocas anteriores.
Casos más graves se pueden encontrar en eventos en los que la violencia escolar adopta la forma de tiroteos en la escuela (“School shootings”), problemática que se ha divulgado a partir de ciertos casos ocurridos en Estados Unidos y en la Comunidad Europea. Como se mencionaba, el tema de la violencia en las escuelas no es nuevo, pero la novedad radica en las actuales
y diversas formas de presentación. A través de los medios de comunicación se han difundido en los últimos años una serie de actos de violencia que presentan al parecer características comunes entre sí, pero diferentes respecto a la modalidad empleada de agresión.
Por ejemplo, el periódico español El País, en su edición electrónica del 27 de abril del año 2002 recoge varios hechos de manifestación de violencia de los que se pueden mencionar los siguientes: “Gran Bretaña: 13 de Marzo de 1996. Thomas Hamilton irrumpe con cuatro pistolas automáticas en un colegio de Dunblane, en el centro de Escocia, y mata a 16 niños y a su maestra. Se suicida tras el ataque”. “Alemania: 16 de marzo del 2000. Un joven de 16 años mata de un disparo en la cabeza al director del internado del que había sido expulsado en Brannenburg, y después intenta suicidarse (Ruíz, 2002).
Dichas conductas escolares de tipo antisocial, requieren de un tratamiento directo, y en el nivel práctico, una escuela puede elegir entre un amplio abanico de procedimientos de actuación. En situaciones graves y reales, la intervención propuesta requerirá entonces de los mismos factores de conducta antisocial en cuestión. Esto quiere decir, que depende de analizar factores como la situación, las edades de los alumnos implicados y la comprensión de su propia conducta, el número de culpables y de la disponibilidad de ayuda para llevar a cabo los mecanismos de intervención (Mooij, 1997).
Hasta hace poco tiempo, ...
Índice
- Portada
- Portadilla
- Créditos
- Dedicatoria
- NOTA DEL AUTOR
- PREFACIO
- PRÓLOGO
- AGRADECIMIENTOS
- Introducción
- Problema
- Algunas bases teóricas sobre "agresividad"
- Algunas bases teóricas sobre "violencia"
- Violencia escolar
- Algunas investigaciones sobre perfiles de víctimas y agresores
- Perfiles de víctimas y agresores: contexto bogotano
- Como discusión
- Referencias
- Anexos
- A manera de ilustración